Es difícil describir con palabras mi vocación de hospitalidad. Yo entiendo la Hospitalidad como la acogida total e incondicional del otro, del hermano que además puede estar pasando por una situación de dolor y sufrimiento.

Soy Agente de Pastoral y cada día tengo que renovar mi compromiso de hospitalidad, para acercarme al enfermo y a su familia con respeto, sin prejuicios, ofreciéndome por entero, porque, por muchos problemas que yo lleve conmigo, los tengo que dejar todos en la puerta. He de dejar todas mis preocupaciones, mis miedos o mis propios sufrimientos aparcados para centrar mi atención sólo en la persona, y ofrecerle toda mi cercanía y mi acogida.

Siempre que entro en la habitación de una persona enferma, recuerdo las palabras que Dios le dice a Moisés ante la zarza ardiendo: «Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada.» (Éxodo 3, 2) Porque en ese momento la habitación es el terreno más santo, donde el mismo Cristo me espera encarnado en esa persona que se enfrenta al sufrimiento, en esa familia que ha visto sus planes rotos por la enfermedad y se prepara, en la mayoría de los casos, para la despedida de su ser querido.