“Generosos en la caridad”
Queridos Hermanos, Colaboradores y miembros de la Familia de San Juan de
Dios
No hay mejor ocasión que ésta, para recordar que este año celebramos el 475
aniversario de la muerte de San Juan de Dios. Nuestro Fundador, nos dejó un legado
valioso y exigente que, después de tantos años creemos que sigue vivo y obrando
gracias a muchos de nuestros Hermanos y Colaboradores que con pasión y
entusiasmo han hecho suya la experiencia espiritual de San Juan de Dios. Si nos
fijamos en la historia, no hay muchas instituciones que hayan durado tanto
tiempo; muchas han ido perdiendo valor y han desaparecido, aunque dejan buenos
recuerdos por el bien que realizaron; otras ya están completamente olvidadas, a
pesar de haber hecho su importante contribución a la humanidad; otras intentan
sobrevivir, con el único propósito de existir. Mirando a nuestra magnífica y
antigua Orden, nos damos cuenta de que a pesar del tiempo transcurrido, no le
afectan los años, es más, sigue regenerándose al igual que las "células
madre", porque el carisma asumido y acogido por la Familia de Juan de Dios
cuando se vive, se comparte y se practica, activa en sí mismo esa fuerza
carismática que es muy suya, regenerándose en nuevas formas de existencia,
iluminando nuevos caminos de atención y de cuidados al servicio de los pobres y
de la humanidad que sufre.
El gran legado de Juan de Dios es precisamente éste: "Amar a Jesús en
los pobres y enfermos, especialmente en los más vulnerables y frágiles".
El impulso hacia las periferias existenciales de la vida siempre ha llamado nuestra
atención, pero la fidelidad a nuestra identidad consiste en no haber perdido
nunca de vista el Centro: Cristo el Señor, que para Juan de Dios se convirtió en
el corazón de su misión. El mandamiento de Jesús de amarnos unos a otros con
caridad, nos ha permitido a lo largo de los siglos tener una mirada atenta y
clarividente sobre la historia, dándonos la capacidad de abrir nuevos
horizontes de caridad hospitalaria, que podríamos traducir con el término de
caridad regeneradora, porque Dios se revela siempre como caridad. Recordar el
aniversario de la muerte de Juan de Dios significa para nosotros tomar
conciencia del gran don espiritual y humano que el Señor ha brindado a la
Iglesia a través de la obra del Santo de Granada. Hoy estamos todos implicados,
personal y comunitariamente, y también como Familia Hospitalaria, en alimentar
el Carisma de la Hospitalidad, no sólo a través del estudio, la investigación y
todos los medios que la ciencia pone a nuestro alcance, sino junto a estos, también
con la fuerza de la Caridad que aporta oxígeno al Carisma, transformándolo en
algo cada vez más vivo y actual.
Hace unos meses concluimos nuestro LXX Capítulo General, al que participó
un numero significativo de colaboradores laicos. En esa importante ocasión
trabajamos mucho en el camino del discernimiento personal y comunitario,
dejando mucho espacio para que el Espíritu Santo iluminara nuestras decisiones
e inspirara nuestros pensamientos y reflexiones. La experiencia que involucró a
Hermanos y Colaboradores fue de gran importancia para trazar las líneas guía y
para iluminar el futuro de la Hospitalidad. La riqueza del carisma personal de
cada religioso y de cada colaborador ha dado más fuerza al carisma de la
Familia Hospitalaria, permitiendo a los participantes del Capítulo atreverse a
ir más allá de lo que ya se ha dicho, de lo que ya se ha dado y de lo que ya se
sabe, intentando profundizar y dar forma a nuevas ideas inspiradas por el
Espíritu para que cada nueva decisión sea siempre fruto de nuestros ideales de
caridad hacia el prójimo. Creo que es importante dar continuidad al trabajo
realizado, a nivel de las Provincias, durante el Capítulo General, para
iluminar cada vez más nuestras decisiones. Espero que este camino de
discernimiento continúe a todos los niveles - personal, comunitario y a nivel
de Familia Hospitalaria - y nos haga más audaces en las decisiones que
tendremos que tomar y en los desafíos que nos esperan.
Queridos todos, no debemos tener miedo de emprender nuevos caminos, nuevos
rumbos, nuevos proyectos para dar un rostro concreto a la hospitalidad de
nuestro tiempo. La vitalidad del Carisma de Juan de Dios recaba su fuerza de la
fidelidad a Dios y de la vocación a la que Él nos ha llamado. Cuanto más se
comparte un don, más se expande, llegando a las periferias donde la humanidad
sufre y donde, a través de nosotros, pueden llegar la ternura y el amor de
Dios.
Nos sentimos orgullosos del camino recorrido por nuestra Orden a lo largo
de estos 475 años, con sus luces y sombras, sus éxitos y sus fracasos. Siglos
de hospitalidad han marcado la vida de muchas personas: hermanos y
colaboradores que se han santificado viviendo el carisma de la hospitalidad con
fidelidad, una caridad tan generosa que aún hoy conserva la fragancia de su perfume.
Y es precisamente este legado el que sigue llevando consuelo y esperanza a
tantos enfermos, pobres y necesitados.
Querida Familia de San Juan de Dios, hoy nos toca mantener vivo este
"Legado Espiritual", a nosotros que en diversas formas y grados
participamos del Carisma de Juan de Dios: ¡este es nuestro momento! Dejémonos
interpelar, dejémonos cuestionar, dejémonos involucrar sin miedo, porque las decisiones
que deberemos tomar en los próximos años serán fundamentales y decisivas para
el futuro de la Hospitalidad. Sólo el verdadero amor impulsa la creatividad de
la caridad. El verdadero amor es una salida generosa de uno mismo, es un
impulso que nos lleva a buscar la felicidad del otro. De lo contrario, corremos
el riesgo de detenernos en las emociones sin tocar la profundidad de nuestras
vidas y sin llegar realmente al prójimo. Caminemos juntos, apoyándonos
mutuamente, generosos en la caridad.
La belleza del Carisma de Juan de Dios nos permite incluso hoy en día mirar
realidades vivas y comprometidas en la promoción de la hospitalidad. Estoy
seguro de que somos capaces de confrontarnos para construir y diseñar nuevas
experiencias de caridad. Sin embargo, no puedo ocultar mi preocupación por
algunas situaciones en las que se tiende simplemente a sobrevivir, dejando que
el tiempo lo decida todo, frenando o, peor aún, obstaculizando el desarrollo de
determinados proyectos que podrían dar forma e impulso al Carisma. Tal vez,
para algunos, la falta de esperanza conduce a una vida estática, sin visión de
futuro y sin proyectos, alejada de las realidades en las que estamos llamados a
vivir.
El don del Año Jubilar que nos hace peregrinos de la Esperanza, la frescura
del LXX Capítulo General, el Aniversario de la muerte de nuestro Fundador,
espero que sean motivos suficientes para retomar con entusiasmo nuestro camino
y promover una hospitalidad que responda cada vez más a las expectativas de los
hombres de hoy. Fidelidad al Carisma es fidelidad a Dios, y fidelidad a Dios es
ser generosos en la caridad.
El Papa Francisco en la Bula de Convocación del Jubileo 2025 en el n. 11
escribe así: "Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos, que
están en sus casas o en los hospitales. Que sus sufrimientos puedan ser aliviados
con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Las
obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los
corazones sentimientos de gratitud. Que esa gratitud llegue también a todos los
agentes sanitarios que, en condiciones no pocas veces difíciles, ejercen su
misión con cuidado solícito hacia las personas enfermas y más frágiles. Que no
falte una atención inclusiva hacia cuantos hallándose en condiciones de vida
particularmente difíciles experimentan la propia debilidad, especialmente a los
afectados por patologías o discapacidades que limitan notablemente la autonomía
personal. Cuidar de ellos es un himno a la dignidad humana, un canto de
esperanza que requiere acciones concertadas por toda la sociedad".
Hagamos nuestra la invitación jubilar del Santo Padre en esta circunstancia
particular en la que estamos llamados a dirigir nuestra mirada con más amor y
pasión hacia aquellos que son los predilectos del Señor y que, en su
misericordia, Él quiere confiar a nuestra Familia Hospitalaria, para que, a
través de nuestro cuidado y amor, sientan el afecto y la ternura de Dios hacia
ellos.
Como es habitual en estas fechas, aprovecho para informar a toda la Orden sobre
el resultado de la campaña 2024 para la "Construcción y puesta en
marcha de un centro de salud mental de atención primaria en Kolda (Senegal)".
Una vez más os doy las gracias de todo corazón porque la generosidad y
solidaridad de toda la Orden nos ha permitido recaudar 328.228,17 euros.
Al mismo tiempo, me gustaría informarles que la campaña del año 2025 estará
dedicada a nuestra presencia en Drohobyč (Ucrania). La campaña se titula
"Ayuda a domicilio y apoyo a las personas que huyen de la guerra".
El mes pasado visité nuestra obra en Ucrania y no hay palabras para describir
el devastador impacto de este conflicto; gracias de todo corazón a nuestros
hermanos, colaboradores y voluntarios que tratan incansablemente de devolver la
salud y la esperanza a las personas afectadas por la guerra. Les pido a todos su
generoso apoyo para este proyecto y les doy las gracias de antemano.
Deseo a todos que este nuevo año sea el preludio de un amanecer de paz y
serenidad. Toda la humanidad lo necesita de forma urgente, por eso invoquemos
juntos la intercesión de la Virgen María y de San Juan de Dios, para que
nuestra Familia Hospitalaria esté siempre atenta a todos los necesitados,
actuando con profesionalidad y amor, realizando acciones concretas e inclusivas
para que nadie se sienta excluido del abrazo de Dios y de la ternura de San
Juan de Dios.
A todos vosotros va mi saludo fraterno y mi agradecimiento por vuestro
inestimable trabajo y compromiso en el cumplimiento de la misión que el Señor
nos ha encomendado.
Hno. Pascal Ahodegnon, O.H.
Superior General