En mi testimonio contare experiencias que marcaron mi vida y me llevaron a ingresar en el año 2005 a la Orden hospitalaria. Recuerdo en especial un día que fui al santuario de San Pantaleón (lugar  en donde fui bautizado) escuchando la predica  de un sacerdote con mucha fortaleza espiritual que me llego a cuestionar.

 En otra ocasión me acerque a la iglesia por Semana Santa, y participando de diversas actividades vía crucis, celebraciones etc.  pude profundizar de otra manera en el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

En la peregrinación  a pie, al Santuario de la Virgen de Lujan (patrona de Argentina), pude  contemplar por el camino todo lo que significa María nuestra madre en medio del dolor y del sufrimiento de todos sus hijos.

Estas experiencias me llevaron a comprometerme más con la Iglesia, fui  misionero en un grupo de jóvenes,  ayudando en las misas todos los domingos, rezábamos el rosario todos los días, y ya allí sentía la llamada de Dios para ser religioso;  pero no sabía ni el donde, ni el cómo. Fue un sacerdote el que me ayudo a discernir por  donde Dios quería que le sirviera,  y felizmente en un retiro intercongregacional, donde se presentaron varios carismas, pude identificarme con el de los hermanos hospitalarios  de San Juan de Dios.

Me decidí a hablar con un Hermano de San Juan de Dios, el cual me permitió realizar una experiencia en la que pude realizar un servicio a los pacientes de esa casa. Es allí donde fui conociendo la vida de San Juan de Dios, y los hermanos, todo ello me reconfirmó mi vocación hospitalaria. Hoy le doy gracias a Dios por ser feliz entre los enfermos y necesitados y le sigo pidiendo fuerzas suficientes para seguir dándome día a día con generosidad en el servicio de los hombres, especialmente de los más vulnerables de este mundo, como lo hizo San Juan de Dios.