Peter Mkandawire

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Hermano

Africa

Peter Mkandawire

 

Como Hermanos Hospitalarios estamos llamados por Cristo a ofrecer nuestras vidas, todas la vocaciones requieren un total don de sí mismos a beneficio del prójimo. La "vida en comunidad" en la familia humana encuentra muchas formas de expresión. Junto con las personas a las que Dios ha colocado en nuestras vidas, obramos nuestra santidad, por el honor y la gloria de Dios, al construir el Cuerpo de Cristo. Como religiosos, buscamos a Cristo en nuestros Hermanos, y, a través de la oración, nos esforzamos por reflejar a Cristo también en nosotros mismos. Al hacernos uno con nuestro Divino Esposo, buscamos complacerle constantemente, y al morir para nosotros mismos, esperamos asemejarnos a Él. Cuando vivimos la vida religiosa de forma equilibrada, implicando plenamente la capacidad de amar y ser amados de las personas, el resultado es el gozo y un espíritu de familia.

Nuestra familia es muy grande y está compuesta por una gran variedad de Hermanos, con sus dones, talentos y personalidades únicos. Anhelamos al aliento de nuestros Hermanos mayores y admiramos la sabiduría que han adquirido gracias a sus muchos años de oración y experiencia. Con los Hermanos que entraron en la comunidad más o menos al mismo tiempo que nosotros, compartimos los lazos que se formaron durante el noviciado. Con los Hermanos de todas las edades tenemos experiencias en común que derivan de la vida de misión compartida y del apostolado. Nuestros nuevos miembros aportan un sentido renovado del celo y nuevas energías, mientras que los Hermanos con más experiencia aportan el ejemplo de la perseverancia y de la fidelidad. En la vida en comunidad están presentes todas las dinámicas de la vida familiar, junto con la ayuda de la gracia y la fuerza de un amor que no se fija en el coste.

Los Hermanos disfrutan de la compañía recíproca. Cuando hay más de un Hermano en una habitación, el resultado es un cierto nivel de energía y una alegría tangibles. Un Hermano cuenta que durante su primera visita a la comunidad, estaba luchando con muchas preguntas acerca de su propia vocación. Años de aprensión se vieron aniquilados cuando, a través de una puerta abierta, escuchó unas grandes risas que venían del noviciado. Supo así que, en el contexto de todos sus deseos y del sentido de la misión, podía vivir esta vida y conocer también la alegría.

La fuente de nuestros lazos en la vida en comunidad es el amor dinámico de la Trinidad. Dicho amor expande nuestro ser y permite que nuestro amor sea personal, no posesivo y gozoso. 

 

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