Ponerme a recordar toda mi trayectoria vocacional es un momento de oración, de dar gracias a Dios por el camino recorrido, pero también de “echarle en cara” los malos ratos, los momentos de soledad, de oscuridad,  de volver a pasar por algunos tragos que fueron más amargos de lo que creía poder soportar, aunque al final pasaron. Es verdad que, con el paso del tiempo, no renuncio a los momentos difíciles, porque me enseñaron mucho y también porque ya han pasado.

También es momento de repasar el camino recorrido, de las veces que creía haber alcanzado la meta, o al menos mi lugar, para descubrir como dijo el sabio “que cuando has encontrado las respuestas,  te das cuenta de que han cambiado las preguntas”….

Y todo esto para decir que mi vocación es un cambio constante, un descubrirme cada día preguntándome por ella, intentando comprender y asumir, por más que me pese, que es un camino y no una meta, espero algún día poder llegar a disfrutar de este camino, pero aún sigo caminando porque no puedo hacer otra cosa, porque sigo esperando llegar, o como dice la canción “solo la sed nos alumbra”.