¡Se les abrieron los ojos!
A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios
Deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todas las
personas asistidas en los Centros y Servicios de la Orden, así como a sus
familias, mi felicitación pascual, con el deseo de que el Señor Resucitado
llene de luz y de vida nuestro mundo.
En los tiempos que vivimos, Luz y Resurrección son dos términos
que nos abren a la Esperanza. Somos invadidos por las noticias que nos refieren
sufrimiento, muerte, falta de respeto a la dignidad de las personas, violencia,
guerra y otras muchas experiencias de oscuridad. Fue también lo que vivió Jesús
de Nazareth. Los inicios de su vida pública fueron de mucha esperanza y fue muy
bien acogido por el pueblo que le escuchaba y veía, porque hablaba con
autoridad, de forma convincente, porque los gestos, las actitudes, sus
comportamientos y sus hechos eran coherentes con sus palabras que hablaban de
amor, de misericordia, de paz, de libertad, de salud y de salvación. Poco a
poco fueron apareciendo las críticas de aquellos a quienes ponía en evidencia
por su hipocresía y porque vieron peligrar su posición de poder, tanto religioso
como económico y político. En definitiva, molestaba y aquella luz que llenaba
de esperanza al pueblo había que apagarla, para que no molestase, y siguiese
dominando el sistema de siempre, el statu quo, lleno de corrupción y oscuridad,
que favorece a los de siempre, ricos y poderosos. Aparentemente lo
consiguieron, porque Jesucristo acabó en la cruz.
Sin embargo, aquella cruz tenía y tiene el límite de la Resurrección.
La luz que representó Jesús en sus inicios tuvo y tiene su continuidad en la Resurrección,
porque la muerte en cruz, no fue la última palabra del Padre que, aunque en
muchos momentos lo pareció, nunca abandonó a su Hijo, resucitándolo y dándole
vida para siempre. “Es verdad. Está Vivo. Ha resucitado”. No fue fácil
para los discípulos de Emaús entenderlo y darse cuenta de que el Resucitado
estaba con ellos, hasta que “se les abrieron los ojos” y a partir de ahí
vieron la luz, su vida cambió y salieron corriendo a contarlo a los demás.
Por fortuna existen también muchas luces en nuestro mundo. Muchas
personas e instituciones de todas las religiones, ideas, razas, etnias y países
encienden cada día multitud de luces que expresan la vida, el bien, el amor y
la lucha por la paz y la libertad. Sin embargo, también es cierto, que siguen
existiendo muchas cruces, en las que muchas personas sufren y mueren
constantemente, víctimas del odio y del egoísmo, de luchas sangrantes entre
hermanos. No podemos olvidar que cada día es viernes santo en muchos lugares
de la tierra, que pretende apagar la luz que todos los días sale y se
construye en el mundo. Pero como con Jesucristo, hemos de proclamar que esas
cruces tienen su límite y no serán nunca más la última palabra, porque nuestro
Padre Dios ha decidido que el destino final sea la Vida para todos y para
siempre. El sufrió esa experiencia en Su Hijo y la sigue sufriendo en sus hijos
que constantemente suben a la cruz, por eso ha decidido ponerle límite,
resucitando a su Hijo y a todos sus hijos para que vivan para siempre. Ese
límite tendrá también su final cuando Dios enjugue las lágrimas de nuestros
ojos y no haya más muerte, ni luto, ni llanto ni pena, porque todo ello haya
desaparecido. (cf. Apocalipsis 21,4)
Las experiencias de luz en nuestro mundo son expresiones y
presagios de la Resurrección, del triunfo de la vida sobre la cruz, la
oscuridad y la muerte. Estas luces son las que nos llenan de esperanza en
nuestro mundo y nos impulsan a seguir comprometiéndonos con el proyecto que
Jesús de Nazareth nos propone. En nuestra Institución, existen muchas luces
encendidas en cada momento, cada minuto, a través de gestos de amor, de
compasión y de hospitalidad, que son rayos de luz que dejan translucir en el
mundo la Resurrección, que indican que Cristo sigue Vivo y de que hay Esperanza
para el mundo.
Estas luces son más poderosas que las cruces. En la noche de Pascua os
invito a abrir los ojos y a ver en un mapa figurativo del mundo, las
muchas luces que se ven en medio de la oscuridad: en la ayuda y atención
amorosa a familias enteras que huyen de la guerra o de otras dificultades, a
personas excluidas que no tienen casa ni medios para comer, a niños y adultos
que están al final de la vida, a personas ancianas, con problemas de salud
mental o con cualquier tipo de discapacidad… a lo largo de los cinco
continentes donde está presente nuestra Familia Hospitalaria de San Juan de
Dios.
No vivamos más en la oscuridad ni en el pesimismo. ¡Abramos los
ojos!, para que podamos ver la luz que también está presente entre nosotros
y que cada día hace memoria de la Resurrección de Cristo. Abramos los ojos para
descubrirlo vivo como sucedió a los discípulos de Emaús y corramos para decirlo
y proclamarlo a los cuatro vientos: que la fuerza de la luz que descubrimos y
de la Resurrección que celebramos en esta Pascua, son el horizonte y el destino
para los hombres y mujeres de buena voluntad en nuestro mundo.
En nombre del Gobierno General y de toda la Familia
Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General, ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
Hno. Jesús Etayo