Barbara Cini

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Colaboradora

Lombardo-Veneta

Barbara Cini

 

La “Hospitalidad” acompaña muchas historias bíblicas y ante un Dios que se hace presente en el mundo en Jesucristo, la actitud por tomar no puede ser otra que la de la hospitalidad. Es una dimensión muy querida de forma especial, por los Hermanos de San Juan de Dios, porque su padre fundador, San Juan de Dios, les dejó este legado, la Hospitalidad es su Carisma. Un don muy valioso que, por contagio, debería involucrar también a los colaboradores que trabajan en sus centros, por lo tanto también a mí. Me imagino que este es el motivo por el cual me han pedido que cuente mi experiencia. Una experiencia absolutamente ordinaria, sin sorpresas ni grandes eventos pero que, tal vez, esconde su autenticidad en la normalidad de lo cotidiano y de las cosas sencillas. ¿Aprender a vivir la Hospitalidad? ¡No! ¡aprender a ser Hospitalidad!

Ser hospitalaria, para mí, es intentar ser acogedora y dejar espacio al otro en su diversidad, sin querer encerrarlo en mi planteamiento de la vida o en mi visión del mundo; es el esfuerzo por intentar vivir en una dimensión de continua apertura, tener disponibilidad para variar mi rutina, mis obligaciones, es la actitud necesaria para dejar un espacio al prójimo y permitirle entrar en “mi casa” incluso cuando es incómodo; acoger al huésped con alegría, dando lo mejor de mi misma para que se sienta a gusto.

No oculto que siento el peso de un mundo que me lleva cada vez más a la desconfianza, a encerrarme; el peso de una vida donde el tiempo que tengo es cada vez menos y en la que me encuentro fuera de lugar debido a las numerosas diversidades culturales, religiosas, éticas, económicas. ¿Como hago yo para atender al “huésped”, si estoy tan concentrada y preocupada por mis necesidades, por mis agotamientos, por mis cosas, hasta el punto de no darme cuenta, a veces, de las necesidades de quienes están a mi lado? Pero sobre todo ¿como puedo ser hospitalaria si yo, la primera, no me acojo a mi misma, con mis fragilidades y mis miedos?

Con el paso del tiempo, al servicio de los ancianos y enfermos, estoy aprendiendo que el camino más serio e importante he de hacerlo conmigo misma, para aceptar primero mis diferencias y poder así acoger a los demás y saber estar para los demás. Un trabajo personal que me introduce sin embargo en una dimensión de comunidad: a través de los Hermanos de San Juan de Dios, la Iglesia es la que promueve la sanación y la Hospitalidad.

En mi vida algunas personas son importantes (“mis” testigos de la fe); uno de ellos es mi queridísimo Patriarca Marco Cé. Una vez le confié mi deseo de cambiar de trabajo: “¡Bárbara, piénsalo bien! Tienes en tus manos un tesoro muy valioso, el contacto con las personas que sufren, poder servirlas para darles un instante de alivio, es tu escuela de vida”.

Desde entonces, he tomado en serio este deber de aprender a ser hospitalidad, con todo el cansancio y los trastornos que esto conlleva… en el seguimiento de Jesús y acompañada por un gran santo, San Juan de Dios y por los Hermanos de San Juan de Dios. 

 

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