Pascua 2023

Carta Circular del Superior General


¡Se les abrieron los ojos!

 

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios


Deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todas las personas asistidas en los Centros y Servicios de la Orden, así como a sus familias, mi felicitación pascual, con el deseo de que el Señor Resucitado llene de luz y de vida nuestro mundo.


En los tiempos que vivimos, Luz y Resurrección son dos términos que nos abren a la Esperanza. Somos invadidos por las noticias que nos refieren sufrimiento, muerte, falta de respeto a la dignidad de las personas, violencia, guerra y otras muchas experiencias de oscuridad. Fue también lo que vivió Jesús de Nazareth. Los inicios de su vida pública fueron de mucha esperanza y fue muy bien acogido por el pueblo que le escuchaba y veía, porque hablaba con autoridad, de forma convincente, porque los gestos, las actitudes, sus comportamientos y sus hechos eran coherentes con sus palabras que hablaban de amor, de misericordia, de paz, de libertad, de salud y de salvación. Poco a poco fueron apareciendo las críticas de aquellos a quienes ponía en evidencia por su hipocresía y porque vieron peligrar su posición de poder, tanto religioso como económico y político. En definitiva, molestaba y aquella luz que llenaba de esperanza al pueblo había que apagarla, para que no molestase, y siguiese dominando el sistema de siempre, el statu quo, lleno de corrupción y oscuridad, que favorece a los de siempre, ricos y poderosos. Aparentemente lo consiguieron, porque Jesucristo acabó en la cruz.


Sin embargo, aquella cruz tenía y tiene el límite de la Resurrección. La luz que representó Jesús en sus inicios tuvo y tiene su continuidad en la Resurrección, porque la muerte en cruz, no fue la última palabra del Padre que, aunque en muchos momentos lo pareció, nunca abandonó a su Hijo, resucitándolo y dándole vida para siempre. “Es verdad. Está Vivo. Ha resucitado”. No fue fácil para los discípulos de Emaús entenderlo y darse cuenta de que el Resucitado estaba con ellos, hasta que “se les abrieron los ojos” y a partir de ahí vieron la luz, su vida cambió y salieron corriendo a contarlo a los demás.


Por fortuna existen también muchas luces en nuestro mundo. Muchas personas e instituciones de todas las religiones, ideas, razas, etnias y países encienden cada día multitud de luces que expresan la vida, el bien, el amor y la lucha por la paz y la libertad. Sin embargo, también es cierto, que siguen existiendo muchas cruces, en las que muchas personas sufren y mueren constantemente, víctimas del odio y del egoísmo, de luchas sangrantes entre hermanos. No podemos olvidar que cada día es viernes santo en muchos lugares de la tierra, que pretende apagar la luz que todos los días sale y se construye en el mundo. Pero como con Jesucristo, hemos de proclamar que esas cruces tienen su límite y no serán nunca más la última palabra, porque nuestro Padre Dios ha decidido que el destino final sea la Vida para todos y para siempre. El sufrió esa experiencia en Su Hijo y la sigue sufriendo en sus hijos que constantemente suben a la cruz, por eso ha decidido ponerle límite, resucitando a su Hijo y a todos sus hijos para que vivan para siempre. Ese límite tendrá también su final cuando Dios enjugue las lágrimas de nuestros ojos y no haya más muerte, ni luto, ni llanto ni pena, porque todo ello haya desaparecido. (cf. Apocalipsis 21,4)


Las experiencias de luz en nuestro mundo son expresiones y presagios de la Resurrección, del triunfo de la vida sobre la cruz, la oscuridad y la muerte. Estas luces son las que nos llenan de esperanza en nuestro mundo y nos impulsan a seguir comprometiéndonos con el proyecto que Jesús de Nazareth nos propone. En nuestra Institución, existen muchas luces encendidas en cada momento, cada minuto, a través de gestos de amor, de compasión y de hospitalidad, que son rayos de luz que dejan translucir en el mundo la Resurrección, que indican que Cristo sigue Vivo y de que hay Esperanza para el mundo.


Estas luces son más poderosas que las cruces. En la noche de Pascua os invito a abrir los ojos y a ver en un mapa figurativo del mundo, las muchas luces que se ven en medio de la oscuridad: en la ayuda y atención amorosa a familias enteras que huyen de la guerra o de otras dificultades, a personas excluidas que no tienen casa ni medios para comer, a niños y adultos que están al final de la vida, a personas ancianas, con problemas de salud mental o con cualquier tipo de discapacidad… a lo largo de los cinco continentes donde está presente nuestra Familia Hospitalaria de San Juan de Dios.


No vivamos más en la oscuridad ni en el pesimismo. ¡Abramos los ojos!, para que podamos ver la luz que también está presente entre nosotros y que cada día hace memoria de la Resurrección de Cristo. Abramos los ojos para descubrirlo vivo como sucedió a los discípulos de Emaús y corramos para decirlo y proclamarlo a los cuatro vientos: que la fuerza de la luz que descubrimos y de la Resurrección que celebramos en esta Pascua, son el horizonte y el destino para los hombres y mujeres de buena voluntad en nuestro mundo.   


En nombre del Gobierno General y de toda la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General, ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! 

 

Hno. Jesús Etayo

Superior General 
 

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