Como profesor en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud San Rafael – Nebrija experimento a diario que la hospitalidad tiene muchas formas de ser vivida y expresada.

Contribuir a la formación de una persona es siempre una tarea de enorme responsabilidad. Exige aportar conocimientos, pero sobre todo estimular, avivar una llama, acompañar en las dudas y tratar de iluminar respuestas aún cuando no se tengan en plenitud. La Universidad ha de volver a ser lugar para la búsqueda de la Verdad y para acompañar a crecer. 

Aunque pudiera parecer terreno alejado del prioritario para una Orden volcada hasta la extenuación en la asistencia, la posibilidad de formar personal sanitario y de hacerlo con determinados valores –inoculando la vocación por la excelencia, contemplando la dimensión trascendente del hombre e invitando a amar sin pudor – es una forma más de compartir y extender el carisma. Cada promoción que se gradúa en un centro de la Orden Hospitalaria es y debe ser semilla de hospitalidad sembrada a mano abierta.

Sigue siendo tiempo –como siempre, pero más que nunca- de Hospitalidad. Porque la Hospitalidad, como la Belleza para San Agustín, es siempre antigua y siempre nueva; porque goza de ese “presente suyo sin tiempo” que escribiera en un verso el poeta español Luis Cernuda. Porque siempre es tiempo para ser manos de las caricias de Dios. Y los jóvenes, alumnos un día y profesionales a lo largo de su vida, bien merecen ser invitados a vivirlo.