Philippe Patayodi

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Hermano

Africa

Philippe Patayodi

 

“No hay mayor amor que el don de nuestra vida por los demás”.  Donar mi vida. Me he sentido llamado a dar mi vida por los más pobres, por los enfermos y necesitados. Mi vida en una comunidad hospitalaria ha sido y es mi anhelo, deseando entregarme totalmente a Dios para seguir al Cristo compasivo y misericordioso sirviendo a mis hermanos pobres y enfermos.

Mi camino en esta familia hospitalaria es una experiencia llena de luces y de sombras que en cada etapa de formación, me ha ido enriqueciendo día tras día. Consciente de que sin Dios no podría hacer nada, cada mañana me enriquezco con la celebración eucarística en la que me alimento con la palabra de Dios, con la sangre y el cuerpo de Cristo que vivifican mi jornada y mis relaciones con mis hermanos. Este amor y este deseo constante de estar en presencia de Dios en mi vida cotidiana hacen que yo tenga una actitud de escucha y que comparta las penas y alegrías de mis hermanos. Por ello acepto y acojo a todas las personas sin discriminaciones, por lengua, cultura, nacionalidad, raza. Esto también me impulsa a compadecer a mis hermanos necesitados y enfermos que no tienen a nadie que les ayude.

Mi experiencia hospitalaria en esta comunidad del escolasticado se puede resumir con mi apertura del corazón para aceptar a todos como son, sin despreciar a nadie por sus debilidades porque para mi cualquier persona es pobre, enferma, despreciada o abandonada de una forma u otra. Y el enfermo, el despreciado o el abandonado más cercano para mi es mi hermano y los colaboradores con los que vivo. Meditando sobre la vida de san Juan de Dios me siento inflamado por la misericordia de Dios (entiendo la grandeza del amor de Dios hacia el mundo y hacia mi pobre persona) que me motiva a dar lo mejor de mi mismo al prójimo. De forma lúcida, en comunidad, mi actitud de apertura hacia mis hermanos y colaboradores define mi hospitalidad. Estoy convencido de que la incomprensión es un elemento que está siempre presente en la comunidad, sobre todo en una comunidad de jóvenes, me centro en Cristo, porque El conoce el corazón de todas las personas, y lo que recibo de mis hermanos se convierte en  un reto para mi, para que yo mismo revise mi expresión de amor hacia los hermanos de mi comunidad. Mi relación clara y sincera con los colaboradores expresa mi hospitalidad de hermano de San Juan de Dios, trato de escucharles y de animarles. Con mis pequeños detalles ellos ven en mi algo peculiar y a veces me lo dicen. Algunos me dicen que se dirigen a mi porque yo les escucho y otros en cambio no les escuchan. Un día un colaborador se dirigió a mi pero yo le orienté hacia la persona a la que debía dirigirse y le dije que intervendría a su favor de una forma discreta y sin que lo notara nadie. Esta es una de las acciones del Espíritu de Dios que actúa a través de mi porque yo no puedo hacer nada sólo debido a mis debilidades humanas. Consciente de esta debilidad cada día trato de poner todo en manos de Dios por amor al Padre y tratando de vivir en Su presencia en el sacramento de la Eucaristía y de la reconciliación. Esto es lo que fortalece e ilumina mi día. El espíritu de hospitalidad hace que me acerque a todos de una forma sencilla y humana. Sobre todo a los enfermos y necesitados que trato de ayudar también con mis oraciones. Además, el dinero que recibo yo lo suelo utilizar para ayudar a los más necesitados que se cruzan en mi camino. 

 

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