P. Pascual Piles Ferrando
1944 - 2021
NECROLOGIO
DEL HERMANO PASCUAL PILES FERRANDO
SUPERIOR GENERAL
DE LA ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS LOS AÑOS 1994 AL 2006.
Falleció a los 77 años y 56 de
profesión religiosa, el día 28 de diciembre de 2021 en la Residencia de
Hermanos Mayores, Hospital San Juan de Dios de Zaragoza.
Nacido
en Benifaió (Valencia) el 8 de septiembre de 1944, ingresó en el Postulantado,
en St. Boi de Llobregat, a los 24 años. Tras realizar el noviciado en Calafell emite
su profesión simple en octubre de 1965. Su profesión solemne la hace en St. Boi
en 1971. El 4 de mayo de 1974 fue ordenado sacerdote en la capilla del Hospital
S. Juan de Dios de Barcelona
En
1974 es nombrado Maestro de Novicios y en el Capítulo siguiente fue elegido 2º
Consejero Provincial y Maestro de Escolásticos. En el Capítulo de 1983 es
elegido Provincial de la Provincia de Aragón – San Rafael.
En
el Capítulo General de 1988 se le elige 1º Consejero General pasando a residir
en Roma y en el siguiente, celebrado en Santa Fe de Bogotá en octubre de 1994
es elegido Superior General de la Orden. Nombramiento que se renueva para un
segundo sexenio en el Capítulo General celebrado en Granada, en noviembre de
2.000.
Finalizado
su servicio a la Orden como Superior General, regresa a la Provincia, en
noviembre de 2.006 y en el Capítulo Provincial, en abril de 2.007 vuelve a ser
elegido Superior Provincial de la Provincia de Aragón – San Rafael, siendo
reelegido en el Capítulo Provincial de 2.010.
En
el Capítulo de 2014 es nombrado Maestro de Novicios de España en la Fundación
Instituto San José de Madrid.
Debido a sus problemas de salud, en junio de
2016 deja su responsabilidad de Formador y se incorpora a la comunidad del
centro “Jesús Abandonado” de Murcia. Más adelante y debido a una progresiva
pérdida de salud, en mayo de 2019 se le traslada a la Residencia de los
Hermanos de Zaragoza para un adecuado cuidado y una mayor y mejor atención. En
dicha Residencia su enfermedad se fue agravando considerablemente falleciendo el
28 de diciembre de 2021. Dos días más tarde se procedió a sus exequias presididas
por el Hno. José Luis Redrado –Obispo y Secretario Emérito del Pontificio
Consejo para los Agentes Sanitarios-, con la presencia del Hno. Jesús Etayo,
Superior General de la Orden, el Hno. Amador Fernández, Superior Provincial-,
P. Manuel Almor, Vicario General de la Archidiócesis de Zaragoza, y otros cinco
sacerdotes, algunos de la Orden y otros amigos de la misma y cercanos al Hno.
Pascual. Estuvieron presentes los Hermanos de la Comunidad de Zaragoza y un
buen número de Colaboradores de esta, así como un considerable grupo de
Hermanos y Colaboradores llegados de diferentes Casas de la Orden en España. Asimismo, se hicieron presentes una amplia representación
de sus familiares, hermanos, hermana y sobrinos.
La
homilía fue predicada por el Hno. Jesús Etayo que resaltó desde su experiencia
personal, muy ligada al Hno. Pascual Piles desde sus inicios en su camino vocacional.
No dudó en señalarle como “padre, maestro, hermano y amigo”; ámbitos que fue
desgranando desde el agradecimiento y la emoción.
La
amplia capilla del centro estaba prácticamente llena aun cuando con
anterioridad se había invitado a evitar en lo posible la presencia en ella dada
la situación pandémica de covid-19 que se padecía, especialmente en esos días
con un importante aumento de contagios en toda Europa. Con el fin de paliar esa
dificultad se retransmitió la ceremonia por los canales temáticos cuya
cobertura fue rebasada por la gran demanda de conexión de muchos miembros de la
Familia de San Juan de Dios, Hermanos, Colaboradores y amigos de todo el mundo.
El
Hno. Pascual Piles Ferrando estuvo ligado, desde prácticamente sus inicios en
la Orden, al ámbito de la formación y, sobre todo, del Gobierno. Tan pronto
como finalizó sus estudios y recibió la ordenación sacerdotal, fue elegido para
tales servicios. En un primer momento en la Provincia de Aragón – San Rafael a
la que pertenecía y poco después, en la Curia General. Tan solo la aparición de
la enfermedad le hizo abandonar dichos servicios.
Su
capacidad de trabajo era contrastada. Amigo de madrugar, muchos de sus trabajos
y estudios los realizaba antes de la salida del sol. No reparaba en
compromisos, presencias y representaciones que él consideraba adecuadas y otras
muchas que se le hacían desde los diferentes ámbitos de la Orden y de la
Iglesia. Siempre procuró mantenerse al día cuidando la formación permanente que
con tanto empeño invitó a implicarse en ella a los Hermanos a lo largo de su
vida.
Hombre
de un carácter entrañable le gustaba sentirse en medio de la gente con la que
enseguida empatizaba desde la sencillez, la afabilidad y la cercanía en la que
se desenvolvía. Todo el mundo subrayaba “la sonrisa perenne del Hno. Piles”. Todo
ello con el sello de la universalidad propia de la hospitalidad juandediana ampliamente
conjugada. Sus amistades iban desde altos dignatarios civiles y eclesiásticos
–con los que frecuentemente tuvo que relacionarse debido a su cargo-, hasta los
colaboradores, enfermos y familiares de cada uno de nuestros centros. Por
supuesto, su cercanía era entrañable con cada uno de los Hermanos de la Orden
de los que, en su amplia mayoría solía recordar su personalidad y trayectoria.
Era un hombre universal que conocía la Orden como la palma de su mano, y la
Orden le conocía a él.
De
entre sus múltiples aportaciones a las diferentes vertientes de la institución
sobresalen la elaboración y difusión de la “Carta de Identidad de la Orden
Hospitalaria” (2.000), y “Camino de Hospitalidad al Estilo de S. Juan de Dios”
(2004). Dos goznes cruciales en la espiritualidad y la misión que resultan
sustanciales en la definición de la identidad de la Orden y que él impulsó con
mucho empeño. Dirigió muchas Cartas a toda la Orden, con un estilo y contenido
profundo para la animación de la vida consagrada de los Hermanos y de la misión
hospitalaria de toda la Familia de San Juan de Dios. Entre ellas destacamos
dos: La Fuerza de la Caridad en 1995 y Dejáos guiar por el Espíritu en 1996. Reflexiones
que siguen vigentes en la actualidad para toda la Orden.
Con
un carácter siempre acogedor e integrador, buscando siempre el encuentro, la
participación de todos, la construcción de la hospitalidad por encima de los
personalismos. Le gustaba trabajar en equipo aun cuando no siempre fuera fácil
seguirle dada su implicación y exigencia en el mismo.
Pero,
sobre todo, el Hno. Pascual Piles era un hombre de Dios. Un religioso integro,
que vivía perfectamente sus afectos en el marco de la universalidad del
carisma. Un hombre austero, alejado de las modas, los lujos y los caprichos.
Era
un Hermano de profunda oración. Una oración personal que mantenía en absoluta
fidelidad; frecuentemente a primera hora de la mañana –no pocas veces también
antes de que saliera el sol-. Desde la Palabra de Dios de la liturgia del día,
rezada y meditada pausadamente, preparaba la animación litúrgica
correspondiente a ese día y la jornada que comenzaba. Una oración profunda que,
sin lugar a duda, era la fuente de una vida serena, equilibrada, bañada en una
hospitalidad plenamente juandediana. Profundo conocedor de la figura del
Fundador, San Juan de Dios, transmitía desde su vivir y hacer cotidiano el
estilo de vida coherente con el seguimiento de este.
Aquejado
por la enfermedad y las limitaciones que conlleva, vivió sus últimos años con
serenidad y paz junto al resto de los Hermanos de la Residencia. Perdió su
salud, “pero nunca perdió su sonrisa”.
El
Hno. Pascual fue un verdadero regalo del Señor para la Orden Hospitalaria y
toda la gran familia engendrada en torno a ella. Un regalo para la Iglesia a la
que amó entrañablemente, como subrayó el Superior General en la homilía, el día
de su funeral, quien comunicó la gran cantidad de emails, cartas y mensajes que
le llegaron de todo el mundo dándole las condolencias para toda la Orden e
indicando los muchos valores humanos, religiosos y hospitalarios del Hno.
Pascual Piles, así como el gran impacto positivo que dejó en las personas de
todo tipo que le conocieron.
Curia General Hermanos de San Juan de Dios
Roma, 10 de enero de 2022