Dimensión misionera de la Orden
Profetas en el mundo de la salud
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN
DE DIOS
DIMENSIÓN MISIONERA
DE LA
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Profetas en el mundo de la salud
ROMA, 1997
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN
DE DIOS
DIMENSIÓN MISIONERA
DE LA
ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Profetas en el mundo de la salud
ROMA, 1997
ÍNDICE GENERAL
Pág.
Siglas y abreviaturas principales
Presentación
Introducción
I. PARTE - NUESTRA
MISIÓN EN LA IGLESIA: ANUNCIAR Y HACER PRESENTE EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA.
Capítulo I. Dimensión evangelizadora de la Iglesia
1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del hombre
2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de salvación
3. Compromiso de la Iglesia en la evangelización
4. La fuerza evangelizadora y pastoral del Concilio Vaticano
II
5. Exigencias evangelizadoras presentadas por el Magisterio:
Evangelii
nuntiandi y Redemptoris missio
6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva
evangelización
7. La Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia
Capítulo II. Juan de Dios: Hermano-Siervo para la salvación
de todos
1. Seducido por la misericordia de Dios
2. Testigo de la Hospitalidad de Dios
3. Contagió el amor al prójimo
4. Los primeros compañeros
5. Signos proféticos y evangelizadores de su vida
II PARTE. ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR A LOS POBRES Y ENFERMOS.
PANORÁMICA
HISTÓRICA
Capítulo III. La Orden Hospitalaria hasta mediados del S.
XIX
1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división de la
Orden en dos Congregaciones
2. División de la Orden en dos Congregaciones
2.1. Congregación Española
2.2. La Congregación Italiana
3. La Orden en América hasta finales del siglo XIX
4. Presencia de los Hermanos en Asia, África y Oceanía
5. Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en
la difusión de la Orden
6. Fieles a la Hospitalidad hasta el martirio
Capítulo IV. Respuesta apostólico-misionera de la Orden
desde mediados del S. XIX
hasta nuestros días
1. Extinción de la Congregación Española
2. Decadencia de la Congregación Italiana
3. Decadencia y desaparición de la Orden en las Provincia
ultramarinas
III PARTE. COMPROMETIDOS EN LA HOSPITALIDAD
Capítulo V. Doctrina de la Orden sobre la evangelización
1. Principios sobre la evangelización recogidos en las
Constituciones
2, La dimensión apostólico-misionera en los escritos de
nuestros Hermanos
3. La acción misionera según el pensamiento de nuestros
misioneros
Capítulo VI. Organismos de la Orden al servicio de la
evangelización
1. Organismos de la Curia General al servicio de las
misiones
2. Organismos Interprovinciales o Provinciales.
IV PARTE. EL HOY DE LA HOSPITALIDAD
Capítulo VII. Nueva difusión de la Hospitalidad
1. Europa: fuerza dinamizadora de la presencia de la Orden
2. El hoy de la Orden en América
3. África: savia nueva en el árbol de la Hospitalidad
4. Asia: presencia de la Orden en un mundo de contrastes
5. Oceanía: nuevos horizontes de la Hospitalidad
Capítulo VII. Exigencias misioneras actuales para la vida de la Orden
1. La vocación del Hermano de San Juan de Dios vivida con
espíritu misionero
2. La animación misionera, un desafío para nuestras
comunidades
3. La Carta de la Animación Misionera
4. Principios desde los que se quiere trabajar
5. Nueva hospitalidad : nueva evangelización en clave
juandediana
Documentación y bibliografía
Siglas
y abreviaturas principales
AG AD GENTES. Concilio Vaticano II
Decreto
sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
AGFR Archivo Curia
Generalizia Fatebenefratelli en Roma
AIP Archivo
Interprovincial Pisas en Granada
Celam IV IV
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
Santo
Domingo (12-28 de octubre de 1992)
Const. Constituciones
de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
DS Carta de Juan de
Dios a la Duquesa de Sessa
DV DEI VERBUM Concilio Vaticano II
Constitución
Dogmática sobre la Divina Revelación
EA Ecclesia in Africa
EE.GG. Estatutos
Generales de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
EN EVANGELII NUNTIANDI.
Exhortación apostólica de Pablo VI
La
evangelización del mundo contemporáneo
GL Carta de Juan de
Dios a Gutierre Lasso
GS GAUDIUM ET
SPES. Concilio Vaticano II
Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
LB Carta de Juan de
Dios a Luis Bautista
LG LUMEN GENTIUM. Concilio Vaticano II
Constitución
Dogmática sobre la Iglesia
NA NOSTRA AETATE. Concilio Vaticano II
Decreto
sobre la actividad misionera de la Iglesia
PC PERFECTAE CARITATIS. Concilio Vaticano II
Decreto
sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa
POE Presencia de la
Orden en España. Madrid, 1986
RMi REDEMPTORIS MISSIO.
Carta encíclica de Juan Pablo II
Sobre la
permanente validez del mandato misionero
CIAL.OH Secretariado
Interprovincial de América Latina de la Orden Hospitalaria
SC SACROSANCTUM
CONCILIUM. Concilio Vaticano II
Constitución
sobre la Sagrada Liturgia
SD SALVIFICI DOLORIS.
Carta apostólica de Juan Pablo II
El
sufrimiento humano.
SELARE Secretariado
Latinoamericano de la Renovación
VC VITA CONSECRATA
Exhortación apostólica de Juan Pablo II
La vida
consagrada. Exhortación apostólica de Juan Pablo II
Cartas de san Juan de Dios. La edición
de las Cartas de san Juan de Dios utilizada es: Regla de San Agustín. Cartas
de San Juan de Dios. Madrid, 1984.
PRESENTACIÓN
La Dimensión misionera de la Orden
Hospitalaria, documento que ahora llega a vuestras manos, es una reflexión
que viene a llenar un vacío bibliográfico en la Orden.
Es el resultado de un largo proceso de
elaboración, que resumo brevemente:
· En
la reunión de la Comisión General de Animación del 11 al 13 de marzo de 1992,
se vio la necesidad de realizar un estudio sobre la “Dimensión Misionera de la
Orden”. Sin llegar a definir el título, se precisó que el documento debía
referirse al pasado y al presente de la acción apostólica de la Orden en
tierras de misión, al tiempo que debería trazar las líneas de futuro en este
campo.
· En
la siguiente reunión, 16 al 18 de octubre del mismo año se vuelve a insistir en
el tema y se sugiere que la celebración del V Centenario del nacimiento de San
Juan de Dios era una buena oportunidad para ofrecer a la Orden un documento que
reavivase el sentido apostólico en los Hermanos y Colaboradores.
· La
Comisión General de Animación, en la reunión del 26 y 27 de mayo de 1993,
recibió un esquema de lo que se pensaba que fueran las puntos
fundamentales del documento para que lo estudiara y, si se creía oportuno, lo
aprobara. Con algunas modificaciones, el esquema fue aprobado por la Comisión
General de Animación.
· Se
nombró una Comisión, formada por los Hermanos. Pascual Piles, entonces primer
Consejero General, Jesús A. Labarta, Maestro de Novicios de África, Jesús Etayo
y Ubaldo Feito, que se distribuyeron el trabajo a realizar, contando con la
colaboración de otros Hermanos de la Orden.
· La
Comisión General de Animación, en la reunión del 18 al 20 de mayo de 1994,
insistió en la oportunidad de publicar el documento durante el V Centenario del
nacimiento de San Juan de Dios.
· A
pesar de los esfuerzos realizados por la Comisión para realizar el servicio que
se le había encomendado, en el Capítulo General de 1994 se manifestó la
imposibilidad de finalizar el documento en el tiempo previsto.
· En
el Programa de Gobierno para el sexenio 1994-2000 se incluyó finalizar y
publicar el documento en el curso 1996-1997, contando con los mismos Hermanos
que componían la Comisión antes del Capítulo, incluido el Hno. General.
· La
Comisión General de Animación, reunida los días 26-27 de junio de 1996, pensó
que un momento adecuado para presentar el documento sería la Asamblea General a
celebrarse en octubre de 1997.
· Después
del trabajo de elaboración y redacción, realizado por cada miembro de la
Comisión y posteriormente contrastado para evitar inútiles repeticiones,
finalmente, en la reunión del 5-6 de junio de 1997, se presentó a la Comisión
General de Animación el documento que ahora se entrega a las Provincia de la
Orden.
Consideramos que hemos realizado el
servicio que la Orden requería. En el documento, además de tener en cuenta la
esencia de la misión de la Iglesia, la evangelización, y las aportaciones de la
vida consagrada a la misma, nos hemos detenido especialmente en el análisis
histórico de la acción apostólico-misionera de la Orden y en la obra
evangelizadora que actualmente realizan nuestros Hermanos, deteniéndonos
particularmente en los países en vías de desarrollo, valorando y agradeciendo
su testimonio. Teniendo en cuenta la sugerencia de la Comisión General de
Animación en la lejana reunión de marzo de 1992, se tiene en cuenta también la
proyección de futuro de la dimensión apostólico-misionera de la Orden.
Me siento gozoso de poder ofrecer a la
Orden esta reflexión, seguro de que ha de contribuir al crecimiento espiritual
y apostólico de los Hermanos y de los Colaboradores.
Fra Pascual Piles, OH
Superior General
Roma, 12 de octubre de 1997.
INTRODUCCIÓN
La dimensión misionera ha constituido una de
las características fundamentales de nuestra Orden en el ejercicio de su apostolado
a lo largo de su historia. Ese espíritu misionero sigue vivo como un signo más
de que la misericordia de Dios desea llegar a todos los hombres por medio de la
caridad cristiana, al estilo de San Juan de Dios y de otros tantos santos,
hombres y mujeres, de ayer, hoy y mañana que, sintiendo el amor de Dios en sí
mismos, se decidieron a transmitirlo a los demás.
El documento se divide en cuatro partes. La primera,
dividida en dos capítulos, lleva como título Nuestra misión en la Iglesia:
anunciar el Evangelio de la misericordia. El primer capítulo se refiere a
la dimensión evangelizadora de la Iglesia, a partir del nuevo sentido de la
vida del hombre inaugurado en Jesús de Nazaret, que antes de subir al cielo
encomendó a sus discípulos continuar en el mundo la obra de la salvación. De
ellos heredó la comunidad eclesial, inaugurada en Pentecostés, la misión de
testimoniar y anunciar el Evangelio como la tarea más importante a realizar en
el mundo. Recordamos especialmente la dimensión misionera de la Iglesia a
partir del Vaticano II, y la dimensión evangelizadora como esencia y sentido de
la Vida Consagrada.
El segundo capítulo se refiere a la figura de
nuestro Fundador que, transformado y cautivado por el amor misericordioso de
Dios, siente la urgente necesidad de comunicarla a los enfermos y necesitados
con unos gestos que se convierten en signos proféticos y evangelizadores. En
Juan de Dios tiene origen nuestra Familia religiosa; con él y en él
participamos de la misión universal de la Iglesia.
La segunda parte, Elegidos para evangelizar a los
pobres y enfermos, refiere la trayectoria histórica de la Orden desde los
orígenes hasta finales del siglo XIX. A la luz de los dos capítulos que
integran esta parte se puede apreciar el impulso apostólico y misionero que
animó y alentó a nuestros Hermanos en la difusión de la Orden, a veces con la
ofrenda cruenta de su vida, capítulo tercero, y cómo supieron recuperar el
sentido una vez superada la crisis que vivió la Iglesia y, en consecuencia la
Orden, durante gran parte de la segunda mitad del llamado Siglo de las luces,
capítulo cuarto.
Los dos capítulos que compone la tercera parte, Comprometidos
en la Hospitalidad, ofrecen una visión de conjunto sobre los medios de que
la Orden dispone y ofrece para mantener vivo el espíritu apostólico de los
Hermanos y apoyar estructural y económicamente su misión en el mundo de la
salud. Se hace referencia a la doctrina de documentos oficiales de la Orden,
Constituciones y Cartas circulares de algunos Superiores Generales, y se da
especial importancia al testimonio escrito de Hermanos que se han distinguido
por su vida, San Ricardo Pampuri, o por su servicio a la Hospitalidad en la
misión “ad gentes”, capítulo quinto, ofreciendo en el sexto una breve
descripción de los organismos de la Orden al servicio de la evangelización.
En la cuarta parte, El hoy de la Hospitalidad, se
ofrece una visión de cómo la fuerza del carisma de la Orden vivido por nuestros
Hermanos, ha sido capaz de realizar una segunda difusión de la Hospitalidad
durante el presente siglo; merced a ella la Orden hoy hace presente el Evangelio de la misericordia en los cinco
continentes, capítulo séptimo, superando las graves dificultades sociales y
políticas que ha vivido la sociedad.
El último capítulo trata de las exigencias
misioneras actuales para la Orden, y cómo la vocación del Hermano de San Juan
de Dios debe ser vivida con espíritu apostólico-misionero en nuestras
comunidades para realizar y transmitir la nueva hospitalidad, expresión
juandediana de la nueva evangelización.
Va dirigido a
todos los que hoy trabajamos en la Orden para hacer realidad la nueva
hospitalidad, Hermanos y Colaboradores, y a las futuras generaciones de
Hospitalarios, a los que ofrecemos toda la riqueza espiritual que la Orden ha
ido acumulando con su dimensión apostólico-misionera, en fidelidad al Espíritu,
a la Iglesia, a San Juan de Dios y al hombre que sufre, para que también ellos
se sientan animados a continuar anunciando y extendiendo el mensaje de Cristo
por el mundo.
Con esta reflexión recordamos a cuantos Hermanos nos
precedieron en la evangelización, muy especialmente, a los que se entregaron y
siguen dedicados a la misión “ad gentes”. Es una sencilla aportación que espera
ser completada. Si cada Provincia realiza el esfuerzo de adentrarse en la
propia historia para recabar de ella el testimonio de la vida de los Hermanos
que han hecho posible la realidad actual, las próximas generaciones, además de
admirar el entusiasmo y sacrificio que los animó en su acción apostólica,
encontrarán motivaciones que las estimulen a vivir y manifestar con renovado
vigor el carisma que hemos heredado de Juan de Dios.
I. PARTE
NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA:
ANUNCIAR Y HACER PRESENTE EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA
Capítulo primero
DIMENSIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del
hombre
La dimensión evangelizadora de la Iglesia consiste
en transmitir la salvación de Jesús, que vino para hacernos partícipes del
designio amoroso de Dios Padre sobre los hombres desde la creación.
El Padre nos creó por amor y bondad, para compartir
con nosotros su naturaleza divina: “En el principio, Dios creó el cielo y la
tierra” (Gn 1,1); y “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios
los creó” (Gn 1, 27). Lo creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado: “En
él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra ... todo fue
creado por él y para él”. (Col 1,16-17)
Dios deseó, desde siempre, hacernos “hijos
adoptivos, por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,5-6); “procurando al mismo
tiempo su gloria y nuestra felicidad”. (AG 2)
Por Jesús sabemos que el Padre se manifiesta en el
Hijo y los dos en el Espíritu Santo. En este amor trinitario tiene origen la
creación del hombre como “única criatura terrestre a la que Dios ha amado
por sí misma” (GS 24), pues sólo el hombre está llamado a participar de la
vida de Dios. Para este fin fuimos creados y esta es la razón fundamental de
nuestra existencia.
La humanidad, a causa de sus limitaciones, empezó a
moverse en un mundo ambiguo de sentimientos hacia Dios. Recordemos la historia
de Israel, prototipo de las contradicciones vividas por el hombre. El pueblo
elegido vivía el amor y la fe, alternando con momentos de infidelidad e
idolatría.
En esta ambigüedad nos hemos movido los hombres
desde siempre, haciéndonos las preguntas sobre los enigmas de la vida, a las que han intentado responder, sin éxito,
todas las corrientes de pensamiento. Los grandes interrogantes sobre el sentido
de la vida, del dolor y de la muerte
pueden inducir a dudar del amor misericordioso del Padre, manifestado en
la creación.
Dios, por medio de la Alianza, mantuvo la relación con sus criaturas y fue
progresivamente manifestando su amor y su bondad, hasta que finalmente se nos
reveló en su Hijo Jesucristo: “De muchos modos habló Dios en el pasado a
nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha
hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo”. (Hb 1, 1-2)
Jesús, enviado por el Padre con la fuerza del
Espíritu, se convierte para nosotros en camino de liberación y salvación, dando
sentido pleno y definitivo a la humanidad, porque “Dios quiere que todos los
hombres se salven” (1 Tim 2,4), pues vino para cumplir el plan de salvación
anunciado por los profetas.
Toda la vida y actuación de Jesús se fundamenta en
esta misión, como aparece en el evangelio de san Juan: “El Padre mismo que
me ha enviado, es quien me mandó lo que he de decir y hablar”. (Jn 12, 49;
RMi 5)
Jesús es el único camino que nos reconduce a Dios.
Su misión se concreta en organizar todo según los designios de la creación. El
es la revelación máxima del amor del Padre: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida. Nadie se acerca al Padre, sino por mí; si me conocéis a mí conoceréis
también a mi Padre”. (Jn 14,6-9) Jesús proclama la buena noticia de Dios
que nos invita a reconocerlo como Padre y a
orientar nuestra vida hacia El cumpliendo su voluntad.
La Constitución conciliar sobre la Divina Revelación
nos recuerda que “Jesucristo con su presencia y manifestación, con sus
palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa
resurrección, con el envío del espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la
revelación y la confirma con testimonio divino, a saber, que Dios está con
nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para
hacernos resucitar a una vida eterna”. (DV 4)
Entrar en comunión con Dios por Jesús y bajo la
acción del Espíritu, significa ir construyendo una nueva sociedad en
fraternidad y solidaridad, favoreciendo especialmente al débil y marginado al
estilo de Jesús, como anticipo del Reino de Dios; proclamar que Dios es Padre
de todos y, por tanto, que todos los hombres somos hermanos y estamos llamados
a caminar unidos hacia el mismo destino y a construir un mundo que alcanzará su
culminación cuando Dios sea todo en todas las cosas, representa un profundo
cambio en las relaciones humanas.
2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de
salvación
Jesús, después de presentarse como enviado del
Padre, se rodeó de seguidores, al estilo
de los antiguos maestros que reunían a sus discípulos, para compartir
con ellos su palabra y su vida.
En momentos sucesivos eligió apóstoles y discípulos
(cf Lc 5, 10-11; 10, 1; Mc 3, 14). Así va formándose en torno a Jesús la
primitiva comunidad cristiana que originará la Iglesia de Cristo. Además de los
mencionados en los evangelios, otros muchos escucharon su palabra y empezaron a
vivir una fe que les fue transformando radicalmente.
A partir de la experiencia pascual surge la Iglesia.
Una realidad nueva formada por Jesús y sus discípulos, expresión del designio
de Dios sobre el mundo. Después de la Resurrección, el Señor envía a los
Apóstoles a comunicar la experiencia que han vivido: “Id por todo el mundo y
proclamad el evangelio a toda criatura”. (Mc 16,15; cf Mt 28, 19; Jn 20,21)
El día de
Pentecostés recibieron el Espíritu Santo y
comenzaron a anunciar a Aquel que había llenado su vida de esperanza y
alegría. Con la fuerza del Espíritu Santo, la primitiva comunidad empezó a
proclamar y difundir el mensaje de salvación por todo el mundo: “Cristo
envió de parte del Padre al Espíritu Santo, para que llevara a cabo
interiormente su obra salvífica e impulsara a la Iglesia a extenderse a sí
misma”. (AG 4)
La Iglesia ha encontrado siempre en este primer
grupo de discípulos de Jesús el modelo de referencia para la comunidad cristiana y para su misión en el
mundo: “Compartían asiduamente la enseñanza de los Apóstoles, la comunión de
los bienes, la fracción del pan, las oraciones” (He 2,42), porque “Tenían
un solo corazón y una sola alma”. (He 4,32)
Luego aparecieron comunidades en Samaria, Cesarea,
Siria, Asia Menor y Europa. Es fácil
adivinar que no hubieran podido subsistir sin una fuerte vivencia comunitaria,
y no hubieran podido expandirse sin un convencido sentido misionero.
Destaca la fundación de la iglesia de Antioquía (cf
He 11,19-30), modelo de actividad misionera. Sus fundadores procedían de la
comunidad de Jerusalén. Llegados a Antioquía, movidos por el Espíritu
decidieron dedicarse a la evangelización, haciendo de la misión un estilo de
vida enraizada en la fe. Comienza, así, la labor misionera de la Iglesia hasta
nuestros días.
3. Compromiso
de la Iglesia en la evangelización
La evangelización es para la Iglesia la expresión de
la comunión con Cristo: “ (...) la actividad misionera brota íntimamente de
la naturaleza misma de la Iglesia, cuya fe salvífica propaga, cuya unidad
católica perfecciona al dilatarla, sobre cuya apostolicidad se sustenta, cuyo
sentido colegial de la Jerarquía ejercita, cuya santidad testifica, difunde y
promueve.”. (AG 6)
A lo largo de su historia, la Iglesia ha manifestado
su identidad en la tarea evangelizadora : “Nosotros queremos confirmar, una
vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la
misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los cambios amplios y
profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad
más profunda. Ella existe para evangelizar”. (EN 14)
El mensaje evangélico ha llegado a innumerables
lugares del mundo, pero se constata que el número de los evangelizados
representa actualmente sólo una tercera parte de la humanidad: “Mientras se
aproxima el final del segundo milenio de la redención, es cada
vez más evidente que las gentes que todavía no han recibido el primer
anuncio de Cristo son la mayoría de la humanidad.” (RMi 40)
Un aspecto significativo son los movimientos
alternantes de expansión y retroceso en la acción evangelizadora (cf AG 6).Las
épocas de expansión de la Iglesia coincidieron con los tiempos de los descubrimientos
y conquistas, originando la denominada “era de la cristiandad”, que comenzó con
la caída del Imperio romano y las posteriores conversiones de los pueblos de
Europa. El “descubrimiento” de América, y las misiones en Asia y África
marcaron momentos importantes en la historia de la evangelización.
La Iglesia ha tenido que superar numerosos
obstáculos en el ejercicio de su misión. Entre ellos destacan: las resistencias
de muchas culturas para aceptar la fe, la oposición de sistemas políticos, los
efectos derivados de una deficiente inculturación, la difícil convivencia con
otras religiones, las persecuciones antirreligiosas, etc. Estos obstáculos se han superado con el convencimiento y la
fortaleza que el Espíritu Santo otorga a la Iglesia. Algunos de ellos han
producido momentos de profunda revitalización y testimonio martirial.
En los últimos tiempos han aparecido otras
dificultades que están influyendo en nuestros días y que han ido conformando
una cultura que desvirtúa el designio de Dios sobre el mundo.
La sociedad entera ha vivido un cambio muy profundo
y la Iglesia, en razón de su propia misión, ha tenido que replantearse su posición ante las nuevas situaciones. En este
contexto surge el Concilio Vaticano II para orientar la labor de la evangelización.
El Concilio ilumina la eclesiología de la misión
desde un sentido cristocéntrico de encarnación como punto de referencia
fundamental, al cual en todo momento debemos acudir: “La misión, pues, de la
Iglesia se cumple por aquella operación por la que, obedeciendo al mandato de
Cristo y movida por la gracia y la caridad del Espíritu Santo, se hace presente
a todos los hombres y pueblos, para llevarlos, por el ejemplo de su vida y la
predicación, los sacramentos y los demás medios de gracia, a la fe, la libertad
y la paz de Cristo, de forma que se les abra un camino libre y firme para
participar plenamente en el misterio de Cristo”. (AG 5)
La Iglesia no niega los elementos de verdad que
existen en el mundo y en otras creencias (cf NA 2), pero afirma que “Es
necesaria para la salvación. Porque solamente Cristo es el mediador y el camino
de salvación”. (LG 14) Todo esto debe ser aplicado en sentido amplio y
desde el designio salvífico de Dios en la creación.
Finalizado el Concilio y cuando la teología de la
misión parecía más adaptada para responder a las necesidades que el mundo
planteaba, han surgido dentro de la Iglesia algunas tendencias que han
afectado, incluso, a los contenidos de la enseñanza conciliar. Los fenómenos
relacionados con la liberación, la teología política, la salvación de los no
cristianos, la promoción de la justicia y de la paz, y las distintas formas de
testimonio y cooperación misionera, han sido vividos con enfoques distintos en
la interpretación posconciliar.
Las distintas líneas de pensamiento sobre la
interpretación de estos temas hicieron progresar los diversos aspectos
pastorales de la misión, a veces con estilos y experiencias variadas, para
conseguir la finalidad de la misma.
La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi
y la encíclica Redemptoris missio han venido a armonizar los distintos
aspectos de la misión, superando las interpretaciones que tuvieron lugar en la
etapa posconcilar.
4. La fuerza evangelizadora y pastoral del
Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II no fue, exclusivamente, una
original iniciativa de Juan XXIII; más bien se puede considerar como el
resultado de una situación que se estaba viviendo desde cien años antes. La
Iglesia quería defender su postura ante los profundos y acelerados cambios que
se estaban produciendo en el mundo como resultado de la filosofía moderna, pero
no podía afrontar estos nuevos retos apoyando su misión en categorías del
pasado.
Había que buscar nuevas soluciones, porque la Iglesia necesitaba anunciar con
claridad la esencia de su propio ser y actuar en el mundo como sacramento y
misión, para testimoniar el amor de Dios revelado en Jesucristo. Esta
concepción sería la aportación más relevante del Vaticano II, de donde partirá
toda su fuerza evangelizadora y pastoral.
Muchas fueron las novedades que trajo consigo el
Concilio. Reseñamos las que han tenido mayor repercusión.
a) La relación de la Iglesia con el mundo
El Concilio propone una nueva forma de relación
entre la Iglesia y el mundo, basada en una oferta de fe y no en el dominio de
lo religioso sobre el ámbito secular. Este nuevo estilo vivido desde la
libertad y el convencimiento personal, facilita a los creyentes su presencia en
el mundo, con el objeto de ir construyendo el Pueblo de Dios desde la fe y la
caridad. Reconoce todo lo positivo que la modernidad aporta a la dignidad
humana y, por tanto, a las relaciones con Dios, promoviendo los valores de una
sociedad justa y solidaria, iluminados desde la Revelación.
Asimismo, el Concilio supera la perspectiva
individualista de pertenencia al Pueblo de Dios al declarar a la Iglesia como
sacramento de Cristo y comunión en la fe, lo que origina una concepción de la
misma como sacramento de comunión, que queda reflejada en todos los documentos
conciliares, especialmente en Lumen gentium y Gaudium et spes.
b) Iglesia, comunión y misión
El Concilio relaciona paralelamente el misterio de
la Iglesia comunión con el de la Iglesia-misión. La misión manifiesta y realiza
la comunión y, a su vez, ésta es el origen y el horizonte de la misión.
Esta misión se enraíza en el misterio de la comunión
con Dios y, al estilo de Jesús, consiste en anunciar y construir el Reino con
obras y palabras, que es el objetivo de la evangelización.
La definición de la Iglesia como sacramento de
salvación representa una nueva categoría en la que convergen la comunión
eclesial y la misión hacia el mundo.
c) La reforma litúrgica
Fue una de las innovaciones del Concilio de mayor
repercusión pastoral. Supone para los creyentes superar actitudes religiosas de
talante individualista porque, como miembros del Pueblo de Dios, celebran la fe
de manera comunitaria.
El uso de las lenguas vernáculas facilita la
comprensión de los signos y su proyección en el compromiso de la realidad
cotidiana. La liturgia, compartida en el seno de la comunidad, debe revitalizar
e interpretar esos signos a la luz de la vida.
d) Otros temas que
influyeron en el dinamismo pastoral y evangelizador del Concilio son: lo
relacionado al sacerdocio común de los fieles; el reconocimiento de la importancia de los laicos y sus carismas
en la consagración del mundo; la relación con los no cristianos y con los no
creyentes; la colegialidad episcopal; la restauración del diaconado permanente;
el concepto de Iglesia que camina hacia la plenitud de la verdad y la
declaración de libertad religiosa. Sobre la Virgen María, se desarrolla toda
una doctrina que la sitúa en el mismo ser de la Iglesia y como mediadora en la
obra redentora de Cristo.
e) Sobre la actividad misionera el Concilio
expresa su doctrina en el decreto Ad gentes, aportando las líneas de
acción de la tarea evangelizadora, en
base a los siguientes contenidos de las Constituciones conciliares:
·
La Iglesia como “sacramento de salvación” y motivos
para la evangelización universal (cf LG 48).
·
La Iglesia que custodia y transmite la Revelación de
Dios a toda la humanidad (cf DV 1).
·
La reforma litúrgica como un impulso eficaz a la
evangelización (cf SC 2).
·
La solidaridad de la Iglesia con el género humano y
su historia, por lo que es urgente la misión universal (cf GS 1).
El decreto Ad gentes supuso el inicio de
varios planteamientos y aportaciones que nos han ayudado a profundizar en la
evangelización hasta nuestros días.
5 Exigencias
evangelizadoras presentadas por el Magisterio:
Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio
A) Evangelii nuntiandi
La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi
de Pablo VI fue publicada el 8 de diciembre de 1.975, a los diez años de la
clausura del Concilio Vaticano II.
Su objetivo fundamental, enunciado en el mismo
título, es “la evangelización del mundo contemporáneo”, para “hacer a la
Iglesia del siglo XX más apta todavía para anunciar el evangelio a la humanidad
de este siglo” (EN 2), siguiendo la línea del Decreto sobre la actividad
misionera de la Iglesia (Ad gentes) y recogiendo el contenido sobre la
evangelización del Sínodo de Obispos de 1.974.
La gran aportación de la Evangelii nuntiandi
consiste en la ampliación del término “evangelización”. La misma exhortación lo
expresa muy gráficamente: “¡A todo el mundo! ¡A toda criatura! ¡Hasta los
confines de la tierra!... como una llamada a no encadenar el anuncio evangélico
limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo
tipo de cultura”. (EN 50)
La evangelización va dirigida al mundo moderno en su
totalidad. Aparecen aspectos referidos a la justicia, al desarrollo, a la
promoción humana, a la liberación y la paz que deben ser iluminados y
promovidos por la Iglesia: “Las condiciones de la sociedad nos obligan, por
tanto, a revisar métodos, a buscar por todos los medios, el modo de llevar al
hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la
respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño de solidaridad
humana”. (EN 3) En este sentido añade nuevos elementos sobre los enunciados
en el decreto Ad gentes, universalizando el campo de la evangelización.
Entre otros aspectos significativos, destacamos los
siguientes:
·
La Iglesia necesita constantemente evangelizarse a
sí misma mediante la conversión y la renovación que le ayuden a conservar su
impulso y fuerza para anunciar el evangelio.
·
La evangelización se presenta como una realidad
rica, compleja y dinámica que engloba todos los elementos señalados en las
Constituciones conciliares y en el decreto Ad gentes, y que deben ser
abordados globalmente.
·
El medio más eficaz para la evangelización es el
testimonio coherente de una vida auténticamente cristiana.
·
Entre los destinatarios de la misión se encuentran
los que todavía no conocen a Cristo, los bautizados que viven
descristianizados, y aquellos que profesan otras religiones, aunque posean
elementos de salvación.
·
El acto de evangelizar reviste un carácter
profundamente eclesial, porque se hace en unión con la misión de la Iglesia y
en su nombre.
·
Los agentes de la evangelización son todos los
miembros de la Iglesia.
·
La Vida Consagrada asume una función primordial en
la evangelización, porque con la donación total a Dios y al servicio del Reino
interpela al mundo y a la misma Iglesia.
·
Se presenta una nueva visión de la espiritualidad
misionera basada en el testimonio de la unidad, la búsqueda de la verdad y el
fervor de los grandes evangelizadores.
La Evangelii nuntiandi ha sido, sin duda, uno
de los documentos de mayor repercusión del magisterio postconciliar. Ha
supuesto un gran impulso a la evangelización, a la Iglesia en general y a
nuestra Orden. Sus enseñanzas nos han ayudado a orientar nuestra respuesta
evangelizadora en todo momento.
B) Redemptoris missio
La Carta encíclica Redemptoris missio de Juan
Pablo II fue publicada el 7 de diciembre de 1.990, a los veinticinco años del
Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes).
Es la primera encíclica específicamente misionera
después del Concilio, profundizando y concretando la enseñanza sobre la
evangelización recogida en la Evangelii nuntiandi.
Nos recuerda la “misión del Redentor” y la
“permanente validez del mandato misionero” como llamada urgente a la
evangelización universal, con renovado impulso y nuevo entusiasmo. Presenta una
visión dinámica de los valores del Concilio y de las posiciones de la Iglesia
en la actualidad: “Pero lo que más me mueve a proclamar la urgencia de la
evangelización universal es que ésta constituye el primer servicio que la Iglesia
puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual, el cual
está conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las
realidades últimas y de la misma existencia”. (RMi 2)
Entre otros aspectos significativos, destacamos los
siguientes:
·
Recoge la teología trinitaria del Vaticano II y la
reflexión postconciliar sobre la misión, animándonos a profundizar en el
estudio de los diversos aspectos de la misión.
Insiste en
el compromiso por la promoción humana, el respeto a la libertad, el diálogo
interreligioso y la inculturación
eclesial.
·
Recuerda el carácter misionero de la Iglesia en
todas sus manifestaciones, valorando lo realizado desde que finalizó el
Concilio.
·
Distingue tres situaciones en la actividad misionera
de la Iglesia: dimensión Ad gentes, la atención pastoral a los creyentes
y la evangelización del mundo descristianizado.
·
Define los distintos ámbitos de la misión Ad
gentes: territoriales, fenómenos sociales nuevos, y áreas culturales o
areópagos modernos.
·
Interrelación y complementariedad de las distintas
actividades misioneras, porque los horizontes de la misión son ilimitados.
·
Compromiso misionero de las Iglesias jóvenes para
alcanzar su madurez y la plena comunión con la Iglesia universal.
·
Insiste en el cultivo y la promoción de las
vocaciones misioneras “ad vitam”.
·
Profundiza en la espiritualidad misionera como
exigencia que asocia la misión con la vocación a la santidad.
La encíclica Redemptoris missio ha
establecido las bases para la evangelización del tercer milenio. Vincula la
reflexión teológica a la pastoral concreta con una clara proyección de futuro.
6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva
evangelización
Las respuestas misioneras de la Iglesia son las
formas con que la evangelización ilumina las necesidades de los hombres para
hacerles llegar el mensaje de Dios revelado en Cristo; han estado condicionadas
por la manera de entender la evangelización y su desarrollo ante los retos que
el mundo plantea. Recordamos brevemente esta evolución:
·
El decreto Ad gentes interpreta la actividad
misionera y la evangelización, preferentemente, como anuncio del evangelio e
implantación de la Iglesia, y la distingue de la habitual acción pastoral con
los fieles: “El fin propio de esta actividad misionera es la evangelización
e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos humanos en los cuales
todavía no está enraizada... Así, pues, la actividad misionera entre los
gentiles difiere tanto de la actividad pastoral entre los fieles cuanto de los
medios que hay que emplear para rehacer la unidad entre los cristianos”.
(AG 6)
·
La Evangelii nuntiandi considera la
evangelización desde una perspectiva muy amplia, como ya se ha recordado
anteriormente. Desarrolla aspectos que se apuntaban en el decreto Ad gentes
y afirma que es una actividad muy compleja que conlleva pluralidad de factores
que trascienden al solo anuncio del evangelio que deben ser integrados en su
totalidad: “La evangelización es un paso complejo con elementos variados:
renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del
corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativa del
apostolado...”. (EN 24)
En el momento actual, Juan Pablo II centra toda la
acción misionera de la Iglesia en la denominada “nueva evangelización”,
expresión utilizada por primera vez en la Conferencia del Episcopado
Latinoamericano en Haití el 9 de Marzo de 1.983: “La conmemoración del medio
milenio de evangelización tendrá su significado pleno si es un compromiso
vuestro como Obispos junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso no de
evangelización, pero sí de una nueva evangelización. Nueva en su ardor, en sus
métodos y en su expresión.”
El documento de la IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano (Celam IV.
Santo Domingo, 1.992) recoge las ideas
fundamentales sobre la “nueva evangelización”:
·
la define (Celam IV 24; cf VC 81),
·
indica quién es el destinatario ( ibídem. 25; Cf VC
79.80), la finalidad (Ibídem. 26; RMi 33) y el contenido (Ibídem 27).
“Esta evangelización tendrá fuerza
renovadora en la fidelidad a la Palabra de Dios, su lugar de acogida en la
comunidad eclesial, su aliento creador en el Espíritu Santo, que crea en la
unidad y en la diversidad, alimenta la riqueza carismática y ministerial y se
proyecta al mundo mediante el compromiso misionero.”. (Celam IV
27)
La “nueva evangelización” se ha convertido en la
consigna preferente de Juan Pablo II. Después de ser proclamada por primera vez
en América Latina, se ha aplicado a Europa y a los países cristianizados
inmersos en procesos de secularización.
En varias ocasiones, el mismo Papa ha animado a la
Iglesia a una reflexión continua sobre los aspectos que entraña este nuevo
desafío pastoral, para aclarar sus contenidos y buscar las fórmulas más adecuadas
para llevarlo a efecto, insistiendo en que debe ser: “ nueva en su ardor, en
sus métodos y en su expresión.”
Indicamos los contenidos básicos de la nueva
evangelización:
·
Expresión clara del mensaje evangélico que anuncia
el designio salvífico de Dios manifestado en Jesús, como salvación integral del
hombre.
·
Un estilo netamente testimonial en clave de
radicalismo evangélico, como fruto de conversión personal y de un proceso de
autoevangelización.
·
Opción por los pobres y los que sufren, como prioridad
en cualquier planteamiento de nuestra vida.
·
Compromiso en el desarrollo humano, la justicia y la
solidaridad que promuevan la dignidad
del hombre deseada por Dios.
·
Responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia
como agentes evangelizadores en los distintos sectores y ámbitos donde se
encuentren.
·
Promoción del encuentro y diálogo entre cultura y
fe, para responder a las profundas expectativas del hombre.
Al margen de la evolución en la reflexión teológica,
la Iglesia siempre ha estado presente en todas las necesidades de los hombres
para iluminarlas desde el evangelio. Está presente en la educación, en el mundo
de la salud, en la acción social, la
familia, la infancia y juventud, la tercera edad, la marginación, los
inmigrantes, los medios de comunicación social, el voluntariado. en los países
en desarrollo atendiendo necesidades primarias, campos de refugiados, promoción
de las Organizaciones no gubernamentales, etc.
Cualquier ámbito humano es adecuado para llevar a cabo la “nueva
evangelización”.
7. La
Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia
“La vida
consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como
elemento decisivo para su misión, ya que “indica la naturaleza íntima de la
vocación cristiana”. (VC 3; cf AG 18)
Nuestro estilo de vida y la actividad apostólica al
servicio del hombre han sido las dos aportaciones primordiales a la
evangelización: “También ellos, como los Apóstoles, han dejado todo para
estar con El, al servicio de Dios y de los hermanos. De este modo han contribuido
a manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas
de vida espiritual y apostólica que les distribuía el Espíritu Santo, y por
ello han cooperado también a renovar la
sociedad.” (VC 1)
Recordamos algunas características que relacionan la
Vida Consagrada con la misión universal de la Iglesia.
·
La Vida Consagrada es un don de Dios concedido a su
Iglesia (cf LG 43; VC 3).
·
Está inspirada por el Espíritu Santo (cf PC 1; VC 5,
19).
·
Se encuentra inmersa en lo más profundo de la
Iglesia y expresa la misión salvífica de la misma (cf LG 43. 44; VC 3.5.29).
·
Posibilita, con manifestaciones diversas, la labor
apostólica universal (cf PC 1; VC 25, 72).
El consagrado/a es un testigo que anuncia el Reino
de Dios, en donación permanente, gratuidad y esperanza. Desde la conversión
continua, la vivencia de los consejos evangélicos y el servicio a la Iglesia
establece una nueva relación entre Dios y el hombre, para ir realizando el
proyecto de una humanidad salvada y reconciliada en Cristo:
“Como expresión de la santidad de la
Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a la vida consagrada, que
refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es una manifestación particularmente
rica de los bienes evangélicos y una realización más completa del fin de la
Iglesia que es la santificación de la humanidad”. (VC 32)
El anuncio del Evangelio es una prioridad de la vida
consagrada y en ésta encontramos a muchos de sus agentes más representativos y
carismáticos. Ha contribuido a la evangelización con las respuestas que las familias religiosas han ido dando a los
distintos retos históricos. En la vida y obra de los fundadores, y en su
capacidad de interpretar los signos de los tiempos, encontramos su aportación
más significativa según los distintos carismas.
En la actualidad cabe destacar el testimonio de vida
de religiosos y religiosas en pro de la promoción de la dignidad humana, de la
justicia y la paz en países como El Salvador, Argelia, Ruanda, Liberia, Sierra
Leona, Zaire...En ocasiones, es un testimonio martirial, presente en todas las
épocas, que constituye una de las formas más evidentes de la evangelización.
Nuestra Orden Hospitalaria nace del Evangelio de la
misericordia, vivido en plenitud por Juan de Dios, su Fundador. “Nuestro
carisma en la Iglesia, don del Espíritu que nos lleva a configurarnos con el
Cristo compasivo y misericordioso del Evangelio” (Const. 1984, 2a), nos
inserta en la misión de Jesús: somos enviados al mundo y “proclamamos la
grandeza del amor de Dios y mostramos a los hombres que El sigue preocupándose
de su vida y de sus necesidades.” (Const. 1984, 8).
Los Hermanos de San Juan de Dios asumimos la tarea
evangelizadora como experiencia y anuncio de la fe en Jesús: “El mandato de
anunciar el Evangelio a todas las gentes, que la Iglesia ha recibido de su
Señor nos alcanza también a nosotros, como Hospitalarios. Conscientes de
nuestra responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos siempre
vivo el espíritu misionero.” (Const. 1984, 48ab)
La historia de nuestra Orden está repleta del
testimonio de muchos Hermanos que hicieron presente el mensaje liberador de
Cristo a los pobres y marginados, mediante el ejercicio de un apostolado
plenamente evangélico, para proclamar la misericordia de Dios hacia el enfermo
y necesitado.
Capítulo segundo
JUAN DE DIOS
HERMANO-SIERVO PARA LA SALVACIÓN DE TODOS
1. Seducido por la misericordia de Dios
Juan de Dios se identificó íntimamente con Jesús de
Nazaret en sus actitudes y gestos de misericordia y solidaridad con los pobres:
se vació progresivamente de cuanto significaba egoísmo y tendencia a vivir un
cristianismo cómodo, hizo una lectura de la situación de los pobres y enfermos
de Granada en clave de fe y misericordia y, animado por la experiencia de Dios
como Padre misericordioso imitó a Jesucristo en la entrega radical al servicio
de los necesitados de su época para manifestarles el amor de Dios, hacerles
partícipes de su misma experiencia y anunciarles la salvación (cf Const. 1984,
1).
Aunque el momento clave de su encuentro con Dios hay
que situarlo en la ermita de los Mártires de Granada, al escuchar el sermón del
Maestro Ávila en la fiesta de San Sebastián, la luz definitiva que iluminó el
camino por el que el Espíritu le conducía a seguir en pobreza radical a Cristo
pobre le inundó la vida durante su estancia en el Hospital Real de Granada. Al
ver cómo eran tratados sus compañeros,
no pudo menos que exclamar:
“¡Oh
traidores enemigos de virtud! ¿porqué tratáis tan mal y con tanta crueldad a
estos pobres miserables y hermanos míos, que están en esta casa de Dios en mi
compañía? ¿No sería mejor que os compadeciésedes dellos y de sus trabajos, y
los limpiásedes y diésedes de comer con más caridad y amor que lo hacéis; pues
los Reyes Católicos dexaron para ello cumplidamente la renta que era
menester?”.[i]
El Hospital Real fue como el noviciado donde el
Espíritu le ayudó a soportar la humillación y el sufrimiento como experiencia
de comunión con el Cristo humillado y ultrajado. La contemplación del misterio
de la encarnación del Verbo, que se le mostraba transfigurado en el rostro de
los pobres enfermos, sus compañeros, le ayudó a discernir cómo corresponder a
su amor infinito:
“Y viendo castigar los enfermos que
estaban locos con él, decía: Iesu-Cristo me traiga a tiempo y me dé gracia para
que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos
de juicio, y servirles como yo deseo.”[ii]
Así consiguió Juan desentrañar el contenido de la
inquietud que no le permitió continuar de pastor en Oropesa ni aceptar la
invitación de su tío a quedarse en Montemor cuando a la vuelta de Viena fue a
su pueblo natal en busca de familiares:
“Señor tío, pues Dios fue servido
de llevarse a mis padres, mi voluntad es de no quedar en esta tierra, sino de
buscar a donde sirva a nuestro Señor fuera de mi natural, como mi padre lo
hizo, y dello me dexó tan buen exemplo; y pues he sido tan malo y pecador,
razón es que, pues el Señor me ha dado vida, que la que fuere la emplee en
hacer penitencia y serville; que yo confío en mi señor Iesu-Cristo que me dará
su gracia para que este deseo le ponga muy de veras en execución”.[iii]
En el
Hospital Real Juan Ciudad, recogió el fruto de la entrega generosa a la familia
Almeida, durante su estancia en Ceuta; allí tuvo la respuesta a su confesión
general y a su incesante súplica al Señor en Gibraltar, a la vuelta de Ceuta:
“tengáis por bien de enseñarme el
camino por donde tengo de entrar a serviros y ser para siempre vuestro esclavo,
y dad ya paz y quietud a esta alma, en que halle lo que tanto desea y con tanta
razón”.[iv]
Dios le mostró el camino y
Juan se dispuso a realizarlo con todo el amor que el mismo Dios depositó en su
corazón: nunca más abandonó este camino. Y consiguió la paz y quietud que
anhelaba, porque descubrió el “tesoro” por el que podía consumir su vida:
hacerse esclavo, cautivo, por sólo Jesucristo, dedicándose a amar y servir a
sus hermanos y prójimos (cf 2 GL 7.8).
Francisco de
Castro, su primer biógrafo, lo presenta embriagado por el vino de la caridad:
“Era tanta y tan grande la caridad
de que nuestro Señor había dotado a su siervo, y las obras tan peregrinas que
della procedían, que algunos, juzgándolo con espíritu vano, lo tenían por
pródigo y disipador, no entendiendo cómo le había el Señor metido en la bodega
del vino, y allí ordenado con él su caridad, y de tal manera se había
embriagado en su amor, que ninguna cosa negaba que por él se le pidiese”.[v]
2. Testigo
de la Hospitalidad de Dios
El vivir de Juan a partir de su entrega definitiva
al Señor consistió en dejarse invadir por la hospitalidad de Dios. La
Hospitalidad, con mayúsculas, significó para él sentirse invadido de la acogida
misericordiosa de Dios, de su benevolencia y perdón. Se sintió acogido “hospitalariamente”
por Dios Padre, se sintió gozosamente hijo de Dios, y todo su esfuerzo
consistió en manifestar la filiación viviendo como Jesús: en plena docilidad al
querer del Padre, y en total dedicación a crear espacios y relaciones de
fraternidad.
Comenzó su misión de servicio a los pobres y
enfermos en Granada con la ayuda de Dios, sin un ducado en el bolsillo y la
entrega incondicional de su existencia, sin medir esfuerzos ni restar horas al
día y a la noche. La gente de Granada, al principio, pensó que se trataba de un
modo extraño de “locura”. Poco a poco descubrieron que, realmente, se trataba
de una auténtica “locura”: la locura que había revolucionado sus entrañas y
movilizado su corazón, contagiado de la “locura de Amor” manifestada por Dios en
su Hijo Jesús, que se hizo pobre para comunicarnos su riqueza, se hizo esclavo
para devolvernos la libertad y entregó su vida en servicio de todos para que
todos tuviéramos vida en El.
Juan de Dios fue un pobre desconcertante, en
una época en la que la mendicidad era una “profesión” bastante socorrida.
Desconcertó a los habitantes de Granada cuando él, que decidió seguir a Cristo
pobre abandonando su pequeño negocio de librero y entregando lo poco que tenía
a los pobres, se propuso organizar un lugar donde acoger, dar de comer y
asistir a los pobres enfermos de Granada. Despertó curiosidad cuando una
tarde-noche comenzó a gritar: “Hacéos bien, Hermanos, a vosotros mismos,
dando limosna a los pobres”. Y le daban limosna, muchas limosnas. Con ellas
pudo organizar un pequeño albergue, primero, luego un minúsculo hospital, más
tarde adquirir un viejo convento para organizar lo que se ha considerado el
primer hospital de Juan de Dios, en la Cuesta de Gomeles, en el que dice él
mismo que recibían asistencia y ayuda más de 140 personas, entre enfermos,
pobres y peregrinos.
En su hospital eran acogidos y servidos como
hermanos los pobres y enfermos, las prostitutas decididas cambiar de vida, los
bienhechores que le ayudaban a realizar el bien, los compañeros que deseaban
vivir como él. Sin pretender crear “escuela”, el testimonio de la vida de Juan
contagió a cuantos lo rodeaban, de manera que su Hospital se convirtió en un
lugar en el que se vivía, se transmitía y se experimentaba la hospitalidad.
Aunque ponía en el hospital los mejores y mayores
esfuerzos de su entrega caritativa, ninguna miseria dejaba indiferente el
corazón de Juan. En el rostro de los pobres contemplaba el de su Señor y el
corazón no le permitía pasar de largo sin intentar remediar sus necesidades.
Él, tan pobre como el que más, sabía convencer a quienes podían colaborar en su
apostolado. Escribe a la Duquesa de Sessa:
“... el otro día, cuando estuve en
Córdoba, encontré una casa con grandísima necesidad: vivían allí dos muchachas,
con el padre y la madre enfermos en la cama, paralíticos hacía diez años; tan
pobres y mal cuidados los vi, que me despedazaron el corazón... Me han escrito
una carta y me han roto el corazón con lo que me dicen: yo estoy en tanta
necesidad que el día que tengo que pagar a los que trabajan se quedan algunos
sin comer... buena Duquesa, yo quiero, si Dios fuera servido, que ganéis vos
esta limosna”. (1 DS 15-17).
Y a Gutierre
Lasso:
“...viendo padecer a tantos pobres,
hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto corporales como
espirituales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste... (...) Hermano mío en
Jesucristo, mucho descanso en escribiros, porque hago cuenta que estoy hablando
con vos; y os doy parte de mis trabajos porque sé que lo sentís... Nuestro
Señor Jesucristo os lo pague en el cielo por la buena obra que por Jesucristo y
por los pobres y por mí hicisteis,” (2 GL
8.13).
3. Contagió el
amor al prójimo
Juan de Dios se llamaba a sí
mismo “el hermano de todos”. Es, probablemente, una de las mejores definiciones
que se pueden dar de él, pues vivió y manifestó la fraternidad hacia los pobres
y enfermos, los ricos venidos a menos, los soldados que se sentían en
dificultad, las prostitutas y hacia los “señores” de Andalucía y Castilla que,
con sus limosnas, le ayudaban a realizar su apostolado de caridad.
En los habitantes de Granada
se fue realizando un cambio radical sobre la imagen de Juan de Dios. Así lo
describe Castro:
“porque la gente en común siempre
juzgaba que era ramo de locura cuanto le veían hacer, hasta que después vieron
bien aquel grano, enterrado y podrido, cuánto fruto y qué bueno vino a dar.”[vi]
Como aparece en el texto, poco a poco la gente
cambió de criterio ante la coherencia de su vida, su entrega desinteresada, su
constancia, su espíritu de sacrificio, su forma de pedir y la universalidad de
su amor. Se puede afirmar que Granada entera pasó de la duda sobre su persona a
la identificación total con Juan de Dios, mediante un proceso que podría ser
como sigue:
·
La admiración. El primer
sentimiento positivo respecto a su persona fue la sorpresa. “¿Es éste el
mismo que vimos loco? Pues, ¡ cuánto ha cambiado!” Efectivamente, su vida
demostraba el cambio que en él se había dado; más que cambio, se manifestó
quién era verdaderamente Juan de Dios.
·
El reconocimiento. A la
admiración siguió el reconocimiento: Juan de Dios empezó a ser querido por
todos. Hacía lo que nadie hacía y en su casa se acogía a todo tipo de personas:
enfermos, pobres, peregrinos, etc.. No era un loco, sino cuerdo, y muy cuerdo.
Le amaban y bendecían los pobres, los poderosos, las autoridades civiles y
eclesiásticas...
·
La colaboración. Con el
reconocimiento vino la colaboración; la obra de Juan de Dios pasó a ser la obra
de Granada entera, que llegó a sentirla como suya. El pueblo colaboraba en
especies, en dinero, en entrega personal, en promoción de ayudas entre
compañeros y amigos. Todos, gradualmente, se sintieron protagonistas del
hospital del bendito Juan de Dios. Más que colaboración fue identificación con la
obra de Juan.
·
La veneración. Juan no
podía morir del todo. Su amor permanece vivo en cada calle y rincón de la
ciudad del Darro. Su entierro constituyó una gran manifestación de cariño y
veneración. Dice Castro:
“A su cuerpo se le hizo el más sumptuoso
y honrado enterramiento que jamás se hizo a príncipe, emperador, ni monarca de
el mundo”.[vii]
El espíritu de Juan de Dios continuó vivo en sus
Hermanos, que lo perpetuaron en Granada y extendieron su obra por los cinco
continentes, de manera que Juan de Dios es no sólo un personaje histórico, sino
que sigue vivo entre nosotros.
4. Los primeros compañeros
Juan de Dios fascinó a cuantos lo conocieron.
Gracias a Francisco de Castro sabemos que durante algún tiempo él solo se
ocupaba de todos los quehaceres de su obra, luego se le unieron voluntarios,
enfermeros a sueldo, amigos que como Juan de Ávila, al que el Santo llama
familiarmente Angulo, que le ayudaban y acompañaban en sus trabajos y viajes.
Todos ellos se sintieron contagiados
por la integridad de su vida y la
capacidad que tenía para transmitir la exigencia cristiana de vivir la
caridad y el servicio en favor de los pobres.
Los primeros Hermanos de Juan de Dios son también
fruto de su gran caridad. Por una de sus cartas sabemos que el Santo tenía muy
claro que su modo de vivir exigía unas actitudes personales que se debían
manifestar en la entrega total a las cosas de Dios, en el desvelo por el
cuidado de los pobres y en una integridad de vida, fundamentada en la gracia de
Dios, en el cultivo de la oración y la práctica de los sacramentos (cf LB passim).
A la hora de elegirlos, no se deja conducir por prejuicios ni deslumbrar por lo
externo, pues tiene experiencia de que la misericordia de Dios es capaz de
transformar el corazón del hombre que se deja seducir por su misericordia.
Los primeros
compañeros de Juan de Dios, en general, son personas alejadas de Dios, con vida
más o menos desorientada, a los que su entrega, su palabra, su testimonio,
animó a cambiar de actitudes y, sobre todo, los decidió a compartir con él la
misión, dando origen a nueva familia religiosa.
La historia de Antón Martín y Pedro Velasco es bien
conocida por todos. Está expuesta por testigos en el proceso de beatificación.
Dos enemigos, ya que Pedro había
asesinado al hermano de Antón, por lo que éste se quería vengar. La caridad y
el celo apostólico de Juan de Dios les transforma,, primero en verdaderos
hermanos, luego en colaboradores de su obra y, por fin, en sus primeros
compañeros.
A Simón de Ávila lo presenta la historia como un
detractor de Juan de Dios; lo desacreditaba y seguía los pasos del santo en sus
visitas a las viudas pobres y a las doncellas necesitadas. La constancia en seguir los pasos de Juan,
con la intención de desenmascarar lo que él sospechaba como falsa caridad, le
conduce a adquirir un conocimiento de su vida que le transforma de detractor en
gran admirador suyo. Movido por la gracia de Dios, se sintió atraído por su
estilo de vida y entró a formar parte de sus compañeros.
Dominico Piola fue un comerciante que había
adquirido grandes riquezas. El contacto con el santo fue también poco a poco
transformando su vida; se fue identificando con él y pensó en dejar las cosas
del mundo y unirse a él, imitando sus acciones. Antes de ingresar Juan de Dios
le pidió que pusiera en orden sus negocios, viviendo posteriormente con grande
edificación de cuantos le conocían.
De la vida
de Juan García sabemos pocas cosas antes de ser compañero de nuestro
santo. Animado por el testimonio de
Juan de Dios se unió a él para trabajar en su hospital. Su gran caridad e inclinación a servir a los enfermos le
llevó a permanecer prácticamente siempre junto a ellos en el hospital..
5. Signos proféticos y evangelizadores de
su vida
Es difícil resumir los rasgos del espíritu profético
y evangelizador de la vida de Juan de Dios. A modo de síntesis, resaltamos los
siguientes, sin pretender ser exhaustivos:
5.1. Íntima relación con Dios
Como resultado de la experiencia de sentirse amado misericordiosamente por el Padre, Juan desarrolló progresivamente la comunión con Dios, manifestada en una relación personal con El que le animó a vivir el amor como adhesión filial a su voluntad, en cuya aceptación pone de manifiesto que ha descubierto en Jesús, y de El lo ha aprendido, que para mantenerse en el amor del Padre hay que cumplir su voluntad. (Cfr. Jn 15, 9‑10; 14, 31)
Desde su
conversión, Juan desarrolló las actitudes de fe, caridad y esperanza de manera
tal, que su querer fue el querer de Dios.
5.2. La fe
La fe le
condujo a aceptar en su vida la presencia salvífica de Dios con tal
profundidad, que era El quien la conducía. El mismo sobrenombre “de Dios”, lo
pone de manifiesto. Juan ya no se pertenece a sí mismo, sino a Dios. Ya no vive
para sí, sino para Dios y su Reino.
Desde esta
experiencia de la fe, entendida como aceptación voluntaria de la presencia y de
la salvación de Dios en la propia existencia, Juan hizo suyas las actitudes que
luego recomendará en sus cartas:
“Dios delante sobre todas las cosas
del mundo”. (Comienzo de las Cartas)
“...todo ha de ser por Dios pasado...
todo esto por amor de Dios; por todo habéis de dar muchas gracias a Dios”.
(LB 9)
“...porque todos los bienes que los
hombres hacen no son suyos, sino de Dios. A Dios la honra, la gloria y la alabanza,
que todo es suyo de Dios”. (1 GL, 11)
5.3. La caridad
Juan de Dios es el Santo de la Caridad. El amor a
Dios y al prójimo es el móvil y la meta de su vida. La caridad, para él, es:
·
la manifestación de la comunión con Dios: “Tened
siempre caridad, porque donde no hay caridad no hay Dios, aunque Dios en todo
lugar está”. (LB 15)
·
“la madre de todas las
virtudes”. (1 DS 16)
·
la prueba del amor a Jesucristo: “... se que
amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus hijos, los pobres”. (2 GL 10)
·
la garantía del perdón de los pecados: “...como
el agua apaga el fuego, así la caridad borra el pecado”. (1 DS 13)
·
es el “alma” de la compasión y de la entrega a los
demás: “Viendo padecer a tantos pobres, Hermanos y prójimos míos, y con
tantas necesidades, tanto espirituales como corporales, al no poder
socorrerlos, quedo muy triste”. (2 GL 8) “... me empeñé en tres ducados
para socorrer a ciertos pobres muy necesitados”. 1 DS 3)
El amor a los demás llega a ser el “alma” que
anima su vida: vive el cristianismo a imitación Jesucristo, amando siempre a
los demás aunque su amor no sea correspondido. Llega a vivir el amor cristiano
en su exigencia más desconcertante, el amor a los enemigos, en hacer el bien a
“buenos y malos”. Francisco de Castro refiere un hecho precioso a este
respecto. Personas bienintencionadas, sin duda, informaron al Arzobispo
Guerrero de que Juan de Dios recibía
gente de mal vivir en su hospital que, según ellas, eran motivo de descrédito.
El Arzobispo lo llamó y le invitó a no recibir a quienes no fueran “dignos”:
“Ioan de Dios estuvo muy atento a
cuanto el perlado le dixo, y con mucha humildad y mansedumbre le dixo: Padre
mío y buen perlado, yo solo soy el malo y el incorregible y sin provecho, y que
merezco ser echado de la casa de Dios; y los pobres que están en el hospital
son buenos, y yo no conozco vicio en ninguno dellos; y pues Dios sufre a malos
y buenos, y sobre todos tiende su sol cada día, no será razón echar a los
desamparados y afligidos de su propia casa”[viii].
Por amor de Dios, soporta grandes afrentas con
paciencia y las acepta como una forma de sufrir por Jesucristo y se identifica
con él que, “al mal que le hacían, respondía con el bien” (cf LB 10).
Sabe que donde no hay caridad no está Dios (cf LB 15) y lo expresa en sus
cartas.
Profundamente sensible al dolor de los demás, se le
deshace el corazón cuando encuentra a las personas en necesidad. Acoge a todo
el mundo en casa, por lo cual se le tacha de demasiado generoso, Pero tiene
claro que su sino es hacer presente la misericordia de Dios y ama sin
fronteras. Con actitud evangélica y con auténtico sentido profético.
5.4.
Esperanza
La expresa y
vive de este modo:
“Esperanza en sólo Jesucristo, que
a cambio de los trabajos y enfermedades que por su amor pasáremos en esta vida
miserable, nos dará la vida eterna, por lo méritos de su sagrada pasión y por
su gran misericordia”. (3 DS 9)
Lo expresa
muy bien cuando dice:
“... hermano mío muy amado y
querido en Cristo Jesús, ...muchas veces no salgo de casa por las deudas que
debo ...mas empero confío en sólo Jesucristo, que El me desempeñará, pues El
conoce mi corazón”. (2 GL 7.8; Cfr. 1 DS 6 b.; 2 DS 7. 20)
“...yo estoy
muy atribulado y con mucha necesidad: ¡Gracias a nuestro Señor Jesucristo por
ello!. Porque... son tantos los pobres que aquí vienen, que yo mismo muchas
veces quedo maravillado de cómo se pueden sustentar: pero Jesucristo lo provee
todo y les da de comer”. ( 2 GL 3)
“...y pues Jesucristo lo provee
todo, a él sean dadas las gracias por siempre jamás. Amén Jesús”. (2 GL 9)
“...terminada la jornada, hemos de
dar gracias a nuestro Señor Jesucristo porque usa con nosotros de tanta
misericordia”. (2 DS 18)
5.5.
Solidaridad con los pobres y enfermos
Juan de Dios
se entregó radicalmente al servicio de los enfermos y necesitados, a partir de
un compromiso personal que le exigió la identificación con ellos: se “vacía de
sí mismo”, para situarse al nivel de sus “hermanos y prójimos”, y así poder
entrar en un diálogo de amor con ellos; diálogo que se explicita en el servicio
y la entrega de su vida para remediar sus necesidades.
Pocas cosas
advertimos con más fuerza en su vida: no sólo sirve a los pobres, sino que hace
suya la vida y la suerte de los pobres a quienes sirve. Lo expresa con mucha
claridad escribiendo a Gutierre Lasso:
“La presente
es para haceros saber que me encuentro muy atribulado y con mucha
necesidad:...lleno de deudas y entrampado, sólo por Jesucristo, ya que debo más
de doscientos ducados... Es tal la situación en que me encuentro que muchas
veces no me atrevo a salir de casa por las deudas que tengo... Os doy cuenta de
mis trabajos porque sé que los sentís como yo sentiría los vuestros. Y como sé
que amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus hijos, los pobres, por eso os
pongo al corriente de sus necesidades y de las mías”. (2 GL
1.7.8.10)
Desde esta
identificación profunda, que le hace sentirse pobre y necesitado; desde el
“vaciamiento” personal, Juan de Dios puede ofrecer su servicio y remediar las
necesidades de los pobres sin herir su “dignidad”, ni caer en actitudes
“paternalistas”. De este modo puede comprender perfectamente la situación de
cada persona. El, como Cristo, vive la actitud de compasión que nace del amor:
sufre con quien sufre, espera con quien no tiene...
5.6. La oración
Juan de Dios, visto desde fuera, aparece como un
hombre eminentemente activo Sin embargo, la Iglesia, en la bula de
canonización, lo propone como modelo de caridad y de profunda oración. En su
biografía aparece con claridad este rasgo de su talante cristiano: ha sabido
conjugar perfectamente el verbo amar en su doble orientación, Dios y el
prójimo, consiguiendo la armonía de existencia que comunica el amor. Su entrega
de caridad se renueva y consigue su fuerza
en el contacto con Dios, que se realiza no sólo en los momentos de
oración, muchos por cierto, sino en la
entrega caritativa a los demás, pues
consiguió realizar una lectura en fe de la vida, del sufrimiento, de la
pobreza, de todo.
Su estilo de oración es muy sencillo, conforme al de
cualquier creyente de su tiempo: reza
las oraciones que manda la Santa Madre Iglesia; medita y contempla la pasión de
Cristo, especialmente los viernes; le va muy bien con el rosario; participa en
la celebración de la Eucaristía; se confiesa a menudo; acude con frecuencia al
director espiritual; encomienda las cosas al Señor, dispuesto a cumplir siempre
su voluntad, se fía totalmente de Jesucristo, le da gracias constantes por su
gran misericordia y por su amor y bondad hace el bien y la caridad a los pobres
y enfermos (cf 2 DS 18.19).
Se puede afirmar, sin dudar en absoluto, que Juan de
Dios es un orante, un profeta que capta
la presencia de Dios en la realidad y está siempre en relación con él, a pesar
de lo absorbente de su actividad.
5.7. La ascesis
A partir de su conversión, Juan de Dios llevó una
vida dura, que Castro recoge en el capítulo 17 de su biografía:
“Sólo el ordinario trabajo, que
Ioan de e Dios tenía en procurar las limosnas y curar de sus pobres, era tan
grande penitencia y mortificación de la carne, sin las continuas demandas y
importunaciones de todos, que era muy bastante carga para otro cuerpo que fuera
sano y recio... Y con todo esto no se contentaba el hermano Ioan de Dios, sino
que con obras de mucha penitencia mortificaba su carne y la hacía servir al
espíritu, no concediéndole aún lo muy necesario”[ix].
Más
adelante, continúa Castro:
“Eran tantos los trabajos en que
Ioan de Dios se ocupaba por dar remedio a los de todos, así de caminos y
salidas que hacía, en que padecía muchas frialdades, como el trabajo ordinario
de la ciudad, que se desvencijó”[x].
Según esto, se puede decir que su ascética
consistió, principal mente en tres aspectos:
·
El primero en el poco cuidado que tiene de su
cuerpo; no lo quiere regalar; vive para los pobres e identificado con ellos. A
la comida y al vestido hace alusión varias veces (cf 2 DS 13) y se denota en
ello lo poco que necesitaba para vivir. El trabajo, el poco dormir, la
austeridad, reflejan su ascetismo.
·
El segundo
se deriva de la donación a los demás, que le exige el estar atento a los
enfermos, seguir sus dolencias, visitarles cuando llega cansado a casa, salir a
pedir, preocuparse de la rehabilitación
de las mujeres de mala vida, dar explicaciones a las personas a las que debe
dinero. Su ascesis le ayuda a conseguir el talante de dar
gracias a Dios tanto por el bien como por el mal.
·
El tercer aspecto es que, para conseguir esto, Juan
de Dios, a partir de su conversión, realiza un proceso de vaciamiento de sí
para poder llenarse del amor de y a
Dios. Después de escuchar el sermón del Maestro Ávila, uno de sus deseos es el de ser tenido en
poca cosa: se desnuda, se echa en el lodo, deja que los demás hagan burla de él
y le tomen por loco. Habla
constantemente de que es un gran
pecador, y esto mismo dice al Arzobispo Guerrero cuan se encuentra en el lecho
de muerte; los viernes, cuando invita
al cambio de vida a las prostitutas lo hace confesando sus propios pecados;; él
es, en su opinión, el único indigno de estar en su hospital..... Quien había conseguido tan altas cotas de amor y
santidad, se sentía nada. Es otro de
sus rasgos proféticos.
5.8. La colaboración con los seglares
Su obra estuvo siempre abierta no solamente a los
enfermos y a los pobres, sino a todas las personas que quisieron colaborar con
él.
Comienza con las limosnas de los habitantes de
Granada; se siente apoyado por el trabajo que
realizan los mismos pobres, los peregrinos o prostitutas a quienes les
pide un apoyo especial; tiene enfermeros que hacen el trabajo del hospital cuando
va a pedir; en sus salidas le acompaña Juan de Ávila; los bienhechores llegan a
ser, con sus apoyos constantes protagonistas del hospital. La ciudad de
Granada siente su ausencia cuando viaja
hasta Valladolid y permanece nueve meses fuera, hasta el punto de tributarle un
gran recibimiento a la vuelta.
Esto no son sino expresiones de la convicción que tenía de realizar una obra compartida con todos, del valor de cada una de las personas, de su apertura y la universalidad. Su obra, desde el principio, fue obra también de los colaboradores, creyentes y no creyentes, que se identificaron con su espíritu humanitario y a quienes quería manifestar la fuerza de la salvación.
5.9. La cordura
Juan de Dios fue un hombre sabio, enriquecido con la
sabiduría bíblica que brota de la sencillez, de la humildad, de ir creciendo en
correspondencia a la llamada de Dios, de ir armonizando y centrando su ser en
lo que considera fundamental para su vida.
Sus respuestas son
cada vez más cuerdas, y la gente lo aceptará progresivamente como hombre
de buen sentido.
5.10.
La armonía y serenidad
La jornada
de Juan de Dios estaba llena; no tenía tiempo que “perder”, pues las
necesidades del hospital y la asistencia a los pobres, en algunas ocasiones, no
le dejaba libre ni el tiempo que se necesita para “estar un credo despacio”.
(1 GL 4) Sin embargo, se preocupaba de visitar uno a uno los enfermos, se
interesaba de cómo se encontraban y cómo les había ido durante su ausencia.
Cuando se encuentra con quien sufre, no tiene prisa: acoge, escucha con calma
y, en lo posible, remedia su necesidad. Castro refiere:
“...era tanto el concurso de gentes
que con él venían a negociar, que muchas veces apenas cabían de pies; y él,
sentado en medio de todos, con muy gran paciencia, oyendo a cada uno las
necesidades que traía, sin enviar jamás a nadie desconsolado, con limosna o
buena respuesta”[xi].
5.11. El espíritu evangelizador
Juan de Dios es un apóstol que
tiene una visión universal y ecuménica de la vida, deducida de su encuentro con
Dios, en el que ha experimentado que
Dios es Padre de todos y a todos ama de forma gratuita. Esta experiencia
es el fundamento de su espíritu apostólico. La transmite en sus gestos de amor
universal y la anuncia de palabra y por escrito, invitando a actuar al estilo
de Dios:
“Si considerásemos lo grande que es
la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer el bien mientras pudiésemos”
(1 DS 13).
De ahí su gran deseo de que las personas vivan
centradas en Dios, que experimenten la salvación y aprecien el valor
fundamental de la persona humana. Con el lenguaje de su tiempo dice que “un
alma vale más que todos los tesoros del mundo” (1 DS 17).
De ahí su
interés por aprovechar toda ocasión para presentar la Buena Nueva. El anuncio
de la salvación es algo que lleva en su corazón. Su caridad no se limita a
solucionar problemas y necesidades sociales; su compromiso por el hombre no
tiene como fin principal, menos aún exclusivo, la promoción social de los
marginados y el alivio de los enfermos. Vive y realiza el servicio a los pobres
y enfermos como el modo personal de imitar a Jesucristo, de anunciar el
Evangelio y hacer presente el amor de Dios al hombre, particularmente a los más
débiles.
El mismo se
encarga de decir, tras elencar una serie de necesidades y problemas que tiene:
“... me encuentro aquí lleno de
deudas y entrampado, sólo por Jesucristo”. (2 GL 7)
Y al final
de sus cartas:
“Juan de Dios, el que desea la
salvación de todos como la suya misma. Amén, Jesús”.
Es claro,
además, que no se ocupa únicamente de la atención corporal y de solucionar
problemas sociales y económicos:
·
Cada viernes va a la casa pública para evangelizar a
las prostitutas;
·
Enseñó el catecismo a los niños y a los acogidos en
su hospital;
·
Se preocupaba de la asistencia religiosa y de la
administración de los sacramentos a los enfermos;
·
Orientaba espiritualmente a las personas con las que
se relacionaba:
* A Luis
Bautista, en orden al discernimiento vocacional;
* A Gutierre
Lasso, sobre asuntos de familia y el futuro de sus hijos;
* Las cartas
a la Duquesa de Sessa, en especial la
tercera, están llenas de orientaciones de carácter espiritual.
Juan de Dios
realiza un servicio integral a la persona. Lo expresa muy bien cuando dice:
“...viendo padecer a tantos
pobres... y con tantas necesidades, tanto corporales como espirituales...” (2 GL 8)
Tampoco se
centra exclusivamente en las personas acogidas en el hospital; su amor estaba
abierto a
“todo género de pobres y
necesidades, que le iban acudiendo a que les socorriese: viudas y huérfanos
honrados, en secreto, pleiteantes, soldados perdidos y pobres labradores... y a
todos socorría conforme tenían necesidad, no enviando a nadie desconsolado”[xii]...sin
los estudiantes que mantenía”, y vergonzantes en sus casas”[xiii].
Hoy hablamos de nueva evangelización, de nueva hospitalidad, de
pastoral de la salud. Juan de Dios anuncia y hace presente el contenido
inmutable del mensaje de la Buena Nueva, con un ardor y unas actitudes que, a
veces, hoy nos faltan. He aquí otra manifestación de su talante profético.
II PARTE
ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR
A LOS POBRES Y ENFERMOS
Panorámica histórica
Capítulo tercero
LA ORDEN HOSPITALARIA HASTA MEDIADOS DEL S. XIX
1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división
de la Orden en dos Congregaciones
Los principios de la Orden son, en verdad, humildes y sencillos pero providenciales,
apoyados en el espíritu heredado de
Juan de Dios. Sólo a la luz de la Providencia divina se explica la continuidad y desarrollo de la obra iniciada por el
Padre de los pobres. Los primeros Hospitalarios encuentran apoyo
material y moral en las personas del Arzobispo de Granada, don Pedro Guerrero,
en san Juan de Ávila y en otros bienhechores. El soporte canónico-institucional
era nulo: se trataba de una Obra sin estructuras ni organización jurídica y sin
reglas; sólo 37 años más tarde (1587) tendrá lugar el primer Capítulo para
nombrar General y formular las Constituciones.
Todo partió de Granada. A Juan de Dios le sucede
Antón Martín en la dirección del Hospital. Durante el período comprendido entre
1552 y 1565 rige los destinos de los Hermanos en España el Hno. Juan García,
que admitió a la Congregación de Hermanos de Juan de Dios a Rodrigo de
Sigüenza, Sebastián Arias, Pedro Soriano, Melchor de los Reyes y Frutos de San
Pedro.
a) Primeras fundaciones fuera de Granada
Entre las
actividades de mayor importancia de este tiempo, se cuentan, como hitos del
futuro desarrollo de la Orden: el traslado del hospital de Cuesta de los
Gomérez a los terrenos de los Jerónimos, el viaje de Antón Martín a Madrid con
la nueva fundación y, un poco más adelante, la Guerra de las Alpujarras.
El deseo de acondicionar cuanto antes y lo mejor
posible el nuevo hospital granadino, llevó a Antón Martín a Madrid (1552) en
busca de ayudas económicas, que fueron generosas, entre ellas las del Príncipe
Felipe y la Infanta doña Juana que, además, le pidieron la fundación de un
hospital de las mismas características del de Granada. El Hno. Antón Martín
regresó a Granada para dejar las cosas en orden y volvió a Madrid, donde fundó
un hospital que llamó del Amor de Dios. Enfermó de gravedad durante la fábrica y ampliación del hospital
y falleció la noche del 24 de diciembre
de 1553, no sin antes haber designado en su testamento Hermanos Mayores
(Superiores) para los hospitales de Madrid y Granada.
La obra de
los Hermanos de Juan de Dios iba progresando, gracias a la fe y confianza en la
Providencia y en fiel apertura a los planes de Dios, que se manifestaban en las
peticiones para extender la nueva hospitalidad. Las vocaciones iban floreciendo
y se multiplicaban sin cesar en España, dando confianza a nuestros primeros
Hermanos para seguir extendiendo más y más la Hospitalidad en beneficio de los
pobres y enfermos. Así, a la fundación de Madrid (1552), siguen las de Lucena
(1565), Utrera (1567), Jerez de la Frontera (1568), Córdoba y Sevilla (1570).
La
participación de los Hermanos en la Guerra de las Alpujarras y en la batalla de
Lepanto, abre nuevos horizontes y mayor amplitud al carisma. La misión no se
limita al servicio en el hospital; en adelante se extiende y se abre a los
ejércitos de tierra y a las expediciones navales; los Hermanos se hacen
presentes en los lugares que sufren
epidemias y van a cualquier parte del mundo necesitada de asistencia
sanitaria.
A los
Hermanos de Juan de Dios se unieron, durante los años setenta del siglo
XVI, el Venerable Pedro Pecador
(fundador del hospital de Nuestra Señora de la Paz, en Sevilla, los de Málaga,
Antequera y Ronda), y San Juan Grande (fundador del hospital de La Candelaria,
en Jerez de la Frontera, al que se sumarían los hospitales de Medinasidonia,
Sanlúcar de Barrameda, Arcos de la Frontera, Puerto de Santa María y
Villamartín), junto con sus respectivos discípulos y hospitales. Entre
los seguidores de Juan Grande se encuentra
Pedro Egipciaco, que será el primer General de la Congregación
Española.
b) Aprobación
de la Congregación de Hermanos de Juan de Dios: San Pío V.
En 1571, los
Hnos. Sebastián Arias y Pedro Soriano emprendieron viaje a Roma para solicitar
la aprobación de la Orden, y obtuvieron de san Pío V el Breve Salvatoris
nostri (8 de agosto de 1571) y la Bula Licet ex debito (fechada en 1
de enero de 1572), por la que se erige en Congregación Religioso-Hospitalaria
al grupo de Hermanos de Juan de Dios, bajo la Regla de San Agustín y la
obediencia a los Ordinarios del lugar, concediéndoles hábito propio.
Obtenida la
aprobación, Fr. Pedro Soriano se quedó en Italia y fundó, a finales del mismo
año 1572, el Hospital de Ntra. Sra. de la Victoria en Nápoles, en 1581 comienza
la actividad en Roma, en la Plaza de Piedra, trasladándose a la Isla Tiberina en 1584, año en que firma
la escritura de compra del Hospital San Juan Calibita.
c) Aprobación
de la Orden: Sixto V
El Instituto
se extiende rápidamente y, lo que es más importante, los Hermanos viven con
verdadero celo el espíritu de caridad heredado de Juan de Dios. Sienten que ha
llegado el momento de constituir una Orden, con Reglas y Superiores propios.
Sixto V, que conoce muy bien la obra de los Hermanos, el 1 de octubre de 1586
eleva la Congregación a Orden regular con la Bula Etsi pro debito,
concediendo a los Hermanos celebrar Capítulo General y en él aprobar las
Constituciones y elegir Superior General.
El Capítulo
se celebró en el Hospital San Juan Calibita, del 20 al 24 de junio de 1587. El
día 23, Pedro Soriano fue elegido General de la Orden Hospitalaria y se
aprobaron las primeras Constituciones para toda la Orden.
2. División
de la Orden en dos Congregaciones
El 13 de
febrero de 1592, con la promulgación del Breve Ex omnibus por Clemente
VIII, los Hermanos vuelven a la situación que precedió a la aprobación del
Instituto por Pío V, pues no se les permite emitir más votos que el prestar
servicio en los hospitales, bajo la obediencia de los Ordinarios.
Aunque no era
intención del Papa dar origen a la separación jurídica de los Hermanos de
Italia y de España, ésta se produce a causa de los siguientes hechos:
·
Parcial reintegración de la Orden en Italia: Breve Romani
Pontificis (9.IX.1596), de Clemente VIII;
·
Parcial reintegración en España: Breve Piorum
virorum (12.04.1608) de Paulo V;
·
Reintegración total en España: el 7 de julio de
1611, Paulo V eleva la Congregación de España a verdadera Orden regular, con el
Breve Romanus Pontifex. Aquí comienza jurídicamente la separación
de las dos Congregaciones, pues el Papa concede celebrar Capítulo General,
elegir General para España y redactar Constituciones;
·
Reintegración total en Italia: la concedió el mismo
Paulo V, mediante el Breve Romanus Pontifex (13.02.1617), con las
mismas prerrogativas que había concedido a la Congregación Española. Desde este
momento, la Orden cuenta con dos Superiores Generales.
De este
modo, jurídicamente, la Orden consta de dos Congregaciones, lo cual significa
que cada Congregación tendrá Constituciones y Superior General propios, desde
1611 hasta el 14 de septiembre de 1888, fecha de la anexión de la Provincia de
España a la Congregación Italiana. En la práctica la unidad comenzó en 1867 año
en que la Orden fue restaurada en España por el Beato Benito Menni, siendo
General de la Congregación Italiana el P. Juan Mª. Alfieri.
Sin embargo,
ya desde el año 1587 se aprecia cierta separación de los Hermanos de España de
los de Roma, mantenida por algunos Hermanos del Hospital de Granada y otros de
España, que se resistieron a aceptar la residencia del General de la Orden en
Roma y, en consecuencia, a renovar la profesión bajo su autoridad. Esta actitud
se pone más de manifiesto cuando, debido a la prematura muerte del P. Pedro
Soriano, en agosto de 1588 mientras realizaba la visita canónica al Hospital de
Peruggia, los Hermanos de España no acuden al capítulo General, celebrado en
Roma en marzo de 1589.
2.1. Congregación
Española
a) La
Orden en España.
El 20 de
octubre de 1608 es elegido Pedro
Egipciaco primer General de la Congregación Española. En este Capítulo se
redactan nuevas Constituciones que llevó a Roma el mismo Hno. Egipciaco. Paulo
V las aprobó y confirmó el Instituto el 11 de junio de 1611. Después de renovar la profesión en manos del
Papa, regresó a España. El día 2 de noviembre de 1614 fue reelegido General y
el Papa Paulo V, con su Motu Proprio del 16 de marzo de 1616, eximió de
la jurisdicción de los Ordinarios a los Hermanos. También Paulo V, por Breve de
7 de diciembre de 1619, dividía la Congregación Española en dos Provincias:
Nuestra Señora de la Paz (Andalucía) y San Juan de Dios (Castilla).
En los
inicios del siglo XVII nuestra Orden contaba con una veintena de hospitales en
la Península Ibérica, comienza a desarrollarse en América, tras las dos
primeras fundaciones en Cartagena de Indias (1596) y La Habana (1603); y se
extiende incluso hasta Filipinas, donde llegan los Hermanos en 1611.
En el año
1715 las dos ramas (Española e Italiana) de la Orden Hospitalaria comprendían
16 Provincias con 256 hospitales y 2.399 Hospitalarios. La rama Española la
componían las Provincias de Nuestra Señora de la Paz (Andalucía), con 26
hospitales; San Juan de Dios (Castilla), 22 hospitales; Espíritu Santo (Nueva
España), que comprendía también Filipinas, con 28 hospitales; San Bernardo,
(Tierra Firme), con 11 hospitales; y del Arcángel San Rafael (Perú y Chile),
con 20 hospitales.
El 9 de
febrero de 1738 era elegido General de la Congregación Española Fr. Alonso de
Jesús y Ortega “El Magno”. Con él, la rama Española de la Orden
alcanzará su máximo esplendor. De la magnitud de la obra de los Hospitalarios
en estos años da idea el hecho de que entre enero de 1735 y diciembre de 1757
se recibieron un total de 726.637 enfermos.
La expansión
de la Orden en España tuvo una línea ascendente hasta el final del generalato
del Hno. Alonso de Jesús y Ortega (†
1771). En este tiempo la Congregación Española contaba con 1.261 religiosos y
siete Provincias: tres en España, tres en América (en una de ellas se incluían
cinco hospitales de Filipinas) y una en Portugal que incluía varios centros en
África y Asia. A partir de ese momento se iniciaría la decadencia de la
Congregación Española, hasta su extinción formal, con la muerte del último
General en 1850.
b) Llegada de los Hermanos y consolidación
de la Orden en Portugal
Ya desde los
inicios de la Orden, los Hermanos tuvieron el deseo de adquirir en propiedad la
casa donde nació nuestro Fundador. A pesar de los muchos intentos y por
diversas causas este deseo no pudo concretarse hasta el año 1606 cuando dos
Hermanos del hospital de Antón Martín de Madrid pasaron a Portugal. Sobre la
casa donde nació Juan de Dios en Montemor-o-Novo fue edificada una iglesia y un
hospital.
La expansión
de la Orden en Portugal siguió la misma trayectoria y los mismos criterios que
en España. De hecho fue una Provincia de la Congregación Española hasta el año
1790, cuando la Santa Sede aprobó su separación definitiva nombrando un Vicario
General con su propio Definitorio. En la práctica, hacía ya mucho tiempo, desde
1702 aproximadamente, vivía separada de las Provincias Españolas.
En el año
1745 eran once los hospitales de la Orden en Portugal; nueve los hospitales
militares atendidos por los Hermanos y cinco los repartidos por África y Asia,
sumando más de 130 los Hermanos
portugueses.
2.2. La
Congregación Italiana
a) Los Hermanos Hospitalarios en Italia
La obra de
los Hermanos de Juan de Dios vivió en Italia años de expansión y florecimiento,
gracias a la entrega caritativa, la disponibilidad para atender cualquier
necesidad que surgiese y la asistencia esmerada y cualificada. Todo ello les
hizo ganar las simpatías y favores de las autoridades civiles y eclesiásticas y
la de muchos bienhechores. Así pudieron los Hermanos obtener una rápida
expansión, con un gran número de fundaciones en Italia y en gran parte de
Europa: Austria, Alemania, Polonia y Francia.
También en
Italia los Hermanos asistían a los soldados en los campos de batalla y a las
víctimas de las pestes y epidemias, constituyendo un gran testimonio de caridad
y hospitalidad.
Puede darnos
idea de la pujanza y desarrollo de la Orden en Italia el hecho de que, apenas
transcurridos 80 años de la primera fundación (Nápoles 1576), los Hospitalarios
contaban con seis florecientes Provincias: Roma, Nápoles, Lombardía, Bari,
Sicilia y Cerdeña, con 66 hospitales, 1032 camas, atendiendo a 27.469 enfermos,
todos pobres, y 595 Hermanos, entre ellos algunos muy ilustres, que se
distinguieron por su preparación y destreza en medicina, cirugía y enfermería,
como el Hno. Pascual de l’Homme y el Hno. Gabriel Ferrara.
b) Fundaciones
transalpinas.
Los países a
los que ahora nos referiremos y que componen el mapa de la Orden en Europa con
los tres de los que hemos hablado, vieron nacer la familia juandediana a partir
de Hospitalarios llegados de Italia o de Provincias pertenecientes a la
Congregación Italiana. Los criterios de expansión, la vida ejemplar de los
Hermanos, la misión apostólica que desarrollaron.
b.1) Francia
La Orden
tuvo una rápida propagación en Francia a partir del año 1602, fecha en la que
el Hno. Bonelli y sus compañeros llegados de Italia fundaron el Hospital de la
Caridad, el más importante de la nación entonces, y cuna de la Provincia
francesa, erigida en el Capítulo General de 1639. Con la ayuda de las
autoridades civiles y eclesiásticas la Orden se extendió rápidamente por
Francia.
Aunque
unidos a la Congregación Italiana, los Hermanos franceses disfrutaban de un
régimen parcialmente autónomo, pues El Provincial recibía del General también
la patente de Vicario General y gobernaba con independencia de Italia. El año
1789 contaba la Provincia con 40 hospitales en Francia, 5 en sus colonias y un
total de 350 Hermanos.
b.2)
Países austrogermánicos
En el año
1605 los Hnos. Gabriel Ferrara, ilustre médico y cirujano, Juan Bautista
Cassinetti y otros religiosos llegaron a Feldsberg a instancias del príncipe
Carlos de Liechtenstein para hacerse cargo del hospital de Santa Bárbara, el
primero de los 22 hospitales que la Orden fundó hasta la muerte del Hno.
Ferrara en 1627.
Pronto nació
la floreciente Provincia del Arcángel S. Miguel, de la cual han tenido
origen todas las Provincias de la Europa Central. A mediados del siglo XVIII la
conocida como Provincia di Germania San Michele Arcangelo contaba con 31
hospitales, abarcando su enorme ámbito geográfico países actuales como Austria,
Italia, Alemania, Rumanía y Hungría.
Igual que en
otros lugares, los Hermanos cuidaban a los enfermos en sus hospitales y
acompañaron también a las tropas del emperador en sus campañas bélicas
atendiendo a los heridos y enfermos. Tampoco faltó el servicio abnegado y
caritativo a los afectados en tiempos de pestes y epidemias.
b.3) Polonia.
El Hno.
Gabriel Ferrara llegó a Polonia en 1609 aceptando el hospital de Cracovia.
Pronto nacieron nuevas fundaciones en Polonia y Lituania. En 1642 se constituyó
en Provincia independiente bajo la advocación de la Asunción. A pesar de ser
una Provincia próspera (13 hospitales y 156 religiosos a finales del siglo
XVIII), desapareció con la repartición de sus territorios entre Rusia y Prusia.
3. La
Orden en América durante este período
En la Bula
de Gregorio XIII “In Supereminenti” (28 de abril de 1576) se hace
mención de las fundaciones que los Hermanos de Juan de Dios habían hecho “en
diversas Provincias de las Indias del mar Océano” sin que se especifiquen
ni el número ni el lugar en que se hallaban.
Tanto en la
primera biografía de San Juan de Dios (1585) como en las Constituciones hechas
en el primer Capítulo General (junio de 1587), se señala la existencia de tres
hospitales en América: en Méjico, en la ciudad de Nombre de Dios (Panamá) y
Ciudad de los Reyes en Perú (cf. Const. 1587, fol. 43 v.)
Algunos de
estos hospitales debieron ser de aquellos que los primeros colonizadores
edificaban para la asistencia de los españoles que viajaban al Nuevo Mundo y
para los propios indígenas. Otros hospitales, como sucedía en España en aquella
época, fueron edificados por personas piadosas, asociaciones o cofradías que,
enterados de la Congregación fundada en Granada por Juan de Dios, los
ofrecerían a los Hermanos. Sólo así se explica la existencia de hospitales a nombre
de la Congregación de Juan de Dios antes que los primeros Hospitalarios
salieran de España para establecerse en América.
En un
manuscrito conservado en el Archivo de Indias, consta que los Hermanos de Juan
de Dios de Granada se ofrecieron en
1584 para ir a tierras americanas. Este ofrecimiento se desestimó con fecha de
18 de abril de 1584; consta también que, en una de las flotas de España
con destino a Cuba y Nueva España, embarcaron para asistir a los enfermos y
heridos ocho religiosos hospitalarios, cuyo superior era Fr. Francisco
Hernández. Este Hospitalario vio el vasto campo de acción que en aquellas
tierras se ofrecía para la misión sanitario-hospitalaria y, de regreso a
España, presentó a Felipe II un memorial exponiendo los servicios prestados y
la necesidad de que los Hermanos pasaran a las Indias; terminaba en su informe
por pedir licencia al rey para volver con otros cinco Hermanos a aquellas
regiones, con el fin de practicar su labor misionero-hospitalaria.
El monarca
accedió esta vez a la petición, y expidió una Real Cédula fechada en Madrid el
2 de diciembre de 1595, dirigida al presidente y ministros de la Casa de
Contratación de Sevilla, ordenándoles que dejasen pasar a las Indias a Fr.
Francisco Hernández y a sus cinco compañeros para hacerse cargo de los
hospitales de Cartagena, Nombre de Dios y Panamá. Al final de su larga
navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias en abril de 1596,
tomando posesión del hospital que había en esa ciudad con el título de San
Sebastián.
A partir de
su establecimiento permanente, en el primer tercio del siglo XVII, la labor de
los Hospitalarios se extendió rápidamente por el continente americano. Con el
fin de regular la nueva situación llegarán unas disposiciones del Real Consejo
de Indias, dictadas para los Hermanos y hospitales en América y recogidas ya en
las Constituciones de 1640.
Hacia 1780
las estadísticas de las tres Provincias americanas, sin contar Filipinas,
reflejan los siguientes datos: Provincia de San Bernardo, 11 hospitales y 70
Hermanos; Provincia del Arcángel San
Rafael, 20 hospitales y 245 Hermanos y Provincia del Espíritu Santo 26
hospitales y 255 Hermanos.
Las causas
que favorecieron la presencia y expansión de la Orden en América se
debieron, en primer lugar, a la caridad y entrega de los Hermanos, la
disponibilidad para atender cualquier necesidad que surgiese, a la
universalidad en la acogida y a su preparación humana y científica, que
garantizaba una mayor calidad asistencial, a lo que hay que sumar el apoyo de
las autoridades civiles y eclesiásticas.
La buena
fama de los Hospitalarios ante las autoridades y el pueblo propició, en muchos
casos, que los Hermanos fueran llamados para hacerse cargo de los hospitales y
facilitó que se aceptara la petición de los propios Hermanos de hacerse cargo
de la dirección de hospitales ya fundados.
La simpatía
del pueblo y de las autoridades se mostraba, sobre todo, en la generosidad que
tenían para colaborar económicamente en la obra de los Hermanos, pues la
mayoría de hospitales no podían funcionar con las rentas asignadas y era
necesaria la limosna para el
sostenimiento. Existían también muchas Hermandades y Cofradías en los
hospitales, que eran verdadero apoyo espiritual, asistencial y económico de los
mismos.
3.1. Aportaciones
a la evangelización
De forma
sintética, como aportaciones a la evangelización en aquel continente, señalamos
las siguientes:
· La llegada
de los españoles a América supuso también la entrada de la fe cristiana:
sacerdotes y religiosos acompañaban a los colonizadores, con el fin de asistir
espiritualmente a las tropas y extender el Evangelio.
· La
evangelización, mediante el servicio a los enfermos y necesitados, fue y sigue
siendo la gran aportación de la Orden también en aquel continente. Asistencia
corporal y espiritual, hoy diríamos integral, que, como se ha indicado, fue de
calidad y muy reconocida. Hubo buenos e
ilustres médicos, cirujanos, enfermeros y sacerdotes.
· Si bien la
evangelización a través de la predicación no es el fin de la misión de nuestra
Orden, en América los Hermanos hicieron una gran labor pastoral en las iglesias
de los Hospitales, en algunas parroquias y también mediante la dedicación de
Hermanos a la catequesis y formación, en un continente tan necesitado de ello.
· La labor
caritativa y abnegada de los Hospitalarios con los enfermos y la dedicación de
muchos de ellos a la limosna, eran ocasiones para la evangelización mediante
sencillas palabras, apoyadas en la coherencia de su vida. Destacamos en esta
encomiable labor al Vble. Francisco Camacho, en Lima.
· Es de notar
la inserción real de nuestros Hermanos en América. Vivieron cercanos a la
realidad de las personas del Nuevo Continente y trabajaron incansablemente en
favor de los más desfavorecidos. En la época en que se iniciaron los procesos
de independencia, hubo un compromiso de algunos, reconocidos por el pueblo, en
la lucha, apoyo y servicio al lado de los que buscaban la independencia. Su
testimonio fue casi siempre desde la hospitalidad. A varios Hermanos les costó
el destierro y la cárcel. Podríamos decir que fueron, junto con otros
religiosos, sacerdotes y laicos, verdaderos pioneros y antecesores de los
testigos actuales de la teología de la liberación. Algunos ejemplos los tenemos
en las vidas de Fr. Agustín de la Torre, Fr. José Rosauro Acuña y Fr. Pedro
Domínguez en Perú, Fr. Santiago Monteagudo en Chile y Fr. José Olallo Valdés en
Cuba.
4. Presencia
de los Hermanos en Asia, África y Oceanía
Los inicios
de la presencia de la Orden en Asia, África y Oceanía hay que unirlos a la
expansión de las Coronas Española y portuguesa en los siglos XVI y
siguientes.
La
colonización de nuevas tierras y/o la defensa de otras, precisaban el envío
constante de flotas de la Armada, en cuyos barcos se alistaron Hospitalarios
para prestar servicio a los heridos de guerra y a las gentes de los lugares
donde arribaban; ello hizo que muy pronto llegasen Hermanos a los nuevos
continentes. Sin embargo, el asentamiento permanente no llegaría hasta años
después, haciéndose cargo de hospitales fundados por los reinos de España y
Portugal, unas veces a petición de la Orden y otras llamados por las
autoridades del lugar.
Al lado de
religiosos de otros Institutos, encontramos a nuestra Orden ejerciendo la
caridad y practicando la hospitalidad según el carisma de San Juan de Dios.
Hasta el
siglo XIX, fecha en la que desaparecieron los Hermanos en muchos lugares por
las mismas razones que en Europa y América, las características y las
aportaciones a la evangelización son muy parecidas a lo reseñado para América.
a) Asia
Aunque no
hubo fundaciones permanentes en el continente asiático hasta varios años más
tarde, en su continuo ir y venir con las Armadas Española y portuguesa, los
Hermanos establecieron puestos de asistencia en las costas de China, bien por
epidemia y contagios, bien por el gran número de heridos en los barcos tras
algunas batallas.
Los Hermanos
llegaron a Filipinas en 1611 y se hicieron cargo de un hospital para
convalecientes, abierto por Fr. Juan de Gamboa en Bagumbayan, extramuros de
Manila, que fue abandonado posteriormente. Los primeros documentos que se
refieren a la presencia de la Orden en Filipinas son de 1617, en los que el rey
Felipe III concede licencia para fundar. En realidad, sólo después de 1641 se
consolidó la presencia de los Hermanos en Filipinas, llegando a constituirse en
Viceprovincia dependiente del Comisariado General de México,, con dos ospitales
generales en Cavite y Manila y otras fundaciones Cebu, Zamboanga y San Rafael
de Bulacan.. Las vicisitudes políticas y sociales de España en el siglo XIX
marcaron la vida de la Orden en Filipinas y a finales de dicho siglo
desapareció, permaneciendo ese archipiélago sin presencia de Hospitalarios
hasta la llegada de los Hermanos italianos en 1988.
Los Hermanos
portugueses fundaron varios hospitales en las costas de la India: Goa en 1685,
Baçaim en 1686, Diu en 1687 y Damão en 1693. Estos hospitales siguieron la
misma suerte que la Provincia portuguesa en cuanto a su desarrollo y
desaparición.
b) África
Desde 1573
hasta 1834, más de un centenar de Hermanos acompañaron las campañas de los
soldados españoles en la conquista y defensa de plazas africanas pertenecientes
a la Corona Española. En calidad de médicos, cirujanos y enfermeros, misioneros
y catequistas, merecieron los más altos elogios de las autoridades e incluso
del rey Felipe III, que dirigió una carta en este sentido al Padre Egipciaco.
Entre otros podemos destacar la presencia del Padre Pedro Soriano en la
conquista de Túnez y Biserta, bajo la guía de D. Juan de Austria en 1573, así
como los veinte Hospitalarios que, en 1843, pasaron a Ceuta para combatir el
“contagio maligno”; de ellos murieron
trece.
La primera
fundación estable en tierras africanas fue llevada a cabo por los Hermanos de
Portugal en Mozambique (1681). El decreto de mayo de 1834, suprimió la
presencia de la Orden en aquellos países.
c) Oceanía
En mayo de
1606 llegó a las costas de Australia la primera expedición que había partido
del puerto del Callao (Perú) medio año antes. En la expedición iban cuatro
Hospitalarios con el fin de atender a los enfermos y heridos expedicionarios y
con licencia para fundar y administrar hospitales. No obstante, no tenemos
noticias de que allí permaneciesen ni fundasen hospitales, probablemente porque
los españoles tampoco llegaron a establecerse.
5.
Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en la difusión de la Orden
Las razones
fundamentales que originaron la expansión y esplendor en esta época las podemos
sintetizar en tres:
· Vivencia gozosa
y entusiasta del carisma y del espíritu del Fundador y su disponibilidad y
entrega incondicional para atender a los enfermos y pobres más necesitados,
tanto en sus hospitales como fuera de ellos. Los Hermanos fueron verdaderos
testimonios de hospitalidad en la atención a los enfermos de pestes, contagios
y epidemias, muy frecuentes en aquella época, tanto en sus propios hospitales,
como desplazándose donde la catástrofe se producía, atendiendo y sirviendo con
amor y ciencia a los afectados. Hay que resaltar, además, la labor de nuestros
Hermanos en muchas guerras y campos de batalla, tanto en tierra como en mar.
· Preocupación
y esmero por dar un servicio cualificado en la asistencia a los pobres y
enfermos, así como la acogida y atención a todo el que llamaba a las puertas de
sus hospitales. Destacamos aquí el interés por la formación tanto espiritual
como profesional de los Hermanos, entre los cuales se contaron ilustres
médicos, cirujanos y enfermeros que, junto al trato exquisito y lleno de
caridad, aportaron un alto nivel de calidad, difícil de encontrar en aquella
época.
· Todo lo
anterior hizo que pronto la Orden se ganase las simpatías de las autoridades
eclesiásticas y civiles, incluidas las de los Reyes. Esto propició atenciones y
favores para la Orden en forma de cédulas y permisos para nuevas fundaciones en
España, en América y también Filipinas. y la implantación de la Orden en Centro
Europa.
6. Fieles
a la Hospitalidad hasta el martirio
En tantos
años de historia como tiene la Orden y en su dilatada expansión por todos los
continentes del mundo, es fácil suponer la existencia de una larga lista de
testigos del Cristo misericordioso y verdaderos mártires de la hospitalidad. El
afán de extender el Evangelio con la práctica de la caridad y el servicio a los
enfermos y necesitados, ha llevado a muchos Hospitalarios a sufrir la
persecución y a la entrega de la vida, incluso con derramamiento de sangre. Se
trata de una constante en la historia de la Orden que deseamos resaltar
brevemente:
· Brasil 1636: En el
puerto de San Salvador, a manos de piratas holandeses, sufrieron el martirio
los Hnos. Jesús Arana y Acosta, portugués, y los españoles Francisco Esforcia y
Sebastián.
· Colombia
1637: Los Hnos. Diego de San Juan, español, y Antonio de Almazán, colombiano,
murieron a manos de los indios chocoes. En 1646, el Hno. Miguel Romero y un
religioso franciscano fueron martirizados por los indios chocoes.
· Chile 1656: Los indios
aucas martirizaron al Hno. Gregorio Mejía, en Valdivia. En 1795 sería el Hno.
Bernardo Lugones quien encontraría la muerte, a manos de los indios araucanos.
· Polonia 1656: En el
hospital de Lublin fue martirizado el Hno. Eustaquio Biescekierski, a quien
dieron por muerto y posteriormente curó. En Varsovia fueron asesinados el Hno.
Nicolás Orkieska, sacerdote, y el Hno. Melchor Moreti. Otros Hermanos como
Hipólito Ciarnowski fueron maltratados y heridos, si bien pudieron salvar la
vida. En Lowiez encontraron la muerte los Hnos. Norberto Gotkoswiez e Hilario.
La causa fundamental de estas muertes fue la invasión de Polonia por pueblos
vecinos que perseguían a los seguidores de Cristo.
· Filipinas
1725: En Buenavista, hoy San Rafael de Bulacan, fueron martirizados por
tribus negroides Fr. Antonio de Santiago, en la segunda mitad del siglo XVII, y
Fr. Antonio Guemez en 1731. Fr. Lorenzo Gómez fue asesinado mientras se
dedicaba a la limosna en el norte de Luzon.
· Francia: Con la llegada de la
Revolución y la supresión de la Orden, los Hermanos fueron perseguidos y
encarcelados, sufriendo el martirio algunos de ellos: Hno. Vomerange en
Burdeos, Hno. Felicien Citet en París, los Hnos. Marcet Clémont y Modesto
Bernard sufrieron el martirio sobre los pontones de Rochefort; éste último fue
desterrado posteriormente a la Guayana y murió entre la miseria.
· España: Durante la
Guerra de la Independencia (1808 y siguientes), tras la invasión de las tropas
de Napoleón, muchos Hermanos fueron perseguidos y expulsados violentamente de
los hospitales. Algunos encontraron la muerte sirviendo como enfermeros, médicos
o cirujanos de las tropas Españolas: Hnos. Pedro Pérez y Antonio Pérez, Manuel
Groizar y Nicolás de Ayala.
En todos los casos, el servicio hospitalario y la predicación del mensaje evangélico fueron las causas del martirio.
Capítulo
cuarto
RESPUESTA
APOSTÓLICO-MISIONERA DE LA ORDEN
DESDE
MEDIADOS DEL S. XIX.
A partir del
Renacimiento las autoridades civiles empiezan a considerar la asistencia a los
enfermos y pobres como un deber basado en el imperativo de justicia. Tras un
largo proceso, que culmina en el siglo XVIII, los hospitales van
secularizándose y pasan a depender de la jurisdicción civil.
La segunda
mitad del siglo XVIII marca una nueva época en la vida europea, que se
caracteriza por el racionalismo y la lucha contra las formas establecidas,
concretamente contra la realeza y la Iglesia.
1. Extinción
de la Congregación Española
a)
Decadencia y restauración de la Orden en España
En el mes de
septiembre de 1807 las tropas francesas penetraban en suelo español. A estos
antecedentes se suma el período conocido como Trienio Constitucional
(1820-1823). Una de las primeras medidas de los liberales (septiembre de 1820),
es la aprobación por las Cortes de un proyecto de ley suprimiendo los conventos
de órdenes monásticas y reformando las mendicantes. Con esta ley se permitía la
secularización de los religiosos, se prohibía admitir nuevos novicios y la
profesión de nuevos candidatos y se suprimían la mayor parte de los conventos
al mandar cerrar aquellos cuya comunidad no alcanzase los 24 profesos. Esta
última medida suponía para la Orden Hospitalaria la supresión de casi la
totalidad de sus conventos hospitales existentes en España.
El 9 de
marzo de 1836 se dicta el Real Decreto de supresión total de las órdenes
religiosas y monacales. En consecuencia, sólo quedaron dos hospitales abiertos
en España: Sevilla y Madrid. En Madrid, en el convento hospital de Antón
Martín, quedaría una comunidad compuesta de 14 Hermanos, de la que es Prior Fr.
Antonio Albors.
En mayo de
1830 se celebraba el que sería último Capítulo General de la Congregación
Española y era elegido su último
General, Fr. José Bueno y Villagrán quien, viendo todo perdido y sin
posibilidad de otra solución, tomó las providencias convenientes para poner a
salvo antes que se derrumbase todo el edificio hospitalario lo que quedaba de
más valor entre sus ruinas. Así, envió parte de la documentación del Archivo
General al hospital de Sevilla (único que sobrevivía a la llegada del Bto.
Benito Menni). También encomendó por carta al General de la Congregación
Italiana, Fr. Benito Vernó, las causas de beatificación del Vble. Francisco
Camacho y de San Juan Grande “a fin de que no se extravíen” y concluía su carta
en estos términos: “A Vd., como único Jefe Superior que hoy existe de la
Orden corresponde cuidar de cuanto a la Congregación pertenecía en esa; en cuya
virtud tomará las medidas que crea prudentes para conservarlo.” Murió el 11
de marzo de 1850, en Madrid; con él se extinguía formalmente la Congregación
Española de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
A las causas
extrínsecas que motivaron la extinción formal de la Congregación Española
(invasión francesa y posterior guerra, trienio liberal, política de
exclaustración y secularización de las órdenes religiosas) habría que añadir
las intrínsecas a la propia Congregación. Entre éstas, muchas de ellas son
consecuencia de las primeras. También podemos hablar de una inadaptación para
afrontar las nuevas circunstancias políticas, sociales y económicas.
b) Restauración
de la Orden en España
El Padre
Juan Mª. Alfieri puso todo el interés para que se restaurase la Orden en
España. Lo intentó a partir de los pocos Hermanos que habían quedado a la
muerte de Fr. José Bueno pero no fue posible, por lo que él mismo viajó a
España, consiguiendo de la reina Isabel II licencia para establecer comunidades
hospitalarias.
· Después de
varios intentos que no fructificaron, envió para tan difícil empresa al Bto.
Benito Menni, recién ordenado sacerdote, que llegó a Barcelona en la Semana
Santa de 1867 y fundó el Asilo S. Juan de Dios para niños lisiados, en
diciembre del mismo año. Fue el inicio de la restauración de la Orden en
España, la cual pasó por dificultades de todo tipo, que fueron vencidas por el
amor a Dios, a los pobres enfermos y a la Orden.
· El 21 de
junio de 1884 se aprobaba la erección canónica de la Provincia San Juan de Dios
en España con 120 Hermanos y cinco casas, que se multiplicaron rápidamente en
España, Portugal y América. Los hospitales fundados por el Bto. Menni fueron,
en su mayoría, destinados a la atención de enfermos mentales y niños
paralíticos y escrofulosos, que eran los más desatendidos . La Provincia
Española fue anexionada canónicamente a la congregación de Italia el 14 de
septiembre de 1888, quedando unificada definitivamente la Orden.
· Las
claves que encontramos en la obra de
restauración llevada a cabo por el Bto. Menni son el cultivo de la vida
espiritual, la disponibilidad para responder a cualquier necesidad urgente
(pestes, guerras) y, principalmente, el fervor de la caridad de los Hermanos,
cuyo testimonio atrajo numerosas vocaciones.
c) Extinción
y restauración de la Orden en Portugal
Portugal
tampoco se vio libre de las turbulencias sociopolíticas y culturales que
afectaron a Europa a partir del siglo XVIII.
En mayo de 1834, por el decreto de exclaustración del ministro Aguiar, fueron
suprimidas en Portugal y en sus colonias todas las Ordenes y Congregaciones
religiosas sin excepción, con lo cual quedó extinguida totalmente nuestra Orden
en Portugal.
La
restauración fue también obra del Bto.
Benito Menni quien, también a instancias del Padre Juan Mª. Alfieri, una vez
consolidada la Orden en España, envió varios Hermanos con el encargo de
restaurar la casa donde había nacido Juan de Dios. En agosto de 1893 quedó
establecida la comunidad de la Casa de Saúde de Telhal para enfermos mentales.
No fueron
fáciles los primeros años, tanto por las dificultades económicas como por las
sociopolíticas. Como religiosos, estaban fuera de la ley y no tenían protección
de las autoridades civiles, lo cual fue causa de no pocos trastornos hasta que
pudieron solucionarse estas dificultades.
2.
Decadencia y restauración de la Congregación Italiana
Las
dificultades sociopolíticas y culturales que vivió Europa tuvieron repercusión
también en la Congregación Italiana. La Revolución Francesa suprimió la Orden
en Francia; el Josefinismo trajo como consecuencia la separación de la
jurisdicción la Curia General de Roma de las Provincias de Austria, Polonia,
Lombardía, Nápoles, Sicilia y Toscana.
a) Italia
En 1810 era
decretada la supresión de las Ordenes religiosas en el Reino de Italia. Aunque
con dificultades, los Hermanos pudieron permanecer en algunos hospitales hasta
que, en 1814, cesó la persecución contra la Iglesia y la Orden se reorganizó en
toda la península
Realizada la
unidad Italiana, en 1866 se declaraban extinguidas las Congregaciones
religiosas, incautando sus bienes el gobierno. En algunas ciudades, los
Hermanos pudieron permanecer en sus hospitales, bajo la fórmula de “Asociación
hospitalaria laica”, como enfermeros y, en ocasiones, como administradores. En
esas fechas la Orden contaba con un total de 50 hospitales y 352 religiosos.
El Padre
Juan Mª. Alfieri, nombrado Superior General en 1862, fue sin duda el gran
artífice de la restauración en Italia. Luchó lo indecible por mantener a los
Hermanos en los centros que habían sido de la Orden y, poco a poco, fue
preparando con habilidad la recuperación de los hospitales. También se esforzó
por mantener vivo el espíritu religioso y moral de los Hermanos. Su sucesor, el
Padre Casiano Mª. Gasser, consolidaría la restauración en sus dimensiones
religiosa, espiritual y apostólica.
b) Decadencia
y restauración en Francia
Llegada la
Revolución Francesa se publicó el Decreto del Directorio (15-II-1790) por el
que se suprimían todos los institutos religiosos de la nación. Por la ley del
18-X-1792, se decretaba la venta de los bienes de los hospitales,
desapareciendo la Orden.
La
restauración fue dura y laboriosa. La
inició Paul de Magallón, figura profética llena del Espíritu de Dios, que
rezumaba hospitalidad y amor a la Iglesia y a la Orden, junto con un grupo de
compañeros. Quisieron ponerse bajo la tutela del Padre General y en 1823
viajaron a Roma, donde realizaron el noviciado y emitieron la profesión
religiosa. Regresaron a Francia y, en 1825, fundaron el Hospital Psiquiátrico
de Lyon.
No sin
dificultades, en 1880 se dictó un nuevo decreto de supresión, continuó el
crecimiento en Francia, gracias al tesón y al espíritu juandediano de los
Hermanos. Fundaron también en Irlanda (Tipperory 1877), Inglaterra (Scorton
1880) y Bélgica (Leuze 1906).
c) Provincia
Germánica de San Miguel Arcángel
Siendo
emperador José II (1765-1790) se dictaron leyes en virtud de las cuales los
Hospitalarios quedaban separados de la jurisdicción de Roma y otras normas que
dificultaban el buen funcionamiento de la Provincia, pues las casas que estaban
fuera del territorio austríaco se separaron de la misma. Los Hermanos de dichas
casas erigieron en 1781 otra Provincia, denominada Provincia per Imperium,
dedicada a San Carlos Borromeo, con sede en Munich.
No menos
deletéreas fueron las leyes que dictó Napoleón, cuyo resultado fue la
desaparición de la Orden, exceptuados los hospitales de Breslavia y Neustadt.
A partir de
1831, reinando Luis I de Baviera, fue volviendo la calma: se restauró la unión
a Roma y se erigieron nuevas Provincias: Baviera 1851, Silesia 1853 y Hungría
1856.
d) Polonia
La
desaparición de la Provincia de la Anunciación comienza con la
repartición del Reino de Polonia en los años 1772-93-95, entre Rusia, Prusia y
Austria. y se consumó durante la ocupación napoleónica en 1806,
quedando sólo el hospital de Cracovia, que pasó a la jurisdicción de
Viena.
Por pertenecer
a Polonia a partir de la Segunda Guerra mundial, recordamos aquí le evolución
de la Orden en Silesia. En 1710 se funda el hospital de Breslavia que,
junto con el de Neustadt fundado en 1764, fueron los únicos que superaron los
tristes sucesos políticos y militares de la época. Realizada alguna otra
fundación, las casas de Silesia fueron constituidas en Provincia regular el 14
de enero de 1883.
La Provincia
Polaca no fue restaurada hasta 1922.
3. Decadencia
y desaparición de la Orden en las Provincias ultramarinas
a) Decadencia y desaparición de la Orden en
América
El siglo XIX
se caracteriza por el deseo de emancipación política de América Latina, que afectó también a los religiosos. Las
medidas exclaustradoras y desamortizadoras dirigidas contra los religiosos en
Europa repercutieron en sus colonias. Las ideas enciclopedistas, los
movimientos de independencia y la distancia de la metrópoli, fueron preparando
el clima adecuado. Algunos Hermanos, arrastrados por el ambiente, promovieron
la separación de los conventos-hospitales americanos de la Congregación
Española. Para conseguir su objetivo acudieron a las autoridades civiles y
eclesiásticas; para obtener el apoyo de los Ordinarios no tuvieron
inconveniente en renunciar a los privilegios de la exención, sometiéndose de
nuevo a la jurisdicción de los Ordinarios y, con la ayuda de las autoridades
civiles, consiguieron que el rey pidiera a Pío VII el Breve de emancipación de
la obediencia al General español, en virtud del cual pasaban a someterse a los
síndicos y mayordomos nombrados por el rey en los hospitales. En 1801 pidieron
también la supresión de las Comisarías, siendo la Provincia del Espíritu Santo
de Nueva España la que más destacó para conseguir el Breve y a su frente Fr.
Juan Nepomuceno Abreu.
Las
Provincias del Espíritu Santo y de San Bernardo, apenas recibido el Breve,
celebraron Capítulo, presidido por los delegados de los Ordinarios, en el que
eligieron Provinciales, Consejeros, Priores y demás cargos. La Provincia de San
Rafael permaneció hasta 1816 obedeciendo al General y en este año celebró
también Capítulo. En México es nombrado Provincial Fr. Juan Nepomuceno Abreu y
con él se extinguiría la Provincia del Espíritu Santo de Nueva España. Sólo
sobrevivirían los Hermanos de Filipinas y Cuba que, ante el hecho de no contar
con Superiores Mayores para poder admitir novicios, en 1824 intentaron, sin
conseguirlo, volver a la jurisdicción del General de España. Parece como si la
Providencia divina hubiera querido premiar esta fidelidad al espíritu de
universalidad de nuestra Orden en el Siervo de Dios Fr. José Olallo Valdés,
religioso cubano que, hasta su muerte (1889) permanecería fiel a sus votos en
el hospital de Puerto Príncipe (Cuba), siendo el último Hospitalario de la
Congregación Española en tierras americanas.
Aunque el
peso de la asistencia en América la realizaron predominantemente los
Hospitalarios españoles, es preciso hacer mención aquí de la presencia de
Hermanos portugueses y franceses en aquellas tierras.
Los Hermanos
portugueses habían estado en Brasil, acompañando a expediciones de las Armadas
Española y portuguesa y fundaron varios a partir de 1724, año en el que
abrieron el hospital de Pernambuco. También desaparecieron a mediados del siglo
XIX.
Los Hermanos
franceses fundaron hospitales en las colonias de su país, concretamente en las
Antillas (Guadalupe 1685) y en Canadá (1716). La presencia en Canadá fue muy
breve y en el resto se extinguió tras la Revolución francesa.
b) Restauración
de la Orden en América
La restauración
de la Orden en América Latina es obra del Bto. Menni. La ausencia de los
Hospitalarios en el Continente latinoamericano es breve. En efecto, en 1892 el
Padre Casiano Mª. Gasser, General de la Orden, y el Bto. Menni, Provincial de
España, viajan a Argentina para estudiar la posibilidad de una fundación. Las
gestiones no tienen éxito y hay que esperar hasta 1901, fecha en la que la
Orden se restablece en América con la fundación del hospital de San Martín, en
Guadalajara de Jalisco (México).
Tras la
fundación en México, los Hermanos se extendieron a nuevos países: Colombia,
Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador, dependiendo
de las Provincias de España y Portugal como Delegaciones Provinciales. Las
casas de Colombia, que una década antes había rendido tributo con 7 Hermanos
mártires en la Guerra Civil Española, fueron las primeras en erigirse como
Provincia canónica en 1947, bajo la advocación de Ntra. Sra. del Buen Consejo.
En la actualidad cuenta con siete centros y 60 Hermanos. En 1979 se
constituyeron tres Viceprovincias, elevadas a Provincias en diciembre de 1994:
Patrocinio de Ntra. Sra. y Venerable P. Francisco Camacho (Perú, Venezuela y
Ecuador), Ntra. Sra. de Guadalupe (México, Cuba y América Central) y San Juan de
Ávila (Argentina, Chile y Bolivia). Las Comunidades canónicas de estas tres
Provincias son 25 y los Hermanos 180.
Los Hermanos
portugueses volvieron a Brasil en 1963 fundando un hospital en Divinópolis. En
1927 llegaron los Hermanos franceses a Canadá fundando en 1933 el primer
hospital en Montreal.. En 1941 los Hermanos de Canadá, constituía Provincia
canónica el año anterior, fundaron en Estados Unidos, concretamente a Los
Ángeles.
De este
modo, el árbol de la Hospitalidad retoñó de las hondas raíces que el amor
misericordioso de tantos Hermanos había implantado en el Continente que hoy
llamamos de la Esperanza. Volveremos a tratar del presente de la Orden en
América en otro capítulo.
III PARTE
COMPROMETIDOS
EN LA HOSPITALIDAD
Capítulo
quinto
DOCTRINA DE
LA ORDEN SOBRE LA EVANGELIZACIÓN
Durante los
más de 450 años de vida de la Orden, la literatura sobre la labor misionera por
ella desempeñada es abundante, a pesar de ser una Institución más dedicada a la
práctica de la caridad, y por tanto a la acción, que a la escritura. No
obstante, la lista de los escritos es muy amplia, por lo que en la bibliografía
adjunta reseñamos algunos de los más importantes.
1. Iter histórico de las Constituciones de
la Orden
A lo largo
de la historia diferentes textos recogen el espíritu y la misión evangelizadora
de la Orden, fundamentada en el carisma de la Hospitalidad. En nuestras
Constituciones podemos distinguir dos grandes períodos: desde los orígenes
hasta el generalato del Padre Alfieri, y del Padre Alfieri hasta nuestros días.
a) Desde
los orígenes hasta el generalato del Padre Alfieri
Hay que
hacer notar, en primer lugar, que durante 35 años (1550-1585) los Hermanos
vivieron sin normas escritas reconocidas por la Iglesia.
En los 31
años sucesivos (1585-1616) se promulgaron las siguientes Constituciones:
· Intento de
formular unas Constituciones en 1583, promovido por Fr. Baltasar de Herrera. Se
trataba de un proyecto desautorizado en sí mismo, pues San Pío V había puesto a
los Hermanos bajo a la obediencia de los Ordinarios, por lo que no podían
redactar constituciones para todos los hospitales existentes.
· Constituciones
para el Hospital de Granada, dadas por el Arzobispo D.
Juan Méndez de Salvatierra en 1585. Aunque eran expresamente para el Hospital
de Granada, fueron recibidas y cumplidas por los Hermanos de los demás
hospitales.
· Constituciones
para toda la Orden, fruto del primer Capítulo
General celebrado en 1587, una vez aprobada la Orden por Sixto V con el Breve “Etsi
pro debito” (1-X-1586).
· Constituciones
del segundo Capítulo General (1589). A este Capítulo no
asisten los Hermanos de España. Aunque en el prólogo se dice que es la
traducción al italiano de las de 1587, se introducen algunos cambio
significativos.
· Primeras
Constituciones de la Congregación Italiana
(1596), después de la parcial
reintegración de la Orden en Italia.
· Constituciones
para la Congregación Española (1611),
una vez reintegrada totalmente la Orden en España. Aquí comienza jurídicamente
la separación de las dos Congregaciones, que durará hasta 1867 con la
restauración de la Orden en España por el Bto. Menni. Con algunas nuevas
ediciones y variantes en 1640 y 1741, son las definitivas hasta la extinción de
la Orden en España.
· Nuevas
Constituciones de la Congregación Italiana (1616). Son
en realidad las definitivas hasta la reunificación de la Orden, si bien hubo
algunas correcciones de la traducción del latín en 1718.
b) Desde
el generalato del Padre Alfieri hasta nuestros días
· Constituciones
para toda la Orden en 1885. Se hicieron adaptando las
anteriores.
· Constituciones
nuevas en 1926. Son muy distintas, estructuradas y normativas,
fruto de la acomodación al nuevo Código de Derecho Canónico de 1917. Se
reimprimieron en 1950.
· Constituciones
ad experimentum en 1971 según el sentir del Concilio
Vaticano II y tratando de recoger las nuevas orientaciones sobre la Vida
Consagrada de él dimanadas. Por primera vez, los aspectos normativos se
publican a parte en los Estatutos Generales.
· Constituciones
de 1984. Asumen la nueva teología de la Vida Consagrada y recuperan el
sentido original de la hospitalidad, con gran enriquecimiento doctrinal y
pastoral. La mayor parte de las normas se publican en los Estatutos Generales.
2. Principios
sobre la evangelización
Las
Constituciones, con diversos estilos según las épocas, recogen los principios
fundamentales que inspiran en cada momento la misión evangelizadora de nuestra
Orden. Nos detenemos ahora en señalar los más importantes:
a) La
hospitalidad: misión apostólica de la Orden
La
hospitalidad es el núcleo central de la vida de nuestra Orden; el carisma que
San Juan de Dios recibió y de cuya experiencia fundante participamos desde
entonces toda la Familia Hospitalaria; es también el núcleo esencial de nuestra
espiritualidad, como expresan muy bien las Constituciones y los escritos de la
Iglesia y de la Orden; es, por fin, el corazón de nuestra misión apostólica:
“Tanto importa a vuestras conciencias
y al aumento de este hospital y santa casa, la cura y regalo de los pobres, que
es el fin de vuestro Instituto y lo que vosotros más pretendéis” (Const.
1585, Intr.).
“Animados por el don recibido, nos
consagramos a Dios y nos dedicamos al servicio de la Iglesia en la asistencia a
los enfermos y necesitados con preferencia por los más pobres” (Const.
1984, 5a).
b) Consagrados en hospitalidad
ejercemos en la Iglesia el ministerio de la misericordia
Si bien es
cierto que los primeros seguidores de San Juan de Dios vivieron unidos por el
espíritu del Fundador, sin necesidad de normas canónicas para desempeñar su
misión, pronto fueron reconocidos por la Iglesia para ejercer la misión
hospitalaria, consagrados en hospitalidad.
“En virtud de este don (hospitalidad)
somos consagrados por la acción del Espíritu Santo, que nos hace partícipes en
forma singular, del amor misericordioso del Padre... Este amor de Dios,
derramado en nuestros corazones nos impulsa a consagrar al Padre toda nuestra
persona” (Const. 1984, 2b; 10a).
Las citas
serían casi interminables, pues habría que recoger los diferentes aspectos que
a este respecto contienen las sucesivas ediciones de las Constituciones. Sin
embargo, el contenido fundamental es el mismo.
c) Misión sanadora de la Iglesia
mediante
el apostolado de la Orden
Siguiendo a Jesucristo,
que pasó por este mundo haciendo el bien a todos y curando toda enfermedad y
toda dolencia ( Act 10, 38; cf. Const. 1984, 2a), la Orden, desde su Fundador,
ha puesto en el centro de su misión al hombre que sufre y se encuentra
necesitado. A él ha dirigido todos sus desvelos, prolongando, de esta forma, la
acción sanadora del Señor a lo largo del tiempo.
Con
palabras, con gestos y con la entrega de la propia vida, los Hermanos de San
Juan de Dios tratamos de atender integralmente a las personas necesitadas. La
atención espiritual ha sido siempre cuidada con esmero porque, junto a los
cuidados físicos, psíquicos y sociales, sabemos que la fe, vivida con madurez,
es fuente de vida y salud aun en medio de la enfermedad:
“Como Hermanos Hospitalarios hemos sido
llamados para realizar en la Iglesia la misión de anunciar el Evangelio a los
enfermos y a los pobres, sanando sus dolencias y asistiéndolos integralmente”.(Const.
1984, 45a)
d)
Acogida universal
Inspirados
en Jesucristo y a ejemplo de San Juan de Dios, los Hermanos no hemos hecho
nunca ningún tipo de discriminación en el ejercicio de nuestra misión
apostólica. Así lo señalan las Constituciones, y la práctica a lo largo de la
historia lo confirma:
“En este Hospital de Juan de Dios se
curan todas las enfermedades, así de hombres como de mujeres que acuden a él”. (Const.
1585, 10,1)
“Vemos en cada hombre a un hermano
nuestro: acogemos y servimos sin ninguna discriminación, al que se encuentra
necesitado”. (Const. 1984, 45b)
e) Dimensión profética de la misión
hospitalaria
La acción
sanadora de la Iglesia comprende la promoción, el cuidado y la defensa de la
vida. La Orden siempre ha apostado por la vida y ha proclamado su firme
decisión de defenderla y luchar por ella, muchas veces desde el testimonio
humilde y ejemplar del servicio cotidiano a los enfermos, otras con gestos de
denuncia y, en ocasiones, con el testimonio martirial de muchos Hermanos. Todo
ello, y en las diversas circunstancias, al igual que lo hizo San Juan de Dios,
constituye la trayectoria profética seguida por la Orden y recogida, a veces
entre líneas, por las Constituciones:
“Acuérdense nuestros Hermanos que en la
asistencia corporal de los enfermos están obligados a hacer todas las cosas que
la salud de los mismos lo exige... aun con peligro de la vida” (Const.
1926, 225).
“La hospitalidad que hemos profesado nos
compromete a velar para que se respeten siempre los derechos de la persona a
nacer, vivir decorosamente, ser curada en la enfermedad y morir con dignidad” (Const.
1984, 23a).
f) Asistencia técnico-profesional y humanización
Es cierto
que en los últimos años la medicina ha avanzado como nunca, hasta llegar a
cotas insospechadas hace sólo unas décadas. La Orden, desde nuestro Fundador,
fue pionera no sólo por su entrega caritativa y hospitalaria, sino también por
el nivel técnico y profesional que ofrecía en sus hospitales. La preparación en
medicina, cirugía, enfermería, farmacia y otras especialidades, fue una
preocupación permanente, de tal manera que en muchos hospitales de la Orden se
fundaron escuelas de Medicina y Cirugía y Enfermería, donde se formaron muchos
Hermanos: Madrid, París, La Rochelle, Roma, Venecia, Nápoles, Milán, Viena,
Feldsberg, Straubing, Praga, etc.. Otros se formaron en universidades
prestigiosas. En las áreas mencionadas destacaron Hermanos, no sólo en los
hospitales de la Orden, sino también en los ejércitos de los diversos países y
en hospitales civiles, como los Hnos. Chaparro, Ferrara, Bueno, etc.
La
organización hospitalaria y los cuidados asistenciales fueron otros aspectos en
los que los Hermanos tuvieron gran intuición y creatividad, siendo en ello
pioneros. En la actualidad la Orden cuenta con obras de distintos tipos, entre
ellas grandes hospitales muy tecnificados donde se aplican los más modernos
avances.
A lo largo
de su historia, junto a la preocupación
de una asistencia de calidad profesional y técnica, la Orden ha querido
mantener un estilo lleno de caridad y ternura, muy humano, en la asistencia a
los pobres y enfermos. Amor y ciencia, humanización y técnica, son el binomio
que siempre ha tratado de mantener, siendo fiel al estilo de San Juan de Dios y
haciendo real la misión de la Iglesia de ejercer la caridad y curar a los
enfermos:
“La caridad, sin embargo, no debe estar
separada del progreso sino que debe ser la vanguardia, esto es, debe ser
antigua en la caridad y moderna en los medios. Caridad antigua, medios
modernos”.[xiv]
“Los enfermeros dormirán en las salas de
dichos enfermos para acudir con brevedad a sus necesidades”. (Const.
1585, 9,8)
“El médico y cirujano han de ser tales en
ciencia y caridad cuales se requiere para curar tantas enfermedades de tantos
enfermos como en dicho hospital se curan”. (Const.
1585, 11,1)
“Con nuestra misión hospitalaria realizamos
y desarrollamos lo mejor de nuestro ser... Esto supone... la preparación
humana, teológica y profesional como requisito imprescindible para poder
ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas el servicio eficiente que
merecen y justamente esperan de nosotros”. “En el ambiente tecnificado y
consumista de la sociedad moderna... nos sentimos llamados a realizar nuestra
misión con actitudes y modos humanizantes”. (Const.
1984, 43 y 44a)
g) Colaboración con la Iglesia y con otras
Instituciones
La Orden ha
estado siempre abierta a la colaboración con otras Instituciones en el
ejercicio de su misión evangelizadora. Se trata de una constante que hoy se
mantiene y muestra el espíritu de solidaridad y servicio de la Orden.
“Fin segundo de la Orden es el cuidado o
asistencia corporal y espiritual de los enfermos... en las casas propias de la
Orden o en otras a la misma confiadas”. (Const.
1926, I.3)
“Las actitudes de servicio y apertura,
propias de nuestra misión, nos mueven a cooperar con otros organismos de la
Iglesia o de la sociedad en el campo de nuestro apostolado específico”. (Const.
1984, 45e; cf. 47)
h) Misión “Ad gentes”
La Orden
nació casi a la vez que el “descubrimiento” del continente americano y muy
pronto se sumó a la misión evangelizadora con el ejercicio de la hospitalidad.
Aquel inicio
marcó la vocación misionera de la Orden que, dentro de sus posibilidades, se ha
hecho presente en los cinco continentes a lo largo de su historia, llevando el
mensaje del amor misericordioso del Padre a los pobres, enfermos y necesitados:
“Conscientes de nuestra responsabilidad
en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos siempre vivo el espíritu
misionero. Ejercitamos el apostolado misionero impulsando constantemente
nuestra presencia en tierras de misión, particularmente en los países menos
favorecidos...” (Const. 1984, 48)
Siguiendo
esta orientación, que es también la de la Iglesia ( cf Vaticano II “Ad
gentes”), la Orden ha realizado un gran esfuerzo por hacerse presente en
África, América Latina y Asia.
i) El apostolado de la limosna
La limosna
ha sido una práctica apostólica a lo largo de la historia de la Orden. “Hermanos,
haceos bien a vosotros mismos”. Era la llamada de San Juan de Dios al pedir
limosna para su hospital. Hasta hace pocos años, y aún hoy en algunos lugares,
los hospitales vivían de la limosna de los bienhechores de la Orden. En la actualidad, aunque con medios más
modernos y en la mayoría de ocasiones como apoyo a la labor social que la Orden
realiza, sigue formando parte de su misión evangelizadora. Conforme la entendió
San de Juan de Dios, se trata de un verdadero apostolado en favor de las
personas que, con sus bienes, colaboran en la acción caritativa de la Orden,
“Fieles a nuestro espíritu promovemos el
ejercicio de la limosna como forma de apostolado. La entendemos no sólo como
obra de misericordia que nos facilita los medios para ayudar a los necesitados,
sino además como un bien que se hace a sí mismo quien la practica; asimismo,
como anuncio de la justicia y de la caridad, para contribuir a suprimir las
barreras existentes entre las clases sociales”. (Const.
1984, 49b)
j) Unidos a los Colaboradores
La presencia
de Colaboradores en la misión ha sido una característica permanente en la
Orden. Es cierto que, hasta hace pocos años, los Hermanos eran quienes
realizaban la mayor parte de las tareas hospitalarias. Sin embargo, y desde el
Fundador, la Orden ha contado siempre con Colaboradores: médicos, cirujanos,
sacerdotes, auxiliares, bienhechores y numerosas Cofradías y Hermandades en los
centros.
En nuestros
días, dada la modernización de la medicina y de la asistencia, en nuestras
obras se ha integrado un gran número de profesionales con quienes compartimos
la misión. Asimismo, la Orden cuenta
con muchas personas que, integradas en el Voluntariado asociado, ofrecen
su tiempo y su ser al servicio de los enfermos y necesitados.
“Conscientes de nuestra insuficiencia,
buscamos y aceptamos la ayuda de Colaboradores, profesionales o no, voluntarios
o contratados, a los que procuramos comunicar nuestro espíritu en la
realización de nuestra misión”. (Const. 1984, 46b; cf. 51a)
k) Sacerdocio ministerial a título de
hospitalidad
Juan de Dios
llamaba a todos hermanos y se consideraba a sí mismo como el menor hermano. Sus
seguidores constituyeron una Hermandad dedicada al servicio a los pobres y
enfermos y, cuando la Orden fue aprobada por la Iglesia, lo fue como Orden de
Hermanos, según expresa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Vita
consecrata (cf VC 60).No obstante, desde su aprobación, la Orden ha tenido
algunos Hermanos sacerdotes para la atención espiritual y pastoral de los
hospitales y comunidades juandedianas:
“Que en cada uno de los Hospitales
existentes entonces o que se funden en el futuro, pueda haber una Hermano
sacerdote, cuya función será decir misa, celebrar los otros oficios divinos,
administrar los sacramentos tanto a los Hermanos como a los pobres de
Cristo...”. (Bula Licet ex debito, San Pío V, 1572)
“Nuestra Orden es un Instituto laical;
no obstante desde su aprobación, se concedió que algunos Hermanos pudieran
acceder al sacerdocio para proveer al ejercicio del sagrado ministerio entre
los enfermos y nuestras Comunidades y obras hospitalarias”. (Const. 1984,
1c)
3. La dimensión misionera de la Orden
en los escritos de nuestros Hermanos
La dimensión
misionera constituye un valor esencial en la vida de los Hospitalarios. Nuestra
historia y tradición están llenas de testimonios que así lo confirman.
Ofrecemos seguidamente algunos de los testimonios escritos más significativos,
en los que aparece la preocupación, animación y dedicación al fomento de la
acción misionera en nuestra Orden. En
aras a la brevedad, tomaremos solamente los escritos de los Hermanos a partir
del Padre Juan Mª. Alfieri.
a) Padre
Juan Mª. Alfieri
Nombrado
General el 19 de mayo de 1862, ostentó esta responsabilidad hasta su muerte en
1888. Figura destacada en la vida de la Orden, su profunda vocación
hospitalaria, amor a los pobres y enfermos, a la Iglesia y a su Orden, junto a
sus dotes de inteligencia y espíritu emprendedor, hacen de él la persona que se necesitaba en aquellos años
difíciles de la segunda mitad del siglo XIX.
Impulsó la
restauración en España, Portugal y América; animó a los Hermanos de Italia a
mantenerse fieles y firmes en la misión de caridad con los enfermos, sobre todo
cuando llegó la supresión de las Ordenes religiosas en ese país (7-VII-1866).
Lo mismo hizo con los hospitalarios de las otras Provincias.
Escribió
muchas cartas, entre ellas 26 circulares para reavivar el espíritu de caridad e
inculcar la exacta observancia y formación de los jóvenes religiosos.
Señalamos, como muestra, alguno de sus escritos:
“Exhorto y mando que todos, y en todos
los lugares donde se encuentren vuestros hospitales, presten al pueblo toda la
ayuda que sea posible, también en la prevención de desastres, y por medio de
vuestros superiores ofrezcan a las autoridades competentes, eclesiástica y
civil, vuestra obra y también vuestros locales, conservando siempre vosotros la
dirección y la asistencia”.[xv]
“A este nuestro muy querido hijo
(Benito Menni) en Cristo, mandamos ahora a Francia y a España, en donde
permanecerá por el tiempo que Nos dispongamos para que promueva el incremento y
bien de nuestra Orden al tenor de nuestras Constituciones e Instrucciones
Nuestras y de la Santa Sede. Por lo cual, en gran manera recomendamos en el
Señor a los Venerables Obispos y Superiores Eclesiásticos y Regulares y con
todo encarecimiento les rogamos le presten en todo eficaz protección”.[xvi]
b) Beato
Benito Menni
Nació en
Milán en 1841, fue restaurador de la Orden en España, Portugal e
Hispanoamérica, fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del
Sagrado Corazón de Jesús, General de la Orden Hospitalaria y murió en Dinán en
1914.
Podemos
decir que su labor hospitalaria fue, sobre todo, misionera. A los 26 años salió
de Italia para desempeñar la misión que iba a marcar su vida: restaurar la
Orden en España, Portugal y América.. Mostraba así su disponibilidad:
“Escribía al reverendísimo P. Alfieri,
entonces Superior General de nuestra Orden, diciéndole que de tal modo me
sentía animado del deseo de trabajar en bien de nuestro Instituto hospitalario
que me ofrecía a su paternidad reverendísima para que me mandase a donde
creyere más conveniente, a fin de practicar la santa hospitalidad”.[xvii]
Las cartas
escritas por el Bto. Menni fueron abundantes: 463 a los Hermanos, 870 a las
Hermanas Hospitalarias y otras muchas, sobre todo en sus primeros años en España.
Recogemos sólo algunos fragmentos que testimonian su vocación y entrega
misionera.
“Dentro de
pocos días yo mismo acompaño al primer equipo de religiosos nuestros que han de
ir a América... Empresa ardua y difícil, superior a nuestras fuerzas, que empero
fiados en los auxilios de Dios esperamos llevar a feliz término”.[xviii]
Intentó,
además, extender la Orden a Río Muni y Filipinas
“He recibido su atenta del 30, y
también el mapa de Río Muni, en el que veo que dicho país ha sido adquirido
para España. Tal vez no tendría inconveniente en enviar algunos Hermanos; pero
sería preciso que el Gobierno considerara a los individuos de nuestra Orden
como Misioneros, o sea, que les declare exentos del servicio militar. Así que
espero que su bondad me diga si Ud. podría influir para conseguirlo”.[xix]
“Mediante la voluntad del Señor, será un
hecho la llegada de los Hermanos de nuestra Orden Hospitalaria a esas Islas
Filipinas, pero no irán a encargarse de hospitales... sino a fundar en ese
archipiélago un asilo para dementes...”.[xx]
Siguiendo la
tradición de la Orden, mostró su espíritu hospitalario y misionero en la
permanente disponibilidad para atender a los enfermos y necesitados allí donde
estuviesen, especialmente en caso de epidemias y catástrofes:
“Excmo. Sr. Las gravísimas noticias que
publican los periódicos sobre el estado sanitario del Manicomio de San Baudilio
de Llobregat mueven al abajo firmado... a ofrecer a VE, en nombre de la dicha
Corporación de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios y de las Hermanas
Hospitalarias de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón de Jesús, el personal necesario
para la asistencia de los coléricos en el referido Manicomio de San Baudilio”.[xxi]
En sus
muchos escritos encontramos recomendaciones y orientaciones dadas a los
Hermanos sobre el servicio y la hospitalidad para con los enfermos y pobres:
“Por lo mismo, en virtud del voto de
Hospitalidad, cada uno de los individuos profesos de nuestra Orden está
obligado a prestar a los enfermos, sean pobres, sean ricos, que la obediencia,
de conformidad con los fines de nuestro Instituto le encarguen, aquellos
servicios corporales y espirituales que necesite, y según sus aptitudes y
facultades les pueda prestar”.[xxii]
c. San
Ricardo Pampuri
Nació el 2
de agosto de 1897 en Trivolzio (Pavía). Tras una infancia y juventud
ejemplares, en junio de 1921 se doctoró en Medicina y Cirugía y, desde 1922
hasta su ingreso en la Orden, ejerció como médico en Morimondo. Ingresó en la
Orden como postulante el 22 de junio de 1927 y emitió sus votos temporales el
24 de octubre de 1928. Murió en Milán el 1 de mayo de 1930.
Destacó por
su bondad, sencillez, candor y profunda vida espiritual. De sus escritos, 146
cartas, y en relación al tema que nos ocupa, destacamos su gran sensibilidad religiosa y misionera.
En su celo
por las misiones tuvo mucho que ver su hermana, Sor Longina. Perteneció a la
Congregación de las Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María y
permaneció en Egipto durante más de 60 años. La relación epistolar con ella fue
extensa (66 cartas), llena de ternura y profundidad espiritual. San Ricardo le
manifestaba sus deseos de amar y servir a Dios y encontrar la mejor forma de
responder a su llamada:
“Habrás comprendido cómo en el buscar
el camino por el cual quiere el Señor que le sirva, no pocas veces se me ha
dibujado ese tan glorioso del misionero; pero demasiadas veces la pequeñez
física, y más todavía la moral, me disuadieron de él. Y, sin embargo, con
cuánta vehemencia abrazaría ese estado, si la Providencia divina me lo indicase
como lo más conveniente para mí”.[xxiii]
“El día 3 tuve ocasión de hablar con el
R.P. Provincial de la Orden de San Juan de Dios, en la que se me había
aconsejado entrar hace unos años, y me dijo que gustosamente me acogería (si
tuviese esa ocasión) a pesar de mi salud un poco enfermiza y la duda de la
pleuritis. Como tú ya sabes, desde hace tiempo yo sentía la necesidad de una
Regla para poder perseverar en una vida digna sin peligro de graves caídas, Por
eso he aceptado tan fraternal oferta y el día 6 he presentado la petición de
admisión, confiando exclusivamente en la bondad y misericordia de Dios”.[xxiv]
San Ricardo
desempeñó su acción apostólica y misionera en la atención a los enfermos y
necesitados. Su diligencia y profesionalidad no conocía límites, a pesar de su
frágil salud:
“Ruega también por mis enfermos, para
que, con la ayuda de Dios, yo pueda proporcionarles un verdadero alivio”.[xxv]
La Orden
acogería al médico santo, llamado por Dios a vivir la consagración
hospitalaria. Vivió en ella apenas tres años, pero llenos de amor, humildad,
entrega y testimonio de hospitalidad. Sirvió como formador de jóvenes
religiosos que se preparaban para enfermeros y como médico en Brescia. Se hizo
querer de todos, enfermos y religiosos, por su vida ejemplar:
“Ruego tanto por nuestros muy queridos
enfermos para que puedan encontrar en nuestros hospitales la salud espiritual y
también abundantemente la material, cuando sea para la mayor gloria de Dios y
la salvación de los mismos”.[xxvi]
d) Padre
Efrén Blandeau
Nombrado
Superior General por Decreto de la Sagrada Congregación de Religiosos el día 15
de enero de 1939, su servicio de gobierno y animación duró hasta el 26 de abril
de 1953. Fue persona sencilla, dotado de gran bondad e inteligencia, lo que le
llevó a ser querido por todos.
Tuvo que
realizar este servicio durante la Segunda Guerra mundial, distinguiéndose por
su preocupación en acompañar los distintos eventos que las Provincias y los
centros afectados pasaban. En dos de sus cartas da a conocer a la Orden la
situación en la que habían quedado los centros y el número de religiosos
muertos, desaparecidos y presos.
En una de
sus cartas a toda la Orden, valoraba así nuestro apostolado:
“Seamos apóstoles por nuestro testimonio
personal, en el cumplimiento de los deberes cotidianos, por muy humildes y
modestos que puedan ser. Actuando así responderemos al sentir del Santo Padre
que, hablando a la Acción Católica, declara que los hospitalarios son por su
vocación caritativa, los pioneros de la acción católica”.[xxvii]
e) Padre
Moisés Bonardi
Fue elegido
Superior General de la Orden el 26 de abril de 1953, ostentando esta
responsabilidad hasta 1959. Mostró especial sensibilidad y preocupación por las
obras misioneras y por la formación de los religiosos destinados a ellas.
Destacamos algunos párrafos de sus escritos:
“San Juan de Dios soñó la vida de
misionero entre los desiertos de África; nosotros, sus hijos, en este Año
Mariano, como homenaje a la Virgen Santísima, traducimos en acto el deseo del
Santo Fundador y llevamos su obra de evangelización, confiada a la caridad,
entre las gentes aún lejanas de la fe y de la civilización”.[xxviii]
“El ideal misionero se va difundiendo
y toma consistencia y fuerza en las filas de nuestra Orden. Nosotros acogeremos
de buen grado todas las iniciativas que surjan del fervor misionero y,
unificándolas, las presentaremos a todas las Provincias para que tomen parte y
nos den el contributo de su colaboración. En esta carrera de fe y generosidad,
todas las Provincias, aún las más pequeñas y pobres de sujetos y medios
económicos, podrán encontrar su puesto de honor y de trabajo”.
“Por lo tanto, es indispensable que
los religiosos que se destinen a las tierras de misiones, sean antes preparados
convenientemente”.[xxix]
f) Padre Higinio Aparicio
Fue nombrado
Superior General de la Orden el día 26 de abril de 1959, desempeñando esta
responsabilidad hasta 1971. En continuidad con el Padre Moisés Bonardi impulsó
la extensión de la Orden por tierras de misión y mostró especial interés por la
formación y la adecuada inserción de los Hermanos en aquellos países y en sus
culturas. Destacamos algunos textos de sus cartas circulares:
“Tenemos que agradecer al Señor el
momento y expansión que actualmente ha conseguido la Orden a través de las
provincias Españolas, tanto en la Península como en tierras de América y África
más recientemente”.[xxx]
“Aprovecho la oportunidad para
informarles que la Orden tiene ya un hospital misional en la India..., en el
estado de Kerala y diócesis de Chanagacherry, de rito malabar. Esta nueva
fundación ha sido realizada por la Viceprovincia Rhenana”.[xxxi]
“El religioso que reside en una tierra
extranjera ha de considerar, como uno de sus primordiales deberes, el de
esforzarse en adaptarse al ambiente cultural del país donde habita...Procúrese
por parte de los religiosos la adaptación a las costumbres del país, a su
género de alimentación, formas sociales y hasta modismos de lenguaje que allí
son propios... En los Centros de formación... debe irse disponiendo el ánimo de
los jóvenes para vivir el día de mañana en cualquier lugar donde la obediencia
pueda enviarles... creando en ellos una mentalidad de universalismo cristiano
para que sepan amar, respetar y comprometerse con la nación donde se les
destine”.[xxxii]
4. La acción misionera
según el pensamiento de nuestros misioneros
En este
apartado recogemos el pensamiento y el testimonio de varios Hermanos que en la
actualidad ejercen su apostolado en distintos lugares del mundo. Sus palabras
aportan realismo y vida a la presente reflexión.
a) Hno.
Antonio Leahy. Papua Nueva-Guinea[xxxiii]
La llamada a trabajar en las obras
misioneras de la Orden es un regalo y una herencia que todos los Hermanos hemos
recibido de Jesús y de nuestro Padre San Juan de Dios. Nuestra misión es llevar
la Buena Nueva de Jesús, según el estilo de San Juan de Dios, a aquellos con
quienes nos encontramos cada día.
Los Hermanos estamos en Papua Nueva-Guinea desde 1971.
Nuestro deseo es continuar la obra de San Juan de Dios
respondiendo a las necesidades específicas del país, dedicándonos,
especialmente, al cuidado de los disminuidos físicos y psíquicos.
La pequeña semilla se ha convertido en un
pequeño pero saludable bosque. El fertilizante que ha ayudado a este
crecimiento ha sido la aceptación de candidatos nativos como Postulantes y
después como Hermanos. Hoy la misión en Papua Nueva-Guinea abarca dos campos:
1.- Atender a los necesitados,
especialmente al enfermo y al pobre.
2.- Ayudar en el discernimiento de las
vocaciones nativas.
Ahora la esperanza y el sueño de la Orden
es que el pueblo de Papua Nueva-Guinea pueda conocer el amor de Dios a través
del conocimiento y la obra de Juan de Dios, para que ellos mismos sean
misioneros en medio de las personas con las que trabajan y viven.
b) Hno. Fortunatus
Thanhauser[xxxiv]: los
Hermanos de San Juan de Dios en la India
Después que
los Hermanos de Portugal fundaran en Goa hace varios siglos, la misión vuelve
de nuevo a la India terminado el Concilio Vaticano II, a raíz de la visita que
un obispo indio hizo a Alemania en el año 1964. Este prelado había estado otras
veces en el hospital de la Isla Tiberina en Roma, quedando impresionado de la
dedicación de los Hermanos a los pobres enfermos. Esto le hizo pensar: “¡Si yo
pudiera tener a estos Hermanos en mi diócesis, en la India!” Finalmente, los
Hermanos se dispusieron para ir a la India.
Venciendo toda clase de dificultades, tres
Hermanos consiguieron visado para la India. Los primeros Hermanos, llegados
desde Alemania, fueron Fr. Fortunatus y Fr. Prakash. Llegaron a Kattappana el
19 de noviembre de 1.969 y abrieron un pequeño dispensario con la ayuda de un
médico indio y algunas religiosas. Este dispensario, con 20 camas, fue
creciendo a largo de 25 años hasta convertirse en un hospital con 275 camas y
18 médicos, incluidos los especialistas.
Viendo las necesidades, y con el consejo de
los médicos, se construyó el Long-Time-Hospital con una capacidad de 150
camas para pacientes crónicos, ancianos, y una sección para niños disminuidos.
En el hospital casi no hay conversiones,
mientras que en el Long-Time-Hospital (la Casa de los Pobres) las
hay frecuentemente, aunque nadie es dirigido ni forzado. Lo mismo sucede con
los niños de la escuela, donde son atendidos 56 niños externos. En el hospital
de Kattappana hemos llevado a cabo varios intentos de realizar una pastoral de
la salud más organizada, puesto que la misma es, principal o únicamente,
entendida como administración de los últimos sacramentos.
Puesto que Kattappana se encuentra en un
lugar apartado, era difícil disponer de sacerdotes y maestros para el
Noviciado, por lo que se estableció en Madras-Poonamallee, cerca del Seminario
de los Padres Salesianos. Junto a la casa del Noviciado, desde 1981, hay una
pequeña Casa del Pobre (Poor Home) y un dispensario.
Llamados por el Obispo de Kandwa, en el
Estado de Madhya Pradesh, en 1986 se inició una nueva obra en Deshgaon, cerca
de Kandwa, abriéndose un centro de salud y un dispensario. En este Estado las
conversiones están prohibidas por el gobierno.
c) Hno.
Savio Tran Ngoc Tuyen[xxxv]: Bién-Hóa (Vietnam)
Los
Hermanos canadienses llegaron a
Vietnam en enero de 1.952 y permanecieron hasta septiembre de 1.975.
Durante la guerra soportaron muchas pruebas para poder transmitir el espíritu
de San Juan de Dios a los Hermanos vietnamitas. Fueron un gran testimonio de
evangelización por su acción hospitalaria.
Gracias a su perseverancia y sacrificio
consiguieron formar a los Hermanos vietnamitas, siendo ésta la razón por la que
nuestra Orden existe hasta nuestros días a pesar de no haber llegado nuevos
Hermanos misioneros desde hace 20 años.
Desde 1975 hasta nuestros días, los
Hermanos vietnamitas se esfuerzan por adaptarse a las circunstancias del
régimen socialista para continuar viviendo según el espíritu de San Juan de
Dios y la espiritualidad de nuestra Orden, a pesar de tantas dificultades como
hay. “San Juan de Dios sigue vivo en nuestro tiempo”.
La acción
misionera en Vietnam:
· Objetivo: Las
personas pobres de los pueblos aislados y lejanos.
· Acción: Formar a
las gentes en la prevención y la higiene, curar las enfermedades en el inicio
de las mismas y curar a domicilio.
· Medios: Los
económicos y financieros precisos. Hermanos, de dos a cuatro en cada pueblo
· Utilidad: Para la
Orden resultará fácil instalar una casa en la que se podrían hacer muchas
cosas, sería un signo sensible, un testimonio; para las gentes supondría poder
atender a muchas más personas y conocerían más nuestra Orden; los precios
serían baratos y la atención más cuidada.
d) Hno.
Manuel Nogueira[xxxvi]: Nampula (Mozambique)
Nuestra oportunidad misionera: Lo sabemos
bien, toda la Iglesia es misionera y misioneros son todos los entes y
organismos que componen la Amada Esposa, continuando así el Ministerio del
mismo Cristo. Es también cierto que todos estos organismos deben asumir el
encargo misionero de acuerdo con su propia naturaleza y carisma, utilizando los
medios adecuados. Por tanto, a nosotros nos corresponde ser misioneros de la
caridad hospitalaria, puesto que éste es nuestro carisma y nuestra tarea:
expresar el amor del Padre hacia los necesitados de todo tipo.
Resulta, por tanto, evidente lo oportuno y
adecuado que es nuestro modo de colaborar en la construcción del Reino de Dios
en las actuales circunstancias. En efecto, cuanto más variadas son las voces y
llamadas de nuestro mundo, más evidente es la urgencia del testimonio a través
de las obras, como entrega al servicio de las miserias humanas.
Pero si nuestras posibilidades son grandes,
otro tanto lo es nuestra responsabilidad. No es válido cualquier tipo de
preparación de nuestras obras y nuestros Hermanos para conseguir una eficaz
acción misionera.
Algunas condiciones para el éxito misionero:
Obras adaptadas a las condiciones. Sabemos que hoy la actividad
hospitalaria, como cualquier otra, puede convertirse en una actividad
apostólica interesada, incluso explotadora. Esto debe significar para nosotros
una advertencia a la hora de decidir qué tipo de obras debemos organizar o
debemos dejar, según sean las circunstancias. Es obvio que nuestras obras deben
estar particularmente abiertas a los más necesitados, a quienes otros
organismos rechazan, a quienes sólo pueden contar con nosotros. De aquí se
deduce que la rigurosa selección de los pacientes o enfermos que acojamos en nuestras obras puede ser signo de un
trabajo bien organizado, pero quizás no lo sea tanto de un desarrollado sentido
de caridad. El verdadero hombre de caridad tiene, como tuvo nuestro Fundador,
un corazón sensible a todos los necesitados y no sólo a una parte de ellos. Por
eso, si una obra debe especializarse en una determinada rama o aspecto de la
asistencia sanitaria, sería a la vez muy conveniente que funcionara en ella un
sector de atención a casos de urgencia y de gran necesidad de ayuda. Nunca debe
ser excluido un pobre. Una puerta abierta y un rayo de esperanza ha de haber
también para los más desafortunados.
Apertura y colaboración con y hacia
todos: Otra preocupación ha de ser la apertura y colaboración con todos los
organismos, sobre todo si trabajan en nuestro mismo campo sanitario. Cuando se
llega a un sitio desde lejos y se ha tenido una formación alejada de la vida
real, existe el peligro de considerarse a sí mismo modelo y patrón,
malinterpretando a quienes piensan o actúan de manera distinta a la
nuestra. Debemos hacer frente a esta tentación y cultivar el espíritu de
apertura y colaboración con todos, hacia todos y de todos.
El apostolado de la limosna: El
apostolado de la limosna, tan querido por nuestro Santo Fundador y sus primeros
seguidores, ¿no está hoy en crisis entre nosotros como consecuencia de la
tendencia a abrirnos preferentemente a quienes pueden pagar o a quienes tienen
quien pague por ellos? Y en una época en que cada día los ricos son más ricos y
los pobres más pobres, ¿qué mejor podemos hacer (que la limosna), dentro de
nuestro carisma, para acercar los unos a los otros e, incluso, para prevenir
las revueltas sociales en lo que de nosotros dependa?
Nuestra identidad eclesial y de
consagrados: Finalmente una mirada sobre la conveniencia en nuestra acción
caritativa de mostrar lo que somos, es decir, miembros de la Iglesia y
consagrados. Ya sea en un ambiente cristiano o musulmán, oriental o animista,
somos siempre elegidos por Cristo, investidos y enviados por su Iglesia para la
extensión de su reino de amor compasivo y misericordioso. La gente debe saber y
notar esto. Deben palpar que nuestro estilo de vida y el amor con el que los
tratamos proceden de Dios y se basan en la doctrina y ejemplo del Señor Jesús.
En resumen, que nuestras obras y nuestras
relaciones con todos, sobre todo con los más desfavorecidos, testimonien
nuestra adhesión a Cristo. Así seremos para todos un rayo de la Caridad de
Dios, paliando la falta de amor que tanto empobrece la sociedad.
e) Hno.
Ricardo Botifoll[xxxvii]l.
Lunsar (Sierra Leona)
Obviamente, el inmediato objetivo de la
actividad de la Orden en los países en vías de desarrollo tiene que ser de
naturaleza médico-sanitaria: ya sea a nivel de hospitales, dispensarios o de
centros de cuidados primarios de salud. Cada vez se debe tener más en cuenta
que la actividad sanitaria no puede quedar a la libre iniciativa de cada
institución, funcionando desligada de la red sanitaria estatal, sino que
necesita una coordinación, por no decir integración, con los organismos
estatales e internacionales (OMS, sociedades de lucha contra la tuberculosis,
la lepra, etc.). Los impresionantes éxitos conseguidos con las inmunizaciones
de niños (sarampión, tétanos, polio) y los que se vislumbran ya con la vacunación
antipalúdica, marcan esta dirección.
Un riesgo contra el que hay que precaverse
es el de pretender hacer las cosas demasiado bien hechas, es decir, el
proponerse que nuestros centros hospitalarios en estos países tengan un nivel
de técnicas y comodidades comparables con los hospitales europeos. Con ello
sólo conseguiríamos que los beneficiarios resulten ser la minoría de gentes
ricas y que nuestros centros quedasen fuera del alcance de la gran mayoría de
pobres a los que, teóricamente, hemos venido a asistir. Es un peligro real.
Podríamos hacer muchos otros comentarios,
pero no caben en el breve espacio que se me ha asignado. Pero permítaseme una
reflexión que es un poco obsesiva para mí: nuestra acción misionera debe
pretender también mejorar el mundo europeo del que procedemos. Trabajamos en
África persuadidos de que desde aquí ayudamos a nuestra vieja Europa.
“Hermanos, haceos bien a vosotros mismos dando para los pobres...”. Este
simple pero incisivo pregón juandediano, lo seguimos proclamando desde nuestros
rústicos hospitales de la selva, de cara al norte, saciado pero insatisfecho.
El quehacer de nuestras manos quiere ser una oración para que Europa crea, de
veras, en el sermón de la montaña, “en obras y en verdad”. Esta es nuestra
esperanza y una razón más en la que fundamentamos nuestro compromiso misionero.
f) Hno.
Rafael Teh[xxxviii].
Monrovia.
África es un continente de pueblos
marginados, agitado a causa del tribalismo o rivalidades étnicas. Violencia,
golpes de estado, problemas de refugiados de las guerras civiles, violaciones
de los derechos humanos, explotación por parte del poderoso, hambre, pobreza,
enfermedad, desesperación y muerte. La ausencia de paz y de justicia han sido
la causa principal de este conjunto de problemas en África. La injusticia está
profundamente arraigada en muchas estructuras pecaminosas del continente. Así
es. Hay unos pocos ricos con abundantes propiedades y muchos desheredados sin
tierra y extremadamente pobres. El poder de unos pocos y la impotencia y
esclavitud de la mayoría.
Los retos de África sobre la salud son:
malnutrición crónica, dolencias diarréicas asociadas a las malas condiciones
domésticas del agua y sanitarias, malaria y otras enfermedades contagiosas. El
SIDA y la financiación de la salud. El alto índice de mortalidad infantil es
causado por la malnutrición crónica y falta de higiene, males que pueden
prevenirse desde cuidados primarios.
La crisis económica y el recorte de los
presupuestos están contribuyendo a una situación más pobre en la atención
sanitaria. El prohibitivo coste de los medicamentos y de las estancias en el
hospital hacen imposible el acceso de mucha gente, especialmente del mundo
rural, a los cuidados médicos que requieren. La enfermedad y la pobreza forman
un círculo vicioso: uno cae enfermo porque es pobre y se hace más pobre porque
está enfermo.
La arriba mencionada es la situación en la
que nos movemos en nuestra diaria misión hospitalaria. Yo lo veo: nuestro
centro hospitalario es como un oasis en medio del desierto. Puedo dar
testimonio de ello, especialmente aquí en Monrovia, donde nuestro hospital ha
permanecido activo en medio del fragor y los estruendos de la guerra como una
“casa de Dios”, en la cual se reciben a todas las personas. Es muy gratificante
ver las muestras de consuelo y las sonrisas de los enfermos y necesitados que
podían llegar a este oasis, aunque sólo fuese para apagar su sed o para pasar
su último día camino de la eternidad. Vienen contentos por el trato humano que
reciben, porque tienen una cama y sábanas limpias para descansar, aun cuando
esto no sea más que por unos minutos. ¡Cómo deseo que este oasis
hospitalario pudiese extenderse a través de todo ese desierto, especialmente en
las periferias!
Algunas veces me dan ganas de gritar, por
la frustración e impotencia que siento, por no ser capaz de cambiar las
estructuras pecaminosas de la sociedad. Diariamente descubrimos el rostro del
Siervo Sufriente, al ver tanta gente sumida en la pobreza, la explotación y la
incultura, viviendo situaciones verdaderamente infrahumanas. Por otra parte,
tengo el consuelo de que el acto que el misionero hospitalario realiza es
Missio Dei, realidad de Dios y misterio eterno. Cuando llegamos a nuestros
límites humanos, El nos conduce a través de las fronteras creadas por la
voracidad humana. El espíritu hospitalario de generosidad y magnanimidad es el
que nos motiva a permanecer abiertos para explorar nuevos caminos que nos
acerquen más al servicio de las personas marginadas y haga más efectiva nuestra
misión. La nueva hospitalidad nos invita a pasar del centro a la periferia, a
buscar nuevos métodos para la transformación del mundo del pobre y de su
entorno o de las malvadas estructuras sociales que conllevan estas humillantes
condiciones.
g) Hno.
Juan Bautista Carbó[xxxix].
Lomé (Togo)
Desde la perspectiva africana puedo afirmar
que la acción misionera desarrollada por la Orden durante su historia, y de una
forma especial en los últimos cincuenta años, ha sido fecunda y más extensa de
lo que a primera vista puede parecer.
La misión hospitalaria ha estado en
consonancia, desde el principio, con lo que nos propone la Redemptoris missio
en el número 42: “El hombre contemporáneo cree más los testigos que los
maestros, la experiencia que la doctrina, la vida y los hechos que las teorías.
La primera forma de misión, el testimonio de la vida cristiana, es
irremplazable...”.
Cuando hoy en día vemos los lugares en que
la Orden está presente, en la mayoría de los casos constatamos que alrededor
del centro hospitalario se han desarrollado núcleos de población, habiendo
contribuido la presencia juandediana al desarrollo social, económico y
religioso (en algunos lugares los Hermanos han precedido a los ”misioneros”
oficiales).
Esto no quiere decir que no se hayan tenido
lagunas, pero éstas han sido debidas más al ímpetu del querer hacer y atender
tanta necesidad, que a falta de voluntad o deseo.
El futuro del carisma hospitalario tiene en
África una gran base de implantación y desarrollo, fundamentalmente para los
Hermanos africanos, pero al mismo tiempo es un reto para toda la Orden. El
futuro es esperanzador, pero se necesita la colaboración de todos para apoyar
este crecimiento, que es bastante rápido y que puede desbordarnos.
La Orden debe concretar cómo quiere estar
presente en estas tierras, pues sus necesidades son muchas y en el futuro la
Iglesia africana tendrá un gran peso en la Iglesia universal.
Además, tenemos una gran responsabilidad, ya que somos uno de los pocos Institutos masculinos que nos dedicamos por entero al servicio del pobre y del enfermo, debiendo por lo tanto abrir nuevos cauces y ayudar a implantar el carisma de la misericordia en estas nuevas iglesias, tan ricas de contenidos, de vida, de mujeres y hombres abiertos al más allá.
Capítulo sexto
ORGANISMOS
AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN
Toda la
estructura jurídica y organizativa de la Orden está orientada a animar, apoyar
e incrementar el sentido apostólico de los Hermanos y la acción evangelizadora
mediante el servicio a los enfermos y necesitados que, junto con los
Colaboradores, realizan en la Iglesia.
En el
presente capítulo nos limitamos a elencar los medios que la Orden ha orientado
expresamente a apoyar la acción de la Orden en los países en vía de desarrollo,
distinguiendo los que tienen una dimensión universal, por haber sido o estar
promovidos por la Curia General y los que ha promovido y mantienen una o varias
Provincias de la Orden.
1. Organismos
de la Curia General al servicio de las misiones
a) Secretariado
de Misiones
Durante el
generalato del P. Moisés Bonardi, varias Provincias de la Orden orientaron
Hermanos y recursos a la acción evangelizadora en África y buscaban el modo de
hacerlo también en la India. Era un momento de resurgir vocacional en varias
partes que, como es normal, suscitaba y alentaba el compromiso misionero de los
Hermanos.
Con el fin
de “estimular, incrementar, desarrollar y regular el prometedor movimiento
orientado a hacer resplandecer la llama de la caridad hospitalaria de nuestro
Padre San Juan de Dios también entre las ovejas que no son del redil de Cristo,
para que puedan escuchar su voz y de este modo “haya un sólo rebaño y un sólo
pastor” (Jn 10, 16)”[1], en la
sesión del 19 de octubre de 1957, el Definitorio General aprobó los Estatutos
para las Misiones de la Orden.
A partir de
entonces, la Curia General ha intentado realizar el objetivo indicado,
promoviendo no sólo ayudas económicas sino, sobre todo, dando orientaciones y
organizando medios que ayudaran a los Hermanos a prepararse debidamente antes
de ser destinados a países en vías de desarrollo, a mantener vivo el espíritu
misionero en todos los Hermanos y, más recientemente, a aplicar los criterios
formativos de la Orden en África, América Latina, Asia y Oceanía.
El Curso
para Hermanos misioneros celebrado en Roma del 5 al 13 de febrero de 1980, fue
un momento importante de reflexión y comunión para nuestros Hermanos
misioneros que, además de la
oportunidad de actualizarse teológica, carismática y pastoralmente, sirvió para
que cada uno de los participantes pudiera comprobar, en el diálogo con los
demás Hermanos, la universalidad del compromiso misionero de la Orden. Era
Superior General el Hno. Pierluigi Marchesi.
La Carta
Misionera, de la que se habla en otro lugar, es también fruto de la reflexión y
animación realizada durante el primer generalato del P. Marchesi. Los esfuerzos
de este momento se orientaban, sobre todo, a coordinar la formación en África y
a crear una cultura universalista de los Hermanos misioneros, cuyos resultados se
recogerían años más tarde.
b) Fondo
de Misiones
Durante la
Reunión de Superiores de la Orden, celebrada en Roma en octubre de 1989, se
aprobó la constitución de un Fondo Común para las Misiones de la Orden,
“destinado a asegurar la continuidad del apoyo económico a las actividades
asistenciales que se realizan en los centros misioneros de la Orden”, previendo
que comenzara a funcionar a partir del 1 de enero de 1992.
Desde el
momento de la aprobación y su entrada en funcionamiento, estaba previsto:
· enviar a los
Hermanos Provinciales el proyecto de constitución del Fondo Común, solicitando
opiniones, sugerencias y que indicaran el aporte económico que podrían hacer
durante los dos primeros años;
· constituir
en la Curia General un grupo de trabajo para dirigir la fase preparatoria;
· profundizar
en la posible coordinación de las ONG’S promovidas por la Orden y procurar
relacionarlas entre sí.
El
Reglamento del Fondo Común de Misiones fue publicado en febrero de 1992. Entre
los objetivos, señala:
· La Orden constituye
un Fondo común de Misiones para sostener y potenciar esta forma de apostolado;
· Se
constituye haciendo valer el principio de la universalidad, queriendo llegar a
largo plazo a afrontar los costos de todas las realidades misioneras de la
Orden.
A partir de
su entrada en funcionamiento en enero de 1992, “tendrá una primera fase cuya
responsabilidad recaerá fundamentalmente
en las Delegaciones Generales de África y del Vietnam”.[2]
c)
Escuela de Misionología de Roma
La formación
de los Hermanos fue una de las principales preocupaciones y tareas del Padre
Moisés Bonardi, quien advertía muy especialmente las lagunas existentes en el
campo misionero:
“No podemos ocultaros que nuestra Orden
se ha embarcado en esta actividad -misionera- sin preocuparse mucho de la
preparación específica de los sujetos”[3].
La Escuela
de Espiritualidad, y su sección anexa de Misionología, fue erigida en Roma el
año 1955, siendo aprobados sus Estatutos el 17 de noviembre del mismo año por
el Definitorio General y confirmada plenamente por el Capítulo General de 1959.
Se inauguró el 14 de octubre de 1956.
Los
objetivos y fines de la Escuela de Misionología vienen determinados por el
artículo 31 de sus Estatutos:
“Considerada la actividad misionera que
desarrollan algunas Provincias de la Orden y las exigencias especiales de tal
apostolado, en creciente desarrollo, en la Escuela Internacional de
Espiritualidad, se anexa una SECCIÓN MISIONERA especial, cuyo fin es el de
preparar espiritualmente, moral y culturalmente los religiosos destinados a las
misiones”.
El Padre
Bonardi exponía los fines de la Escuela de la siguiente manera:
“La Escuela que se abrirá en Roma el año
escolar 1956-57 se dispone a dar a los misioneros todos aquellos conocimientos
jurídicos, canónicos, lingüísticos, sanitarios y profilácticos para que puedan
asumir sus deberes de apostolado y profesionales, con la certidumbre y
serenidad de una adecuada preparación”[4].
Respecto a
los destinatarios, el artículo 33 de los Estatutos establecía los requisitos
para acceder a la Escuela de Misionología:
“Las Provincias que deseen o prevean
desarrollar en el futuro actividades misioneras, deben enviar a esta Sección
misionera, aquellos religiosos profesos de votos solemnes, que deseen destinar
a las misiones. Los religiosos deben poseer los requisitos físicos,
intelectuales y morales que son necesarios para el apostolado hospitalario en
tierra de misiones”
Los
criterios fundamentales del programa de estudios para la sección de
Misionología vienen determinados por los artículos 34 y 35 de los Estatutos:
“Los alumnos misioneros asistirán por un
año o dos a algunos de los cursos del Pontificio Instituto Misionero
Científico, situado en el Pontificio Ateneo Urbano de Propaganda Fide, y a un
curso anual de Medicina Misionera para conseguir el diploma de enfermero
internacional”. (art. 34).
“En un reglamento especial para ellos se
indican otros cursos particulares, con el fin de conseguir mejor su idoneidad
en la futura actividad misionera a que se han de dedicar, según el espíritu de la Orden”. (art. 35)
La Escuela
de Espiritualidad y Misionología, en los primeros cursos, se estableció en el
hospital de San Juan Calibita en Roma, hasta que, en 1963, se inauguró el
Centro Internacional de Formación en la Via della Boceta.
En
cuanto a los resultados, la Escuela de
Espiritualidad y Misionología, a lo largo de los años y en sus dos etapas de
existencia, posibilitó la formación de un buen número de Hermanos de toda la
Orden en los diversos cursos de teología, espiritualidad, hospitalidad y
misionología, facilitando y elevando el nivel de preparación espiritual,
religiosa y apostólica de la Orden en los años previos y posteriores al gran
acontecimiento eclesial del Concilio Vaticano II.
Respecto a
la sección de Misionología supuso dos realidades muy positivas:
· La formación
y preparación adecuada de un buen grupo de Hermanos que desempeñaron su
apostolado en tierras de misión. Ellos hicieron realidad la expansión de la
Orden con nuevas fundaciones misioneras en África, América y Asia.
· La Escuela,
a través de los Hermanos allí formados, unos fueron a misiones y otros no, y
del empeño de los Superiores, fue creando una especial sensibilidad por las
misiones, impulsando a muchas Provincias a fundar y sostener nuevas obras en
los países en vías de desarrollo. Son, sin duda, frutos que prevalecen hasta
nuestros días, puesto que muchos de los Hermanos en ella formados siguen
todavía en obras misioneras
Desde hace
algunos años la Escuela de Espiritualidad y Misionología no continúa
funcionando como tal, básicamente porque las circunstancias y las necesidades
van siendo distintas y es más fácil la formación en las Provincias. No
obstante, el Centro sigue abierto a los Hermanos que realizan su formación en
Roma.
c).
Secretariado General de Pastoral
Tiene origen
durante el generalato del Padre Pierluigi Marchesi, con el objetivo de impulsar
y promover la evangelización y la pastoral.
Aunque su
objeto primordial no era el campo de las misiones, sus iniciativas supusieron
un impulso en la acción evangelizadora de la Orden. Entre los documentos
publicados por este Secretariado, destacamos:
· “¿Qué es
la Pastoral Sanitaria?” (1980). Su contenido hace una aplicación de
la Evangelii nuntiandi a la realidad de la Orden.
·
“Dimensión apostólica
de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios” (1982), que
recoge las raíces y la proyección evangelizadora de la Orden.
2. Organismos Interprovinciales
o Provinciales
Las Provincias que han tenido y
las que actualmente tienen comunidades en países de misión, cuentan con
organización propia para la animación de la vida de toda la Provincia, pero se
han esmerado siempre en apoyar particularmente las comunidades, Hermanos y
obras apostólicas de los países en vías de desarrollo. Sin embargo, como acabamos
de ver, la Curia General ha procurado abrir horizontes de universalidad que se
plasmasen en proyectos y actividades en los que la comunión y la colaboración
entre las Provincias fuera efectivo. De este modo, han ido surgiendo
Secretariados Interprovinciales que, en la actualidad, abarcan a todas las
realidades de la Orden. Por su relación directa con el tema que nos ocupa, nos
referimos a continuación al CIAL
(Secretariado Interprovincial de América Latina) y al CIPPA (Comisión
Interprovincial Asia-Pacífico).
a) CIAL OH: Comisión
Interprovincial de Animación Latinoamericana
La actual Comisión
Interprovincial de Animación Latinoamericana surgió con el intento de coordinar en dicho continente la
respuesta a la llamada del Concilio Vaticano II a la renovación de la Vida
Consagrada que, durante el año 1979, fue para todas las Provincias de la Orden
un año de gracia especial: el año de la Renovación.
En América Latina, tras una
minuciosa sensibilización, motivación y preparación a todos los niveles, se
inició y concluyó felizmente el conjunto de programas encaminados a dar a
conocer y motivar a todos los Hermanos de Latinoamérica lo que se había de
vivir en lo sucesivo como renovación religiosa en la hospitalidad juandediana.
A medida que se avanzaba en
cada uno de los programas de los cuatro cursos desarrollados en Bogotá
(Colombia), en todas las evaluaciones se iba sintiendo la necesidad de un
organismo que diera continuidad a la animación.
La idea de proseguir con un
organismo de animación para todas las comunidades de América Latina fue
promovida por el entonces Superior General, Hno. Pierluigi Marchesi, animador
de la renovación, por los Hermanos Provinciales de Colombia y de España y sus
Delegados Provinciales.
Así fue como el 17 de octubre
de 1979, se constituye el Secretariado Latinoamericano de la Renovación
(SELARE). Surge como un servicio de animación a la Orden Hospitalaria en
América Latina, con un proyecto de Estatutos que serían posteriormente
aprobados.
SELARE se define como un organismo
sin ánimo de lucro, al servicio del ser y de la misión de la Orden y de los
Agentes de Pastoral de la Salud de Latinoamérica. Su objetivo es “Coordinar y
animar el proceso de Renovación, en sus distintos campos, para una presencia
más viva de la Orden Hospitalaria en América Latina”.
De las actividades
desarrolladas por el SELARE ,
destacamos:
Al interno
de la orden:
·
Ha realizado la animación con visitas programadas a
las comunidades de las distintas naciones, para presentar los documentos de la
Iglesia y de la Curia General.
·
Ha impartido Cursos para Animadores de las
comunidades, para Formadores, de Preparación a la Profesión Solemne, de
Pastoral de la Salud y para Hermanos Mayores.
·
En diciembre de 1979 se publicó el primer número del
Boletín SELARE, con el fin de informar y animar a las comunidades, así como
para presentar documentos y trabajos de interés para la Vida Consagrada,
Formación Permanente y Pastoral de la Salud.
·
Casi al mismo tiempo, se iniciaba la Colección
SELARE que, hasta el momento, ha editado más de medio centenar de títulos sobre
los temas indicados en el punto anterior.
·
Ha elaborado y promovido un Plan de Formación en
Pastoral de la Salud por correspondencia, en convenio con la Universidad de San
Buenaventura de Bogotá.
Hacia fuera
de la orden:
Todos los medios que se han
indicado son promovidos por SELARE para facilitar la vida espiritual,
comunitaria y la misión evangelizadora desde la Pastoral de la Salud. Muchos de
estos medios están a disposición de las Iglesias locales de las distintas
naciones; que los valoran y se aprovechan de los mismos, constituyendo casi los
únicos existentes a su alcance para la Pastoral de la Salud.
SELARE también promueve,
organiza y participa en toda clase de eventos relacionados con la ética sobre
la vida humana, la Pastoral de la Salud, la teología y la espiritualidad de la
enfermedad.
El 30 de octubre de 1.989 se
aprobaron en la Curia General los Estatutos por los que se constituía, igual
que en otras áreas geográficas de la Orden, el Secretariado Interprovincial de
América Latina de la Orden Hospitalaria (SALOH). Desde ese momento SELARE
pasaba a ser un departamento del mencionado Secretariado Interprovincial. En la
reunión celebrada en Cochabamba (13 de septiembre de 1996), se constituía el CIAL
OH (Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana) que asumía las
líneas de acción del LXIII Capítulo General celebrado en Bogotá, y sigue
desarrollando todas las actividades mencionadas en SELARE, abierta siempre a la
creatividad y a la posibilidad de nuevas iniciativas en favor de la Orden y de
la Iglesia en Latinoamérica.
b) Comisión Interprovincial
Asia-Pacífico
Desde el año 1979, las
comunidades y las obras de la Orden en Asia han sido reconocidas como entidad
propia, cuando los Hermanos de la región eligieron representantes para
participar en el Capítulo General Extraordinario de aquel año. Asimismo la
región estuvo representada en el Capítulo General de 1982.
El 25 de febrero de 1991, el
Gobierno General de la Orden, tras consulta a los Superiores responsables de
las comunidades y de las obras de la Orden en Asia, erigieron el Secretariado
Interprovincial Asiático (SIPA). El 15 de febrero de 1996, el Gobierno General
aprobó una enmienda a los Estatutos que fue presentada en la reunión que la
Comisión celebró en Manila (octubre de 1995), después que la Provincia
australiana se uniera a la Región Asiática. La decisión de unirse a la Comisión
Asiática fue tomada por la Provincia australiana para reflejar mejor las
realidades culturales que existen actualmente en aquella parte del mundo. A
partir de ese momento la Comisión se denomina Comisión Interprovincial
Asia-Pacifico. (CIPPA).
El objetivo de la Comisión
CIPPA es coordinar las actividades de las distintas comunidades y obras de la
Orden en la Región Pacífico-Asia, en zonas de interés mutuo. La Comisión cuenta
con un Comité Ejecutivo, compuesto del Presidente, Secretario/Ecónomo y otro
miembro electo, que actúa en nombre de los miembros de la Comisión, tomando
ciertas decisiones en los asuntos que la Comisión le asigna.
Los fines de la Comisión son:
·
La Cooperación en los campos de la pastoral, la
misión, el estilo de vida, la formación, los laicos, los centros y la
administración.
·
Estimular una mayor toma de conciencia de lo que a
la Orden se le pide en Asia y en el Pacífico, de manera que pueda tener una
presencia más eficaz, que consistiría en implantar la Orden en Asia y en el
Pacífico con expresiones de Hospitalidad nuevas e innovativas.
·
Promover y coordinar peticiones de ayuda a las organizaciones
internacionales.
·
Desarrollar programas apropiados de formación y
estilo de vida.
·
Facilitar el intercambio de experiencias y personal
entre las comunidades y las obras de la Orden en Asia y en el Pacífico.
La Comisión CIPPA en su
reunión de Manila (octubre de 1995), decidió la creación de un Instituto
Asiático de Formación Hospitalaria, con el fin de promover la formación
espiritual, cultural y profesional de las personas involucradas en la
asistencia sanitaria y los servicios sociales en Asia. La orientación
particular del Instituto es preparar para el liderazgo que todos los Hermanos y
un buen número de Colaboradores laicos están llamados a realizar en la misión
de Hospitalidad. La Comisión Inter-Provincial Asia-Pacífico publica un Boletín
trimestral.
c) Fundación “Juan Ciudad”
ONG.D
Las Provincias españolas, con el
fin de promover y canalizar las ayudas destinadas a los centros de África que
dependían de ellas, integraron en la estructura del Secretariado
Interprovincial de España un organismo de carácter interno que, gracias a
un constante crecimiento tanto en la programación orientada a conseguir ayudas
de organismos públicos y privados, como en las crecientes exigencias de los
centros de África, a partir del primero de noviembre de 1991 fue inscrita en el
Registro de Fundaciones Docentes y de Investigación del Ministerio de Educación
y Ciencia y en el Ministerio de Economía y Hacienda de España.
Se dedica al desarrollo y
Promoción de la Salud en el llamado Tercer Mundo y a paliar, en lo posible, las
muchas necesidades de los 33 centros y 15 dispensarios, con un total de 4.000
camas, aproximadamente, de la Orden en África y América Latina. La orientación
fundamental a colaborar con los centros de la Orden no significa el que, en
momentos puntuales, deje de colaborar con otros entes y organismos.
La sede de la Fundación Juan
Ciudad está en Madrid, y cuenta con Delegaciones en las distintas Comunidades
Autónomas de la nación. Pertenece a la Coordinadora de Organizaciones No
Gubernamentales para el Desarrollo, de ámbito estatal, desde junio de 1994.
Los objetivos de la Fundación son:
·
Contribuir a la concienciación de la sociedad sobre las carencias y
necesidades del Tercer Mundo, especialmente en el campo de la Salud.
·
Proveer, en la medida de lo posible,
a los centros de la Orden en África y América Latina de los recursos
humanos, técnicos y económicos que soliciten.
·
Encauzar hacia organismos públicos y entidades privadas, inmersos en
el ámbito de la Cooperación Internacional y la Ayuda al Desarrollo, para
proveer a una adecuada financiación, los proyectos presentados por los centros.
·
Colaborar en la Educación para el Desarrollo de los propios pueblos en
los que se encuentran los centros de la Orden.
·
Impartir docencia en nuestra sociedad desarrollada sobre posibles
intervenciones sanitarias, tanto preventivas como asistenciales, en los países
menos desarrollados.
·
Procurar que los centros de la Orden en el Tercer Mundo funcionen, a
su vez, como “centros distribuidores y multiplicadores” de los recursos que
reciben, para que pueda beneficiarse toda su zona de influencia.
Las actividades, como es lógico,
están directamente relacionadas con los objetivos y fines:
·
gestión y financiación de Proyectos de Desarrollo;
·
envío periódico de ayuda humanitaria,
·
promoción, formación y orientación de Voluntariado internacional,
·
organización de cursos y seminarios orientados a la sensibilización de
la sociedad española.
·
periódicamente, publica una revista de sensibilización y divulgación
de las actividades de los centros de la Orden en África y América Latina.
d) Associazione con i
Fatebenefratelli per i malati lontani - AFMAL
L’ AFMAL, Associazione con i
Fatebenefratelli per i malati lontani, es una Organización No
Gubernamental, ONG. y como tal, sin fines de lucro, comprometida en el campo de
las necesidades sanitarias y en el desarrollo de iniciativas de solidaridad
internacional. Nació el 30 de octubre de 1979, como sociedad orientada a
trabajar en el sector del Voluntariado civil, reconocida como tal por el
Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia el 17 de julio de 1987 y, desde
1995, es una de las organizaciones reconocidas por la Unión Europea. Está
patrocinada y apoyada en sus actividades por la Orden Hospitalaria.
Desarrolla actividades de ayuda al
desarrollo en el campo sanitario. En particular, promueve, organiza y dirige
proyectos de desarrollo sociosanitario. En algunos casos, en el ámbito de la
prevención, cura y rehabilitación; en otros, realiza proyectos integrados,
desarrollados en colaboración con otras ONG’s. y asociaciones humanitarias, en
los sectores sanitario, agrícolas, educativos, etc.
L’AFMAL selecciona y forma
personal voluntario y contratado. Organiza programas de formación profesional
en Italia y en el extranjero.
Desarrolla programas concretos y
específicos en Filipinas. Además, desarrolla una acción de sensibilización de
la opinión pública en cuanto se refiere a los problemas del subdesarrollo, el
hambre, la salud, la marginación, en particular en los países más pobres. A tal
fin, organiza seminarios y conferencias, promueve campos de trabajo y de
estudio, produce material informativo y didáctico y publica un opúsculo de
coordinación.
Capítulo séptimo
NUEVA DIFUSIÓN DE LA
HOSPITALIDAD
1. Europa: fuerza
dinamizadora de la presencia de la Orden
La crisis que vivió la
Iglesia, y por tanto nuestra Orden, en la primera mitad del siglo XIX, que
significó la desaparición de la misma en lugares de tanta tradición como
España, Portugal y Francia, fue superándose poco a poco. Gracias al apoyo de
Italia, la Orden fue reorganizándose, como hemos visto anteriormente.
Si hacemos el mapa de la Orden en el año 1.900, nos damos cuenta que su presencia se limitaba a
Europa, con la única excepción de las casas fundadas en el actual Israel a
finales del siglo XIX. Quiere esto decir que Europa, a lo largo del presente
siglo, ha sido la gran dinamizadora de la presencia de la Orden en el resto del
mundo, incluidos algunos países de la propia Europa, como fue el caso de la ex
Yugoslavia. La expansión se concretó de la siguiente manera: las Provincias
españolas fundaron en América Central y del Sur y en África; la Provincia
francesa en África y Canadá que luego, funda en Estados Unidos y en Vietnam; la
Provincia irlandesa en Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y una casa en
Estados Unidos y África; la Provincia de Baviera en Japón; la Provincia Renana
en la India; la Provincia inglesa en África; la Provincia portuguesa en Brasil
y África; la Provincia Lombardo-Véneta en África; y la Provincia romana en
Filipinas.
Se constata así la vitalidad
del carisma hospitalario, el espíritu eclesial, apostólico y misionero de la
Orden, el testimonio sencillo y profundamente evangélico de los Hermanos, la
gran labor social realizada, y la aceptación y apoyo que ha encontrado en los
distintos lugares donde se ha hecho presente.
La llamada permanente de la
Iglesia a la evangelización de nuevas tierras, el deseo de la Orden de
restaurar su presencia en lugares donde estuvo en otros tiempos, la propia vocación
misionera, el afán de servir a los pobres y enfermos al estilo de San Juan de
Dios y el testimonio evangélico-hospitalario, en ocasiones martirial, de muchos
Hermanos, han sido las motivaciones profundas de esta expansión que hoy hace
posible la presencia de nuestra Institución en los cinco continentes y en más
de medio centenar de naciones.
a) La acción apostólica
realizada en los centros
A lo largo del siglo XX,
nuestra Orden en Europa ha desarrollado su acción apostólica principalmente en
centros asistenciales propios, tratando de responder, en los distintos lugares
donde se encontraba, a las necesidades más urgentes.
Los enfermos mentales, los
disminuidos físicos y psíquicos y los niños aquejados de diversas enfermedades,
especialmente munusvalías físicas y psíquicas, han sido los destinatarios de la
misión caritativa de la Orden. Hospitales generales, centros para ancianos,
transeúntes y otros nuevos necesitados completan la dedicación de la Orden en
Europa hasta nuestros días.
Los Hermanos hemos desempeñado
nuestra misión apostólica siguiendo el espíritu de San Juan de Dios. Hemos
procurado siempre los mejores y más modernos medios técnicos que la ciencia
podía aportar para la curación de los enfermos. Junto a ello hemos cuidado con
esmero un alto nivel humanizador de la asistencia y una exquisita atención
religiosa. La acogida a cuantos llamaban a nuestra puerta y los denodados
esfuerzos en favor de la dignificación de los pobres y enfermos, constituyen
las características principales del servicio realizado por la Orden en el
presente siglo.
Han sido tiempos difíciles
para el viejo continente. El sostenimiento de los centros ha requerido grandes
esfuerzos. Durante gran parte del siglo pudieron subsistir gracias a la limosna
de infinidad de bienhechores; esta forma de financiarse daba ocasión a que
muchos Hermanos, dedicados a este menester, realizaran una meritoria labor
apostólica. La lucha por los derechos de los pobres y enfermos ha supuesto
manifestar la actitud profética de la Hospitalidad, ante las administraciones
públicas, exigiendo el cumplimiento de esos derechos. En este sentido la Orden
ha sido pionera y, en nuestros días, gran parte de sus centros están integrados
en los servicios sanitarios y sociales de las diversas naciones.
La pastoral de la salud y la
bioética constituyen otra aportación fundamental de la Orden a la acción
evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la salud. Sobre todo, y de forma
más sistemática y organizada en las últimas décadas del siglo actual, está haciendo
un gran esfuerzo por desarrollarlas e impulsarlas en sus centros, colaborando
activamente con la Iglesia.
En el transcurso del siglo XX
han sido grandes los cambios producidos en la sociedad, en el mundo de la salud
y también dentro de la Iglesia y de la Orden. Es necesario subrayar la
capacidad de adaptación, de respuesta y creatividad que hemos tenido para
reorientar los centros a las nuevasexigencias, para cambiar lo necesario,
cerrar lo que no respondía a las nuevas situaciones y para iniciar nuevas
formas de presencia apostólica. Todo ello ha sido posible gracias al permanente
deseo de renovación y apertura al Espíritu, siguiendo las raíces más profundas
de nuestra Tradición.
b) Implicaciones de las
situaciones de violencia y persecución
La inestabilidad social y
política fue la característica que distinguió a Europa al inició el siglo XX.
Las dos guerras mundiales, la guerra civil española, la implantación de los
regímenes totalitarios, con las correspondientes persecuciones a las instituciones
religiosas y a sus miembros, y la guerra de los Balcanes es el triste balance
violento de Europa en este siglo, caracterizado también por los
descubrimientos, avances y progresos de todo tipo.
Con excepción de la guerra de
la ex Yugoslavia, la Orden se ha visto implicada en el resto de conflictos y
persecuciones. En medio de esas circunstancias, los Hermanos se dedicaron al
servicio abnegado de los pobres y enfermos, su único y verdadero bando.
Durante la Guerra Civil
española (1936-1939) noventa y ocho de nuestros Hermanos encontraron la
muerte en el ejercicio de la Hospitalidad; 71 de ellos fueron beatificados por
Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992. Sigue en curso la causa de
beatificación de otros 19 hermanos.
Las dos guerras mundiales trajeron
para los países afectados la destrucción de nuestros centros, calamidades y
penurias, así como el arresto y la persecución de muchos Hermanos que, en su
gran mayoría, se mantuvieron junto a los enfermos hasta el último momento.
Alemania y
Austria: las dos guerras mundiales marcaron la vida de estas Provincias
pasando los Hermanos grandes dificultades y sufriendo persecuciones. Destaca la
figura del Padre Eustaquio Kugler de la Provincia de Baviera, cuyo proceso de
beatificación está hoy abierto.
Como sucedió
en las dos naciones, las casas de la Orden sufrieron la devastación de la
Segunda Guerra mundial. No obstante, poco a poco han conseguido recuperarse.
Hoy, estas dos Provincias realizan su misión en centros bien equipados y
cuentan con un alto nivel de calidad asistencial, técnica y humana.
Países de
Europa Central: el final de la conflagración supuso para estos
países la implantación de un régimen político totalitario de tristes
consecuencias para la Iglesia y para la Orden: al decretar la supresión de las
instituciones religiosas en muchos de ellos, llevó a la práctica extinción de
la Orden. Muchos Hermanos fueron perseguidos y encarcelados únicamente por
permanecer fieles al carisma de Juan de Dios. Destacamos al Hno. Celestino
Sule, Provincial de la Provincia Bohemo-morava, quien murió en la cárcel de
Brno en mayo de 1951. Provincias como la yugoslava, rumana, húngara,
bohemo-morava y eslovaca, han quedado reducidas a un pequeño grupo de Hermanos
muy mayores que se mantuvieron fieles hasta la caída de los regímenes
totalitarios. Apoyada en los pocos que lograron sobrevivir en medio de
penalidades la Orden está tratando de revitalizar su presencia en estos
territorios y de reavivar gradualmente estas Provincias con el apoyo de toda la
Orden, en especial con el de las Provincias de Alemania y Austria..
.
Provincia de
Silesia: los pocos Hermanos supervivientes a la segunda Guerra
mundial, pertenecientes a la Provincia de Silesia, en su mayor parte alemanes, no pudieron regresar a ella, porque
políticamente pasó a pertenecer a Polonia. Estos Hermanos fueron los fundadores
de la que sería, inicialmente, Delegación General de Francfort, luego Provincia
Renana y, desde 1997, de nuevo Delegación General.
En Polonia los efectos
del régimen político no fueron tan dramáticos. Aunque fueron confiscadas las
casas por el Gobierno, a los Hermanos se les permitió vivir y ejercer la
hospitalidad.
Como vemos, las consecuencias
han sido graves y de grandes pérdidas para la Orden. En esos tiempos tan
difíciles la respuesta fue ejemplar: dedicación, fidelidad, profunda vivencia
religiosa y hospitalaria de los Hermanos que, en tiempos de tan graves crisis,
permanecieron fieles a Dios, a la Iglesia, a la Orden y a los enfermos.
Terminada la Segunda Guerra
mundial, nuestra Orden creció y se extendió nuevamente sobre todo en los países
de Europa occidental. La semilla del martirio y el testimonio de muchos
Hermanos, hizo posible esta realidad. La generosidad de la Orden fue tan grande
que entregó sus bienes más preciados, al igual que Cristo entregó su en la cruz
Sin duda, en esa ofrenda radica el resurgir de nueva y abundante vida para la
Orden. Hoy seguimos confiando que esa semilla martirial continuará dando nuevos
frutos y confiamos que el Señor encuentre en nosotros tanta generosidad y
entrega.
c) La crisis industrial y
la necesidad de la nueva evangelización
Las sucesivas crisis
políticas, sociales y económicas que ha vivido Europa a lo largo de este siglo
han ido dando paso a un mayor nivel de desarrollo y progreso de los países.
Los avances de la ciencia y la
técnica, la macroeconomía, las instituciones internacionales, las
multinacionales, las nuevas industrias y las nuevas formas de empleo están
proporcionando unos avances sociales que han llegado, en muchos momentos y
lugares, a hacernos tocar el Estado del Bienestar (Welfare State). Pertenecemos
a una sociedad de derechos y deberes.
A nivel sanitario y
asistencial, los seguros sociales han hecho que hoy la asistencia sanitaria sea
un derecho gratuito en la mayoría de los países, normalmente atendidos con los
mejores sistemas y adelantos técnicos de la ciencia médica.
Todo ello ha producido también
una sociedad de contrastes, con grupos marginales y bolsas de pobreza
importantes, que se han denominado “Cuarto mundo”. De la misma forma, asistimos
a un fuerte cambio en el mundo de los valores, entre los cuales el de la
transcendencia es relegado progresivamente a un segundo plano. Se constata,
además, un relativismo ético y moral.
Aunque ya Pablo VI había
indicado que Europa era tierra de misión para la Iglesia, ha sido Juan Pablo II
quien, en repetidas ocasiones, ha hecho una llamada a la nueva evangelización
en todo el mundo, y concretamente en esta Europa de finales del segundo
milenio. No se trata de anunciar un nuevo Evangelio, sino de hacerlo presente
hoy con nuevas formas y nuevo entusiasmo. Se trata de hacer presente al Dios de la vida como valor
supremo del hombre y del mundo, testimoniándolo no sólo con la palabra sino
sobre todo con la vida, y luchar por la defensa del hombre y de sus derechos
inviolables a nacer, vivir y morir dignamente, constituyen los pilares del
evangelio que también hoy la Iglesia ha de hacer presente en el mundo.
La Orden en Europa trata de
responder a esta llamada a la nueva evangelización desde su vocación y misión
hospitalaria apoyada en los pilares de la vida del Hermano de San Juan de Dios:
vida centrada en Dios y alimentada en la oración personal y comunitaria,
comunidad de vida fraterna reunida en el nombre del Señor, y entrega a los
pobres y enfermos en el servicio apostólico.
Las motivaciones de la Orden
para ofrecer una respuesta adecuada a la nueva evangelización, desde el propio
carisma, son la sensibilidad para captar y dar respuesta a las nuevas
necesidades (enfermos mentales, crónicos, transeúntes, drogodependientes, SIDA,
terminales); la apertura a la participación e integración de los Colaboradores
en la vida y misión de la Orden; la colaboración con otras instituciones y
grupos; el fomento de la pastoral de la salud y la bioética,
Para la Europa de nuestros
días es muy importante que Instituciones religiosas como la nuestra, realicen
con sencillez gestos que testimonien los valores del Evangelio: mostrar
sensibilidad por los necesitados, estar
abiertos, dispuestos y cercanos para atender especialmente a los grupos
más desprotegidos. Por otra parte, es necesario que los centros de la Orden
crezcan en calidad asistencial según el estilo de San Juan de Dios, buscando
siempre las mejores técnicas médicas, cuidando al mismo tiempo la humanización,
la defensa de los derechos de los enfermos y necesitados, fomentando la
atención religiosa y los valores éticos, apostando siempre por la vida en
cualquiera de sus etapas.
c. Países
en los que nos encontramos
Alemania: la Orden
cuenta con la Provincia de Baviera, con
50 Hermanos y 8 centros, y la Delegación General Renana, 12 Hermanos y 3
centros. En los últimos decenios, la Orden en Alemania ha experimentado un
progresivo descenso del número de Hermanos, al tiempo que las obras,
particularmente en Baviera, participaban del proceso de modernización y
tecnificación de la sociedad alemana. Los Hermanos han sabido reaccionar ante
la realidad y han implicado en el apostolado de los centros a un elevado número
de profesionales, que mantienen vivo el espíritu de Juan de Dios en centros
altamente tecnificados.
Austria: la Provincia
austríaca está compuesta por 35 Hermanos y cuenta con 10 centros, siete de los
cuales son hospitales generales altamente cualificados. La Orden, por tradición,
goza en Austria de grande estima. El bajo número de Hermanos ha estimulado al
Gobierno de la Provincia a realizar un interesante proceso de apertura a los
colaboradores, a quienes ha sabido transmitir los valores de la Hospitalidad.
Varias obras dependen prácticamente de ellos.
España: la Orden
en España siguió y consolidó la línea iniciada por el Bto. Menni. En 1934, siendo Superior Provincial
el Bto. Guillermo Llop se realizó la división en las tres Provincias actuales:
Ntra. Sra. de la Paz (Andalucía), San Rafael (Aragón) y San Juan de Dios
(Castilla).
Acabada la guerra civil, y en medio de
penurias de todo tipo, las Provincias españolas vivieron un resurgir vocacional
y una expansión con nuevas fundaciones que incluyeron, a partir de 1956, el
continente africano. En fidelidad al carisma han tratado de responder
creativamente a las nuevas necesidades, abriendo centros de marcado carácter
social, en lo que se trata de ofrecer una asistencia de calidad al estilo de
San Juan de Dios, se fomenta la pastoral, los comités de ética, el
voluntariado, etc., a fin de armonizar el progreso y la humanización de la
asistencia. En la actualidad, la Orden en España cuenta con 46 centros y 396
Hermanos.
Francia: La primera
mitad del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, fue dura y difícil para
los Hospitalarios franceses. Hermanos y enfermos sufrieron las consecuencias de
ambas contiendas, destacándose, especialmente en la primera, la labor prestada
por los Hermanos en los servicios de ambulancias y hospitales militares.
En la actualidad la Orden continúa
respondiendo, desde sus posibilidades, a las necesidades de los enfermos y
necesitados del país. Cuenta con 8 centros, todos ellos constituidos
jurídicamente como Sociedad Civil dada la legislación francesa, a los
que hay que sumar una residencia de ancianos en la Isla Mauricio
(Pamplemousses) y un centro de disminuidos psíquicos en la Isla Reunión. La
Provincia cuenta con 80 Hermanos.
Hungría: La
Provincia de Hungría, fundada en 1856 bajo la advocación de la Inmaculada, es
actualmente Delegación de la Provincia austríaca. Son 3 los Hermanos
supervivientes de la opresión sufrida bajo el régimen totalitario; las
vocaciones actuales se forman en los centros interprovinciales de formación de
las Provincias de Austria y Alemania. La Orden tiene 5 centros.
Inglaterra: Los
Hermanos franceses llegaron a Inglaterra en 1877, y fundaron el Hospital de
Scorton. Después de haber constituido Provincia junto con Irlanda, de 1934 a
1953, fue erigida Provincia bajo la
advocación de San Beda el Venerable. La Provincia inglesa, teniendo en
cuenta la disminución de Hermanos y la falta de vocaciones, ha realizado un
discernimiento para continuar en línea de fidelidad al carisma de la Orden: ha
dejado la dirección de grandes centros. Tiene un hospital general (Scorton), un
centro de día para disminuidos psíquicos, once servicios, que son viviendas
para grupos de disminuidos psíquicos, en su mayoría adultos, fundados en 1989 y
1993, y un centro pastoral en Hemlington, fundado en 1992. En el año 1961
fundaron en Lusaka (actual Zambia) pasando en 1982 a Monze. Los Hermanos son
19.
Irlanda: La
presencia de la Orden comenzó con la llegada de los Hermanos franceses a
Tipperory, donde fundaron un asilo para niños lisiados. Siguió el proceso que
hemos visto en Inglaterra y en 1953 fue constituida la Provincia de Irlanda,
con la denominación de La Inmaculada Concepción.. A partir de entonces ha
seguido un camino de crecimiento y expansión con nuevas fundaciones en Irlanda,
en Corea del Sur (desde 1959), en Australia (hasta 1956) y un centro para
minusválidos psíquicos en New Jersey, USA. Actualmente cuenta con 9 centros,
servicios y pequeñas residencias para minusválidos psíquicos y un centro en
África (Malawi). Cuenta con 65 Hermanos.
Italia: Las dos
guerras mundiales y sus consecuencias afectaron muy directamente la primera
mitad del presente siglo de la Orden en Italia: medidas gubernamentales que
desembocaron en el cierre y el cese en muchos hospitales, falta de vocaciones,
etc. A pesar de las dificultades, se hicieron nuevas fundaciones durante este
período en las dos Provincias, Romana y Lombardo-Véneta, que superaron la
crisis de finales del XIX.
En esta época destaca la figura de San
Ricardo Pampuri, médico de la Provincia Lombardo-Véneta, fallecido el 1 de mayo
de 1930 en Milán, beatificado por Juan Pablo II el día 4 de octubre de 1981, y
canonizado el 1 de noviembre de 1989.
Los Hermanos de Italia han tratado de
responder con creatividad a las necesidades de los pobres, enfermos y
marginados, con criterios de universalidad. Cuentan con centros destinados a
enfermos crónicos, mentales, ancianos, hospitales generales, etc., y se han
extendido fuera de Italia, concretamente a África (Lombardo-Véneta) y Filipinas
(Romana). Actualmente son 23 los centros y 125 Hermanos con los que ambas
Provincias cuentan. Completan la presencia de la Orden en Italia el Hospital de
San Juan Calibita en la Isla Tiberina y el Centro Internacional de Via della
Nocetta, los dos dependientes de la Curia General.
Polonia: En Polonia
la Orden está formada por la Provincia Polaca y la Delegación General de
Silesia. Ya antes de que el país superara el totalitarismo político, la Orden
dirigía algunos centros, la mayoría dedicados a la medicina homeopática y
alguno a la asistencia de enfermos mentales y disminuidos psíquicos. Aunque con
dificultades, los Hermanos van superando la marca que produjo el largo
aislamiento del resto de la Orden y, gracias al esfuerzo que están realizando a
nivel de formación inicial y permanente, la Orden está recuperando el prestigio
de que gozó desde que en 1853 se fundó
la Provincia de Silesia y en 1922 se restauró la Provincia polaca. Hoy hay 14
centros de la Orden y 90 Hermanos en Polonia.
Portugal: Hasta el
año 1927, las casas portuguesas estuvieron integradas en la hasta entonces
única Provincia española. En dicho año, siendo Superior General el Padre Rafael
Meyer, pasó a ser Delegación General, y el 27 de marzo de 1928 fue erigida
canónicamente la Provincia de San Juan de Dios de Portugal.
La misión de los Hermanos desde la
restauración de la Orden ha estado muy centrada en la atención y cuidado de los
enfermos mentales: todos los centros, a excepción del de Montemor-o-Novo que es
Hospital general, están dedicados a ellos. Junto con las Hermanas Hospitalarias
cubren hoy gran parte de la atención psiquiátrica en Portugal, realizando una
labor apostólica muy hospitalaria y reconocida. En la actualidad la Provincia
portuguesa cuenta con 13 casas, 3 de ellas en Brasil, y está formada por 86
Hermanos.
República
Checa: la floreciente Provincia Bohemo-Morava, fundada en
1919 con el título de San Rafael Arcángel cuanta hoy con 9 Hermanos que
sobrevivieron al anterior régimen político y ha recuperado, con el apoyo de las
Provincias de Austria y Baviera, 3 de los 7 centros que tenía la Orden al final
de la Segunda Guerra mundial. Las nuevas vocaciones se forman en los centros
interprovinciales de Alemania y Austria.
República
Eslovaca: Con la muerte del Hno. Fabian Macej en marzo de
1997, la Viceprovincia Eslovaca ha pasado a ser, desde el mes de mayo del mismo
año, Delegación Provincial de Austria. El motivo de esta determinación es que
los Hermanos profesos solemnes que superaron la opresión del totalitarismo son
3 y los nuevos candidatos están en proceso de formación en los centros
interprovinciales ya citados de Alemania y Austria.
Vaticano: desde el año 1874 la Orden
dirige la prestigiosa Farmacia Vaticana, en la que una Comunidad internacional
dependiente directamente de la Curia General, realiza los trabajos que conlleva
la dirección de la Farmacia y el servicio de asistencia en los ambulatorios
médicos de la Ciudad del Vaticano.
2. El hoy de la Orden en América
a) Inicio de la nueva presencia
A partir de la restauración de la Orden en América
se realizaron nuevas fundaciones en América Central y del Sur, auspiciadas por
las Provincias españolas y portuguesa. El día 5 de diciembre de 1.994, el
Definitorio General decidió erigir canónicamente tres nuevas Provincias en Latinoamérica,
después de haber sido durante algunos años Viceprovincias: Septentrional,
dedicada a Nuestra Señora del Patrocinio y Venerable Padre Francisco Camacho, México
y América Central, bajo el patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe, y Sudamericana
Meridional, cuyo titular es San Juan de Ávila.
Los Hnos. de la Provincia francesa llegaron a Canadá
en 1927, fundando en 1933 el Hospital de Ntra. Sra. de la Merced en Montreal.
En 1941, los Hnos. canadienses pasaban a Estados Unidos, y en 1953 tuvieron su
primera casa propia en West Adams Blvd. (Los Ángeles). Por otra parte, los
Hnos. portugueses se hacían presentes de nuevo en América con la fundación en
Divinópolis (1963), constituyendo las casas hoy existentes en Brasil una
Delegación de la Provincia portuguesa.
b) Orientación de nuestros centros
La Orden ha tratado de orientar su misión durante el
presente siglo a la atención de los enfermos y pobres, especialmente los más
necesitados, misión que se ha desarrollado, básicamente, en centros propios; en
algunas ocasiones, ha aceptado la dirección de centros de la administración
pública y de la Iglesia.
La beneficencia ha sido el recurso fundamental para
la economía de los centros. Incluso hoy, en varios países de América del Sur,
la limosna sigue siendo el soporte de muchas obras, si bien los conciertos con
entidades públicas y privadas van imponiéndose cada vez más en función del
desarrollo económico de los diversos países.
La atención psiquiátrica es el servicio de mayor
amplitud del que la Orden realiza hoy en el continente americano: todas las
Provincias dedican buena parte de sus recursos al cuidado y atención de los
enfermos mentales, y en casi todos los países de América Central y del Sur en
los que la Orden está presente, existen centros para la atención a estos
pacientes. Esta ha sido una constante desde el inicio de la restauración en
América, al igual que ocurrió en España y Portugal. Con toda seguridad los
enfermos mentales eran, y aún hoy son en muchos lugares, los más desfavorecidos
y desasistidos. Por ello, el Bto. Benito Menni y sus compañeros dirigieron sus
esfuerzos especialmente hacia ellos. Con el paso del tiempo, y ante las nuevas
necesidades, la Orden ha tratado de responder con generosidad. Así, se abrieron
centros para niños paralíticos, pobres y abandonados, y clínicas ortopédicas.
La Orden, particularmente en América Latina, dedica
la mayor parte de sus recursos humanos y económicos a estos dos colectivos. No
obstante, atenta siempre a la realidad, trata de responder a las nuevas
necesidades dedicando nuevos recursos a la atención a transeúntes y marginados,
ancianos, dispensarios y centros de atención primaria y de Educación Especial.
Además de dar una respuesta coherente, evangélica y
acorde con las demandas de la Iglesia y de los necesitados, la Orden en América
trata de impulsar los valores propios del carisma juandediano, plasmándolos en
acciones concretas que marcan un estilo propio. La promoción de la Pastoral de
la Salud, el Voluntariado, los principios de la ética católica, la humanización
y la adecuada formación profesional y humana, junto con la aplicación de las
técnicas más modernas, van configurando la orientación y la línea de trabajo
asistencial acorde al espíritu y obra de San Juan de Dios.
No obstante, queda mucho camino por hacer y,
probablemente, sea necesario ir replanteándose la posibilidad de una mayor
diversificación de las obras, y priveligiar la presencia en unos países más que
en otros, con el fin de responder mejor a las necesidades de los enfermos, pobres
y marginados del momento actual.
c) Países en los que nos encontramos
En el continente americano la Orden está presente en
países donde ya estuvo antes de su desaparición en el siglo XIX y en otros
nuevos, sobre todo en América del Norte. Concretamente en los siguientes
países:
Argentina: Sanatorio
S. Juan de Dios (Ramos Mejía), hospital general. Hospital Psiquiátrico S. Juan
de Dios (Luján). Consultorio S. Juan de Dios (Hurlingham), con carácter
abierto.
Bolivia: Instituto
Nacional de Psiquiatría Gregorio Pacheco (Sucre) e Instituto Psiquiátrico S.
Juan de Dios (Cochabamba). Centro Especial de Investigación Psicopedagógica
(Sucre).
Brasil: Hospital
S. Juan de Dios (Divinópolis), hospital general. Residencia S. Juan de Dios
(Itaipava), residencia de ancianos. Hospital S. Juan de Dios (Pirituba), para
enfermos mentales.
Canadá: Canadá fue
constituida como Provincia canónica en 1940 bajo la advocación de Ntra. Sra. de
la Merced. Posteriormente los Hermanos se extendieron a Vietnam y USA. En la
actualidad, la Provincia canadiense cuenta con tres comunidades en Montreal y
una en Quebec, trabajan en un centro para drogadictos, otro para transeúntes y
realizan diversas colaboraciones en hospitales y otros servicios. Los Hermanos
son 20.
Colombia: Hospitales
generales: Clínica S. Rafael (Santafé de Bogotá), Clínica S. Juan de Dios (La
Ceja), Hospital Parroquial Bto. Benito Menni (Machetá). Servicio a enfermos
mentales: Hospital S. Rafael (Pasto),
Clínica S. Juan de Dios (Chía), Clínica S. Juan de Dios (Manizales), Clínica
Ntra. Sra. de la Paz (Santafé de Bogotá). Otras obras de la misión
hospitalaria, en la ciudad capital: Escuela de Enfermería San Rafael, Instituto
San Juan de Dios (Colegio), Centro de Salud San Juan Grande.
Cuba: Sanatorio
S. Juan de Dios (La Habana), para enfermos mentales. Hogar Clínica S. Rafael
(La Habana), en sus orígenes para niños con secuelas poliomielíticas y ahora
Hogar para ancianos. Actualmente está en construcción otro Hogar para ancianos
en Camagüey.
Chile: Sanatorio
Marítimo S. Juan de Dios (Viña del Mar), para niños disminuidos físicos.
Hospital Psiquiátrico Ntra. Sra. del Carmen (Santiago de Chile).
Ecuador: Centro de
Reposo S. Juan de Dios (Quito), para enfermos mentales. Albergue nocturno S.
Juan de Dios (El Tejar-Quito), para marginados y transeúntes.
Estados
Unidos: En 1941 los Hermanos de Canadá fundaron la casa de Los Ángeles. En
1950 las casas estadounidenses se constituyeron en Viceprovincia y años después
en Provincia, bajo la advocación de Ntra. Sra. Reina de los Ángeles. Cuenta en
la actualidad con tres obras: Los Ángeles, Ojai y Apple Valley. La Orden está presente, además, en New Jersey,
centro para disminuidos psíquicos, de la Provincia irlandesa..
México: Sanatorio
Psiquiátrico S. Juan de Dios (Zapopan), Sanatorio Psiquiátrico Ntra. Sra. de
Guadalupe (Cholula) y Clínica S. Rafael (Tlalpan). Los tres centros dedicados a
la atención de enfermos mentales.
Perú: Hogar
Clínica S. Juan de Dios (Lima), Hogar Clínica S. Juan de Dios (Arequipa) y
junto a éste la Parroquia S. Juan de Dios y el Centro de Educación Especial.
Hogar Clínica S. Juan de Dios (Chiclayo) y Hogar Clínica S. Juan de Dios
(Cuzco), para niños enfermos y disminuidos físicos. El Centro de Reposo S. Juan
de Dios (Piura) es un centro psiquiátrico.
Venezuela: Hospital
S. Juan de Dios (Caracas) y Hogar Clínica S. Rafael (Maracaibo), hospitales
infantiles, de traumatología, ortopedia y rehabilitación. Hospital S. Juan de
Dios (Mérida), para la asistencia psiquiátrica.
3. África: savia nueva en
el árbol de la Hospitalidad
a) Fidelidad al carisma en
situaciones difíciles
El principio fundacional de la
Orden de asistir siempre a los más necesitados ha sido en África un criterio
seguido sin grandes dificultades, ya que en todos los centros donde trabajamos
los Hermanos nuestra presencia es necesaria y valorada, pues hay que tener
presente que en el campo de la salud hay mucho trabajo que realizar, pudiendo
decirse que casi todas las realidades con que nos encontramos son urgentes.
La Orden no tiene una
estructura ni unos fondos para hacerse presente en situaciones de emergencia,
ni creemos que sea su misión. No obstante, cuando éstas se presentan donde hay
una obra juandediana, los Hermanos seguimos prestando nuestros servicios en
favor de los enfermos y necesitados.
En los
últimos años, la inestabilidad social, política y económica está produciendo en
los países africanos verdaderas situaciones de violencia y guerra, muchas veces
tribales, que ocasionan gran cantidad de muertes y persecuciones. Aunque ningún
Hermano de San Juan de Dios ha sufrido la muerte por esta causa, consignemos
aquí tres naciones que viven esta situación y en las que estamos presentes:
· Mozambique: Los movimientos independentistas (FRELIMO)
de cariz totalitario lograron su propósito en junio de 1975 y ese mismo año se
decretó la nacionalización de todas las instituciones educativas, sociales y
sanitarias, incluidas las de la Iglesia y por tanto las que la Orden que tenía
en Mozambique desde 1943.
Poco a poco, los Hermanos fueron regresando
a Portugal.Ppermaneció el Hno. Manuel Nogueira que, además de su dedicación a
los enfermos, trabajaba en la evangelización, lo cual le costó la cárcel en dos
ocasiones en 1979. En la actualidad, y no sin dificultades (los centros siguen
confiscados) los Hermanos viven en Nampula en un clima de mayor paz.
· Liberia: En 1990,
grupos rebeldes se levantaron en armas contra el régimen vigente. Hubo una dura
lucha con gran cantidad de muertes, incluida la del Presidente del país.
Nuestro hospital fue un buen lugar de atención y refugio para muchas personas
necesitadas que huían de la sangrienta guerra. Los Hermanos estuvieron
presentes, realizando una gran labor humanitaria y evangélica, hasta el último
momento en que fueron evacuados. Nuestro hospital de Monrovia fue saqueado y
prácticamente destruido.
Finalizada la guerra, aunque con mucha
inestabilidad, los Hermanos volvieron el 7 de junio de 1991 para reconstruir el
hospital y reemprender su labor misionera y hospitalaria. De nuevo, en abril de
1996, se recrudeció el conflicto con dramáticas consecuencias para la población
civil. No obstante, los Hermanos, por propia voluntad, decidieron permanecer en
el hospital de la capital liberiana.
Sierra Leona: La
situación tiene gran parecido con la de Liberia, país del que es fronterizo. A
comienzos de 1995 surgieron con fuerza grupos de rebeldes para hacerse con el
gobierno de la nación. Cuando parecía que se iba a consolidar la paz después de
haber tenido elecciones democráticas, en marzo de 1997 ha habido un nuevo golpe
de estado. Las consecuencias están siendo el miedo, el terror y la muerte de
muchas personas inocentes.
Los Hermanos, que realizan su misión en el hospital de Lunsar en
el interior del país, viven afectados por esta situación y en varias ocasiones
se han visto sorprendidos por la llegada de estos grupos armados al hospital y
por enfrentamientos en los alrededores. Hasta el momento todo ha quedado en el
susto y los Hermanos se dedican a atender a todos los enfermos, necesitados y
refugiados que les llegan.
b) El esfuerzo de
implantación
La Orden Hospitalaria reinicia
su presencia en África en el siglo XX con la fundación de Mozambique (1943), a
la que seguirán otras en Somalia (1955), Ghana (1956), Togo (1961), Zambia
(1962), Océano Indico (Isla Reunión 1962), Liberia (1963), Sierra Leona (1967),
Camerún (1968), Benín (1970), Senegal (1975) y Malawi (1992). Algunas de ellas
serán estables y otras deberán cerrarse y reiniciarse en otros lugares. Este
fuerte impulso misionero es debido, por una parte, al aumento de las vocaciones
en las Provincias europeas (Portugal, España, Italia, Inglaterra, Francia) y,
por otra, al deseo de responder a la llamada de la Iglesia, de forma especial a
partir del Concilio Vaticano II. La Orden movilizó un gran número de Hermanos y
recursos para estar en este continente tan necesitado de presencias. Incluso
cuando en las Provincias madres se comenzaba a sentir el declinar vocacional,
el área misionera siguió siendo privilegiada.
c) Acciones realizadas en
este sentido
Nuestra Orden se ha sentido
siempre llamada a extender el Reino de Dios a todos los rincones de la tierra
con su misión hospitalaria. En el presente siglo y, concretamente en África,
está realizando grandes esfuerzos por consolidar su presencia. Las acciones
fundamentales para conseguirlo son las siguientes:
·
Iniciativa de algunas Provincias que se sienten
llamadas a expandir la Orden en el continente africano. La primera fue Portugal
que, en 1943, realizó la primera fundación en Mozambique. Posteriormente otras
Provincias seguirían el mismo camino.
·
La Escuela de Misionología de Roma. Como se ha
indicado en otro capítulo, fue creada en 1955, como una sección anexa a la
Escuela de Espiritualidad. El P. Moisés Bonardi, Superior General, fue su impulsor
y el P. Higinio Aparicio, su sucesor, potenció esta iniciativa.
Se fue creando una gran sensibilidad en
toda la Orden por las misiones, y muchos Hermanos pudieron acceder a la Escuela
y recibir una adecuada formación para su posterior incorporación en las casas
de misión. Otros muchos que se formaron en ella no fueron a misiones, pero
contribuyeron a crear una mentalidad y sensibilidad muy importante. Sin duda,
se puede decir que esta Escuela fue una de las acciones principales para la
potenciación de nuestra presencia misionera.
·
El esfuerzo de muchas Provincias que, a partir de
los años 50, aportaron generosamente muchos recursos materiales y sobre todo
Hermanos. En pocos años se realizaron muchas fundaciones en las que la Orden
sigue prestando una gran labor apostólica, social y sanitaria.
·
Entre las preocupaciones más importantes ha estado
siempre el empeño por la promoción de las vocaciones nativas y el cuidado de su
formación. Fue sobre todo en los inicios de los años 80 cuando comenzó un
trabajo más coordinado y sistemático, coincidiendo con la publicación del libro
“La Formación del Hermano de San Juan de Dios”.
·
La creación de la Delegación General de África fue,
sin duda, un hecho significativo. No resultaba fácil unir Hermanos, comunidades
y centros de distintas culturas y realidades; sin embargo, y después de unos
años durante los cuales realizó un servicio de interelación entre para los
centros de África un Hno. Coordinador, en el año 1989, siendo Superior General
Fr. Brian O´Donnell, pudo erigirse la Delegación, dándose así una muestra de
universalidad y apertura,. La inquietud surgió años antes, siendo Fr..
Pierluigi Marchesi Superior General.
En los años de funcionamiento de la
Delegación General de África se han ido dando pasos firmes de cara a la
consolidación en ese continente en todas las áreas: formación, administración,
estilo de vida, etc. No obstante queda mucho camino por andar todavía.
·
La labor que en África venimos realizando es amplia
e inestimable.
·
Resaltamos, por último, la apertura de muchas
comunidades y centros en África a recibir y acoger personas voluntarias que,
durante algún tiempo, ayudan en la labor hospitalaria y comparten la vida de
los Hermanos. Esta colaboración no sólo está siendo positiva a los Hermanos y los
centros, sino que las propias personas que allí van, o contribuyen con sus
aportaciones se sienten muy beneficiadas. Se cumple de manera concreta el lema
de San Juan de Dios cuando pedía limosna. “Hermanos, hacéos bien a vosotros
mismos”.
d) La Internacionalidad de
los Centros de Formación
En los primeros tiempos la
Formación se organizó como en las Provincias. En algunos casos, los jóvenes
vocacionados eran llevados a Europa, ya que los Hermanos misioneros no se veían
capacitados para la tarea formativa. Tal decisión no dio buen resultado y, ante
la poca perseverancia de los candidatos, se abrieron los Centros de Formación
en las casas de misión.
Como en los primeros años cada
comunidad dependía de una Provincia diferente y la distancia entre las mismas
era muy grande, cada centro debía asegurar todo el ciclo de formación, con las
dificultades que esto conlleva.
En los años 70 se tienen los
primeros encuentros de Hermanos que trabajan en África, con objeto de compartir
la labor que se realiza, las dificultades que se encuentran y la forma de
colaborar entre las diferentes obras. Estas primeras reuniones tendrán su
momento fuerte con el curso de misioneros celebrado en Roma en 1980, en el
marco de los Cursos de Renovación, en el primer sexenio del Hno. Pierluigi
Marchesi.
A pesar de ello, las
dificultades continuaron existiendo en la práctica y no se encontraban
suficientes formadores para asegurar la formación de los jóvenes que, cada vez
más numerosos, llamaban a las puertas de las comunidades. Al principio de los
años 80, la Provincia de Castilla y la de Aragón deciden llevar sus novicios al
Noviciado de Nguti (Camerún), perteneciente a la Provincia Bética, iniciándose
un nuevo camino de colaboración. Pronto pasaron los Escolásticos a Afagnan (Togo),
donde iniciaron los estudios profesionales, en concreto de Enfermería, en
colaboración con la Escuela de Enfermería del hospital San Pedro de la
Provincia romana.
Estos pasos fueron inciertos y
no ausentes de dificultades. En vista de todo ello, el Superior General convocó
una reunión en Afagnan (Togo) en marzo de 1985, durante la cual se decidió por
unanimidad la implantación de la Orden en África, con el fomento y la formación
de las vocaciones nativas, debiéndose aportar los medios humanos y económicos
necesarios para llevarla a buen término. Como pasos concretos, se acordó la
construcción del Noviciado en Lomé (Togo) por tener más posibilidades para la
formación de los jóvenes, y el Escolasticado en Koforidua (Ghana). Los dos
centros a nivel Internacional, para asegurar la formación homogénea de los
candidatos.
En noviembre de 1986 se tiene
en Lomé (Togo), sede del Noviciado, el primer curso de formadores de África
dirigido por el Hno. Valentín A. Riesco. Participaron diez Hermanos y se
elaboraron los programas y criterios a seguir, de acuerdo con el libro “La
Formación del Hermano de S. Juan de Dios”, aplicados a la realidad africana.
Posteriormente se tuvieron dos encuentros de evaluación y programación.
También en 1986, el Gobierno
del Togo autorizó por creación de la Escuela de Enfermería San Juan de Dios en
el hospital del mismo nombre de Afagnan, donde tendría lugar la formación de
los religiosos. La Escuela no abrió sus puertas hasta el 12 de diciembre de
1989, con una primera promoción de veinte estudiantes. Desde su inicio la
Escuela ha formado cuarenta y cuatro auxiliares sanitarios y treinta y seis
enfermeros diplomados. La promoción 1994-97 consta de veintisiete estudiantes.
No obstante, hay que decir que hasta la fecha no cuenta aún con autorización
para expedir los títulos correspondientes, cosa que se está gestionando para el
bien de los estudiantes.
La internacionalidad de los
Centros de Formación ha sido un gran acierto en vistas a la consolidación en
África. También es un aspecto importante que enriquece, al crecer juntos los
jóvenes vocacionados hospitalarios, siendo al mismo tiempo un signo de unidad
el poder convivir Hermanos de diversos países, culturas, mentalidades y etnias,
en un mundo tan dividido como el nuestro.
e) La Delegación General de
África
Tiene su inicio embrionario en
la reunión de Afagnan de 1985, en la que se acordó crear la Coordinación
General de África, que abarca los siguientes países: Senegal, Sierra Leona,
Liberia, Ghana, Togo, Benin y Camerún. El fin era ir unificando los criterios
generales a seguir, sobre todo a nivel de la formación. El primer Coordinador
fue el Hno. Justino Izquierdo, reemplazado en 1986 por el Hno. Juan Bautista
Carbó.
Durante los cuatro años de
funcionamiento de la Coordinación se pusieron las bases para una colaboración
más estrecha entre los diferentes centros de África occidental. En este período
tuvieron lugar varios encuentros en la sede de la Coordinación y del Noviciado
de Lomé (diciembre 1986 y enero 1988), en los cuales se fueron confirmando los
pasos dados y se estimuló a seguir avanzando.
Después de los Capítulos
Provinciales de 1989, se tuvo en Los Molinos (Madrid) una reunión de la Curia
General con los nuevos Hermanos Provinciales y los Hermanos misioneros que
habían asistido a los Capítulos. A esta reunión se invitó a los Hermanos
Provinciales de Inglaterra y Portugal. Durante la misma se acordó la creación
de la Delegación General de África, decisión que debían ratificar los diversos
Consejos Provinciales. La Coordinación se convirtió en Delegación General de
África San Ricardo Pampuri, a la cual se unieron Zambia y Mozambique. Como
primer Delegado General fue nombrado el Hno. Juan Bautista Carbó, hasta ese
momento Coordinador General, y como Consejeros los Hermanos Justino Izquierdo, Benôit Lokossou e. Ivo Tangwa Tatah.
En estos años de vida de la
Delegación se han ido concretando los objetivos a seguir, se han unificado los
criterios de la Pastoral Vocacional y de la admisión de los candidatos, se ha
avanzado en la creación de una mentalidad común y se han internacionalizado las
comunidades.
Es en el campo vocacional
donde la Delegación ha realizado los progresos más importantes. Al inicio de
este periodo, en 1986, aunque las ideas estaban claras, en la práctica no se
veía cómo concretarlas. Pero poco a poco, y con la generosidad de muchos
Hermanos, se han ido poniendo en funcionamiento los Centros de Formación y se
comienzan a aplicar los criterios acordados según el Libro de la Formación de
la Orden y de la reunión de Formadores de 1986. Fruto de ello es que en la
actualidad la Orden cuenta con unos 80 Hermanos africanos y constituye, sin
duda, una gran esperanza para el futuro.
f) Erección de dos nuevas
Provincias en África
La Delegación General de
África ha dado respuesta, en gran parte, a los deseos y expectativas de todos,
y preparó a los Hermanos para poder constituir dos nuevas Provincias. Después
de consultar a todos los Hermanos, en la Asamblea de la Delegación, celebrada
en Lomé (Togo) del 14 al 19 de abril de 1997, presidida por el Superior General
Fr. Pascual Piles, después de haber estudiado las opciones posibles que
sugerían los Hermanos, la Asamblea llegó a la conclusión de constituir dos
Provincias en África, teniendo en cuenta la distribución geográfica y
lingüística. La parte de habla inglesa recibió el título canónico de Nuestra
Señora de la Misericordia, y comprende las Comunidades y Centros situados en
Ghana, Sierra Leona, Liberia, Camerún y Zambia. La Provincia de habla francesa,
con el título de San Ricardo Pampuri, la componen las Comunidades y Centros de
Senegal, Togo, Benin y Mozambique.
El Definitorio General, en la
sesión del día 25 de abril del mismo año, aprobó las decisiones tomadas en la
Asamblea de Lomé y nombró los Provinciales y Consejeros Provinciales de las dos
Provincias. Para de la Provincia “Nuestra Señora de la Misericordia” fueron
nombrados: Fr. José Mª. Viadero, Provincial , y los Hermanos Raphael Ngong Teh,
sac., Justino Izquierdo, John Oppong,
sac., y Ngha Nicholas Mue, Consejeros.
Los Hermanos Jesús Labarta, Leopoldo Gnami, José Mª. Chávarri, Benôit Lokossou
y Fiorenzo Priuli, fueron nombrados Provincial y Consejeros de la Provincia
“San Ricardo Pampuri”.
El proceso hasta llegar a esta
decisión no ha estado ausente de dificultades, como no lo estará el camino a
seguir en el futuro, dada la extensión, las distancias y las distintas lenguas
y culturas. No obstante, la gran generosidad de los Hermanos seguirá superando
las deficiencias y limitaciones y, estamos seguros, esta decisión impulsará el
desarrollo de la Orden y su acción apostólica en el continente africano.
4) Asia: presencia de la
Orden en un mundo de contrastes
En el continente asiático, y
durante los últimos 35 años, la Orden ha contribuido en gran medida a la misión
de la Iglesia, evangelizando a los pueblos de los países en vías de desarrollo.
En Asia los Hermanos han respondido de muy distinta manera a las necesidades de
los pobres y de los enfermos. La Orden ayuda en gran medida al desarrollo de
los programas y servicios nacionales, no compitiendo con los servicios del
gobierno, sino ofreciendo nuevos modelos de asistencia.
En los países asiáticos pobres
en servicios sanitarios la Orden ha puesto el acento sobre programas sanitarios
comunitarios. Exige a los líderes la capacidad de saberse relacionar, no
solamente de comunicar y trabajar con los grupos; les pide, además, que sean
sensibles hacia los demás y tengan la capacidad de establecer un sentido de
comunidad con los pobres y, más importante aún, que estén imbuidos del carisma
de hospitalidad de la Orden.
Israel: La Orden
llegó al actual Israel en 1879. A iniciativa del Padre Alfieri se fundaron dos
hospitales: uno en Tantur (Jerusalén) y otro en Nazaret (1892), con dos
comunidades dedicadas a la atención hospitalaria y al apostolado misionero.
Actualmente sólo existe el Hospital de Nazaret adscrito a la Provincia
Lombardo-Véneta desde el año 1959.
Japón: la
Provincia de Baviera fundó en Kobe (Japón) en 1951; actualmente es una
Delegación Provincial con dos centros. En Japón, un país orientado hacia la
valoración de la persona en términos de su productividad, el testimonio
cristiano de la labor de los Hermanos tiene gran importancia para la Iglesia.
Esto es evidente en el caso de su interés por personas que han pasado mucho
tiempo en hospitales psiquiátricos y necesitan ayuda y atención a largo plazo.
El terremoto devastador del 17 de enero de
1995 ha destruido completamente la residencia y la capilla de los Hermanos y
dañado mucho el centro. Afortunadamente, no hubo muertes ni heridos graves.
Tras un primer momento muy duro, los
Hermanos y sus Colaboradores, con la ayuda de la Provincia bávara y cierta
colaboración de parte del gobierno, han podido reconstruir los edificios. La
casa de Kobe-Kita resultó indemne durante el terremoto.
El centro de larga estancia de Kobe-Suma ha
aceptado también residentes de breve estancia para convalecientes de una
enfermedad física, y ofrece algunos tratamientos no médicos, como la
hidroterapia. Al atender a muchos pacientes no cristianos, aparte de un
ambiente relajado y acogedor, los Hermanos ofrecen también un programa pastoral
ecuménico.
La Orden en Japón tiene también una clínica
en Ogo para adultos con múltiples trastornos graves. Los programas del centro apuntan
a satisfacer las exigencias individuales de los residentes.
En un
país donde sólo el 1% es cristiano y 430.000 los católicos, las
vocaciones a la Vida Consagrada y a la vida de la Orden, en particular, están
en proporción a dicho número. No obstante, tenemos la suerte de contar con
varios Hermanos japoneses, que han hecho ya los votos solemnes.
Vietnam: los
Hermanos de la Provincia canadiense llegaron a Vietnam en 1952 y se instalaron
en el norte del país. Con el inicio de la guerra civil, el hospital de los
Hermanos en Tan Bien (Ben Hoa City) fue ocupado por el estado, así como también
la casa del noviciado de Da Nang City. Los Hermanos canadienses se vieron
forzados a abandonar Vietnam y desde entonces el contacto con los Hermanos
vietnamitas fue indirecto e intermitente, a través de la Provincia francesa.
Esta situación ha mejorado recientemente y ahora es posible un contacto
directo. Sin embargo, sigue siendo difícil a los representantes eclesiales,
inclusive a los miembros del Gobierno General de la Orden, el permanecer en una
comunidad local cuando visitan Vietnam, para lo que se necesita un permiso
especial de las autoridades. También es muy difícil para los religiosos viajar
fuera del país.
La capilla de los Hermanos es lugar de
encuentro donde la gente entra y sale constantemente para rezar delante del
Santísimo Sacramento y delante de las imágenes de la Virgen, de San Juan de
Dios y de San Ricardo Pampuri. Otro punto de referencia para los Hermanos y la
Iglesia local, es la tumba de un Hermano de origen americano, el venerado Fr.
William Gagnon, enterrado en el cementerio cerca de la casa de los Hermanos, en
Tan Bien. El Hermano William era miembro de la Provincia canadiense y fundador
de la Orden en Vietnam. Junto con otros Hermanos canadienses primero se fue
misionero a Vietnam del Norte, pero luego paso al Sur con los refugiados cuando
estalló la guerra. Al Hermano William se le recuerda como un Hospitalario
ejemplar y se ha ido difundiendo entre el pueblo vietnamita una gran devoción hacia
él. Cada día se ven enfermos del hospital y muchas otras gentes rezar delante
de su tumba. En la muerte como en la vida, él está, sin duda, muy cerca de sus
Hermanos y del pueblo vietnamita, a quien amó de todo corazón y sirvió con
compasión y ternura infinita.
Algunos Hermanos han estudiado y recibido
un diploma en la práctica de la medicina oriental tradicional y acupuntura. Han
creado dispensarios, sobre todo para los pobres, y también una industria para
medicinas tradicionales, que suministran no solamente en sus propios
dispensarios, sino también a dispensarios y hospitales de los alrededores.
Los Hermanos cuentan con muchos
voluntarios. Además hay más de siete parroquias con más de 30 afiliados de San
Juan de Dios en cada una que visitan a los enfermos y a los moribundos en sus domicilios. Estos grupos parroquiales,
inspirados en San Juan de Dios y en el ejemplo de los Hermanos, pidieron ser
afiliados a la Orden para compartir sus beneficios y gracias espirituales.
La ceremonia de afiliación a la Orden tuvo lugar durante la visita del Prior
General, en 1995.
A pesar de las innumerables dificultades,
los Hermanos han sabido atraer muchas vocaciones y darles una sólida formación
religioso-hospitalaria. A finales de 1995 había más de 70 Hospitalarios en
Vietnam. El aspecto más prometedor para el futuro de la Orden en Vietnam es que
el número de candidatos que solicitan el ingreso en la Orden es constante.
Corea: en 1959
los Hermanos de Irlanda fundaron en Corea del Sur. Hoy es una Delegación
Provincial con tres centros. Ha conseguido humanizar el servicio a los enfermos
mentales, realizando una misión profética en este ámbito de la asistencia. El
futuro se prevé con esperanza, debido al número de vocaciones nativas.
Desde la inauguración del hospital Kwangju en 1960, la Orden ha prestado su
servicio a los pobres que no podían permitirse pagar los servicios médicos
existentes en otros centros. A este objetivo de servir a los más necesitados se
fue añadiendo la dimensión ecuménica, ya que los Hermanos trabajan en muy
estrecha colaboración con el hospital presbiteriano local en el tratamiento de
los enfermos pobres, estableciéndose muy estrechas relaciones personales entre
los dos grupos.
El hospital preparó un programa de ayuda a
las aldeas de alrededor Por ejemplo, en una aldea donde había gente enferma de
lepra se hicieron visitas regulares, los niños y jóvenes de la calle recibieron
asistencia médica gratuita, así como los residentes en un centro para pobres
llevado por las autoridades civiles. Durante más de quince años, los Hermanos,
Novicios y Postulantes, inclusive, trabajaron como voluntarios cada día en ese
centro, donde había más de 400 personas viviendo en condiciones infrahumanas.
Particularmente grave era la situación de los enfermos mentales y los
huérfanos. Dentro del centro, con el permiso de las autoridades civiles, la
Orden construyó un edificio para el tratamiento de los enfermos mentales. Para
entonces se trataba de un proyecto piloto.
Recientemente, la mejora del nivel de vida
que ha llegado con el auge económico en Corea y la introducción de la Seguridad
Social, ha permitido a los pobres y al resto de la población recibir asistencia
sanitaria en hospitales y dispensarios. El dispensario de los Hermanos se ha
especializado en dermatología, pediatría y medicina interna, y continúa siendo
meta de muchos pacientes. La Orden considera el dispensario como un recurso
válido y una ayuda para un programa de asistencia a domicilio a enfermos
terminales o incurables; un centro para enfermos terminales de cáncer, un
programa para ancianos y como un servicio de salud mental.
Gracias a la experiencia del proyecto
piloto para personas con trastornos mentales arriba mencionado, la Orden en
Corea ha creado un servicio de salud mental innovador, ideado como centro para
vivir, más que como hospital psiquiátrico. Esta es una obra muy considerada en
el país y un centro de formación para los profesionales en el campo. El
departamento de educación ha publicado varios libros sobre varias formas de
enfermedad mental y problemas psicológicos.
En la ciudad de Chuncheon al noreste de la
capital Seúl, en 1984, y por invitación de las autoridades civiles y del obispo
local -que declaró antes de su muerte en 1994 que el haber traído a los
Hermanos a la diócesis es una de las cosas de las que más orgulloso se sentía
de su servicio como obispo-, la Orden se responsabilizó de la administración de
un albergue para 150 transeúntes. Se trata de un proyecto basado en un convenio
entre las autoridades civiles y nuestra Orden.
En 1990, por invitación de la archidiócesis
de Seúl, la Orden abrió un centro para jóvenes adultos con dificultades de
aprendizaje. A causa de los recursos limitados, voluntarios y estudiantes
universitarios en particular, han desempeñado un papel significativo en el
desarrollo y en la puesta en marcha de programas de formación para los
usuarios.
La Orden en Corea es consciente que para
estar cerca de la gente pobre y ofrecerle sus servicios de manera regular, se
necesitan fondos que proceden de varias fuentes. Al respecto se ha creado la
Oficina de Desarrollo con el objetivo de procurar fondos para las obras de
caridad de la Orden. Estos recursos están a disposición del Superior Mayor para
que los use a su discreción en proyectos a favor de los pobres o para proyectos
no financiados por el gobierno u otras entidades.
India: hay dos
rasgos interesantes de la fundación de la Orden en la India. Uno es el hecho
que dos Hermanos profesos del país eran miembros del equipo fundador que llegó
de la Provincia renana (Alemania) en 1969; otro, que el Hermano Fortunatus,
miembro del mismo grupo pionero, ha fundado una nueva Congregación de
religiosas: las Hermanas de la Caridad de San Juan de Dios. Las Hermanas, que
celebraron su primer Capítulo General en 1992, trabajan en estrecha
colaboración con los Hospitalarios.
A pesar de que la obra de mayor envergadura
de los Hermanos en la India sea un hospital general, su actividad abarca una
gran abanico de actividades que va desde un hogar para pobres con enfermedades
crónicas, pasando por un centro de salud, una residencia para ancianos y un
proyecto de viviendas, que ha proporcionado casa a más de 1.500 familias
pobres. El hospital general de los Hermanos en Kattappana es independiente
desde el punto de vista económico, pero varias de las obras de la Orden en la
India están financiadas por bienhechores extranjeros, especialmente alemanes .
Los Hermanos de la Delegación General Renana apoyan la asociación “Indienhilfe
des Hospitalordens vom Hl. Johannes von Gott e V.” para la colaboración con las
obras de la Orden en la India.
En Kattappana, primera fundación, los
Hermanos han creado un hospital general que cuenta también con una escuela para
enfermeros/as reconocida por la Universidad Mahatma Gandhi. El hospital tiene
un programa de primeros auxilios y un servicio oftalmológico gratuito,
desempeñado por personal voluntario que visita regularmente las aldeas pobres.
El Pratheeksha Bhavan (Casa de la
Esperanza), cercana al hospital, acoge a personas con enfermedades crónicas que
reciben cariño, amistad y atención de parte de las Hermanas y los Hermanos que
trabajan allí. La Casa de la Esperanza acoge también a niños de familias pobres
de la zona. Sirve como centro para asistir a las familias que se encuentran en
circunstancias difíciles.
Poonomalle (Madras) es la sede de la
Delegación y del Noviciado. En la zona se ha creado también un hogar para
ancianos con un pequeño dispensario para familias pobres.
Deshgaon (India del Norte) es la fundación
más reciente de la Delegación en la India. Se trata de un servicio de
asistencia sanitaria. En el centro hay un dispensario con algunas camas para
casos especiales, y desde el mismo se ofrecen también servicios a las aldeas de
alrededor.
El ingreso de jóvenes en la Orden es
constante. Los Hermanos se forman para mantener vivo el espíritu de San Juan de
Dios y los principios, los valores y la filosofía de la Orden y adquieren la
preparación profesional de enfermeros y en otras ramas médicas y asistenciales
Filipinas: durante
muchos años la Orden tuvo el deseo de volver a Filipinas. Este sueño se realizó
en 1988, cuando la Provincia Romana creó un centro de formación y un
dispensario en Quiapo, uno de los barrios más pobres de Manila. La Orden tiene
mucho que aportar a un país de gran diversidad, con ciertas tensiones y
posibilidades limitadas,
Actualmente, el dispensario de Quiapo se ha
transformado en un Poliambulatorio gratuito. En 1996 se ha abierto una Escuela
para la rehabilitación de niños sordomudos; en ella se imparten, además, cursos
de orientación profesional para adolescentes.
En 1990 se abrió el Noviciado en Amadeo
(Cavite), al que en 1996 se ha unido un Centro de Rehabilitación para niños que
sufren lesiones cerebrales.
Filipinas, Delegación de la Provincia
Romana, es la fundación más reciente de la Orden en Asia. Junto con la Iglesia
local, la Orden, en este país, el más católico de Asia, tiene mucho que aportar
en la evangelización de este gran continente, en respuesta al reto del Papa a
la Iglesia en Asia, pero sobre todo a la Iglesia en Filipinas.
4) Oceanía: nuevos
horizontes de la Hospitalidad
Australia y Nueva Zelanda,
como Europa y EE.UU., son hoy
sociedades posmodernas donde la religión se ha convertido en asunto personal
separado de la comunidad; la libertad individual, la justicia social, la
ecología y el feminismo son considerados por muchos asuntos más importantes que
ir a la iglesia. En términos de apostolado, los religiosos están retirándose de
las grandes instituciones, que en el pasado constituyeron las ciudadelas de los
apostolados de las órdenes religiosas, y optan por obras más pequeñas o
apostolados individuales.
Australia: cuando los
primeros Hermanos de San Juan de Dios llegaron en 1947 a la archidiócesis de
Sidney (Australia), formaban parte de la última ola de los misioneros
irlandeses que llegó al continente australiano. Esto ocurrió en un momento en
que era muy mediocre el nivel de atención e interés prestado a los niños
disminuidos psíquicos. Los Hermanos se dedicaron a ellos con entrega y
experiencia. Abrieron tres escuelas especiales y un taller protegido para niños
y adolescentes disminuidos. Su labor en este campo ha promovido enormemente la
evangelización de la Iglesia, por su testimonio de servicio y entrega a los
necesitados, que es parte fundamental del mensaje cristiano.
Asimismo, los Hermanos se dedicaron a la
asistencia psiquiátrica, en un momento en que el tratamiento de los enfermos
mentales se limitaba a su custodia. En los dos hospitales psiquiátricos de los
Hermanos se practicaban nuevos métodos: terapias de grupo, y tratamientos
farmacéuticos, supervisados, a una amplia gama de desórdenes psiquiátricos.
La Orden acaba de cumplir 50 años de presencia en Australia. Tiene
centros y servicios en los dos estados orientales de New South Wales y
Victoria.
En New South Wales, la Orden dirige una
residencia para niños con trastornos mentales en Morisset y dos hospitales
psiquiátricos en Sidney. En Melbourne posee una red de servicios sociales y
terapéuticos para personas discapacitadas.
Nueva
Zelanda: ya el primer superior de la Orden en Australia, al
salir de Irlanda en 1947, recibió el mandato de extender la Orden a la vecina
nación independiente de Nueva Zelanda. Este mandato se realizó en 1955, cuando
cuatro Hermanos fueron a Cristchurch, ciudad principal de South Island en Nueva
Zelanda, para abrir un internado especial para niños con dificultades de
aprendizaje.
La escuela llamada “Marylands” se hizo
famosa en toda Nueva Zelanda por sus avanzados programas de educación especial.
Funcionó durante 28 años antes de pasar a manos del gobierno del país.
Mientras, la Orden abrió una residencia para disminuidos psíquicos adultos en
la misma ciudad de Christchurch y una “casa hogar” para adolescentes delincuentes,
muchos de ellos maoríes. En 1995 la Orden asumía la responsabilidad de una
residencia de ancianos, dirigida antes por las Hermanitas de los Pobres. Esta
residencia se encuentra en Hastings, en North Island.
En Nueva Zelanda nuestra Orden se ocupa actualmente de los
ancianos y de servicios de rehabilitación para las personas con discapacidades
físicas. Ayuda también a los transeúntes, sobre todo a los jóvenes. Sus obras
principales son el Hospital de San Juan de Dios para Ancianos y el Albergue San
Juan de Dios-Sagrada Familia en Hastings. En Christchurch se encuentra también
una obra para jóvenes transeúntes. Durante esos años varios neozelandeses han
ingresado en la Orden y han prestado sus servicios en Australia y en Papua
Nueva-Guinea.
Papua
Nueva-Guinea: la población de Papua
Nueva-Guinea es de unos tres millones de habitantes. La mitad de la población
es cristiana y la mitad de los cristianos son católicos. El terreno montañoso
obligó a un estilo de evangelización dividido en compartimentos con diferentes
denominaciones cristianas centradas en una zona del país. La mayoría de las
confesiones aceptaron esta situación durante el periodo colonial, pero
recientemente las distintas iglesias cristianas se han difundido más allá de
los confines políticos y naturales originales. La cultura melanesia no tiene
historia de ningún tipo de vida religiosa o sacerdotal.
Los Hermanos de San Juan de Dios llegaron a
Papua Nueva-Guinea en 1971. Fueron a trabajar con los niños con trastornos
físicos y socialmente necesitados, en una institución en la capital Port
Moresby. En 1976 la labor de la Orden alcanzó la aldea montañosa de Kamina,
donde los Hermanos abrieron un dispensario, promoviendo, así, el desarrollo de
la gente mediante la educación, la agricultura y otras iniciativas. Los
Hermanos se retiraron de Kamina en 1994 y pasaron al noviciado de Port Moresby.
En Papua Nueva-Guinea la mayoría de los
Hermanos indígenas están en formación. Sin embargo, la Orden tiene una
residencia para jóvenes necesitados en Hohola (Port Moresby) y un centro para
alcohólicos y drogadictos en Goroka. Los miembros de la Orden llevan la
pastoral en el centro sanitario Raihu (Aitape). En Port Moresby los Hermanos
supervisan y organizan un taller para personas afectadas por la lepra.
Hay varios Hermanos profesos de
Nueva-Guinea y el número de candidatos en las fases iniciales de formación se
mantiene constante. El Escolasticado está en Aitape donde los Hermanos se
forman para trabajar los dispensarios. La Orden se ocupa, además, de un centro
para el tratamiento de drogadictos y alcohólicos, centro que se encuentra en
Goroka y es propiedad de la Conferencia Episcopal.
La expresión de Hospitalidad de la Orden en
Papua Nueva-Guinea ha sido su aportación original a los intentos
evangelizadores de la Iglesia para mostrar toda la amplia gama de los valores
cristianos, especialmente la misericordia y el servicio a los enfermos y a
personas con dificultad de aprendizaje o minusvalía física.
Capítulo octavo
EXIGENCIAS MISIONERAS ACTUALES
PARA LA VIDA DE LA ORDEN
1. La vocación del Hermano
de San Juan de Dios vivida con espíritu misionero
Todos los bautizados somos
llamados a ser evangelizadores y testigos del Reino de Dios. “La Iglesia
entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del
Pueblo de Dios” (EN 59). No obstante, existen diversidad de servicios en la
unidad de la misma misión (cf EN 66).
Juan Pablo II destaca, en la
carta encíclica Redemptoris missio, la fecundidad y riqueza de los Institutos
de Vida Consagrada al servicio de la evangelización. De manera específica
invita a los Institutos de vida activa, persigan o no un fin estrictamente
misionero, a trabajar por la expansión del Reino de Dios. “La Iglesia debe
dar a conocer los grandes valores evangélicos de que es portadora; y nadie los
atestigua más eficazmente que quienes hacen profesión de vida consagrada”
(RMi 69).
Para nosotros, Hermanos de San
Juan de Dios, “el sentido auténtico de nuestra vida es hacer presente a
Cristo en nuestro apostolado de caridad, que nos invita a dedicar toda nuestra
existencia a la evangelización de los pobres y de los enfermos” (DCG 5.6;
cf Const. 1984, 2b, 5).Por lo cual, estamos llamados a mantener siempre vivo el
espíritu misionero y a desarrollarlo también en el anuncio “ad gentes”,
impulsando constantemente nuestra presencia en tierras de misión” (cf Const.
1984, 48), para ser testigos del amor misericordioso del Padre a los enfermos y
necesitados en cualquier lugar del mundo.
Mantener vivo el espíritu
misionero siguiendo a nuestro Fundador, significa y exige:
a) Vivir y expresar con
gozo nuestra identidad y nuestra consagración hospitalaria
Nuestra misión se manifiesta,
en primer lugar, a través de nuestro estilo de vida. Plenamente identificados
con nuestra consagración hospitalaria, manifestamos que Dios es el valor
absoluto en nuestra vida y, hacer su voluntad nuestro criterio último. En la
acogida, escucha y asistencia a cualquier necesitado, expresamos la experiencia
del amor misericordioso del Padre y nuestra capacidad de amar.
Nuestra fe, alimentada cada
día en el encuentro con Dios (oración personal, Eucaristía, liturgia de las
horas, etc.) nos debe llevar al compromiso
en nuestra misión hospitalaria (cf DCG 5.4). “La vida consagrada es
una prueba elocuente de que, cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le
puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y
aceptando los mayores riesgos.” (VC 76; cf EN 69).
“La hospitalidad que hemos
recibido como don, nos compromete a vivir en fraternidad con sencillez” (Const.
1984, 36b). Estamos llamados a ser:
·
comunidades de vida,
·
testimonio
de comunión en un mundo dividido,
·
comunidades que viven la fraternidad y hermanan los
ambientes en los que se encuentran (cf DCG 5.5.1).
Construir la fraternidad en
nuestras comunidades es un compromiso prioritario de nuestra misión
hospitalaria.
b) Ser testigos de Cristo
“La aportación específica que
los consagrados/as ofrecen a la evangelización está, ante todo, en el
testimonio de una vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos” (VC 76).
Los Hermanos de San Juan de Dios, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret que
pasó por el mundo haciendo el bien a todos (cf Act 10,38) “y curando toda
enfermedad y dolencia” (Mt 4,23), y de San Juan de Dios “que se entregó
por completo al servicio de los pobres y enfermos” (Const. 1984, 1),
cooperamos a la salvación del hombre y del mundo: con nuestra presencia y
cercanía, respetando y velando para que se respeten siempre los derechos de la
persona, aportando los medios necesarios para una asistencia integral, haciendo
de la persona enferma o necesitada el centro de interés de nuestro apostolado
hospitalario, anunciando el evangelio explícitamente, y dejándonos evangelizar
por los más radicalmente pobres (cf POE 37).
c) Total donación a Dios y
plena disponibilidad para servir al hombre y a la sociedad
“Gracias a su consagración
religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para abandonar todo
y lanzarse a anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra” (EN 69; cf
RMi 69). En efecto, nuestra vocación hospitalaria exige de nosotros plena
disponibilidad para estar presentes en cualquier realidad donde una persona
enferma o necesitada nos requiera. Exigencia válida no sólo para ir a las
llamadas tierras de misión, sino para cualquier realidad donde la Orden esté
presente.
d) Inculturación,
ecumenismo y universalidad
Son tres elementos esenciales
para mantener vivo nuestro espíritu misionero. Hemos de acercarnos a las distintas
culturas con un talante de respeto, valoración y acogida, tratando de
asumirlas, superando posturas defensivas e impositivas poco evangélicas (cf VC
79, 80). La universalidad nos ha de mantener siempre dispuestos a promover la
cultura del diálogo y de la solidaridad entre pueblos, instituciones y
personas, partiendo de la pluralidad y el respeto a todos ellos. El ecumenismo,
siguiendo la invitación del Concilio Vaticano II, es una llamada cada vez más
fuerte al diálogo y a la colaboración entre las diversas religiones. “El
diálogo (interreligioso) es un camino para el reino y seguramente dará sus
frutos, aunque los tiempos y momentos los tiene fijados el Padre” (RMi 57;
cf VC 101).
e) Adecuada preparación y
formación
Nuestra misión hospitalaria
exige “la preparación humana, teológica y profesional como requisito
imprescindible para poder ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas
el servicio eficiente que merecen y justamente esperan de nosotros” (Const.
1984, 43). Es evidente que esta exigencia tiene sus notas específicas en
función de los lugares donde se lleve a cabo nuestra misión y de las personas a
quienes se atiende. No obstante, es deseable y necesario un adecuado nivel de
madurez personal y una sólida fundamentación espiritual, en sentido amplio,
para poder vivir la consagración hospitalaria con entrega y espíritu misionero.
f) Vivir en comunión con la
Orden y con la Iglesia misionera
La sensibilidad, preocupación
y comunión por las obras misioneras de la Orden y de la Iglesia son expresión
inequívoca y necesaria de nuestro compromiso misionero. La oración personal y
comunitaria, la solidaridad y colaboración con las obras misioneras y la
promoción de las mismas, según nuestras posibilidades, son exigencias que todos
hemos de asumir. Insertados en nuestra propia realidad y dejándonos interpelar
por ella, hemos de encarnar el Evangelio, sintiéndonos unidos a toda la Orden y
en comunión con la Iglesia universal. “Sólo un amor profundo por la Iglesia
puede sostener el celo del misionero. Para todo misionero la fidelidad a Cristo
no puede separarse de la fidelidad a la Iglesia” (RMi 89).
2. La animación misionera,
un desafío para nuestras comunidades
Nuestras comunidades, como
signo de la presencia del Reino de Dios en el mundo, deben asumir la animación
misionera y su proyección “ad gentes”, con la misma solicitud que toda
actividad primordial e inmediata requiere, desde la vivencia profunda del
misterio de la encarnación y de la redención, como signo y testimonio de ser
enviadas a instaurar el Reino de Dios, fin
último de su acción evangelizadora.
·
Dios Padre envía a su Hijo unigénito para
restaurar las relaciones armoniosas entre el hombre y su Creador, y así elevar
a los hombres a participar de la vida divina según los designios del mismo Dios
(cf Jn 12,49; 6-9; 1 Jn 4, 9-10). “Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la
tierra el reino de los cielos, nos reveló el misterio del Padre, y realizó la
redención con su obediencia.” (LG 3).
·
Cristo, a su vez, envía al grupo que
constituye en Iglesia con la misión específica de transmitir a todos los
hombres la Buena Nueva de la redención en todo tiempo y lugar (cf Mc 16,15; Jn
20, 21; Lc 24,46; He 1,8). “Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a
los Apóstoles... Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad
salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles a fin de llevarlo a cabo
hasta el fin de la tierra”. (LG 17)
·
La comunidad, por tanto, envía a sus miembros
en razón de su pertenencia a la Iglesia, de la que forma parte, a anunciar y
hacer presente la Buena Nueva de Cristo, según el carisma propio, compartiendo
así su misión. Por lo que, en fidelidad al mandato que la Iglesia ha recibido
del Señor, mantenemos el espíritu y la animación misionera como responsabilidad
personal y comunitaria (cf Const. 1984, 48 y EE.GG. 58).
·
La animación misionera de nuestras comunidades se realiza en la continua actitud de
promover y hacer vivir el espíritu misionero de nuestra Orden mediante las
denominadas “formas de cooperación misionera” (cf RMi 77 y ss.; EE.GG. 59), que
resumimos a continuación:
·
El testimonio de vida, mediante el radicalismo
evangélico, en todas las expresiones que configuran la vida comunitaria (vida
de fe y oración; vida de fraternidad y de servicio apostólico);
·
La participación en la misión con la oración, el
sacrificio y la práctica pastoral entre los enfermos y necesitados de nuestros
centros, para instruirles sobre el valor pascual del dolor unido al de Cristo;
·
Estar informados para conocer la realidad misionera
de la Iglesia en general y de las misiones propias de la Orden;
·
La solicitud, promoción y ayuda en la formación de
las vocaciones misioneras;
·
La colaboración en la ayuda material y económica de
los centros y comunidades de misión;
·
Invitar a nuestros Colaboradores a participar, con
su profesionalidad y su vivencia de la fe, en las tareas misioneras, sea de
manera puntual o permanente;
·
Cultivar la formación permanente, personal y
comunitaria, para concienciarnos sobre las implicaciones y el desarrollo del
compromiso misionero;
·
Coordinar las iniciativas, a través de los medios
que la Orden tiene previstos, para la animación y promoción misionera.
La vivencia de la animación
misionera en nuestras comunidades será signo de madurez en la fe, de nuestra Vida Consagrada centrada en Cristo y
comprometida en la promoción y la salvación de todos los hombres, construyendo
así el Reino de Dios en el mundo (cf RMi 77).
3. La Carta de la Animación
Misionera
Este documento tiene origen en
la reunión del Secretariado de Misiones, que tuvo lugar en Roma en el mes de
mayo de 1984.
En su Introducción hace un
análisis de la historia de la Orden en tierras de misión y de la necesidad de
crear el Secretariado General de Misiones. Continúa diciendo cuáles deben ser
las actitudes para la misión: espíritu de servicio, capacidad de adaptación y
disponibilidad a la escucha. Recuerda que todos estamos implicados en esta
misión, de forma directa o indirecta, lo cual nos debe llevar a revisar las
motivaciones vocacionales y, al mismo tiempo, a mirar la realidad misionera
como un espacio para la evangelización y el compromiso en la promoción de la
persona.
Siguiendo los documentos de la
Iglesia sobre la acción misionera, las Constituciones y Estatutos, la Carta
recoge los contenidos y las líneas de acción para el desarrollo y la animación
misionera dentro de la Orden. Recuerda que el ámbito de la animación misionera
del Hermano de San Juan de Dios se manifiesta en dos actividades
complementarias: la misión "ad gentes" y la animación misionera
dentro de la Orden. Esto es más eficaz si los Hermanos que están en misiones
estimulan a las comunidades y a otras instancias de la Orden por medio de
visitas. Al mismo tiempo, aunque en virtud de la consagración religiosa todos somos
responsables de esta animación,, conviene que haya algunos Hermanos dedicados
especialmente a la animación misionera, y que las comunidades colaboren
estrechamente con ellos.
Entre otras acciones, señala:
·
encuentros anuales, provinciales e interprovinciales,
a fin de mantener el interés por las misiones;
·
incluir en los programas de formación inicial y
permanente temas de carácter misionero;
·
sensibilizar a los Colaboradores, a la Iglesia local
y a otros organismos.
La Carta de Animación
Misionera ha supuesto para la Orden:
·
La iluminación de esta dimensión de la vocación
hospitalaria, dando pistas de reflexión para el futuro. Fruto de la misma fue
la Semana Misionera, que se comenzó a celebrar en algunas Provincias y que,
poco a poco, se ha extendido a la mayor parte de la Orden;
·
Un crecimiento en la sensibilidad de la Orden hacia
las realidades misioneras, que se traduce: en una mayor solidaridad,
comunicación de bienes y aportación de recursos;
·
Llenó un vacío existente, poniéndose en evidencia la
necesidad de elaborar una política misionera más precisa para toda la Orden
4. Principios desde los que
se quiere trabajar
En los umbrales del Tercer
milenio la Orden, fundamentada en sus raíces esenciales y haciéndose eco de la
llamada de la Iglesia a la nueva evangelización, mira con esperanza el futuro
tratando de responder generosamente a las necesidades del hombre que sufre: “Su
campo de acción es: ser testigos de la atención cristiana a la persona en su
globalidad, lo que nosotros hemos llamado humanización; ser testigos de la
solidaridad con los pobres, los enfermos y los marginados; ser hermanos de
quien sufre”. (DCG 4.1)
Dado que cada realidad donde
estamos presentes tiene sus peculiaridades, a la hora de concretar la tarea
evangelizadora habrá que discernir cómo desempeñarla creativamente, siempre en
fidelidad a nuestro carisma (cf Const. 1984, 6). No obstante, existen unos
criterios fundamentales, que indicamos
a continuación:
a) La
hospitalidad: eje central de nuestra vida
“La razón de nuestra existencia en la
Iglesia es vivir y manifestar el carisma de la hospitalidad, al estilo de San
Juan de Dios” (Const. 1984, 1).
La Hospitalidad es lo nuclear
de nuestra vida, mediante la cual “el
Espíritu Santo nos hace capaces de cumplir la misión de anunciar y hacer
presente el reino entre los pobres y enfermos” (Const. 1984, 2) y
participamos de la experiencia fundante que vivió nuestro Fundador. Es un don de Dios que hemos de renovar cada día
en el encuentro con El y en la entrega a los hermanos. Ella nos mantiene alerta
y nos anima a vivir en constante proceso de conversión, para asumir y vivir las
actitudes y gestos de Jesús y de San Juan de Dios, que se encarnaron en el
mundo de los enfermos y marginados y les ofrecieron remedios eficaces para su
liberación integral (cf POE 63).
La experiencia de la
misericordia de Dios nos estimula a la donación total a Dios y a la
disponibilidad plena en el servicio a cualquier persona necesitada, en
cualquier lugar, para anunciarle la Buena Nueva del Reino de Dios.
b) Misión sanadora de la
Iglesia a través de la Orden
Como seguidores de Jesús, nos
hemos comprometido a evangelizar y a ser testigos de su misión de curar y
liberar en el mundo del dolor, viviendo y practicando el evangelio de la
misericordia. “La Iglesia admira y agradece a las personas consagradas que,
asistiendo a los enfermos y a los que sufren, contribuyen de manera
significativa a su misión” (VC 83).
Siendo fieles a la tradición
más original de la Orden, hemos de poner en el centro de nuestros desvelos al
hombre que sufre, a quien atendemos integralmente, prolongando de esta forma en
el tiempo la acción sanadora de Cristo. Junto a los cuidados físicos, psíquicos
y sociales, ponemos especial interés en la atención espiritual (cf VC 83).
c) Evangelización,
humanización y promoción humana
La verdadera evangelización
debe estar siempre acompañada del compromiso concreto por el hombre. Para
nosotros, el reto consiste en transformar los gestos de curación en auténticos
gestos de evangelización. Humanización y evangelización deben formar un todo
indivisible, porque “donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo
lugar está”. (LB 15)
Nuestro compromiso nos exige
compaginar la atención de máxima calidad, usando las mejores y más modernas técnicas
con un estilo lleno de caridad y ternura. Es el binomio que, desde San Juan de
Dios, la Orden ha tratado de mantener para realizar la misión de caridad y
curar a los enfermos.
La promoción del hombre es
siempre un reto para nuestra misión. En cada lugar tendrá peculiaridades
concretas que habrá que contemplar. En los lugares donde la pobreza es mayor y
los recursos son escasos, nuestra acción será solidaria de acuerdo a esa
realidad, usando recursos proporcionados y aplicando programas sencillos, pero
eficaces.
En el compromiso por la
promoción del hombre corremos el peligro de preocuparnos sólo, o
preferentemente, de la cuestión social, de la eficacia, descuidando la
dimensión de ser testigos del amor de Cristo, que es la razón última de nuestra
vocación. Otro riesgo es no prestar la atención debida a la ciencia y la
técnica, cuando, por el contrario, hemos de promover el diálogo entre ambas,
para mostrar que la ciencia y la técnica contribuyen a la humanización del
mundo, en la medida en que estén impregnadas del saber y de la caridad de Dios
(cf DCG 4.3).
d) Acogida universal e
inculturación
Son dos principios esenciales
en el ejercicio de nuestra misión, que hemos de cuidar y cultivar. La Orden
nunca ha realizado discriminación de ningún tipo en su misión apostólica: toda
persona enferma o necesitada es destinataria de nuestra atención. No obstante,
y sabiendo nuestras limitaciones, con San Juan de Dios decimos: “viendo
padecer a tantos pobres, hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades,
tanto corporales como espirituales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste”.
(2 GL 8)
En cualquier lugar, y a
cualquier persona necesitada, hemos de tratar siempre de acercarnos,
haciéndonos solidarios de las diversas situaciones, recorriendo el camino de
Jesús que siendo Dios se hizo hombre y compartió nuestra propia realidad (cf
Flp 2,6). Hemos de acercarnos con gran respeto a las culturas, preparándonos y
formándonos adecuadamente, respetando sus ideas, estilos y creencias. Sólo así
podremos mostrar la misericordia y el amor que Dios tiene a todos los hombres. “El
Sínodo considera la inculturación como una prioridad y una urgencia en la vida
de las Iglesias particulares para que el evangelio arraigue realmente en
África; una exigencia de la evangelización; un camino hacia una plena
evangelización; uno de los desafíos mayores para la Iglesia en el continente a
las puertas del tercer milenio” (EA 59).
e) En colaboración con la Iglesia, con otras instituciones
y abiertos al diálogo interreligioso
En el mundo, y concretamente
en el ámbito de nuestra misión, no estamos solos. Por lo cual, estamos abiertos
para colaborar con otras instituciones, eclesiales o no, que trabajen en favor
de los enfermos y de los pobres, siempre que podamos realizar nuestra misión en
toda su amplitud. Grupos y entidades con lo que es posible a colaboración son las
Congregaciones religiosas, asociaciones eclesiales o de otras creencias,
organizaciones sociales y administraciones públicas.
Este espíritu abierto y de
colaboración hemos de potenciarlo, en la medida de lo posible, con
instituciones de carácter eclesial. De la misma manera hemos de favorecer el
diálogo interreligioso pues “forma parte de la misión evangelizadora de la
Iglesia. Los Institutos de vida consagrada no pueden dejar de comprometerse en
este campo, cada uno según su propio carisma y siguiendo las indicaciones de la
autoridad eclesiástica” (VC 102; cf RMi 55)). En este punto, los Hermanos
que trabajan en tierras de misión deberán prepararse y formarse de manera
especial para desarrollar esta misión ecuménica.
f) Dimensión profética de nuestra misión hospitalaria
“En nuestro mundo, en el que
parece haberse perdido el rastro de Dios, es urgente un audaz testimonio
profético por parte de las personas consagradas” (VC 85).
Los religiosos/as siempre han ocupado un lugar de vanguardia en la misión de la
Iglesia (cf EN 69).
Nuestra Orden ha dado siempre
signos claros del testimonio profético,
muchas veces con la entrega humilde y generosa en el servicio cotidiano a los
enfermos, y otras con gestos de denuncia y reivindicación de los derechos de
los pobres y enfermos, ante situaciones injustas. La presencia de tantos
Hermanos en lugares de frontera, al lado de los enfermos y marginados, y el
testimonio martirial de muchos de ellos, es la mejor expresión de la realidad
profética de la Orden.
En la actualidad es necesario
recoger esa herencia y hacerla fructificar, con el testimonio personal y
comunitario de los que formamos la Orden. Señalamos algunos puntos a tener en
cuenta:
·
Nuestro testimonio profético se funda en nuestro
estilo de vida, en el modo de relacionarnos, en los valores que dan sentido a
nuestra existencia y, en definitiva, en la manera de ser, para mostrar el valor
central y absoluto de Dios como alternativa a una sociedad que desplaza a Dios
y al hombre del centro de la vida. Esto exige: vivir un estilo personal y
comunitario sencillo y austero; no sucumbir a la tentación de lo fácil y del
hedonismo; ejercitar la solidaridad y el compromiso con los más débiles; ser
instancia crítica ante posturas, estructuras e instituciones injustas Son
actitudes que hemos de asumir y cultivar personal y comunitariamente, para ser fieles a nuestra herencia
profética.
·
Nos sentimos comprometidos para que se respeten
siempre los derechos de la persona a nacer, vivir decorosamente, ser curada en
la enfermedad y morir con dignidad (cf Const. 1984, 23), siendo voz de los que
no tienen voz, para que en todas partes la dignidad humana sea reconocida y el
hombre sea el centro de toda actividad (cf EA 70).
“La Iglesia recuerda a los consagrados/as que es
parte de su misión el evangelizar los ambientes sanitarios en que trabajan,
tratando de iluminar, a través de los valores evangélicos, el modo de vivir,
sufrir y morir de los hombres de nuestro tiempo. Es tarea propia dedicarse a la
humanización de la medicina y a la profundización de la bioética, al servicio
del evangelio de la vida” (VC 83).
·
Somos llamados a identificarnos con los que sufren,
con los marginados, al igual que Jesús lo hizo con los más débiles. En las
circunstancias actuales, aunque por tradición los Hermanos casi siempre hemos
ejercido nuestra misión en centros propios, hemos de estar dispuestos a
realizar la misión fuera de nuestras obras, sobre todo en los lugares donde la
presencia de los Colaboradores garantiza la fidelidad a los valores esenciales
de la Orden, y la estabilidad del centro no presenta especiales
dificultades.
·
Aunque todos los lugares donde exista pobreza,
enfermedad o sufrimiento son adecuados para que nosotros vivamos y ejercitemos
el evangelio de la misericordia, es necesario otorgar un lugar privilegiado a
los enfermos más pobres y abandonados (cf VC 83), a los que estamos llamados a
acudir con mayor urgencia: personas “sin techo”, enfermos en fase terminal,
enfermos de SIDA, tóxicodependientes, emigrantes, ancianos, enfermos crónicos.
Si ponemos nuestra mirada en las llamadas tierras de misión, descubrimos nuevas
urgencias: la pobreza endémica, enfermedades todavía no erradicadas (paludismo,
lepra, poliomielitis, enfermedades parasitarias, etc.), enfermos mentales
abandonados, las secuelas de las guerras, refugiados y personas desplazadas.
g) En comunión con los Colaboradores
Siguiendo las directrices de
la Iglesia, nuestra Orden está haciendo denodados esfuerzos por conseguir
progresivamente una relación con nuestros Colaboradores. El Documento “Hermanos
y Colaboradores unidos para servir y promover la vida” (1992) contiene las
líneas doctrinales y pastorales para trabajar en este proyecto.
Es un regalo para la Iglesia y
para la Orden el que muchos de nuestros Colaboradores (Trabajadores,
Voluntarios, Bienhechores) participen de nuestro carisma y de nuestra misión
formando la Familia Hospitalaria. En comunión con ellos llevamos adelante
nuestra misión apostólica (cf VC 54).
Se trata una realidad llamada
a desarrollarse. Las posibilidades son muchas, desde el respeto a la identidad
de cada uno. En el último Capítulo General, los Colaboradores consideraron la
posibilidad de la integración en la misión de la Orden:
“Los representantes de los colaboradores, a
la vez que formulan su propia apreciación por el compromiso de la Orden a
reexaminar y renovar su propia forma de ser y de operar, para responder a las
exigencias de los tiempos, consideran que la integración de los colaboradores
en la misión de la Orden es hoy día importante, necesaria e imprescindible...” (Declaraciones
del LXIII Cap. Gral. p. 82)
Es necesario impulsar con
valentía nuevos proyectos y potenciar los existentes, en los que los Hermanos
sean pioneros y animadores de los mismos, y los Colaboradores acepten y
promuevan compromisos en favor de los más necesitados. Existen experiencias en
esta línea que nos han de servir de guía para otras nuevas.
h) Misión “Ad gentes”
En realidad, todo lo indicado
anteriormente es igualmente válido para las presencias de la Orden en tierras
de misión, con sus correspondientes adaptaciones. No obstante, queremos
resaltar aquí la llamada que la Iglesia hace a la Vida Consagrada para la
misión “ad gentes”.
Es “tarea de la vida
consagrada el trabajar en todo el mundo para consolidar y difundir el reino de
Cristo, llevando el anuncio del evangelio a todas partes, hasta las regiones
más lejanas” (VC 78; cf LG 44).
Respondiendo a esta llamada, la Orden está presente en los cinco continentes,
habiendo hecho un importante esfuerzo en la segunda parte del presente siglo
por implantarse en África, Asia y Oceanía.
La labor desempeñada es
importante, y los Hermanos misioneros son verdaderos testimonios para toda La
Orden. Es necesario fomentar una mayor relación para compartir, intercambiar y,
en definitiva, enriquecernos mutuamente. Son muchas las cosas que podemos hacer
por nuestros Hermanos misioneros, y mucho lo que podemos recibir de ellos y de
las gentes que atienden.
Todos los Hermanos debemos
sentirnos comprometidos con la misión evangelizadora de la Orden, con nuestra
oración, cercanía y, también, con nuestra disponibilidad para desarrollar
nuestro compromiso hospitalario en tierras de misión.
5. Nueva hospitalidad: nueva evangelización en clave juandediana
Podemos comenzar recordando lo
que el LXIII Capítulo General de la Orden nos ha dicho acerca de qué entendemos
por nueva hospitalidad:
“La nueva hospitalidad es, ante todo, un
movimiento que mira a la Orden misma, a su más íntima identidad. Es, en primer
lugar, la afirmación de la primacía de la evangelización sobre las otras tareas
de la Orden. No es un “nuevo carisma” ni su adaptación a los valores de nuestra
sociedad; la novedad no está en el contenido del carisma, que permanece
invariable.
Consiste en vivir y manifestar hoy el don
que hemos heredado de Juan de Dios con un lenguaje nuevo, unos gestos y métodos
de apostolado, que respondan a las necesidades y expectativas del hombre y de
la mujer que sufren a causa de la enfermedad, edad, marginación, minusvalías,
pobreza y soledad.” (Declaraciones del LXIII
Capítulo General).
Hablar de nueva hospitalidad
nos lleva directamente a que nos hagamos la pregunta: ¿cómo estamos hoy
respondiendo, como Orden, a nuestra misión?
Nuestra misión apostólica nos
lleva a la definición y aplicación de un proyecto de Hospitalidad según el
espíritu de Juan de Dios: pensado para los enfermos y necesitados, vivido
con los Colaboradores, en actitud de servicio a la sociedad de hoy.
Históricamente y en la
actualidad, nuestra misión evangelizadora nos ha orientado y nos orienta a un
sinfín de personas enfermas y marginadas a las que tratamos de atender:
enfermos de siempre y nuevos enfermos, marginados sociales que no siguen el
ritmo de la sociedad a la que pertenecen; países desarrollados y otros en vías
de desarrollo, con muchos recursos o una medicina y asistencia primarias.
La aportación de la misión de
la Orden es de plena actualidad en cada uno de los lugares donde nos
encontramos, sea como complementariedad y participación en los servicios que la
sociedad tiene organizados, o como labor de suplencia.
En los últimos años nos hemos
preguntado muchas veces sobre dónde deberíamos estar presentes y, como
respuesta, la Orden ha tomado opciones preferenciales.
En el documento de nuestro
último Capítulo General, “La nueva evangelización y la hospitalidad en los
umbrales del Tercer milenio”, se refiere a las opciones preferenciales en el
apartado 5.6.1.: personas sin techo, enfermos en fase terminal, enfermos de
SIDA, toxicodependientes, emigrantes, ancianos y personas en condiciones de
enfermedad y limitaciones crónicas.
Por el servicio en sí y por la
forma de realizarlo, nuestras obras son ámbitos donde se vive y practica la
misericordia de Jesucristo hacia el enfermo y necesitado, con un proyecto
asistencial fundamentado en el Evangelio y en el seguimiento de San Juan de
Dios y la tradición de la Orden. En él participan los Hermanos y otras personas
creyentes, laicos, religiosas y
sacerdotes, y los Colaboradores que, como recuerda el Concilio, llevan dentro
las semillas del Reino, las hacen germinar, aunque no sean conscientes de ello,
y con quienes estamos llamados a compartir gustosamente nuestra misión.
De esto se derivan una serie
de conclusiones que hemos de tener muy presentes en el ejercicio de nuestra
misión pastoral:
1. Quienes
formamos los centros de San Juan de Dios, hemos de sentirnos unidos en el
servicio y en la promoción de la vida, aportando los valores humanos,
profesionales y espirituales de cada uno al proyecto común.
2. Quienes
somos cristianos estamos llamados a enriquecer este proyecto con la experiencia
espiritual del Dios que salva, que es amigo, que desea el bien de todos, y que
tenemos que transmitir como experiencia a nuestros compañeros de trabajo y a
los enfermos y necesitados.
3. Lejos de ser
un grupo de presión, los cristianos estamos llamados a formar Iglesia-Comunión
en los centros de San Juan de Dios, en nuestros puestos de trabajo, con la
palabra y el testimonio de vida, aunque tengamos criterios diversos y
pertenezcamos a sectores distintos de la Iglesia. No será fácil llegar a este
sentir de Comunión, pero hemos de
trabajar por constituir y vivir nuestra realidad como Iglesia doméstica.
4. Una gran
tarea de nuestra misión pastoral será la de manifestar con sencillez nuestra fe
a nuestros compañeros, con el buen sabor que la experiencia de la fe da a
nuestra vida, en coherencia con el Evangelio, abiertos a la amistad y a la
comprensión hacia cuantos no piensan o no creen lo mismo que nosotros.
5. Otra gran
tarea de nuestra misión pastoral es intentar acercar el Cristo bueno,
misericordioso, Buena Noticia, al enfermo y necesitado, que se encuentra, tal
vez, de espaldas a Dios y, quizás, vive una situación que le lleva a rebelarse
contra la suerte que ha tenido en su vida.
Estamos llamados a ser Buena
Noticia. Tenemos que serlo en actitud de respeto al ser de cada uno, en
comunión con la Iglesia local y ecuménicamente abiertos a las distintas
confesiones, desde nuestro carisma.
Somos conscientes de que
pertenecemos a un mundo en el que las personas se hacen muchos interrogantes
sobre el sentido de la vida, sobre los porqués de su suerte y sobre la bondad
de Dios.
La Orden está presente en
lugares en donde no se ha oído hablar nunca de Jesucristo, compartiendo nuestra
vida con culturas musulmanas, hindúes, confucionistas y animistas. El hecho de
que nuestra misión no sea el anuncio directo de la Palabra, tenemos conciencia de
nuestra aportación al Reino realizando signos de Iglesia con nuestro servicio,
aunque a veces no se sepan leer o sean malinterpretados.
El servicio a los enfermos y
necesitados y la acción pastoral que realizamos en los centros, en colaboración
con religiosas, sacerdotes y creyentes, es el modo de colaborar con la Iglesia
local, completando con la acción caritativa lo que sacerdotes, religiosos,
religiosas y catequistas realizan con la palabra, apoyando con los gestos de
nuestra vida la presencia salvífica de Jesucristo:
“Nuestra vida hospitalaria en la Iglesia se
basa en la persona y en la obra de Jesús que, durante su vida terrena, muestra
una predilección especial por los enfermos, los pobres y los humildes.” (Const.
1984, 41b).
DOCUMENTACION Y BIBLIOGRAFIA
1. DOCUMENTACION
Concilio Vaticano II
- Ad Gentes.Decreto
sobre la actividad misionera de la Iglesia
- Apostolicam Actuositatem. Decreto sobre el
apostolado seglar
- Dei Verbum.Constitución
Dogmática sobre la Divina Revelación
- Gaudium et Spes. Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
- Lumen Gentium. Constitución
Dogmática sobre la Iglesia
- Nostra Aetate. Decreto
sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
- Perfectae Caritatis. Decreto
sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa
- Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la Sagrada
Liturgia
Pablo VI
- Evangelii Nuntiandi. Exhortación
apostólica. La evangelización del mundo contemporáneo
Juan Pablo II
- Salvifici Doloris. Carta
apostólica. El sufrimiento humano
- Redemptoris Missio.
Carta Encíclica. Sobre la permanente validez del mandato misionero.
- Vita
Consecrata. Exhortación apostólica. La vida consagrada
IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano
Santo Domingo (12-28 octubre
1992) (Celam IV).
Orden Hospitalaria de San Juan
de Dios
- Constituciones de la Orden
Hospitalaria de San Juan de Dios. Madrid, 1984.
- Declaraciones del LXIII
Capítulo General. Santafé de Bogotá, 1.994.
- Dimensión Apostólica de la
Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Barcelona, 1982.
- Hermanos y Colaboradores,
unidos para servir y promover la vida. Madrid, 1992.
- Juan de Dios sigue vivo.
Roma, 1991.
- La Nueva Evangelización y la
Hospitalidad en los umbrales del Tercer Milenio. Roma, 1994.
- Presencia de la Orden en
España. Madrid, 1986.
- ¿Qué es la Pastoral
Sanitaria? Roma, 1980.
- Regla de San Agustín. Cartas
de San Juan de Dios. Madrid, 1984.
2. BIBLIOGRAFIA SOBRE LA LABOR
MISIONERA DE LA ORDEN HOSPITALARIA
2.1. Libros de carácter
general
Corentin, F., L´Oeuvre Hospitalière de Saint Jean de Dieu
et son Ordre. París, 1937.
Gameiro, João., Os Irmãos Hospitaleiros de S. João de Deus
em Portugal. Lisboa, 1943.
Gómez Bueno, Juan Ciudad., Historia de
la Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios. Granada,
1963.
Gómez-Moreno
y Martínez, Manuel., San Juan de Dios. Primicias Históricas Suyas. Dispuestas y
Comentadas por Manuel Gómez-Moreno. Madrid, 1950.
Mc Mahon, Norbert., The Story of the Hospitallers of St. John of
God. Dublín, 1958.
Russotto, Gabriele., San Giovanni di Dio e il suo Ordine
Ospedaliero (2 vols.) Roma, 1969.
Santos,
Juan., Chronología
Hospitalaria y Resumen Historial de la Sagrada Religión del Glorioso Patriarca
San Ivan de Dios... Madrid, 2 vols. 1715
(Primera parte), 1716 (Segunda parte). II ediz. (2 vols.) Madrid, 1977.
Strohmeyer, H., Der
Hospitalarder dels Hl Johannes von Gott. Barmherzige-Brüder.
Regensburg, 1978.
2.2. Escritos que narran la actividad misionera de la Orden fuera
de Europa
Clavijo y
Clavijo, Salvador., La Obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en América y
Filipinas. Madrid, 1950.
San
Juan de Dios en la Marina de Guerra Española. Presencia y Nexo. Madrid, 1950.
Filipe, Nunno., Irmaos de São João de Deus. 50 Anos de presença en Africa. Lisboa,
1994.
Ortega
Lázaro, Luis., Para la Historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
en Hispanoamérica y Filipinas. Madrid, 1992.
VV.AA., Labor Hospitalario-Misionera de la Orden de
San Juan de Dios en el mundo fuera deEuropa.
Madrid,
1929.
2.3. Escritos de Superiores
Generales de la Orden
Antía, Juan Grande., Cartas
circulares de los Superiores Mayores de la antigua Congregación española. AIP, Granada.
Cartas circulares de los Superiores Mayores de
la Congregación italiana. AGFR, Roma.
Aparicio Rojo, Higinio., Carta circular a los Hermanos de las
Provincias españolas. Roma, 1963.
- Carta circular y normas para los Centros de
Formación de la Orden. Roma, 1960.
- Echi dei nostri missionari in Indochina e in
Giappone, en Vita Ospedaliera, año VII,nº 2, marzo-abril 1952.
Bonardi, Moisés., Carta a los
religiosos de la Orden. Roma, 1954, 55 y 56.
Lizaso Berruete, Félix., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni
(463 Cartas). Granada,
1985.
Mapelli, Celestino y
Brockhusen., P. Giovanni M. Alfieri. (3 vols.)
Milán, 1988.
Marchesi, Pierluigi. La Hospitalidad de los Hermanos de San
Juan de Dios hacia el año 2.000. Roma, 1986.
- La humanización. Respuesta del religioso de
San Juan de Dios a una situación histórica. Madrid, 1981.
Meyer, Raphäel., Cenni biografici dei Superiori Generali
dell´Ordine Ospedaliero di S. Giovanni di Dio. Roma, 1925.
Meyer,
Rafael y Antía, Juan Grande., Apuntes
Biográficos de los Superiores Generales de la Orden Hospitalaria de San Juan de
Dios dada a la luz por el Rvmo. P. General de dicha Orden Rvdmo. P. Fr. Rafael
Meyer, Pbro. traducida del italiano y aumentada con las biografías de los
Superiores Generales de la Congregación de España por el Rdo. P. Fr. Juan
Grande Antía, Pbro. (de la misma Orden). Madrid,
1927.
Russotto, Gabriele., Un grande animatore. Padre Giovanni Maria
Alfieri, 1807-1888. Roma, 1968.
2.4. Hermanos significativos y
verdaderos testimonios de hospitalidad
Alvarez Sierra Manchón, José.,
Antón Martín y el Madrid de
los Austrias. Madrid, 1961.
- Il Venerable P. Pietro Soriano,
Fatebenefratelli 17 (1952).
- El P. Menni y su obra. Ed. Hospitalaria.
Barcelona, 1967.
- P. Menni. Cartas del siervo de Dios.
Roma, 1975.
Cousson, J. Corestin., Paul de
Magallón d´Argens. Lyon, 1958.
Gil Roldán,
Carlos., Glorias de
los Hijos de S. Juan de Dios N. P. de la Congregación de España. Noticias
históricas de los servicios que a Dios y al Rey han hecho desde su fundación
entiempo de calamidades públicas, de guerra y peste. Madrid,
1796.
Gomollón, Aurelio., Hospitalarios
edificantes:
- M. R. P. Juan de Dios Magallón, en La
Caridad, 10 (1951), pp. 51-53.
- R. P. Braulio María Corres Díaz de Cerio,
en La Caridad, 11 (1952), pp. 367-371.
- Rvdo. Padre Eliseo Talochon de la Orden de
San Juan de Dios, médico cirujano de Luis XVIII Rey de Francia (1753-1817), en La Caridad, 12
(1953), pp. 318-320.
- R. Padre Gabriel, hijo de los Condes de
Ferrara, en La Caridad, 13 bis (1955), pp. 49-52.
Lizaso
Berruete, Félix., Braulio Ma. Corres, Federico
Rubio y compañeros Mártires, Hospitalarios de San Juan de Dios. Madrid,
1992.
Marcos
Bueno, Octavio., Testimonio martirial de los Hermanos de San
Juan de Dios en los días de la persecución religiosa española. Madrid, 1980.
Pozo
Zalamea, Luciano del., Caridad y Patriotismo. Reseña
histórica de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, escrita con ocasión del
quincuagésimo aniversario de su reflorecimiento en España (1867-1917). Barcelona,
1917.
Russotto, Gabriele, Immolati per amore de Dio. Roma, 1962.
- La guerra civile di Spagna (1936-1939)
nell´Archivio Generale dei Fatebenefratelli. Roma, 1987.
- San Giovanni di Dio e il suo Ordine
Ospedaliero. Roma, 1969. Especialmente: - Hermanos Mártires de Polonia (pp. 117-118).
- Eustachio Kugler Fatebenefratello. L´uomo e
la sua spiritualità. Roma, 1960.
Santos, Juan., Los cinco
primeros compañeros de San Juan de Dios (con las vidas de otros venerables Padres). Barcelona,
1914.
Saucedo Cabanillas, Rafael
María.,- El descubrimiento de
Australia y la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en Paz y
Caridad, 1 (1950), pp. 16-19 y 2 (1950), pp. 83-87.
- “Hasta el cielo”. Biografía y martirio de 54
Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios,
Madrid, 1952.
- I nostri Martiri di Polonia, en Vita
Ospedaliera, 2 (1947), pp. 102-107. Publicado también en La Caridad, 6 (1946) pp.
432-437.
- Il Servo de Dio P. Guglielmo Llop dei
Fatebenefratelli, Roma, 1957. Vita Ospedaliera, 1 (1957).
- Los Siervos de Dios R. P. Braulio Ma. Corres
y compañeros mártires de la Orden Hospitalaria de
San Juan de Dios. Barcelona, 1948.
Soria,
Domingo de., - Portento de la Gracia, Vida admirable y
heroicas virtudes del Serafín del amor divino, esclarecido con el don de
Profecías, el Venerable Siervo de Dios Fr. Francisco Camacho. Por Fray
Domingo Soria OH., Fundador del Hospital de Coquimbo, Guánuco y Valdivia.
Madrid, 1833.
VV.AA.,
- El Beato Ricardo Pampuri. Madrid, 1981.
- Labor
Hospitalario-Misionera de la Orden de San Juan de Dios en el mundo fuera de
Europa. Madrid,
1929. Especialmente:
-
Mártires de Colombia (pp. 65-86)
-
Mártires de Chile (pp. 87-101)
-
Mártires de Brasil (pp. 102-111)
-
Mártires de Filipinas (pp. 111-129)
-
Venerable P. Camacho (pp. 121-142)
-
Fr. Cebrián de los Llanos (Fr. Cebrián de la Nada) (pp. 143-157)
-
Fr. Manuel Chaparro (pp. 158-163)
- Recordando una vida, una obra, un martirio en
el Padre Juan Jesús Adradas, Pbro., OH. Madrid,
1960.
2.5.- Otros escritos que
testimonian la labor misionera de la Orden
Alvarez Sierra Manchón, José.,
Influencia de San Juan de Dios
y su Orden en el progreso de la medicina y de
la cirugía. Madrid, 1950
Eseverri Chaverri, Cecilio., Historia de
la Enfermería Española e Hispanoamericana. Barcelona,
1984. II ediz.
corregida y aumentada en Madrid, 1995.
González Pinto, Rodrigo., La obra
hospitalaria en la asistencia a los enfermos mentales. Madrid,
1950.
Russotto, Gabriele., Riflessi di
un´anima. Roma, 1955.
Valencia, Justiniano., Instrucciones sobre asistencia a los enfermos
mentales. Madrid, 1931.
Ventosa Esquinaldo, Francisco.,
Historia de la Enfermería
Española. Madrid 1984.
[1] Estatutos para las Misiones, Introducción, Roma, 1957, pág. 3.
[2] Cf Regolamento Fondo Comune per le Missioni, Febrero 1992. Archivo General de la Orden, Cart. Or. 51, Fasc. I., C.
[3] BONARDI M., Carta Circular, 28.XI.1955.
[4] BONARDI M., l.c.
[i] CASTRO, F., Historia de la vida y sanctas obras de Juan de Dios y de la Institución de su Orden, y principio de su Hospital. En GÓMEZ MORENO, M., San Juan de Dios. Primicias históricas suyas, Madrid 1950, pág. 50. En adelante se cita: CASTRO, o.c.
[ii] CASTRO, o.c., pág 52.
[iii] Idem. Id., pág. 36.
[iv] CASTRO, o.c.., pág. 42.
[v] Idem. Id., pág. 67.
[vi] Idem. Id., pág. 57.
[vii] Idem. Id., pág. 95.
[viii] Idem. Id., pág. 90.
[ix] Idem. Id., pág. 78.
[x] Idem. Id., pág. 88.
[xi] Idem. Id., pág. 74.
[xii] Idem. Id., pág. 60.
[xiii] Idem. Id., pág. 70.
[xiv] PÍO XI, Mensaje en la audiencia extraordinaria concedida a los Hermanos Capitulares. Roma, 24 de mayo de 1930. En este Capítulo se trató, entre otros asuntos, la transformación del Hospital S. Giovanni Calibita..
[xv] ALFIERI, Juan Mª. Carta a toda la Orden, 20-VIII-1865. En ese momento había una epidemia de cólera en Europa, y el Padre Alfieri anima a los religiosos a prodigarse generosamente en la asistencia a estos enfermos.
[xvi] Idem. 15-I-1867).
[xvii] CRUSET J., Crónica Hospitalaria, Ed. Hospitalaria, Barcelona 1971, pág. 87-88.
[xviii] LIZASO, F., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni. Granada 1985, Carta 33, 25,XI.1900.
[xix] Idem., o.c., Carta 79, 1-II-1888).
[xx] Idem. o.c., Carta 76, 24.X.1887.
[xxi] Idem. o.c., Carta 83, 15.X.1885.
[xxii] Idem., o.c.,Carta 42, 8.III.1911.
[xxiii] RUSSOTTO, G., Riflessi di un’anima, Roma 1955, Carta 28 14.VIII.1923.
[xxiv] Idem. o.c., Carta 80, .8.VI.1927.
[xxv] Idem. o.c., Carta 21, 5.IX.1923.
[xxvi] Idem. o.c., Carta 88, 23.VIII.1927.
[xxvii] BLANDEAU, E., Carta Circular, 29.I.1941.
[xxviii] BONARDI, M., Carta Circular, 15.VIII.1954.
[xxix] Idem. Id., 28.XI.1955.
[xxx] APARICIO, H. , Carta Circular, 12.II.1967.
[xxxi] Idem. id., 28.XI.1969.
[xxxii] Idem. Carta Circular a las Provincias Españolas, 2.II.1963.
[xxxiii] El Hno. Antonio Leahy es de la Provincia de Australia. Reside en Papa N.G. desde hace muchos años y ha sido Maestro de Novicios.
[xxxiv] Fr. Fortunatus, además de ser uno de los iniciadores de la presencia de la Orden en la India, es el fundador de las Hermanas de la Caridad de San Juan de Dios.
[xxxv] Hermano sacerdote vietnamita. Maestro de novicios durante muchos años.
[xxxvi] Hermano sacerdote portugués. Permaneció en Mozambique durante la revolución. Es un testigo vivo de fidelidad a la Hospitalidad. Ha sufrido varias veces la cárcel.
[xxxvii] Hermanno médico de la Provincia de Aragón. Dedicó los mejores años de su vida a los enfermos de Sierra Leona, hasta que la edad y la enfermedad le obligaron a aceptar la obediencia de regresar a España.
[xxxviii] El Hno. Rafael Teh es un Hermano sacerdote nacido en Camerún.
[xxxix] Ha sido Delegado General de Africa hasta el pasado 1 de mayo de 1997.