Vivo en la Comunidad de San Daegun, Damyang, donde trabajo en el Hogar de Ancianos. El centro se encuentra en una hermosa región de Corea, famosa por sus paisajes y bosques de bambú. Soy asistente social y me encargo de los programas para ancianos del Hogar. La mayoría de los ancianos que residen en el Hogar padecen enfermedades geriátricas como la demencia senil, o son pacientes que han sufrido derrames cerebrales. Trabajar con las personas mayores puede ser agradable, pero en algunas ocasiones también puede ser difícil. Por ejemplo, un paciente siempre me pedía que le abriera la puerta y que lo dejara volver a su casa; otra paciente no dejaba entrar a nadie en su habitación porque sospechaba de todos; otra paciente llamaba a gritos a sus hijos sin parar. Como Hermano que trabaja en el Hogar he tenido muchas experiencias, tanto positivas como negativas. A menudo tengo que preparar a las visitas que acuden al Hogar, explicándoles la rutina cotidiana de los pacientes. Tengo plena conciencia de que, como Hermano de San Juan de Dios, tengo obligaciones para con las personas mayores de quienes cuido, como asegurar su confort y seguridad y hacer de manera que transcurran sus últimos días relajadas, creando un entorno en el que puedan sentirse seguras. Disfruto mucho de mi vida, con sus muchos momentos imprevisibles pero gratificantes, con todos los altos y bajos. Siento que he sido llamado por Dios a vivir con los ancianos y a compartir los últimos días de sus vidas.