Hablar de mi experiencia en la hospitalidad es retroceder la película de mi vida 36 años a la invitación a formar parte de un grupo juvenil en un centro de la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios en Chía, Colombia.

No estaba en mi abanico de posibilidades el optar por la vida religiosa, recibí la invitación de “Venid y vereis” (Jn 1,39) y allí descubrí la vulnerabilidad de las personas,  toque y palpe con mis propias manos el mundo del dolor y del sufrimiento humano que me llevaron a dar un “SI” claro y rotundo, a cambiar mi “chip” a dejarlo todo y a optar por seguir a Jesús de Nazaret al estilo de san Juan de Dios por la senda de la Hospitalidad.

Ya han pasado 30 años desde que hice mis primeros votos y aquí estoy dando testimonio que valió la pena embarcarme en esta aventura que llamamos Hospitalidad. Durante estos años he tenido la posibilidad de vivir y compartir la vida en cuatro países –universalidad-, he tenido la posibilidad de servir a los enfermos y necesitados de manera directa e indirecta, y el último año y medio lo he pasado actualizándome, reencontrándome espiritual y carismáticamente en la Fundación Instituto San José de Madrid.

La Hospitalidad es un proyecto dinámico desde el cual deseo seguir: acogiendo, acompañando, escuchando, consolando, sirviendo con alegría, es decir evangelizando y haciendo presente en el mundo el Reino de Dios a los enfermos, pobres y necesitados de nuestro tiempo.