Una tarde tomé la Biblia en mis manos y leí las palabras del Salmo 119, que se dirige a Dios: "Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero". En aquel tiempo, estaba ingresado en el hospital y había sufrido grandes dolores y había estado muy cercano a la muerte. Había perdido el conocimiento cuando me llevaron al hospital y, al despertarme, me demoré un poco en caer en la cuenta de que estaba en un hospital.

Durante mi hospitalización, hablaba a menudo con otro paciente: un hombre mayor, de unos 80 años. Me dijo que, cuando me recuperara, debía intentar ser Hermano religioso. Le dije: "No tengo título universitario, ¿cómo puedo ser Hermano?". Uno de mis primos formaba parte del equipo de atención a los pacientes y él me presentó a los Hermanos de San Juan de Dios.

Con el pasar del tiempo, llegué a entender gradualmente que los eventos de mi vida me habían llevado hasta el punto en el que el designio de Dios para mí se esclareció. Dios me estaba ofreciendo una vocación hospitalaria. De haber contestado a esa llamada, habría podido amar y ayudar a los pobres, enfermos y necesitados.

Siento que la palabra de Dios es "antorcha para mis pies y luz para mi sendero". Jesús nos dice que lo siguiente también forma parte de la palabra de Dios para nosotros: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis".