Me llamo Carla, tengo 24 años vengo de Sicilia, Italia. He participado dos veces a una experiencia de servicio en el Instituto San Juan de Dios Fatebenefratelli de Genzano de Roma como miembro del grupo de jóvenes de mi parroquia. La primera vez fui con muchas ganas de arriesgarme y también con temor porque no sabía exactamente lo que me esperaba.

Al llegar a la entrada del Instituto pensé que me encontraba en un lugar fuera del mundo.  El Hno. Massimo Scribano nos explicó su funcionamiento y nos presentó a los Huéspedes; había sobre todo personas de mediana edad y pocos jóvenes que vivían ahí para recibir asistencia y realizar rehabilitación psiquiátrica.

Extraños y sudados intentaron abrazarnos inmediatamente, como si nos conocieran de siempre: nos sentimos desorientados, fuera de lugar.

Poco a poco, gracias a la ingenuidad y alegría de vivir de Franco, Angelo, Marco, Tiziano y todos los demás nos acostumbramos a su condición dejando de hacer caso de ello y fijándonos solamente en el cariño que querían darnos y pedirnos.

Las relaciones se hicieron más intensas también gracias a las actividades cotidianas que los Huéspedes compartían con nosotros: algunos hacían asnoterapia, otros cultivaban el huerto, jugaban a los bolos o pintaban. Fue una experiencia de servicio acompañada por momentos intensos de adoración y de reflexión que me han enseñado a no fijarme en las apariencias y a mirar siempre más allá: tenemos todos una historia que merece ser escuchada y una vida que merece ser vivida.