Me llamo Peter. Me crié y viví en un barrio pobre. La única vida que conocía era la de un trabajador agrícola. Sin embargo, es una vida que ha brindado muchos monjes y sacerdotes a la Iglesia.

Tengo un primo que es miembro de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Él me habló mucho de la Orden, de su espíritu y de su apostolado. Aprendí que la espiritualidad de la Orden y de su Fundador se basa en ser llamados por Dios para ayudar a Jesús a realizar el Reino de Dios en las vidas de los pobres y de los enfermos. Siempre he tenido una empatía natural con las personas que viven en la pobreza extrema y siento muy profundamente sus sufrimientos, de manera que la espiritualidad de la Orden me fascinaba y me atraía. Sentía el deseo profundo de donar mi vida para ayudar a las personas que viven vidas infelices, en la miseria, sin ninguna esperanza de un futuro mejor. A mi vez, al comenzar a vivir mi vida como Hermano, viví momentos difíciles, que me plantearon desafíos y casi consiguieron llevarme a abandonar mi vocación. Sin embargo, gracias al amor y a la ayuda de Dios, pude superar mis dificultades y superar los momentos turbulentos.

Ahora, sólo tengo un deseo: ser siempre fiel a mi vocación hospitalaria y dedicarme a aliviar el dolor y el sufrimiento de las personas más desafortunadas.