Al realizar mi reflexión personal sobre la vida de San Juan de Dios y sobre los valores de la Hospitalidad ejemplificados a través de su obra con los enfermos y los pobres, a través de su historia alcanzo una mayor conciencia, una mayor comprensión personal del poder y de la responsabilidad que tengo al intentar expresar y manifestar cada día encuentros y relaciones vivificadoras con las personas con las que entro en contacto. Efectivamente, permito que el espíritu de San Juan de Dios y los valores de la Hospitalidad que nos legó produzcan un impacto en la manera en la que vivo mi vida como ama de casa, en mi función como agente de pastoral de la salud y como persona que vive en la comunidad con otras personas en muchos aspectos diferentes.

Para mí, vivir activamente los Valores de la Hospitalidad es una manera de ser y estar en el mundo, una manera hacia la que propende mi espíritu por la orientación que requiere la Hospitalidad según el estilo de San Juan de Dios, que se entrelaza tan bien con los valores de bondad y amabilidad que mis padres me inculcaron de niña, cuando me hablaban de Dios y de la importancia de cuidar unos de otros y de amarnos. Por tanto, los valores de la hospitalidad tocan el corazón de mi identidad, que está arraigada en mi relación con Dios, conmigo misma y con los demás, lo que brinda significado y propósito a mi vida.

En conclusión, los valores de la Hospitalidad me brindan una estructura – en otras palabras, un marco ético – que me enseña y me informa con coherencia sobre lo que soy como agente de pastoral de la salud profesional que cuida de las personas de nuestro Servicio Comunitario de Salud Mental aquí en Cluain Mhuire. Al estar siempre consciente de los valores de la Hospitalidad, cuento con un recurso único que fundamenta y motiva mi trabajo en el presente, mientras me desafía siempre a dirigir la mirada hacia lo que, en términos teológicos, aún debe ser creado por el bien común de las personas a quienes servimos.