Pensando en la hospitalidad veo la misión a la que Dios me llamó hace tiempo para seguir su ejemplo e inclinarme ante los enfermos y los pobres. La hospitalidad tiene para mí un gran valor – significa dedicación al servicio exclusivo de Dios y al descubrimiento de Cristo que sufre en los necesitados, que buscan ayuda en nuestras obras. En el espíritu del voto de hospitalidad, que ofrezco a Dios mismo, percibo Su gran misericordia, que dispensa dones a quienes dedican sus vidas entrando en la Orden Hospitalaria para servir siempre, de forma desmedida y con extrema dedicación, a los “más pequeños”. La hospitalidad para mí es un encuentro, significa vivir en comunión con los hermanos en la comunidad religiosa, en la que estamos constantemente unidos en el carisma y en el espíritu de la oración. Significa también obrar continuamente con nuestros colaboradores, en la creación de una hospitalidad llena de profesionalidad, dedicación y valor para ofrecer a los enfermos asistencia y cuidados según el estilo de San Juan de Dios. Por último la hospitalidad es para mí un encuentro directo con los pacientes de la obra, donde desempeño mi servicio, compartiendo las preocupaciones, sirviéndoles desinteresadamente, mirando siempre hacia la Divina Misericordia.