Nuestra familia religiosa celebra hoy la memoria litúrgica de los 95 hermanos que sufrieron el martirio durante la guerra civil de 1936 en España. Estos Hermanos nuestros, con su martirio, demostraron que habían encontrado realmente a Cristo y que de El recibieron la gracia del martirio de la sangre: en efecto la palabra «mártir» deriva del griego martyr, que significa «testigo». El testigo es el que está presente cuando ocurre un hecho (por ello sabe lo que narra o refiere) y lo atestigua, no de oídas, porque ha leído algo sobre ello o por deducción personal sino por su experiencia directa. Nuestros hermanos mártires, al llevar a cabo su misión hospitalaria, ejercieron la hospitalidad junto a los enfermos con ese estilo evangélico que imita los gestos de Jesús, que cuida, sana y salva. Su forma de vivir la hospitalidad se basaba en la misión carismática declinada con gestos concretos de misericordia y de amor, con la certeza que cada gesto que hacían al prójimo lo hacían a Jesús: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos pequeños, a mí lo hicisteis » (Mt 25,40). El aniversario que celebramos hoy no pretende solamente hacer memoria de su martirio, sino recordarnos a todos que vivir el carisma de San Juan de Dios es un testimonio de gran valor, no sólo simbólico sino también humano y espiritual, que lleva consigo también el don total de si mismos hasta dar la vida por Cristo y por los hermanos.
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