Ireneu Gouveia
365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD |
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Hermano |
Portugal |
Ireneu Gouveia |
Hablar de mi vocación en pocas palabras es muy difícil para mi. En mi camino vocacional ha habido muchos acontecimientos importantes y la mayoría de estos se pueden comprender solamente a la luz del Evangelio. Mis padres me criaron desde niño en una verdadera familia cristiana; las bases de una formación coherente eran fundamentales para una familia con 11 miembros. Al haber nacido en Madeira, tierra turística, desde pequeño he aprendido a acoger en casa a quienes caminaban por los senderos pedestres. La alegría y la hospitalidad auténtica con la que mis padres y hermanos acogían a las visitas marcaron mi infancia.
Acólito desde niño, más tarde yo mismo fui responsable de los demás acólitos de la parroquia. Después de la confirmación formé un grupo de jóvenes. Cuando tenía 16 años conocí a los Hermanos de San Juan de Dios, pasando unas vacaciones en un campamento de verano. El servicio de la hospitalidad me marcó para siempre, gracias al ejemplo que me transmitieron los hermanos.
El camino que debía tomar para mi fue claro pero a mis padres y hermanos les costó aceptar esta decisión: en efecto yo era un joven muy activo, inquieto y lleno de complejos por las dificultades que había encarado hasta entonces.
Con 18 años, tras realizar un discernimiento con la ayuda del párroco y de los Hermanos de San Juan de Dios, dejé la isla para ir a Lisboa; tras pasar dos años en Fátima, como experiencia de vida y pre-postulantado y, realizando a la vez el servicio militar, pasé otros dos años como postulante en la Casa de Telhal y, tras dos años de noviciado en España: me consagré a la hospitalidad en Lisboa, en 1997, emitiendo mis primeros votos.
La dedicación a la hospitalidad, siguiendo los pasos de Jesús según el ejemplo de San Juan de Dios, requiere cada día un gran compromiso. Hay que confiar siempre en Dios para poder crecer desde el punto de vista humano y espiritual.
Hoy me siento feliz por el camino que he recorrido y sigo aprendiendo que Dios me pide que difunda cada vez más el ‘virus’ de la hospitalidad.