Nací en 1957, cerca de Fátima. Me crié en una familia del mundo rural, sana y  cristiana.

A partir de los 11 años crecí aún más al ir a la Escuela Apostólica de la Orden de San Juan de Dios donde conocí a los Hermanos, donde estudié y donde empecé a atender a los pacientes (psiquiátricos) y donde entendí además que deseaba consagrarme a Dios.

Con 17 años ya era novicio e hice la profesión con 19 años: en aquel entonces yo era un poco santo, un poco soñador, de alguna forma protegido del mundo, bastante formado y más bien inmaduro.

Con los misioneros Redentoristas mi catequesis se convirtió en teología y el padre Santos me enseñó las cosas de Dios y del hombre. En la universidad estudié contabilidad y gestión.

En Portugal me ocupé principalmente de gestión, de periodismo y de animación hospitalaria, de pastoral vocacional juvenil y también fui superior de comunidades y de obras. Con 45 años me trasladé a Brasil donde trabajé por 5 años como superior de obras y comunidades y dedicándome a continuación, durante 7 años, a la hospitalidad en general directamente a favor de las gentes más necesitadas.

Resumiendo mi historia, creo que he sido (y soy) más cabeza que corazón, más trabajo que relación, más de oficina que de enfermería, más de teología que de devoción y más de ideales que de sufrimientos. Empecé demasiado pronto, pero por gracia de Dios, las cosas van bastante bien en mi vida. Y sería incluso mejor si por mi parte hubiera menos faltas y omisiones.

Creo que he sido sobre todo socio del espíritu Santo en la creación y seguimiento de la juventud hospitalaria, en Portugal y, en la creación y seguimiento de la Casa de la Hospitalidad en Brasil: en el primer caso llevando a la persona a la hospitalidad y aquí llevando la hospitalidad a la persona.

Así es como Dios y San Juan de Dios se hicieron realidad para mi y aún continúan haciéndose realidad. ¿El futuro? ¡Ellos me dirán!