Paul Adnot
365 TESTIMÓNIOS DE HOSPITALIDAD |
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Hermano |
Francia |
Paul Adnot |
« La acogida, primer signo de una llamada a la hospitalidad »
« Dios nos acoge en su casa » cuantas veces hemos oído este canto en las naves de las iglesias sin prestar ninguna atención al significado de la letra. Dios nos acoge en su casa para que nosotros tengamos el deseo de acogerlo en nuestro corazón, pero no debe ser solamente un pequeño espacio sino todo el espacio que le corresponde.
Esta hospitalidad encarnada hace que seamos a la vez huéspedes y anfitriones. La vida cotidiana nos ofrece la oportunidad de ser “focos de hospitalidad”, en la reciprocidad del acogido y del que acoge. Se necesita la misma abnegación tanto para acoger como para ser acogido, me molesta ser el acogido del extranjero e incluso me molesta más acogerlo. En cada situación tengo el deber de alejarme de mis reservas, de mis costumbres, de mis rutinas, de mi cultura, con sencillez para abrirme al otro que es mi prójimo y que sin embargo juzgo de una forma muy diferente.
Jesús nos ha enseñado el ejemplo a seguir, acogiendo al otro, el que ha sido descartado, el desterrado, el olvidado, y se hace huésped tanto del fariseo como del publicano, sin importarle los juicios que podía despertar su actitud. Debemos meditar el Evangelio para poder traducir esto en actos de nuestra vida cotidiana. El evangelio no es una novela con ejemplos llenos de ternura, es un libro de vida que debemos trasponer en el marco de nuestra acción cotidiana.
San Juan de Dios ha ilustrado de una forma concreta y perfecta la parábola del buen samaritano, entregándose en cuerpo y alma a la misión encomendada por el Señor, sabiendo acoger a los débiles, a los enfermos y a los últimos. Este don total no puede ser fruto de la voluntad del hombre, como dice San Pablo, sino un don de la Gracia de Dios que puede transformar a cualquier ser humano en mensajero del Reino. Cualquier acto de hospitalidad es una anuncio del Reino de Dios.