Para mí, la hospitalidad es brindar de corazón un buen servicio a nuestros acogidos, ponernos en la situación de ellos; sentirlos nuestros, sus necesidades, mostrando mucho interés en escuchar, entender y ayudarlos a resolver sus problemas, hacer que ellos tengan confianza en mi y yo, confiar en ellos, actuar con transparencia, sencillez, humildad, bondad, amor, paciencia, tolerancia, ayudarles a recuperar su autoestima, su dignidad humana, hacerles sentir que valen mucho, que son importantes y que tienen una misión en la vida, de hacer las cosas adecuadamente para alcanzar la felicidad ya que siempre tenemos a Dios con nosotros dispuesto a levantarnos en nuestras caídas pero que de ello aprendemos y no volvemos a tropezar. Es decir, alcanzar la suficiente madurez y responsabilidad en nuestros actos. Porque la tristeza de ellos es la mía y la alegría es el mejor pago que Dios me hace sentir.

Ejerzo la hospitalidad siempre pesando en alcanzar de ellos el bienestar. Todas las actividades que realizo, pido a Dios que me ilumine. Lo realizo con amor, hago lo posible por adentrarme en las situaciones difíciles de los usuarios que terminan por conversarme su malestar y trabajamos con ellos en miras de un cambio de vida.