Julián Sapiña Marin
365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD |
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Hermano |
España |
Julián Sapiña Marin |
Al ponerme a pensar sobre mi testimonio, veo que podría enfocarlo desde varias vertientes. Mis inicios, los tiempos juveniles en España, mi integración en África, la vuelta a España,… En todas ellas podría contar vivencias de mi vida hospitalaria, todas ellas desde la alegría de una vocación a la que sabes que el Señor te ha llamado.
No sé cuando comenzó mi vocación, yo siempre digo que “desde el seno materno” y podría decir que aunque en algún momento lo he pasado menos bien, si volviera a nacer, volvería a ser hermano hospitalario.
Después de 42 años, podría explicar muchas vivencias al lado de los enfermos, de mis hermanos, con los hermanos en formación, ahora con nuestros hermanos mayores y enfermos, aquellos que han sido nuestros antecesores en la vocación y en el carisma,… Pero hay una vivencia muy intima que me ha reafirmado en mi unión con Dios y en mi vocación hospitalaria.
Hace algo más de dos años, cuando podría decir que era muy feliz y realizado en mi vocación, el Señor me quiso visitar con la enfermedad, ahora vista desde el otro lado. No es a otro que diagnostican, es a mí mismo y el diagnostico es poco halagüeño y visto desde las primeras pruebas poco esperanzador: Un tumor maligno, no operable.
No he sentido nunca mayor tranquilidad que cuando recibí la noticia, yo estaba asombrado de mi alegría y aceptación de la voluntad de Dios. Sentí una tranquilidad que se que no venía de lo humano, sentí que Dios estaba conmigo y me decía: tu sigue adelante y confía.
Siento que el Señor, nos da la fuerza necesaria para acompañar a otros y para aceptar nuestras propias dificultades.
No sé qué es lo que el Señor tiene preparado para mí. Sé que quiero seguir el camino que El me vaya marcando, Quiero seguir en sus manos, para que El siga moldeándome como el alfarero moldea sus piezas. Quiero seguir siendo su testigo en medio de mis hermanos y enfermos. Quiero cuidar a mis hermanos, que se han gastado en la hospitalidad, que nos han traído hasta aquí, de los que hemos recibido la herencia de Juan de Dios.