Parfait Tchaou

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Hermano

Africa

Parfait Tchaou

 

El deseo de consagrarme a Dios nace del encuentro con una comunidad de hermanos marianistas de la escuela donde cursé mis estudios secundarios. Su labor al servicio de la educación de los jóvenes y su estilo de vida en comunidad me sedujeron desde el principio y soñaba con ser como ellos. Decidí por lo tanto formar parte de un grupo vocacional para descubrir y ahondar este deseo y para dejarme acompañar. Así es como descubrí que Dios quería que le sirviera a través de mis hermanos que sufren.

 Mi primer contacto con los hermanos de San Juan de Dios fue muy impactante. Fue en Tanguiéta, en el hospital san Juan de Dios donde viví un tiempo para descubrir la vida de los hermanos y su apostolado cerca de las personas que sufren. Allí descubrí un mundo diferente. Un mundo centrado en el alivio del sufrimiento humano, que da un sentido al sufrimiento humano, un mundo de compasión. Haciendo pequeños servicios y sobre todo con mi presencia silenciosa, a veces incluso divertida y evangelizadora en el cabezal de algunos enfermos, les transmitía consuelo y alivio. Esto me animó a perseverar en el camino que acababa de descubrir. Al final de esta experiencia, sentí un gozo interior por las experiencias vividas en la oración comunitaria y en el alivio del sufrimiento de los enfermos siguiendo el ejemplo de Cristo.

La vida hospitalaria me ha enseñado a preocuparme por el bienestar de los demás. Ante una persona que sufre mi instinto me impulsa a ayudarla y sufro cuando veo que no soy capaz de ello. Ante mi impotencia humana confío su sufrimiento al Señor en un actitud de silencio compasivo. En la universidad, donde estoy estudiando ahora, al igual que en el centro de salud mental en el que de vez en cuando ayudo en los cuidados de los pacientes o visito a los enfermos, trato de prestar atención a las necesidades de las personas que sufren ayudándolas en lo que pueda y en la medida de mis capacidades.

La comunidad es el lugar donde recargo mis energías, donde encuentro consuelo y apoyo, donde comparto mis penas y mis alegrías. Con las celebraciones litúrgicas y con las demás actividades comunitarias consigo centrar mi vida en Cristo. 

 

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