Monica I. Montana Arévalo

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Colaboradora

Colombia

Monica I. Montana Arévalo

 

Las plantas de sus pies tenían un aspecto impresionante por el sarcoma de Kapossi, pero entre mi grupo de estudiantes, él y yo se estableció una relación tan especial que casi lloramos cuando nos fuimos de la rotación.

Con Armando reímos, compartimos su día a día, le encantaba dirigirnos su curación, nos ponía música y pacientemente, con confianza ponía sus pies a cada estudiante que yo asignaba. Su progreso era nuestro progreso, su alegría era nuestra alegría, su dolor era nuestro dolor, que satisfacción cuando ya podía ayudarse a desplazar de la cama a la silla. Prontamente hizo que nos olvidáramos de su diagnóstico y nos fijáramos en el ser humano que es.

Una de mis estudiantes, sin más ni más y espontáneamente, pintó una granada de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en su pie vendado, ver ese gesto y el significado de ese simbolismo, me conmovió el corazón y me trajo reminiscencias de lo que para mí, a través de mi labor docente ha significado la figura de San Juan de Dios. Recuerdo cuando en la Escuela vi una representación animada de su vida y la escena de cómo se transformó su espíritu al ver la predicación de San Juan de Ávila.

Yo siento que el espíritu de San Juan de Dios está presente cada vez que miramos al enfermo a los ojos, porque su mirada nos compromete el alma y nos lleva inevitablemente al recuerdo sublime del loco de Granada, acompañándonos en nuestro quehacer. 

 

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