Me llamo Peter y estoy en el segundo año de formación para la profesión de los votos en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. La historia de mi vocación tiene cierta duplicidad.

En 2006 acabé mis estudios de bachillerato con buenas notas en contabilidad y tecnología de la información. Tenía la intención de casarme con una persona a quien amaba apasionadamente. Formaba parte de un grupo de beneficencia de mi parroquia que solía visitar y ayudar a las personas en las aldeas rurales. Esto me provocaba un fuerte sentido de hospitalidad para con las personas que vivían en la miseria y no podían satisfacer ni siquiera sus necesidades humanas más básicas. Sentía cierta responsabilidad por ayudarles. Sin embargo, mi respuesta permanecía únicamente en el plano emocional. No tenía la intención de ofrecer mi vida a Dios para servirles. Al pasar el tiempo, la preocupación por aquellas personas desafortunadas seguía en mis pensamientos. Hablé con el sacerdote y con mi primo, compartiendo con ellos mis preocupaciones. Sentía que debía elegir entre el amor y el matrimonio y la llamada de Dios de servir al prójimo, lo que me causó dolores de cabeza e insomnio. Por fin, tras mucho pensar y orar, decidí anteponer mi Vocación Hospitalaria a mis planes de casarme y dedicar mi vida a servir a los pobres y enfermos como Hermano de San Juan de Dios.

Agradezco constantemente a Dios por haber sido mi mentor y haberme conducido hacia el camino de una vida consagrada al servicio de Sus hijos, que son mis hermanos y hermanas.