Trabajo en el centro de asistencia social de los Hermanos de San Juan de Dios desde hace 20 años. Al principio estaba llena de entusiasmo, de energía y de ideales; el centro de entonces era un lugar de cambios. Los pacientes discapacitados a menudo no se percatan de sus propias necesidades y por lo tanto es fácil incurrir en errores y omisiones. Hoy, el centro ya no es el mismo de hace 20 años, la calidad de vida de los pacientes ha mejorado notablemente y esto se debe en gran parte a los colaboradores que se han aproximado de manera diferente a los enfermos. Esto ha sido posible gracias a una gran labor pedagógica, de educación, motivación y determinación de muchas personas, que gracias a su ejemplo y su empeño han sabido involucrar a todos los demás. La profesionalidad es suficiente para garantizar una buena asistencia a los enfermos. Sólo en los últimos años, después de haber conocido en profundidad la vida y el carisma de San Juan de Dios, y después de haber llevado a cabo su obra, la actividad en el centro asistencial se ha convertido en algo más que un simple trabajo; el objetivo principal ha sido el de reducir al mínimo la sensación de vacío y de soledad que a menudo acompaña la vida de los pacientes en una estructura asistencial. Ha habido momentos muy bonitos, donde los pacientes se sentían importantes, hemos alentado sus iniciativas, sus ideas, y los colaboradores han empezado a quererse y a trabajar en sinergia dando mucho más de lo que correspondía a sus cargos y empezando a prestar más atención a las necesidades de los pacientes.

Dicha actividad, sin embargo, requiere una lucha continua contra las adversidades. Pienso que pueden superarse las dificultades de realización de una hospitalidad según el estilo de San Juan de Dios a través del ejemplo práctico de los Hermanos de San Juan de Dios y a través de la gestión carismatica.