Orden Hospitalaria

Nuestra Orden Hospitalaria se encuentra hoy presente en cincuenta países de los cinco continentes, tenemos unas 400 obras apostólicas.

 

Habiendo recibido como herencia el carisma de la hospitalidad, nos dedicamos como misión, a ejemplo de nuestro fundador, a los enfermos y personas que sufren. En la forma de vivir y de actuar manifestamos nuestra espiritualidad.

 

Al dedicarnos a los que sufren nuestro planteamiento abarca lo sanitario y lo social. En la Iglesia nos definimos como Orden mendicante, hemos intentado actuar con una actitud de beneficencia frente a los que lo necesitan.

 

Estamos presente en países, con organización del Estado en diversos servicios, por lo que para trabajar tenemos conciertos con los Ministerios de Salud, de Asistencia social y con otros organismos civiles: ayuntamientos, etc.

 

Estamos presentes en países mucho más necesitados donde, los centros de la Orden, basados en el principio de subsidiaridad y movidos por el espíritu misionero, suplen carencias existentes en el ámbito de salud y en lo social, desde los centros promovidos.

 

Estamos al servicio de los enfermos en general y de los enfermos mentales. Hemos promovido últimamente mucho la creación de unidades de cuidados paliativos, de enfermos del Sida, de enfermos de Alzheimer, etc.

 

Tenemos también Centros para discapacitados intelectuales, discapacitados físicos, para ancianos, para los sin techo, programas para los dependientes de drogas fuertes, etc.

 

Además de los Hermanos, tenemos integrados en la misión 63.076 colaboradores profesionales con una vinculación laboral, tenemos 23.049 voluntarios y un ejército de bienhechores que confiando en nuestro proyecto nos apoyan con sus recursos.

 

Con el personal trabajador y con los voluntarios tratamos de compartir los criterios desde los que queremos realizar la misión, sus valores y proyecto institucional, en el respeto de la identidad de cada uno.

 

Al estar en sociedades tan distintas tratamos, desde nuestra identidad de centros católicos, de promover además de la curación o rehabilitación, o el acompañamiento de la enfermedad o del estado de marginación, de promover la evangelización trasmitiendo con nuestra palabra pero, sobre todo, con nuestra vida la Buena Noticia que nos trajo Jesucristo. Nuestro primer modo de evangelizar es acoger a todos tal y como son e intervenir en el proceso de acercamiento a Jesucristo como sentido de su vida y a su Iglesia.

 

Nos sentimos en el mundo, cada vez más secular, expresión de la Iglesia de la caridad.

 

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