Llamada a la nueva hospitalidad
Ceremonia de clausura del V centenario del nacimiento de S. Juan de Dios
JUAN DE DIOS, LLAMADA A
LA NUEVA HOSPITALIDAD
Granada,
8 de marzo 1996
Hno.
Pascual Piles, Superior General
Introducción
Nos
disponemos a clausurar el V Centenario del nacimiento de San Juan de Dios, en
Granada, ciudad en la que el Santo empezó su tarea como librero, tuvo la
llamada fuerte de Dios escuchando a San Juan de Avila en la ermita de los
Mártires, hizo su obra en favor de los pobres y necesitados y donde entregó su
alma a Dios el 8 de marzo de 1550, en el marco de esta Eucaristía en la
Catedral.
Agradecemos
la deferencia que el Santo Padre Juan Pablo II ha tenido con la Orden, al
dirigirnos un mensaje al inicio de este Centenario, hoy hace un año, el cual
hemos reflexionado e intentado hacerlo vida. Agradecemos el que haya nombrado
como su Enviado Especial para la apertura del Centenario en Montemor-o-Novo,
Portugal, a Su Eminencia el Cardenal Fiorenzo Angelini. También le agradecemos
el que recibiese en el mes de diciembre pasado en Audiencia especial a los
participantes del Congreso de Hermanos y Colaboradores de la Orden realizado en
Roma. Finalmente le agradecemos el que haya nombrado como su Enviado Especial,
para estas celebraciones de Clausura del Centenario, a Su Eminencia el Cardenal
Rosalio José Castillo Lara, agregado a la Orden como Hermano, quien nos está
presidiendo esta Eucaristía.
Una vez
más manifestamos nuestra adhesión al Santo Padre por su ministerio de Pastor
Supremo de la Iglesia, y por su preocupación y acción social en favor de los
más pobres y de los enfermos, evidente en todo el mundo.
Quiero
agradecer a cuantas personas han sido protagonistas de este Centenario con sus
acciones: al Presidente y primer ministro de Portugal por su participación en
los actos de apertura, así como al Alcalde de Montemor-o-Novo que con todos sus
ciudadanos hicieron factibles nuestras celebraciones, al Sr. Cardenal de
Lisboa, al Sr. Nuncio de Portugal, al obispo de Evora, a la Provincia Religiosa
de la Orden en Portugal y especialmente a la Comunidad de Hermanos de Montemor-o-Novo
y a cuantos nos acompañaron en las celebraciones de apertura.
Agradezco
a cuantos a lo largo del año han seguido de cerca a Juan de Dios y han
promovido diversas celebraciones: culturales, religiosas, festivas, de estudio
y profundización de la asistencia a los enfermos.
También
quiero agradecer a toda Granada, a España y al mundo entero, la colaboración
para que los actos conmemorativos de la Clausura del Centenario sean como
merece Juan de Dios. Expresamente quiero hacerlo a la Casa Real, simbólicamente
al Gobierno de España y de Andalucía, al Sr. Alcalde de Granada, al Sr. Nuncio
de España, al Arzobispo de Granada.
Mi
agradecimiento a nuestra Provincia Religiosa de Andalucía, a la Comunidad de
Granada que con tanta hospitalidad ha acogido a los peregrinos que han venido a
lo largo del año y, finalmente, a la Comisiones preparatorias del V Centenario,
a nivel universal y nacional, organizadoras de estos últimos actos.
Granada
fue la ciudad en la que Juan de Dios fue movido por el Espíritu y donde vivió
armónicamente su servicio a los demás. Granada fue el ámbito en el que fue
enriquecido con el don de la hospitalidad y en el que surgió una nueva familia
religiosa en la Iglesia para encarnar la hospitalidad. Por eso en este momento
quiero evocar la figura de Juan de Dios con aspectos de su vida que hemos
recordado a lo largo del año y que tienen una incidencia directa en la forma de
estar hoy presente la Orden en tantas partes del mundo
1. Juan de
Dios, un hombre de Dios
A
Juan Ciudad se le cambió el nombre por Juan de Dios. Fue aquí en Granada y lo
hizo el obispo de Tuy que por aquellos días se encontraba en esta ciudad. Si lo
hizo fue porque tenía motivos fundamentados para hacerlo. Desde entonces se le
ha llamado así.
A
este dato hizo referencia Juan Pablo II en las palabras que nos dirigió, a
Hermanos y Colaboradores, en la audiencia del 2 de diciembre del año pasado:
"¿Cuál fue el secreto de su existencia tan fiel al Evangelio? La respuesta
se encuentra precisamente en la calificación de su nombre: «de Dios».
Precisamente el Dios que en Jesucristo se reveló Padre de todo hombre fue la
razón de la vida y de la obra de vuestro fundador."
La
primera biografía de San Juan de Dios de Francisco Castro está llena de
definiciones de su ser que manifiestan realmente que era un hombre de Dios. Fue
hombre de gran oración, todo el tiempo que le sobraba del trabajo "lo
ocupaba en oración y meditación, dando a entender que la oración era el áncora
y fundamento de toda la vida espiritual. Y así no emprendía cosa ninguna que no
la encomendara primero, y hacía encomendar muy de veras a nuestro Señor."
(Cap. XVIII). Hablando de su paciencia, continúa Castro: "nunca alguno le
vio turbado, ni salía de su boca palabra airada; antes en las mayores injurias
y afrentas estaba más quieto y alegre, como quien no tenía más voluntad que la
de nuestro Señor Iesu-cristo." (Cap. XV).
Mis
queridos todos, hemos deseado que este año del V Centenario del Nacimiento de
San Juan de Dios fuese un año de crecimiento en su espíritu y de identificación
con su ser.
Hago
una llamada a todos, Hermanos, Colaboradores, Amigos de la Orden, Enfermos y
Necesitados, y cuantos os encontráis aquí en esta tarde, convocados por Juan de
Dios, el hombre de Dios. Os hago una llamada y me la hago a mí mismo a
afianzarnos en nuestra vida espiritual, a crecer en el espíritu de oración.
Queremos que los valores evangélicos, los que Cristo nos ha traído con su
venida y nos ha dejado en herencia en su mensaje de salvación, se hagan
presentes en nuestras vidas, se hagan presentes en nuestra sociedad
secularizada, que no cree, cree poco o de forma "sui generis" en la
presencia del Espíritu, de Dios, en sus vidas.
Nuestro
testimonio de personas espirituales, que aman y saben estar en este mundo
contemporáneo como lo hizo Juan de Dios en su tiempo, ayudará a que Dios se
haga visible en el corazón de los humanos.
2. Juan de
Dios, encarnación del amor de Dios a los hombres, hace una opción preferencial
por el que sufre.
No
se concibe el estar con Dios sin estar con los hermanos. El amor a Dios y al
prójimo se debe vivir al unísono. Juan de Dios es uno de los que han llegado a
intuir el gran amor que Dios tiene a la humanidad, el gran amor que le tiene a
él. No sólo es intuición; es experiencia que le mueve a darse plenamente a los
demás (Const. 1).
El
proceso de la vocación de Juan de Dios ha tenido diversos pasos que le preparan
para el día en que escuchando a San Juan de Avila, siente como un fuego
interior, como una convulsión que le transforma, que le posee y que le lleva
después de esta vivencia, serenado su ser y guiado por Juan de Avila, a
expresar ese amor que ha sentido y que continúa experimentando, en su entrega a
los demás. El pensamiento del número 9 de la 2ª Carta a la Duquesa de Sesa lo ratifica:
Jesucristo nos ha amado tanto y ha dado su vida por nosotros, que no podemos
menos que corresponderle.
En
el mismo sentido, el prójimo, sobre todo cuando se encuentra en necesidad,
constituye una opción preferencial en la vida de Juan de Dios. Pobres,
enfermos, niños, ancianos, prostitutas, difuntos, todos van a tener cabida en
su corazón. Corazón que sufre cuando no puede atenderles y que hace del todo
para conseguirlo. Corazón que se hace hospitalidad.
A
la puerta de su hospital va a poder llamar cualquier persona. A su paso por la
calle pueden abordarle todos. Su característica va a ser una actitud universal,
abierta a todos. Podríamos decir que ve a los demás con los mismos ojos de
Dios.
Este
año nos ha dado oportunidad para recordar muchos datos de su vida, para querer
más a Juan de Dios. Lo conocíamos, pero nos hemos vuelto a quedar admirados por
la grandeza de su ser, nos hemos vuelto a sentir pequeños ante la magnitud de
su obra.
La
respuesta no puede ser: "él sí que fue capaz, nosotros no lo somos, no
vamos a poder serlo."
El
encontrarnos aquí en esta tarde clausurando el V Centenario de su nacimiento,
es una oportunidad de reafirmarle nuestra adhesión, es oportunidad de acoger de
nuevo el testimonio de su vida. Es momento para hacer una oración: "Señor
no es que tengamos envidia, pero como tocaste a Juan de Dios, tócanos también a
nosotros, transforma nuestro ser y haz que como él tengamos la capacidad de
optar por ti y desde ti optar por los demás, especialmente por los que sufren.
Haznos sensibles a las necesidades de los demás, haznos capaces de estar con
cada uno, de tener nuestro ser abierto a cuantos lo necesitan."
La
Orden reafirma hoy el compromiso que tiene con los enfermos, con los pobres,
con los marginados para seguir haciendo en nuestra sociedad lo que Juan de Dios
realizó aquí en Granada en el siglo XVI, para seguir siendo hospitalidad.
Clausuramos
el V Centenario de su nacimiento, en el 1996, año que se ha definido
mundialmente como año de la erradicación de la pobreza. Que el pobre Juan de
Dios, padre de los pobres, nos ayude en una lucha verdadera por la erradicación
de la pobreza.
3. Juan de
Dios, luz para la nueva hospitalidad.
Ya
en el siglo pasado se calificó a Juan de Dios como "el fundador del
hospital moderno." Con un título parecido, "San Juan de Dios el padre
del hospital moderno" se ha publicado en francés en este año una biografía
de San Juan de Dios.
Ambas
expresiones recogen el sentir de la aportación de Juan de Dios al mundo de la
asistencia. Comenzó su obra por las calles de Granada, llevaba los enfermos a
dormir al patio de la casa de los Venegas, atendió a los acogidos en la casa de
los Loarte, creó su propia casa cerca de la Pescadería en la calle Lucena.
Pronto
fue pequeña y pasó a la Cuesta de los Gomérez. Aquí con más espacio pudo
organizar la asistencia y ya, cuando también fue pequeño, proyectar un futuro
hospital, construido por sus compañeros, el mismo que continúa junto a su
Basílica, conocido como de "San Juan de Dios".
La
experiencia vivida durante el tiempo que estuvo ingresado en el hospital Real
fue muy fuerte para él. Experimentó en su propia carne cómo los enfermos eran
tratados. De allí salió convencido que estaba llamado a realizar otra cosa. Así
lo expresa Castro: "Iesu-cristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que
yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de
juicio, y servirlos como yo deseo." (Cap. IX).
Su
sentido común y su capacidad intuitiva; la preparación para la asistencia que
se afirma adquirió en el Monasterio de Guadalupe; la colaboración que recibió
de médicos y enfermeros de Granada; el diseño de un estilo de hospital modélico
en lo arquitectónico: separaciones adecuadas según las enfermedades, camas
individuales, higiene necesaria y tratamientos propios de la época; el
convencimiento de que la fe tenía una fuerza sanadora; las puertas abiertas
para todos sin tener que preguntárseles por los recursos; un ambiente en el que
se trataba a los enfermos y pobres como él deseaba y en el que se les hacía
sujetos activos de su propia curación: Este fue el estilo de asistencia que
creó.
Hospital
moderno, de entonces, pero con ambiente cálido. Calidad y calidez, no sé si es
muy buen castellano, pero es expresión que manifiesta el ser Juan de Dios
hospitalidad. En su hospital cabían todos, pero muy lejos de ser tratados de
cualquier manera. El respeto a la dignidad de cada uno, la asistencia
personalizada, el contacto humano y afable, la preocupación porque tuvieran
todo lo necesario, éso era lo que le distinguía.
Estamos
después de casi cinco siglos de cuando vivió Juan de Dios, intentando hacer
presente su espíritu: responder a las exigencias de la asistencia con calidad y
calidez, como él; por éso se le definió en una de las reflexiones que hemos
realizado durante este año, profeta de la humanización; por éso el Santo Padre
afirmó que: "Juan de Dios no sólo practicó la hospitalidad, sino que, por
decirlo así, él mismo se hizo hospitalidad".
Juan
de Dios, hoy te podemos decir:
Tu
obra se encuentra extendida en los cinco continentes, en 46 países del mundo.
Estamos haciendo muchos esfuerzos para vivir la asistencia en continuidad con
el espíritu con que tú actuaste en tu primer hospital, para ser nosotros
también hospitalidad.
Trabajamos
integrados en redes públicas y actuamos haciendo labor de suplencia de
programas no llevados a efecto totalmente por los Estados. Nos encontramos en
muchos lugares ofreciendo la única asistencia que el pueblo puede recibir
porque los gobiernos no han tenido hasta ahora la posibilidad de organizarse.
Aunque en centros diferenciados, nos dedicamos como tú a todo tipo de enfermos
y necesitados. Tú podías tenerlos en un mismo Centro.
Además,
hemos estado atentos a las nuevas necesidades que nuestra sociedad ha creado.
No sé si es muy pretencioso, pero consideramos que si tú estuvieras hoy aquí
harías lo que nosotros estamos haciendo.
En
nuestros Centros se encuentran comprometidos, junto a los hermanos, un buen
número de colaboradores, como lo estuvieron también en el tuyo. Gozamos del
apoyo de bienhechores como tú los tuviste, personas voluntarias que dedican
parte de su ser, de su tiempo a atender a los demás. También existen muchos
amigos, devotos tuyos, miembros de Asociaciones que siguen y apoyan toda
nuestra labor. Juntamente con los enfermos y las personas necesitadas, a todos
te los presento para que los bendigas, para que los protejas, para que les
ayudes en su vida.
Proclamamos
hoy ante ti nuestro compromiso de servir a enfermos y necesitados con calidad y
calidez, para lo cual necesitamos de una formación permanente, contar con los
medios que la técnica nos ofrece, servir al hombre de hoy con un proyecto de
asistencia, técnico, moderno, pero fundamentado en la ética evangélica;
queremos de esta forma, seguir evangelizando con la asistencia y hacer nuestra
aportación a la sociedad, con lo que hemos denominado nueva hospitalidad, y
para lograrlo necesitamos el ardor, la fuerza y la calidad que tú tuviste.
Nuestro
último Capítulo General nos brindó a toda la Orden un documento titulado:
"La Nueva Evangelización y la Hospitalidad en los umbrales del tercer
milenio". Juan de Dios, queremos vivir la hospitalidad que tu encarnaste;
la que hemos denominado "Nueva Hospitalidad".
4. El Juan
de Dios histórico.
El
intentar adentrarnos en el espíritu de Juan de Dios nos ha dado oportunidad de
indagar lo que fueron los orígenes de nuestra Orden, conocer mejor cómo
vivieron nuestros primeros hermanos, cómo hicieron para mantener vivo su
espíritu. Juan de Dios como Jesucristo, más que escribir lo que hizo fue dejar
una impronta de vida, que posteriormente hemos tratado de encarnar.
El
vivir este Centenario con espíritu de fe, nos ha llevado a conocer mejor a
hermanos que han existido en estos casi cinco siglos de la historia de la Orden
y que han sido fiel reflejo de Juan de Dios. La Orden se ha enriquecido con sus
valores; ellos fueron instrumentos para que el carisma de la hospitalidad
permaneciese vivo hoy en nuestra sociedad.
Entre
todos ellos quiero hacer mención especial del Beato Juan Grande, un andaluz de
Carmona, que vivió en el mismo siglo de Juan de Dios, fundador también de un
hospital en Jerez de la Frontera, que se integró posteriormente al grupo de
hermanos que formaban la incipiente Orden del bendito Juan de Dios, a quien se
le encomendó la difícil tarea de hacer una reducción de hospitales y que murió
mártir de la hospitalidad atendiendo a enfermos apestados en 1600.
El
2 de junio de este mismo año será canonizado por Juan Pablo II. Por todo ello
se le ha presentado como promotor de la Nueva Hospitalidad que hoy intentamos
vivir.
Quiero
resaltar dentro de este marco histórico de nuestra Orden el interés existente
desde siempre, pero sobre todo en los últimos años, por escudriñar y recoger
todos los datos que enriquecen los conocimientos que tenemos acerca de Juan de
Dios y de su entorno. Agradezco el esfuerzo de las personas que se han dedicado
a ello. Les digo que no se cansen, que valoro mucho su trabajo, duro, escondido,
anónimo, pero al mismo tiempo fascinante. Les doy las gracias por los nuevos
documentos que han puesto en nuestras manos y que teníamos perdidos y les pido
que sigan dedicando su tiempo, para que tengamos más datos que nos lleven al
genuino conocimiento de quien fue realmente Juan de Dios.
5. El Juan
de Dios del mañana
Termino
este mensaje de Clausura del V Centenario del Nacimiento de San Juan de Dios.
No puedo terminarlo sino mirando al futuro. Satisfecho y agradecido por cuanto
hemos vivido en este año, pero con un gran reto de cara al futuro.
En
el futuro tenemos la oportunidad de hacer cuanto no hemos realizado hasta el
presente y de hacer mejor, si podemos, aquello que ya estamos realizando. En
este mensaje he resaltado dos aspectos de Juan de Dios que lo definen como
hospitalidad, su ser hombre de Dios y su vivir siempre pensando en los demás,
sobre todo cuando sufren. Es así como tenemos que continuar nosotros siendo hoy
otros "Juanes de Dios". Es así como tenemos que ser hospitalidad.
Queremos
seguir haciéndolo presente en el futuro, queremos que su obra se prepare para
el año 2000, para el siglo XXI. En el respeto a las creencias de cada uno, la
Orden piensa que ésto será posible, en la medida que todos pongamos nuestros
valores espirituales, nuestra calidez y nuestra ciencia al servicio de los
demás.
Existe
actualmente un grupo de filósofos modernos que han centrado su pensamiento en
la hospitalidad frente a la hostilidad existente en nuestra sociedad. En una
sociedad en la que también era evidente la hostilidad Juan de Dios fue
hospitalidad. Que como Juan de Dios, desde el espíritu, con la ciencia y en
favor de la personas, seamos hospitalidad.