Pascua 2022

Carta Circular del Superior General


¡No temáis. Ha resucitado!

 

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios


Cercanos a la Pascua, deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todos los familiares y personas asistidas en los Centros y Servicios de la Orden, mi felicitación pascual, con el deseo de que el Señor Resucitado llene de esperanza nuestra vida, especialmente este año.


Resurrección y Esperanza son dos palabras que se entienden unidas, que dan sentido pleno a la vida de Jesucristo y al proyecto de Dios para el mundo. Sin ellas, todo quedaría en la nada, en el nosotros creíamos, nosotros esperábamos o nosotros nos habíamos hecho la idea... pero sin ellas todo termina en la decepción. Esa fue, al principio la experiencia inicial de los discípulos de Emaús. Pero no, su experiencia final, así como la de las mujeres al alba del domingo, de los discípulos de Jesús y de tantas otras personas fue ¡Era verdad, está vivo. Ha resucitado!, como les habían dicho los ángeles al pie del sepulcro.


La Resurrección de Jesucristo cambia el mundo y lo llena de esperanza, porque ha abierto la puerta de la vida que Dios nos regala, haciendo que aquel que murió en la cruz resucitase para siempre de modo que nunca más la muerte, el pecado y el sufrimiento vencerán a la vida.


El Señor quiere que vivamos y guestemos ya en nuestra vida el gozo y la alegría de la vida nueva que nos da y para ello nos invita a vivir de acuerdo a los valores del Evangelio: la fraternidad, la libertad, la misericordia, el servicio y la hospitalidad, especialmente con los más necesitados. Viviendo así comenzaremos a experimentar la nueva vida que ya recibimos por el bautismo, una vida llamada a la plenitud, a la vida de la que goza Cristo Resucitado y quienes ya viven con Él.


Sin embargo la historia de la humanidad y la realidad actúal que vivimos hace que experimentemos la debilidad humana, unas veces por nuestras propias limitaciones y otras veces por las ambiciones y protagonismos, fruto del egoísmo y de la falta de respeto a las personas a las que se les somete a la fuerza o se les conculcan sus derechos, abusando de ellos sin ninguna razón. Todo ello crea mucho dolor y hace mucho daño a la humanidad, hombres y mujeres de nuestro mundo, y también al ambiente y a la tierra que nos acoje y a la que maltratamos asiduamente. 


En la actualidad seguimos viviendo estas situaciones, que tanto mal están produciendo en el mundo. Llevamos más de dos años con la pandemia del covid-19, que ha producido tanta muerte y sufrimiento. Aunque parece que las cosas han mejorado bastante, gracias a las vacunas y otras medicinas, todavía hemos de ser muy prudentes y seguir las recomendaciones que nos dán las autoridades sanitarias. Es cierto que durante esta pandemia, al mismo tiempo que vivimos el sufrimiento y la muerte, también hemos asistido a un importante desarrollo de solidaridad y generosidad de muchas personas, especialmente del personal sanitario. Ojalá no lo olvidemos.


Más dolorosa está siendo la guerra que se inició el 24 de febrero con la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Estamos viendo también la muerte y destrucción que está produciendo solo por la insensated y la aplicación de la ley del más fuerte. Lo mismo sucede en otros  y conflictos armados que siguen activos en diferentes lugares del mundo, de los cuales los medios de comunicación se olvidan. ¡Qué horror y cuánto dolor absurdo producido por el egoísmo de los seres humanos!.


Estas y otras situaciones de sufrimiento que vive nuestro mundo actual, son las que no nos dejan experimentar la vida que Dios nos da, en gran parte porque volvemos la espalda a Dios, apartándolo de nuestras vidas. Prefiere el mundo la guerra y el conflicto al amor y la fraternidad.


En medio de todo ello, la Resurrección de Jesucristo, grita con más fuerza que nunca la Esperanza que nos trae: nos dice que ni las pandemias, ni sobre todo las guerras ni los intentos de apartar a Dios de nuestro mundo, vencerán ni serán la suerte de la humanidad. Especialmente este año, el mensaje de Esperanza del Resucitado está dirigido a las víctimas de las guerras, siempre absurdas, allí donde se están produciendo. Así como Cristo murió en la cruz por amor a todos nosotros, hoy sigue muriendo en cada víctima de la guerra o del cualquier agresión o abuso. De la misma forma que Cristo resucitó, también resucitarán y vivirán quienes han sufrido y siguen padeciendo estos atropellos intolerables, que insultan a la dignidad humana. ¡No temáis. Ha resucitado!.

       

En mediio de estás circunstancias estamos celebrando, como era previsto, los Capítulos Provinciales en la Orden. Hacerlos de modo presencial està siendo una rica experiencia de vida nueva, que el Espiritu del Señor nos está regalando, después de dos años comunicándonos virtualmente. Está siendo una experiencia de resurrección, de apertura a la vida y al futuro de la Orden en cada una de las Provincias, en las que estamos celebrando y haciendo memoria de la fuerza carismática de la hospitalidad, en el Jubileo de los 450 años de la Bula Licet ex debito. Esta fuerza carismática que inició San Juan de Dios nos da la posibilidad de resucitar y hacer nueva la vida de nuestra Orden, aportando al mundo la hospitalidad, verdadera alternativa al egoísmo y el abuso de los hombres. Nos ayuda y nos estimula a todo ello el testimonio de nuestros Hermanos de la comunidad de Drohobycz (Ucrania), que siguen aportando esperanza y vida a las personas que sufren y huyen del horror de las bombas.

         

De parte del Gobierno General y de toda la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General,  ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!. 

 

 

Hno. Jesús Etayo

Superior General

 
 

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