“OIGO TUS PASOS JUNTO A MÍ AL CAMINAR,

TE SIENTO CERCA ENCUENTRO EN TI, LA FUERZA PARA ANDAR.

DAME TU MANO, QUE SINO, ME PERDERÉ,

QUE COMO TÚ, SEÑOR JESÚS, PASE YO HACIENDO EL BIEN”. (A.F.L)

Así canta el estribillo de una canción samaritana y su letra es de las que mejor puede expresar, lo que yo vivo, cuando quiero poner nombre a mi historia vocacional.

Escucha atenta, mirada limpia, sonrisa sincera, manos acogedoras, todo mi ser dispuesto para entregar a los demás, el Amor que diariamente, Jesús, El Buen Samaritano, me regala. Lo acojo, para entregarlo como ofrenda fecunda. Y, a medida que va pasando la vida, tomo mayor consciencia, saboreo cada minuto, como quien goza del mejor momento de su existencia.

Parto de la convicción de que Dios sigue llamando y que  hay jóvenes, como tú, que siguen siendo generos@s y a los que nuestra vida y la Misión Hospitalaria reconocen que merece la pena.

La oferta que te hago de seguir a Jesús y vivir la radicalidad de su evangelio sólo la puedes acoger si deseas incluir en tu proyecto de vida a Aquel que te ama por encima de todo y da sentido a tu vida.

Jesús recrea en mi la HOSPITALIDAD. Deja paso a la alegría misionera: Que todos conozcan a Jesús; que tú, joven le conozcas y le sigas.

Como San Benito Menni, profeta vivo, quiero gritar: “¡Qué dicha la nuestra haber sido favorecidos con tan hermosa  vocación de caridad! ” .   (Carta 7)