Bartosz Kniefel
365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD |
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Postulante |
Polonia |
Bartosz Kniefel |
El periodo de postulantado en el carisma de la hospitalidad es una escuela de amor misericordioso. Al principio del ministerio, en el Servicio de Medicina Paliativa del hospital, oí a un paciente hablar al personal; sus palabras se quedaron grabadas en mi memoria. El paciente dijo: “Ustedes no nos entienden a nosotros los enfermos, porque no están en nuestro lugar”. Esto me sorprendió y enseguida empecé a preguntarme qué podía hacer para entender su dolor y poder reconfortarles, ya que no es posible ayudar a alguien si no se le entiende. San Juan de Dios vino a ayudarme ya que compara el ministerio de la misericordia a la muerte de San Bartolomé.
De golpe me dí cuenta que para desempeñar el ministerio, dedicándome plenamente al prójimo, tenía que despojarme del viejo hombre lleno de ataduras y materialismo. Con intenciones puras y olvidándose de uno mismo es necesario despojarse de los deseos del mundo. Es necesario estar desnudos y privados de todo lo que nos hace esclavos. Desnudos como Jesucristo, despojado de vestiduras. Despojado de todo, exactamente como un hombre que sufre en los últimos instantes de su vida. Sin nada de humano y mundano, acercarse a los enfermos con ardiente Espíritu de Amor en el corazón. Acercarse a aquellos cuya enfermedad les ha privado de todo, sólo con Dios en el corazón.
Ahora entiendo que para estar cerca de alguien que no posee nada se necesita haber renunciado a todo. Sin embargo cuando el corazón está en otro lugar, cuando la mente está concentrada en satisfacer sus propios deseos es imposible servir plenamente al prójimo. Nosotros, hermanos hospitalarios, tenemos que convertirnos “en enfermos” para el mundo, para tener la posibilidad de hablar el mismo idioma. De este modo, junto a San Pedro, podremos decir a las personas que encontramos: “No poseo ni plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesucristo…” – te doy mi vida, mi tiempo, mis manos y mis pies. Enfermo sólo por ti, para ser una expresión de amor, un siervo en las misericordiosas manos de Dios.