Dominic Edinger, Sabine Thumser, Marina Stanglmeier

 

365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD

Colaboradores

Alemania

Dominic Edinger,

Sabine Thumser,

Marina Stanglmeier

 

Todos deseamos poder morir con serenidad y dignidad. A nadie le gusta imaginarse en ese momento en un servicio de terapia intensiva: un ambiente estéril, anónimo, dominado por maquinas, tubos, sonidos y alarmas, símbolo por excelencia de la “medicina tecnificada”.

“Desafortunadamente no podemos hacer nada más” Cuando el médico pronuncia esas palabras, los familiares a menudo se desploman. No consiguen aceptarlo, salen a flote mil preguntas, y todo lo que hasta ayer era importante, de golpe ya no lo es.

Al final lo que cuenta son las cosas y los pequeños gestos.

Bajo este punto de vista, no sólo el paciente requiere nuestra atención, sino también el familiar que a menudo sufre casi tanto como el moribundo. Es importante, entonces, darle la posibilidad de acompañar al ser querido que está muriéndose.

Por lo tanto el familiar siempre es bienvenido en el servicio. Si lo desea, también puede pasar la noche. Ofrecerle una silla cómoda para estar cerca del moribundo, o prepararle una taza de café o té, puede tranquilizar, aunque sólo sea por un instante, el habitual ambiente clínico. Si luego el familiar desea estar a solas con el moribundo, se lo concedemos de todo corazón, igual que nos ofrecemos de corazón a hablarle o simplemente escucharle. A menudo las palabras no sirven, es más importante una participación silenciosa y sentida. Si nos lo piden también concedemos con mucho gusto un encuentro con el agente de pastoral.

Después del fallecimiento, dejamos que los familiares tengan todo el tiempo para despedirse con serenidad del ser querido. 

No podemos evitarles a los familiares la soledad y el dolor, pero podemos transmitirles nuestro calor y nuestra cercanía en la soledad y en el dolor. 

 

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