Sinodalidad: el
sueño de Dios para la Vida Consagrada hoy
A todos los Hermanos y Comunidades de la Orden
Apreciados Hermanos,
Deseo enviaros mi felicitación en
el día de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que celebramos el 2 de
febrero en toda la Iglesia. Os invito a celebrarla dando gracias al Señor
por el don de la Vida Consagrada que continuamente regala a la Iglesia y en
particular a cada uno de los religiosos que formamos parte de nuestra Orden.
En este tiempo de preparación al
Sínodo, cuyo tema es precisamente la sinodalidad, se nos invita a los
religiosos y religiosas a salir de nuestras casas, a romper las barreras de
nuestros recintos que nos aíslan, aunque parezca que nos dan seguridad y a
caminar conjuntamente con toda la Iglesia, pueblo de Dios, del que formamos
parte. A ser comunidades abiertas.
Algunas implicaciones de la
Sinodalidad para la Vida Consagrada son las siguientes: Los sueños de la
sinodalidad tienen importantes y exigentes consecuencias para la vida
consagrada de nuestro tiempo, tal como lo han puesto de manifiesto los
distintos gobiernos generales de los Institutos de Vida Consagrada femeninos y
masculinos:
1.
El necesario arraigo en el Espíritu: El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia y
de la Vida Consagrada, el Espíritu nos muestra a Jesús resucitado como el
Camino y nos impulsa a seguirlo. La sinodalidad requiere un cambio de corazón,
que será posible bajo la guía y la presencia del Espíritu. La sinodalidad se
convierte así en nuestro camino de formación y espiritualidad.
2. La llamada a un nuevo tipo
de relaciones mutuas: La pandemia de Covid-19, que tanto nos ha aislado, ha
sido al mismo tiempo un estímulo para abrir nuevos espacios de comunicación,
gracias a las nuevas tecnologías a nuestro alcance. Ha surgido así un modelo
especial de intercomunicación y sinodalidad. Hemos detectado -con más fuerza
que antes- la importancia de conversaciones significativas entre nosotros.
Muchos Institutos hacen un claro llamamiento a la escucha y al diálogo entre
culturas y generaciones. Cada vez somos más conscientes de la necesidad de
formarnos para ello. Su impacto en la forma de ejercer nuestra misión será
evidente. El compartir ha creado espacios para dar nombre a nuestras heridas y
expresar nuestros deseos de sanación y reconciliación en muchos niveles.
3. Apertura a la colaboración:
La vida consagrada -en todos los continentes- expresa el deseo de una mayor
colaboración y asociación con todos los laicos, para incluirlos en más
funciones dentro de sus Institutos y familias carismáticas. El objetivo es un
mayor aprecio mutuo y la posibilidad de enriquecerse y aprender unos de otros.
Esto es algo que todavía tenemos que investigar y concretar. Hay formas más
profundas y plenas de colaborar que aún no hemos imaginado y debemos trabajar
juntos para conseguirlo. Ante el deseo
de colaborar en los proyectos del Reino de Dios, la sinodalidad enseña que no
es necesario duplicarlos, sino encontrar formas de convergencia
intercongregacional. Al mismo tiempo, también son necesarias formas de
convergencia eclesial, con el clero diocesano y los obispos. El grito de las
religiosas, injustamente tratadas, discriminadas e incluso maltratadas en las
diócesis de algunos países, clama por ser escuchado y atendido.
4. Formación para la
sinodalidad: La sinodalidad debe configurar la formación inicial y permanente
en la Vida Consagrada. Educar en la sinodalidad requiere sabiduría, apertura,
ejercicio y aprendizaje; son necesarias virtudes como la generosidad, la
apertura a los demás, la participación, la colaboración, la humildad y la
renuncia a la autorreferencia. La sinodalidad debe integrarse en la formación
de los seminarios (y centros de formación de religiosos/as) para evitar la
difusión del patriarcado y del clericalismo. La sinodalidad abre nuevos
horizontes en la forma de entender y plasmar hoy los consejos evangélicos de
obediencia, celibato y pobreza, la configuración de nuestra vida comunitaria y
espiritualidad, y el modo de integrar nuestra misión -según el carisma- dentro
de la única misión de la Iglesia.
Estos son solo algunos puntos de
las ricas aportaciones de los religiosos y religiosas en la etapa de
preparación al Sínodo. Os invito a leer, reflexionar y estudiar en comunidad el
rico documento que las Uniones de Superiores Generales, femenina y masculina
enviaron a la Secretaría del Sínodo.
Mis queridos hermanos, la
sinodalidad está marcando la actualidad y el futuro de la Iglesia y por lo
tanto de la Vida Consagrada y de nuestra vida. En octubre de 2024 nuestra Orden
celebrará el LXX Capítulo General, en una Casa junto al Santuario de la Virgen
de Częstochowa, en Polonia. Algunos quizás ya conocéis la noticia, que ahora
hago pública para toda nuestra Familia Hospitalaria de San Juan de Dios, aunque
la convocatoria e intimación del Capítulo se hará más adelante. Se ha comenzado
ya la preparación del Capítulo y se han establecido las comisiones pertinentes
que ya están trabajando. Se ha enviado ya alguna información y se seguirá
haciendo.
Quiero invitar a toda la Familia
Hospitalaria de San Juan de Dios a vivir este tiempo de preparación capitular y
después la celebración del mismo, con un estilo sinodal. Deseo que sea para todos
una experiencia de sinodalidad, en la que caminemos juntos, participemos, nos
escuchemos unos a otros y todos escuchemos al Espíritu del Señor, para que nos
ayude a discernir los caminos de hospitalidad evangélica, según el estilo de
San Juan de Dios, que estamos llamados a recorrer en los próximos años, al
servicio de los enfermos, los pobres y los necesitados, en cualquier parte del
mundo.
¡Felicidades
a todos los Hermanos de la Orden y a todos los religiosos y religiosas que
forman parte de nuestra Familia de San Juan de Dios, por el regalo de nuestra
vocación!. ¡Vivámosla con alegría y demos gracias a Dios por ella!.
Unidos
en el Señor y en San Juan de Dios recibid un abrazo fraterno y hospitalario.
Hno. Jesús Etayo
Superior General