Antoine Soubrier

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Colaborador

Francia

Antoine Soubrier

 

« La hospitalidad debe ser contaminadora porque es  comunicadora »

Comunicar en una institución donde el sufrimiento es nuestro pan de cada día no es una tarea fácil.. ¿Como podemos « vender » la enfermedad, la precariedad, la discapacidad? … Y sin embargo ¿acaso existe un mensaje más bello que el de vivir hoy siguiendo el ejemplo de San Juan de Dios? En un mundo donde todo parece ir mal, donde los más débiles demasiado a menudo son los perdedores, el ejemplo de los Hermanos de San Juan de Dios es hoy más que nunca un remedio contra la tristeza imperante. Precisamente en el momento en el que escribo este testimonio seguimos todos con aprensión las noticias que llegan de nuestros Hermanos de África, dónde el virus Ebola hace estragos. Las informaciones que nos llegan son desesperantes: miles de muertos, la población angustiada, hospitales que no dan abasto, etc. En medio de todo esto hemos sabido que han fallecido tres Hermanos hospitalarios, algo que nos ha impactado mucho. ¿Como transmitir esperanza cuando incluso los que están « en el frente » ya no lo consiguen? ¿Cuando nos encontramos, impotentes, con nuestro confort que nunca nos parece suficiente? En ese momento me he acordado  de San Juan de Dios, el cual, mientras agonizaba en su cama, tuvo una fuerza sobrehumana para levantarse y desatar a un pobre desgraciado que se estaba ahorcando en un jardín. San Juan de Dios nos dice, con este gesto extremo, que la vida es el don más valioso. Que el amor es la única respuesta que se puede dar al mal. Esto nos lo confirman los hermanos y colaboradores que han fallecido en África, los santos y beatos de la Orden y quienes han seguido el ejemplo de Juan Ciudad a lo largo de estos 450 años. Ante la desesperación estos testimonios nos dan fuerza y valor, hacen brillar una pequeña llama, como una luz que nos recuerda que, en cualquier situación, incluso la más sombría, la esperanza nos permite poner siempre toda nuestra energía para superar nuestros limites y nuestro fatalismo y movilizarnos recordando el ejemplo de quienes nos han precedido.

Comunicar sobre el sufrimiento no es una tarea fácil pero comunicar esta esperanza que nos anima, ¡esa si que es una buena exclusiva! Por último, en la Orden de San Juan de Dios, he aprendido que la comunicación más bella no se realiza con grandes discursos sino a través de miradas, sonrisas, gestos de ternura…y así es como se puede correr la voz para compartir con el mundo entero la esperanza que nos habita. 

 

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