Al principio de uno de mis últimos turnos de guardia durante el fin de semana en el servicio de ginecología y obstetricia en el Hospital San Juan de Dios de St. Veit/Glan, el equipo del turno anterior me informó que durante la noche una mujer refugiada de origen asiático había dado a luz sin complicaciones.

La mujer no hablaba ni alemán ni inglés. La comunicación verbal era por lo tanto prácticamente imposible y en el hospital lamentablemente nadie hablaba su idioma. La obstétrica encargada de seguir a esta mujer, la trató y la acompañó con su empatía y sensibilidad, sus únicas armas.

De día, un responsable del centro de acogida donde habían acogido a esa familia, acompañaba al hospital al padre y a las otras dos hijas de tres y cinco años de la mujer. El padre se sentía muy aliviado al ver que la madre y el niño se encontraban bien. Las dos niñas en cambio tenían mucha curiosidad por ver al recién nacido.

El marido de la mujer hablaba inglés y por fin se podía comunicar con ella. Así pudimos aclarar todas las dudas.

Una vez aclarado todo, pudimos poner a disposición de la familia un lugar reservado para acoger y celebrar dignamente al recién nacido. Con este fin, todo el equipo del servicio, es decir una alumna de obstetricia, una obstétrica y una operadora sociosanitaria, hizo todo lo posible por ofrecerle a la familia un banquete con bebidas, pasteles y juguetes. Inmediatamente se pudo advertir el alivio y el consuelo que sintió esa familia al ser acogida de esta forma, y fue precioso recibir su agradecimiento sincero y transmitírselo ato el equipo del servicio.