El deseo de servir a las personas que sufren nació en mi tras vivir una experiencia

Con 23 años visité a unos enfermos en un hospital público de mi región, allí me di cuenta que las personas que sufren dependen de los demás para hacer cualquier cosa. Tras esta experiencia me di cuenta de la importancia de cualquier gesto de atención, como por ejemplo darles de beber, una simple mirada, una palabra de ánimo. Entonces sentí la necesidad de ir al encuentro de las personas que sufren que no pueden dar el primer paso. Al año de terminar el bachillerato decidí formar parte de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios para discernir la llamada de Dios para servirle en los enfermos. Al llegar donde los hermanos hospitalarios de San Juan de Dios me emocionó mucho ver el equilibrio que existe entre la oración y el servicio a los enfermos y necesitados. Pude comprobar que la oración y el trabajo son indisociables. La oración es la respuesta al amor de Dios a través de la meditación de la palabra de Dios y el trabajo es el don de su vida por los enfermos y necesitados. Sin duda alguna el trabajo puede ser duro pero también es una forma para realizarse, para adquirir conocimientos. Me he dado cuenta de que Cristo revela el amor del Padre a los que sufren a través del hermano de san Juan de Dios. Para que Cristo actúe debemos ante todo aprender a anularnos. Con el voto de hospitalidad los hermanos se comprometen a acoger al prójimo, a acompañarlo en su camino con un respeto infinito, a escucharlo creando así un espacio de confianza en el que la persona pueda sentirse querida. Los frutos del voto de hospitalidad son simplemente un gozo profundo, una paz indescriptible y una libertad interior incomparable. En pocas palabras la vida hospitalaria de los hermanos de san Juan de Dios es el aprendizaje del amor y, la vida espiritual de los hermanos se puede valorar en el amor y servicio por los enfermos y necesitados.