El señor  me llamo a ser voluntaria de San Juan de Dios en el año 2000, cuando los hermanos recién llegaron a nuestra ciudad, San Pedro Sula.  Desde entonces, junto con otras colaboradoras voluntarias, comenzamos a trabajar por conseguir el terreno donde posteriormente se construyó la casa para la comunidad y seguidamente los edificios de nuestro Centro Comunitario.

El carisma de San Juan de Dios se nos ha ido transmitiendo poco a poco, de manera que cada día amamos más nuestra labor en el centro, al tener contacto con los pacientes y colaborar con los hermanos en todo lo necesario para humanizarlos en el trato y atención que les brindamos. 

Mi vocación a servir me ha llevado a ser parte del grupo de Amigas de San Juan de Dios, quienes a través de diferentes actividades buscamos obtener fondos y ayudas para que el centro continúe atendiendo a un número cada vez mayor de pacientes, a veces significa el sentirme muy cansada, pero todo desaparece al comprobar que los pacientes están recibiendo la atención debida, con calidez y calidad, y ver las miradas amistosas y agradecidas de los pacientes, a quienes con frecuencia les cuesta creer que San Juan de Dios sea un centro de caridad, ya que la atención que reciben es óptima, donde los pacientes pueden mejorar notablemente su calidad de vida.

Agradezco a Dios su llamado, el llamado a la hospitalidad, al carisma que nos une como hermanos y como cristianos para construir juntos un mundo más humano.