San Juan Grande, un Santo tan lejano y tan cercano
3 de junio
San Juan
Grande nació en Carmona (Sevilla, España) en 1546. Era un religioso de gran
hondura humana y con un elevado perfil místico, se le considera un pionero de
la asistencia entre los Hermanos de San Juan de Dios, un hombre de Dios en el
cual la mística y la ciencia encuentran una sintonía perfecta en el lenguaje
sencillo de la caridad y del amor. Vivió unos tiempos difíciles, una época en
la cual la brecha entre ricos y pobres era insalvable. Juan Grande basó toda su
existencia en Dios.
En la primera fase de su vida, lo vemos cuan ermitaño en búsqueda de Dios en la oración y en la soledad; un ermitaño peculiar, atento a los signos de los tiempos. En su vida de oración y penitencia jamás alejó su mirada de la realidad aislándose del mundo; al contrario, supo ver las realidades de dolor, sufrimiento y marginación imperantes en su entorno. Sólo las personas con un espiritualidad profunda y con una sensibilidad particular logran sentir las necesidades reales y existenciales de la vida. Podemos definirle como un auténtico místico de la hospitalidad; toda obra nueva de Dios tiene su origen en una visión mística de la realidad.
Juan el Pecador, así se hacía llamar, pasó de una experiencia de clausura y aislamiento a ocuparse de los pobres, de los enfermos, de los presos, de los marginados y de los incurables en una época marcada por las carestías, las epidemias y la miseria. Su carácter fuerte y espiritual, sus capacidades organizativas y emprendedoras, lo llevaron a aceptar el mandato de reformar y reorganizar la realidad sanitaria de Jerez de la Frontera (Cádiz, España), asumiendo una postura muy firme contra los abusos de poder y contra el despilfarro de los recursos procedentes de las limosnas y de los donativos a favor de los hospitales.
Pasó toda su vida en el apostolado de la caridad, en la “gestión” de sus hospitales y en la oración hasta deshacerse sirviendo al prójimo, contrajo la peste mientras curaba a enfermos en Jerez de la Frontera (España), murió con 54 años.
Fue beatificado por Pio IX el 3 de noviembre de 1853 y canonizado por San Juan Pablo II el 2 de junio de 1996.
De la Postulación General