Karl Wiench
365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD |
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Hermano |
Alemania |
Karl Wiench |
Ofrecer hospitalidad
Ayer, acababa de terminar mi turno en el Centro para enfermos terminales - estaba ya marchándome - cuando sonó el teléfono. Ya que en ese momento no había nadie más en la enfermería, contesté. Como a menudo ocurre a esa hora (es la hora del cierre de los despachos), al otro lado del teléfono había una mujer que buscaba una plaza en el Centro para enfermos terminales para su tío en estado terminal. Era un tipo de llamada que recibimos continuamente: en la voz de la mujer no sólo había preocupación para conseguir una plaza en nuestro centro, sino que transmitía también todo el dolor que los familiares de las personas en estado terminal afrontan. Sabiendo qué alivio pueda dar el ser escuchados en el dolor, decidí ofrecer mi tiempo a este familiar y a su situación que, en fin de cuentas, significaba ofrecer mi tiempo a la persona enferma. ¿Porque lo hice? Porque tenía la posibilidad de hacerlo, porque quería evitar “liquidar” a la mujer al otro lado del teléfono con frases tipo: “Espere que llamo a mi colega, he terminado el turno”, porque no quería que la mujer se sintiese como un paquete que pasa de una mano a otra. Y así le regalé un pequeño paquete de hospitalidad. Pequeños paquetes de hospitalidad pueden regalarse siempre y en cualquier sitio. Lo que importa es decidirlo.