Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Carta Circular del Superior General

 

Salir al encuentro del hermano: la profecía de la hospitalidad

2 de febrero de 2018

A todos los Hermanos y Comunidades de la Orden

Apreciados Hermanos,

Coinciendo este año con el periodo de la celebración de los Capítulos Provinciales en toda nuestra Orden, deseo enviaros mi felicitación  en el día  de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que celebraremos el próximo  2 de febrero en toda la Iglesia. Os invito a todos a celebrarla especialmente con alegría dando gracias al Señor por el don de la Vida Consagrada que continuamente regala a la Iglesia y en particular a cada uno de los religiosos que formamos parte de nuestra querida Orden.

En la  exhortación apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco nos invita a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría y una de las claves más significativa que nos indica es la necesidad de crear una cultura del encuentro. La esencia de esta cultura nos la señala cuando nos invita a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo...Al que arriesga, el Señor no lo defrauda (EG, 3).

Si toda la vida cristiana se fundamenta en el encuentro con Cristo, la vida consagrada y por tanto nuestra vida tiene su principio y su final en el encuentro permanente con Dios. “La vida consagrada, que está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ha de mirar a ese corazón para encontrarse y comprenderse a sí misma. El religioso hermano encuentra allí el significado profundo de su propia vocación. En esta contemplación le ilumina la figura del Siervo de Yahvé descrita por Isaías, a quien Dios dice: <Te he elegido como alianza del pueblo> (Is 42,6). Esa figura adquiere su rostro perfecto en Jesús de Nazaret, quien sella con su sangre la nueva alianza y llama a los que creen en Él para continuar la mediación encomendada al Siervo, de ser alianza del pueblo”(Identidad y Misión del Religioso Hermano en la Iglesia, 5). En el encuentro diario con el Señor, con una vida espiritual cuidada y fecunda, es posible vivir y renovar cada día la figura del Siervo de Yahve que estamos llamados a ser, para ser signos en el mundo de la presencia de Dios y de su amor infinito por cada hombre y mujer.

 

La cultura del encuentro es también una llama al encuentro con los hermanos, a ser constructores y promotores de la fraternidad evangélica, en su doble dimensión. Primero como don que recibimos y compartimos con nuestros hermanos. Somos llamados a vivir en comunidad fraterna y ésta es un pilar central de nuestra consagración. En ella vivimos, crecemos espiritual, humana y apostólicamente, desde el encuentro fecundo con los hermanos. En segundo lugar nuestra comunidad fraterna, abierta siempre al mundo, es un signo permanente para la Iglesia y para el mundo de la fraternidad que Dios quiere para todos sus hijos e hijas, un signo de la alianza que Dios renueva cada día con el mundo.”La comunión se propone hoy a la Iglesia como un desafío especialmente apremiante en el nuevo milenio, para que ella se transforme en la casa y la escuela de la comunión. Los religiosos hermanos son habitantes activos en esa casa y son a la vez alumnos y maestros en esa escuela; por eso hacen suya la urgencia que la Iglesia se plantea a sí misma, de desplegar y promover la espiritualidad de la comunión” (Identidad y Misión..., 7).

 

Por fin la cultura del encuentro es para los religiosos hermanos una misión permanente para construir la fraternidad en el mundo, concretamente nosotros desde nuestra misión de hospitalidad, entregando nuestra vida plenamente al servicio del Reino de Dios, especialmente de los pobres, enfermos y necesitados, como lo hizo nuestro Fundador, San Juan de Dios. Somos enviados a ejercer  La profecía de la hospitalidad como apertura y acogida al otro, al extranjero, al de religión, raza o cultura diferentes. Es un elemento esencial de la convivencia humana frente a la intolerancia, la exclusión y la falta de diálogo”. (Identidad y Misión..., 37).

 

En este año de Capítulos Provinciales debemos poner, una vez más, nuestra fuerza en el encuentro espiritual con Cristo, con nuestros hermanos y con todas las personas que sufren. A todas hemos de acoger y mostrar el amor que Dios les tiene, contribuyendo así a la misión de la Iglesia, creando la fraternidad desde la hospitalidad. Esta será la mejor forma de asegurar el futuro para nuestra Orden: siendo fieles al carisma y a la misión de hermanos de San Juan de Dios.

 

Vivamos con gozo el regalo de nuestra vocación que Dios nos da y renueva cada día. Celebrémoslo con alegría y oremos de forma especial este año, para que los Capítulos Provinciales de la Orden sean un acontecimiento de fraternidad y de hospitalidad, de audacia y de esperanza, de vitalidad y de profecía para la Iglesia y para la Orden. Que en la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor, el día 2 de febrero, renovemos también nuestro compromiso con el Señor, presentándonos ante Él ofreciéndole todo lo que somos y tenemos.

 

Unidos en el Señor y en San Juan de Dios recibid un abrazo fraterno y hospitalario.

 

 

Hno. Jesús Etayo

Superior General 

 

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